2015/12/28

Agustín Squella: “El caso Caval es bastante ordinario”

Fanático de los caballos, Wanderers, los libros, las reformas y Ricardo Lagos. El premio Nacional de Humanidades analiza lo que fue este año y dice que tenía más expectativas de Bachelet.
Por: María José Gutiérrez
Fotos: Verónica Ortíz
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En 71 años, Agustín Squella nunca ha participado en una marcha. El abogado, periodista, premio Nacional de Humanidades, ex rector de la Universidad de Valparaíso y ex asesor de cultura de Ricardo Lagos ha sido un firme defensor de las reformas impulsadas por este gobierno. Incluida la educacional. Sin embargo, dice, las marchas no son lo suyo. “Tengo horror a las multitudes”.
-¿Le da claustrofobia?
-No, es algo que tengo con mi individualidad. Hay algo en mí que se resiste a andar en manada. Es un problema sicológico que tendría que conversarlo con mi psiquiatra. Por lo mismo, nunca he militado en un partido, aunque tengo ideas políticas claras que defiendo con pasión. A lo único que me he afiliado en mi vida en términos de ingresar a un colectivo es cuando me hice socio de Santiago Wanderers de Valparaíso. Sólo ahí me siento parte de algo. De algo importante.
Cuando va al estadio –al igual que cuando visita el hipódromo y apuesta cada miércoles del año, y donde lo conocen por el apodo “Tío”– Agustín Squella se despeina. Aunque cueste imaginarlo, se pone jeans, en el verano usa sandalias, pifia al árbitro y cambia bruscamente su vocabulario.
-¿Qué garabatos dice en el estadio?
-Es muy grosero. Si me vieras ahí no te ofenderías porque hay un contexto, pero yo soy de los que llego a la irracionalidad, controlada –porque nunca le lanzo piedras–, pero cuando el árbitro del partido ingresa al estadio, cualquiera sea el árbitro y cualquiera sea el partido que yo esté viendo, yo me levanto y pifio. Puedo gritar algo, quizás no una grosería, pero sé que ese arbitro va a perjudicar a Wanderers y porque de alguna manera encarna la ley.
-Es raro que un profesor de derecho pifie a quien representa la ley y el orden.
-Tal vez el no abogado que hay en mí, que seguro existe, se toma un desquite, una revancha con el árbitro, a quien no dejo de insultar en todo el partido y abiertamente, sobre todo si arbitra mal. Y en Chile tenemos un referato de muy mala calidad.

Volviendo a la TV

En su oficina en el cuarto piso de la Escuela de Derecho de la Universidad de Valparaíso, entre cientos de papeles y libros, Agustín Squella pasa sus días. La sala queda al fondo, escondida detrás de una terraza. Sólo así se asegura de que lo interrumpan los que realmente lo necesitan.
Le suena el celular. No usa iPhone. Pero sí Netflix. Ahí ve películas, aunque la que más le gusta, Amacord, de Federico Fellini –que ha visto ocho veces– no está, y ve series como The Bridge, Downton Abbey, Smash y Breaking Bad, la mejor a su juicio.
Todos los martes viaja a Santiago a dar clases en la Universidad Diego Portales y los domingo para participar como panelista en el programa Alerta Temprana, de Via X –el nuevo Tolerancia Cero de Jaime de Aguirre–, junto a Luis Larraín, Patricio Fernández y Cony Stipicic. En cámara se ve más serio y enojado, y tiene fuertes discusiones con Larraín; pero dice que apenas van a comerciales se relajan, y cuando termina el programa están tan amigos como antes.
“La reforma tributaria se aprobó con los votos de la Alianza, de manera que los responsables de que haya tenido pifias, no es sólo el Gobierno”.
-¿Por qué aceptó a los 71 años estar en televisión?
-Sólo los bandoleros no deben volver al lugar donde se ha estado alguna vez.
Sucede que en 1969, Squella fue subdirector del canal de la UC de Valparaíso, donde tuvo la misión de mantener la neutralidad en la transmisión de las elecciones de 1970. Votó por Salvador Allende y, a su juicio, logró que el canal tuviera un comportamiento “bastante pluralista”. Además, estuvo a cargo del programa Al más alto nivel, que tuvo de entrevistados a Gabriel Valdés, al propio Allende y Eduardo Frei Montalva. Por lo que “enteramente nuevo esto no es para mí”, dice.

Tiempos de cambio

-¿Cómo evalúa que fue el 2015?
-Un año bien especial con escándalos financieros, políticos y empresariales que no son nuevos, pero que por fortuna salieron de la zona de oscuridad en que se encontraban. Uno se ha tenido que enterar de cosas que deplora, pero que no nos deben llevar a creer que vivimos en el peor país del mundo. A veces tendemos a creer que la delincuencia o la corrupción son como el copihue, la flor nacional. Ha sido un año bien decepcionante pero respecto del cual, al menos en materia de corrupción, hay una reacción del mundo empresarial, algo débil a mi juicio. Hay una cierta reacción del mundo político, no todo lo buena que uno habría querido esperar, pero hay una reacción. Y, en consecuencia, apuesto a que en el futuro, el comportamiento de la así llamada clase política y empresarial va a mejorar, porque vamos a tener mayores regulaciones y controles de las regulaciones. Y porque hay una sociedad que a través de los medios de comunicación está mirando y está mucho más atenta y desconfiada que antes.
-El año pasado en esta época, usted dijo que si bien había una molestia en la sociedad, ésta no era generalizada. ¿Sigue pensando lo mismo?
-Tal vez tendría que corregir esa apreciación. Creo que el malestar o la indignación son mayores a lo que inicialmente uno pudo pensar que era, pero no llega hasta transformarse en un pesimismo irreductible o en lo que a veces se cae, un catastrofismo. A veces creo que todos exageramos un poco cuando damos juicios muy negativos, muy escépticos y muy sarcásticos porque creemos que mientras más negativo te muestres, como que acreditas una suerte de mayor inteligencia que el resto. Por eso tampoco hay que tomarse tan en serio las encuestas, porque la mayoría se hace por teléfono, de manera que lo que captan al otro lado de la línea, no es propiamente una creencia o convicción. A veces un simple estado de ánimo.
-Pero siguen un comportamiento más o menos parejo, las cifras van subiendo, van bajando, pero no ocurre que un mes sea excelente, el siguiente pésimo y el que sigue excelente de nuevo…
-De acuerdo, es un estado de ánimo que puede ser estable, pero que no deja de ser un estado de ánimo. Yo te aseguro que hoy, cuando el 25% o 28% aprueba la gestión de Bachelet, si fueran llamados a votar de nuevo, ella sacaría más de 30% de los votos.
-¿Usted está dentro de ese 22% que aprueba su gestión según la última encuesta CEP o está en el 61% que la rechaza?
-Es que qué se quiere decir por aprueba. Yo pediría que me explicaran la pregunta. Yo apruebo lo principal de este gobierno: que se embarcó en reformas que eran necesarias. Todos, hasta en la derecha dicen “Chile cambió”. Claro, en el sector conservador dicen “cambió, pero vamos al precipicio”. Nuestro mundo conservador es elitista y es por tanto una minoría insignificante del país, con mucho poder, por supuesto.
-Usted siempre habla así de la elite, pero también es parte de la elite…
-Me refiero a grupos minoritarios con alguna forma de poder e influencia en la sociedad. Y en tal sentido, yo soy profesor, y además escribo y estoy en un programa de televisión. Sí, yo acepto que soy de la elite. Pero dentro de la elite definida de esa manera tan general y un poco vaga, hay una elite conservadora en Chile.
-Ésa es la que a usted le molesta.
-Afortunadamente va en retirada, porque de elite parece que tenía poco si uno la observa desde el punto de vista de su comportamiento. Pero a lo que iba tu pregunta, Chile cambió. Ese cambio tiene que expresarse de alguna manera. Y este gobierno eligió el camino de las reformas porque no quería ni podía elegir otro. Y no son pocas las que se han hecho: se hizo una reforma tributaria que ahora se va a mejorar. Esa reforma se aprobó con los votos de la Alianza, de manera que los responsables de que esa ley haya tenido pifias, no es sólo el Gobierno. Hizo una reforma educacional para terminar con el copago, el lucro y la selección, ahora tendrá que implementarse bien. Hubo dos reformas políticas que nos olvidamos: el binominal y el voto de los chilenos en el extranjero. Está en curso una reforma laboral, a mi parecer una tímida reforma laboral, pero tal vez sea todo lo que este país asustadizo puede tolerar. Hay el anuncio de un proceso constituyente sumamente pausado. Las cosas donde sí se hicieron mal es en materia de educación superior.
-¿Qué es lo peor que ha hecho este gobierno en educación?
-La precipitación con la que actuó en la legislación de educación superior y el haber antepuesto, a fin de cumplir con una promesa electoral, la gratuidad a la reforma institucional del sistema educacional, que incluye calidad a través de la acreditación de los establecimientos de educación superior. En esto el Gobierno ha ido a tientas y a tumbos. Tientas porque no sabía bien la dirección en que quería ir, entonces fue como esos no videntes que van por la calle golpeando con su bastón izquierda, derecha, al frente, para ver donde están los obstáculos. Pero como hizo eso con prisa, cosa que ningún ciego haría en la calle, tropezó con obstáculos; de ir a tientas pasó a ir a tumbos, como lo que le pasó en el Tribunal Constitucional.
“¿Qué necesidad tiene un grupo económico inmensamente rico para incurrir en malas prácticas para ser aún más rico? ¿Qué otra explicación hay que la codicia?”.
-¿Qué lectura hace del pronunciamiento del tribunal?
-No me sorprendió. En cualquier caso, uno tiene reservas con la figura del Tribunal Constitucional en Chile y ésa es una de las materias que debería ser mejor regulada por una nueva constitución, porque habría que cambiar su competencia, la fuente de designación de sus integrantes y habría que exigir que quienes van a ser designados como integrantes del tribunal comparezcan de alguna manera ante la opinión pública. De manera que muestren sus competencias para estar allí. Sabemos perfectamente que antes y ahora han llegado personas que no están en absoluto calificadas y que responden sólo a la binominalización del TC.
-¿Cree que está politizado?
-Hay un cuoteo político al interior del tribunal, como lo hay al interior del directorio de TVN, y del Banco Central. Es decir, el sistema binominal, por fortuna, eliminado para elegir diputados y senadores, en Chile hace rato ya hizo metástasis. Nuestra clase política, que juega con fuego hace mucho rato, incluyo a todos los partidos, ha estado contribuyendo a que el tribunal se banalice. Y eso nos puede costar caro.

Apresurados

-¿Tenía más expectativas de este gobierno?
-Sí, tenía más expectativas en un punto que me decepcioné. Pensé que estas reformas estaban mejor estudiadas en el proceso de campaña, porque a Bachelet la acompañaron equipos de profesionales muy calificados de quien uno habría esperado no sólo la elaboración y la propuesta de un programa, sino una mejor elaboración de los proyectos de ley, cosa que claramente no hubo en la campaña y que fue seguida, y esto es lo más grave, de niveles de improvisación luego. Cuando tú no tienes definidas reformas tan importantes como la tributaria y educacional, no puedes gestionarlas. El defecto no está en la gestión política. Yo creo que ahí está la crítica de muchos que votaron por Bachelet y hoy no aprueban su gestión, pero lo cual no significa que se hayan transformado en opositores.
-¿Qué espera para la segunda mitad del gobierno con la billetera apretada y promesas por cumplir?
-Espero que sea mejor, porque tal vez este momento inicial era el más complicado en términos de las reformas. Hay muchas que ya están hechas, el desafío va a ser implementarlas, aunque esto llevará varios años. Ahí la puede tener más fácil el Gobierno porque esta aceleración, a mi juicio indebida, del primer año, ha tenido efectos negativos. Pero también tiene el efecto de que aliviana la carga en los dos años finales.
-¿Cree que la gente prefiere reformas rápidas o bien hechas?
-Por supuesto que bien hechas. Pero también aquellos que piden reformas bien hechas y no reforma rápidas, si se sinceran, no quieren, ni quisieron, ninguna reforma. Los empresarios en Chile y la derecha no habrían querido ninguna reforma tributaria, no quieren para nada una nueva Constitución, quieren seguir reformando a cuenta gotas la que heredamos de 1980, como si sólo los dictadores tuvieran derecho a dictar nuevas constituciones y que las democracias que la reemplazan sólo pueden reformarlas.

El baile de Lagos

-Usted ha dicho que le gustaría ver a Lagos sentado en el sillón presidencial en 2018, ¿cree que vaya a ser así?
-No lo sé. Tengo un gran signo de interrogación respecto de cuál es su disposición hoy, de cuál va a ser llegado el momento y también tengo un signo de interrogación de si Chile lo va a elegir. Porque mi temor es que el electorado sea más sensible a propuestas populistas que a propuestas serias que haría una persona como Lagos.
-¿Qué populismos le asustan?
-Por ejemplo un populismo como el de ME-O. También me inquieta que Sebastián Piñera, que yo creo que va a ser el candidato de la derecha y con muchas posibilidades de ganar, pudiera incurrir en alguna propuesta populista si se ve apretado en una segunda vuelta. Ese 50% que no fue siquiera a votar en la elección pasada, incluso en el mejor momento en términos de imagen de Bachelet, y que tenía al otro lado una candidatura como la de Evelyn Matthei, muy representativa del pensamiento derechista. Temo que ese electorado sea más susceptible a ese tipo de ofertas que a un candidato como Lagos, que de partida no va a bailar salsa en un escenario como expresión de proximidad con sus electores. A Lagos yo nunca lo vi bailar en la campaña presidencial.
-A Bachelet sí.
-A Bachelet sí. Es una forma de ejemplificar algo que es más importante. En una de esas Ricardo Lagos baila muy mal –que es mi caso también, soy una calamidad bailando–, pero es una manera de ejemplificar un carácter político.
-¿El país necesita un tipo de liderazgo más serio, más autoritario, con menos comisiones?
-Más serio, pero no más autoritario. La dictadura no tenía comisiones, yo no quiero eso. Tampoco se trata de crear comisiones para ver si instalamos un semáforo en la esquina, pero que todos los gobiernos desde 1990, sin excepción, hayan utilizado comisiones de expertos y ciudadanas que los ayuden en los diagnósticos y en las propuestas previas a proyectos de ley o a políticas públicas, me parece muy bien, porque de pronto improvisamos si no lo hacemos. Mira tú el consejo contra la corrupción y el tráfico de influencias de Engel donde yo participé.
-¿Está contento con el resultado de la comisión?
-Por supuesto, estoy muy satisfecho con el informe que emanó de ahí, con la independencia que trabajamos, con haber escuchado a todos los sectores que quisieron ser escuchados, con las medidas que se implementarán en el largo plazo. Si tú haces una evaluación de cómo vamos, la nota creo yo va entre el 4,5 y el 5, o sea entre satisfactorio y bueno en cuanto a grados de aceptación y ejecución de medidas.

El confort y las familias

-¿Chile es un país corrupto?
-No. Hay que ser cuidadosos con las palabras. Tenemos índices preocupantes de corrupción, pero ni remotamente los peores de América Latina o el mundo.
-¿A quién culpa de estos casos?
-En la base de los escándalos está la veneración del dinero y del prestigio que da la riqueza. Y a la codicia que va asociada a eso: el afán desmedido por aumentar tu fortuna, aun si para eso tienes que moverte en el filo de la ética y la ley. Qué necesidad tiene un grupo económico inmensamente rico para incurrir en malas prácticas para ser aún más rico. Qué otra explicación hay que la codicia.
-¿Ese mismo juicio usted lo aplica, por ejemplo, a Caval?
-Por supuesto que hubo codicia ahí, una codicia más ramplona y un aprovechamiento. Es burdo el caso Caval, es bastante ordinario. Todos estos casos son vulgares. Pero en este caso es más ostensible, porque los protagonistas no ponderaron lo que debían ponderar: que estaban emparentados con una presidenta de la República y que uno de ellos trabajaba en la casa de gobierno. No haber ponderado eso revela una falta de sentido común ético.
-¿Le cree a Eliodoro Matte que no sabía de la colusión, o a Bachelet que se enteró por la prensa de Caval?
-No lo sé. Habría que distinguir. Yo trato de ser prudente en eso, aunque en un principio uno dice cómo no lo iba a saber, sobre todo en el tema del papel que era una práctica que tenía 10 años en Chile y fuera de Chile, cómo nos estamos enterando ahora. En este caso es más difícil, para mí, dar acogida a la idea de que ni los dueños de la empresa, ni el directorio de la empresa, ni los ejecutivos sabían. ¿Cómo?¿Lo hizo el junior? ¿Lo hizo el chofer? ¿El ascensorista fue a Perú a hacer negocios indebidos? Es difícil.
“Mi temor es que el electorado sea más sensible a propuestas populistas que a propuestas serias que haría una persona como Lagos”.
-¿Y en el caso Caval?
-Le creo a Bachelet. No porque simpatice con ella, porque también simpatizo con la familia Matte, a la cual no conozco; conozco a uno de ellos que por supuesto no está para nada, creo yo, involucrado en este asunto. Ella ha tenido muchas otras oportunidades en su vida para mostrar si tenía un lado deshonesto y no lo mostró. Las personas tienen unas biografías, y las biografías importan.
-Pero los Matte también tenían una biografía intachable…
-Pero no eran. Se creía. Yo no diría los Matte. ¿Qué Matte estaba a cargo de la gestión de las empresas? Así como yo hago matices con Bachelet, hago matices con la familia Matte.

No al negativismo

-Usted ha sido de los pocos que ha defendido al consejo de observadores del proceso constituyente...
-Está pendiente el decreto que crea el consejo y que va a establecer objetivos, las tareas que tiene que hacer, de manera que no tenemos ese precioso elemento de juicio para juzgar al consejo.
-¿Pero entiende su estructura?
-Se trató de que fuera un consejo de representantes, no representativo, que no es lo mismo. Eso habría sido fatal porque defenderían intereses de grupo. Yo no entiendo, una vez más, este atolondramiento de decir que es ridículo, absurdo, que haya una baterista, o la representante de las trabajadoras de casa particular. No se espera de este consejo un trabajo técnico, no están encargados de redactar la Constitución. Por qué no dejar que estas instancias siquiera empiecen su trabajo antes de dejarles caer el sarcasmo, la negatividad. Puede que en un mes más puedan agarrarse, que quede la escoba y yo tendré que decir “lo celebré, mala pata, me equivoque, esto fracasó”. El punto está en por qué anticipar el fracaso. •••

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