2016/05/02

El grito de César Hidalgo

El físico chileno y profesor del MIT está liderando el primer mercado de retuits. Una plataforma que busca compartir el capital social y masificar la influencia de las personas en redes sociales a través de la colaboración. Shout!, se llama este invento que tuvo parte importante de su desarrollo en Chile y que está a punto de debutar en el mundo.
Por: Carla Sánchez
cesar-hidalgo
A Ambika le gusta correr, leer y sacar fotos. Nikita prefiere viajar y escribir sobre ciudades. Los dos son amigos, pero no tienen muchos seguidores en las redes sociales. Cuando Ambika postea sus fotos o Nikita sus historias, cada uno logra llegar a un pequeño grupo. ¿Qué pasaría si compartieran sus contenidos? ¿Si combinaran sus seguidores?
Esas interrogantes son las que en el último tiempo han mantenido ocupado a César Hidalgo, el físico chileno de 36 años que la revista Wired UK eligió como una de las 50 personas que podrían cambiar al mundo. Hoy, el joven que alguna vez echaron del Grange por mala conducta, sorprende con Shout!: el primer mercado de retuits para aumentar el impacto social en las redes.
Inquieto y acelerado, a Hidalgo le interesa todo. O casi. Le gusta analizar datos, le preocupa por qué algunos países crecen más que otros y ha estudiado cómo opera la información. También las redes sociales y cómo funcionan las organizaciones. “Uno trata de desarrollar una idea que nunca se haya realizado”, cuenta al teléfono Hidalgo, quien hace más de una década emigró a la Universidad de Notre Dame –en Indiana, Estados Unidos– siguiendo a su maestro, Lászlo Barabási, una eminencia a nivel mundial en el desarrollo de redes complejas. Hoy, Hidalgo lidera el grupo Macro Connections en el Media Lab del MIT, centro que cuenta con un presupuesto anual de 60 millones de dólares para “contestar preguntas que todavía no se hacen”.

¿Me prestas tu capital social?

“Hace un año, tenía que promocionar mi nuevo libro Why Information Grows. Y pensé en cómo podría empujarlo con mis conocidos. Una posibilidad era pedirles que me hicieran publicidad, lo que podía ser un poco vergonzoso. La otra era generar un intercambio de favores, es decir, ‘tú me ayudas ahora, y yo te ayudo después’”, cuenta Hidalgo desde el aeropuerto de Boston, su segunda casa, bromea, porque a estas alturas del partido tiene miles de millas acumuladas en sus tantos viajes para dictar charlas –es uno de los pocos chilenos en participar en las TED y además es anfitrión del programa Cambridge Nights–, presentar sus investigaciones o entrevistar a otros científicos igual o más famosos que él.
“con Shout! podremos estudiar los precios relativos de la popularidad. Si tú tienes 10 mil seguidores y yo mil, ¿Intercambiamos 10 a 1? o ¿2 a 1? No sabemos cuál es ese valor. ese mercado nos ayudará a entenderlo”.
“¡Wow!”, dijeron a coro dos altos ejecutivos de las principales redes sociales –Hidalgo prefiere no dar nombres– en la presentación de la plataforma a las empresas que integran el Media Lab. Hoy, el proyecto está en Beta test y lo están probando 200 usuarios del centro.
El funcionamiento de Shout! es simple. Se elige a un contacto en Twitter. Luego se le ofrece un trato: por ejemplo, “retuiteo dos veces tu posteo si tú lo haces una con el mío”. La aplicación da la posibilidad de aprobar o no el tuit de la otra persona antes de aceptar el negocio. Cuando las dos partes están de acuerdo, los números de retuits acordados se activan. La gracia de la aplicación es que permite hacer varios tratos en paralelo y llevar un registro de cuántos retuits se deben entre seguidores. Para evitar cualquier problema o confusión, las personas que participan en los intercambios no tienen acceso a las cuentas del otro –para evitar suplantación de identidad– ni tampoco pueden retuitear más veces de lo acordado.
“Si quieres que retuitee un comentario tuyo de Donald Trump que yo no apruebo, no lo haré. Shout! está basado en la confianza. No vas a querer intercambiar cosas con personas que no quieres en tus contactos”, detalla Hidalgo, quien encargó el desarrollo de la plataforma a la estudiante Ambika Krishnamachar, que cursa un máster en ingeniería en el MIT.
-¿Por qué operar Shout! con Twitter, cuyos usuarios van a la baja?
-El invento no es sobre Twitter, pero implementarlo en esa plataforma es más fácil. Shout! es un mercado de reposteos, que se podría implementar en cualquier red social en la que se valore compartir (como Facebook). Lo que Shout! realmente está haciendo, es permitir que las personas se “pidan prestadas” sus redes. También posibilitará estudiar los precios relativos de la popularidad. Por ejemplo, si tú tienes 10 mil seguidores y yo tengo mil, ¿intercambiamos 10 a 1? o ¿2 a 1? No sabemos cuál es ese valor, pero ese mercado nos ayudará a entenderlo.
-¿Cuál es el negocio de Shout!?
-El modelo de negocio, de momento, no es lo que me preocupa. Shout! nace como un proyecto académico, lo que nos da la libertad de ver si es útil para las personas prestarse sus redes. Pienso que sí, ya que las redes sociales hoy están atomizadas: los usuarios actúan solos, sin coordinarse con quienes piensan similar. Y la sociedad no está fragmentada: por ejemplo, los científicos conversan con otros científicos, lo hacen de manera informal y a través de emails, y con Shout!, una herramienta para pensar como grupo, queremos empujarlos a que actúen coordinados. Ahí entra en juego el concepto de la inteligencia colectiva: tenemos capacidades cognitivas finitas y limitaciones de tiempo. La única forma de generar una inteligencia mayor es reempaquetando el conocimiento individual en redes de personas.
-Hoy existen empresas que cobran por retuitear y hay una polémica por la venta de tuits y likes. Hasta Obama tenía seguidores falsos, según la aplicación Fake Follower Check. ¿No es un riesgo para plataformas como Shout!?
-Claro, puedes comprar el retuit de un robot, pero en Shout! estamos tratando de ayudar a que las personas actúen como grupos o equipos. Imagínate que tú tienes una heladería, y en la misma esquina yo tengo una carnicería y un tercero una ferretería. A los tres nos interesa convocar más gente a esa esquina. En ese sentido, nos serviría retuitearnos, porque si llega más gente a la heladería, también lo hará a la carnicería y a la ferretería. ¡Si al vecino le va bien, a mí también!

Paciencia, visión y billete

En enero pasado, Hidalgo se instaló en el IF de Valparaíso. “¡Es primera vez en 11 años que paso más de un mes en Chile!”, admite. Hasta el puerto viajó con parte de su grupo del Macro Connections –entre ellos Ambika Krishnamachar– para dirigir el “Research Camp”, junto a Carlos Rodríguez, director del Centro de Investigación en Complejidad Social (CICS) de la Universidad del Desarrollo. Un programa en el que participaron 17 estudiantes, quienes realizaron sus proyectos en este campamento intensivo. Parte importante de Shout! se desarrolló allá, incluido el video de presentación que fue filmado en los cerros porteños.
“en Chile se terminan haciendo muchos proyectos ‘Me too’ –es decir, replicar algo que ya existe- en vez de ‘Me First’, ser pioneros”.
“Fue una súper buena experiencia. Había grupos con destrezas distintas y los estudiantes se llevaron bien. Ahora son todos amigos en Facebook y se comparten cosas”, comenta.
-¿No te motiva formar un grupo como el de Macro Connections del MIT acá en Chile?
-No me lo han ofrecido nunca y creo que sería algo difícil. No sé si en Chile alguien tenga paciencia, visión y billete para financiar nuestros proyectos. Los chilenos quieren resultados en seis meses o máximo un año. Por ejemplo, el MIT empezó a trabajar en los wearables (dispositivos que se incorporan en alguna parte del cuerpo) en los 90, o en la inteligencia artificial en los años 50, contribuciones a gran escala. No sé si en Chile hay gente que tenga esa visión, no me queda claro que estemos preparados para hacer algo en innovación que tenga un plazo mayor a cinco años. El problema es que en Chile se terminan haciendo muchos proyectos ‘Me too’ –es decir, replicar algo que ya existe– en vez de ‘Me First’, ser pioneros.
Otro de los proyectos que acaba de lanzar el equipo de Hidalgo en conjunto con Deloitte es Data USA, un portal para visualizar los datos públicos del gobierno de Estados Unidos. Desde cuál es el mejor lugar para vivir, cuál es la edad promedio de los bibliotecarios hasta a cuánto asciende el salario medio de los empleados de un hospital en un pueblo. Una poderosa herramienta gratuita que abre información a millones de personas.
“Estamos trayendo data que estaba en las profundidades de la web a la superficie”, dijo Hidalgo tras el lanzamiento. Una plataforma que el físico piensa replicar en el país. De hecho, ya está trabajando junto al Ministerio de Economía en Data Chile, “una herramienta para la economía chilena que ayude a ver dónde están las oportunidades, las capacidades productivas de Chile y que levante datos para investigación”, comenta. Un proyecto que según explica, contaría con el financiamiento de Antofagasta Minerals. “Cuando uno empieza a cruzar datos de distintas bases, por ejemplo de educación y demografía, pueden aparecer cosas que uno nunca imaginó”, detalla Hidalgo, a quien le gustaría formar un consorcio donde la gente “pueda poner data y plata. Porque el conocimiento ¡es costoso!”. •••
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“Es ridículo pensar que los robots nos van a reemplazar”
-¿Cuál es tu visión sobre la inteligencia artificial? ¿Temes como Elon Musk, que los robots se vuelvan tan poderosos que amenacen el futuro de la humanidad?
-Esa versión fatídica es más bien de la costa oeste. En el lado este en cambio –la inteligencia artificial nació en el MIT–, más que una competencia entre los humanos y las máquinas, la idea es aumentar la colaboración, generar equipos de robots y personas…
-¿Los robots van a reemplazar a los humanos?
-No, eso es ridículo. Es el mismo miedo de que las máquinas a vapor en el siglo XVIII o los motores eléctricos nos fueran a reemplazar. El titular de que los robots te van a quitar el trabajo por supuesto que vende, en cambio pensarlo en un ámbito colaborativo, no. En el futuro, la inteligencia artificial va a ser una forma de aumentación: vamos a poder ponernos dispositivos para, por ejemplo, aumentar la memoria.

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