rgentina vive días
convulsionados y los porteños comienzan a teorizar en sus extensas
conversaciones de café sobre las similitudes y diferencias que presenta
el panorama actual con el que, en 2001, provocó la caída y huida en
helicóptero desde la Casa Rosada del ex Presidente Fernando de la Rúa. Y
si antes la expresión símbolo de la crisis era corralito, ahora es otro
ingenio para atrapar animales: el cepo.
Durante la semana, "El
Mercurio" estuvo en Buenos Aires y constató que en este país hay tantas
movilizaciones callejeras como tipos de cambio funcionando en paralelo:
el oficial, que está fijo en 4,5 pesos, es el que figura en las pizarras
de los bancos y que es imposible comprar; el blue es el que se compra
en grandes sumas en las denominadas cuevas (oficinas de cambio
clandestinas) y que se transa a 6 pesos; el green es el que transan los
arbolitos, nombre coloquial que se les da a los vendedores informales
que se instalan en los paseos peatonales.
Este es el más caro y se vende
a 6,3 pesos, debido a que el arbolito cobra una comisión adicional por
el riesgo que corre de terminar detenido por la policía. El último en
aparecer es el celeste, que es el que negocian comprador y vendedor en
las operaciones inmobiliarias, ya que en Argentina nadie entrega
créditos hipotecarios en pesos por temor a una devaluación formal.
¿No hay que confiar en los pesos?
Pese
al pulso de la calle, la Presidenta Cristina Fernández asegura que el
mercado financiero funciona y hace gala de tal confianza en la moneda
local que, el jueves pasado, prometió pesificar su depósito a plazo por
más de US$ 3,6 millones.
Acicateados por esa puesta en escena,
hicimos el ejercicio de tratar de cambiar pesos argentinos por dólares
en dos casas de cambio formales en la peatonal Florida, pleno centro de
Buenos Aires. Explicamos a los operadores que éramos extranjeros, que ya
volvíamos a Chile y que necesitábamos cambiar los cien pesos que nos
habían sobrado del viaje. En las oficinas nos pidieron el comprobante de
la casa de cambio donde habíamos comprado los pesos para cerciorarse de
que todo se había hecho en el mercado formal. Les mostramos la boleta
que acreditaba el origen lícito de los billetes, pero en los dos casos
la respuesta fue idéntica: si usted compró pesos argentinos en su país,
tiene que cambiarlos allá.
En el hotel donde nos alojamos, ubicado
en Rivadavia llegando a la Avenida 9 de Julio, tampoco tenían divisas.
Pagamos la cuenta por cuatro noches de alojamiento y nos dijeron que no
tenían para darnos diez dólares de cambio. Sólo pesos argentinos. Los
recepcionistas se disculparon y contaron que el control llegaba a tales
extremos que el mozo (junior) del hotel había sido detenido hace unos
días cuando iba a cambiar cien dólares. "El chico les dijo que era del
hotel y la policía lo acompañó hasta acá para que le creyeran", cuenta
uno de los recepcionistas.
En el aeropuerto de Ezeiza ocurre lo
mismo: ni en las tiendas de libros y souvenirs, ni en los cafés están
dispuestos a dar el vuelto en dólares, ya sea porque no tienen o porque
saben que, tarde o temprano, el gobierno sincerará la devaluación de
facto de la moneda local.
Gustavo Molinatti tiene una empresa de
limpieza de exteriores de edificios que da empleo a cincuenta personas y
tiene claro el porqué de la desesperación de la gente por desprenderse
de la moneda local y conseguir dólares: "El argentino invierte en
dólares y en ladrillos. Históricamente, la manera para proteger los
ahorros ha sido esa y por eso al restringirlo se genera incertidumbre,
lo que ha afectado sobre todo a la construcción. Si tú no sabes a qué
dólar vas a vender, a un dólar oficial, blue, celeste, no construyes".
"La
construcción -señala- siempre se valoriza a partir del valor del metro
cuadrado en dólares. Una propiedad en Puerto Madero vale cinco mil
dólares el metro cuadrado y en un barrio de clase media se acerca a los
dos mil dólares. ¿Qué ocurre? se está ofreciendo vender en pesos, pero
se aumenta el valor según el dólar paralelo. Hay una devaluación del
peso en la práctica. El que tiene dólares en mano, va a pagar un 10%
menos".
¿Qué dicen las cifras? Que en abril, las ventas inmobiliarias se desplomaron 25% en la Provincia de Buenos Aires.
De nuevo el fantasma de la inflación
La
hiperinflación es un mal con el que Argentina ha debido lidiar por
décadas y que nunca ha sido solucionado del todo. Tanto, que a mediados
de los noventa las autoridades de la época decidieron establecer un
esquema de paridad cambiaria -un dólar igual a un peso- que restó
competitividad al país y terminó con el corralito de 2001 y la caída de
Fernando de la Rúa.
Por estos días, el fantasma de la inflación
vue|lve a hacerse presente y los argentinos que viven de su salario lo
resienten. Ángel C. es funcionario de la Secretaría de Ambiente y
Desarrollo Sustentable y dice que el alza de los precios es el mayor
problema de la gente:
"El peso no vale nada acá y el dólar hace que suba
todo. Está todo a precio dólar, no puede ser que en el país de la
carne, la carne esté tan cara. Estás pagando 60 pesos el kilo por bola
de lomo o cuadril (13,3 dólares oficiales) y antes que empezara esto,
hace unos tres meses, estaba a 28 pesos. Yo para comer un kilo de carne
todos los días tengo que ganar mínimo 400 pesos por día y gano 120
pesos. Con esos pesos tengo que comprar un cuarto de carne para hacer un
guiso, me tiene que durar tres días y así con todo".
¿Y los
servicios? "Si liberan las tarifas, no alcanza. Las tarifas las tienen
atadas. No tendrían que estar atadas, tendrían que ser normales, pero
para que me cobren precios normales tendríamos que ganar normalmente
entonces. Yo calculo 200 pesos de luz y de agua 25 pesos. El de la luz
te mata", dice Ángel.
En la misma línea, Rebeca Roitman, radióloga
jubilada, dice que el país está económicamente conmocionado: "La
política kirchnerista ha llegado a un punto de agotamiento y se está
traduciendo en un ajuste del gobierno que busca llevar a la baja los
salarios. Acá hay un paquete integral de la Presidenta contra el salario
obrero en la Argentina. Había un impuesto a las ganancias que era para
los ejecutivos, para salarios altísimos, pero mediante el mecanismo de
la inflación ha ido haciendo entrar en este impuesto a masas enteras de
trabajadores. Yo soy jubilada y gano lo mínimo habiendo trabajado
cuarenta años en radiología.
Gano 1.650 pesos y todo ha subido. Los
grandes supermercados acapararon y nos dejaron sin yerba mate. Después
apareció. Pero de un día para otro la leche sube un peso, no se puede
creer. Un paquete de yerba está a catorce y hace un mes estaba a ocho.
En el supermercado no te dan más de tres paquetes de azúcar, la leche
está a 5,4 y sube cincuenta centavos cada día. La carne está a sesenta
pesos el kilo y si vas mañana va a estar a setenta", reclama.
El
alza de los precios encuentra un correlato directo en la caída que
experimentó el consumo doméstico durante abril. Según la consultora CCR,
las ventas de productos de almacén disminuyeron 2,6%; artículos de
limpieza, 3,7%; golosinas 11%, bebidas con alcohol 1,9%.
Pese a lo
que muestran las cifras, algunos siguen apoyando a la Presidenta.
Carlos González es propietario de un almacén en Avenida Rivadavia y ve
cambios positivos: "Yo no he subido los precios. Hay inflación porque
hay grupos que tienen todas las marcas y esos grupos grandes dicen,
bueno este gobierno no nos conviene y se reúnen para derrocarlo.
Vos vas
a Chile, y el chileno ahorra en peso chileno, no ahorra en dólar. Y me
da vergüenza como somos, la viveza, el especular, no apostar al país y
desesperarse por conseguir un dólar. Inflación hay, pero los sueldos
también suben. Vos vas a un almacén de barrio y hace mucho tiempo todos
compraban la gaseosas Pretty que no la conoce nadie. Ahora todos compran
la Serenísima, Coca Cola, Pepsi, todas primeras marcas".
Fomento a las importaciones
La
política de sustitución de importaciones que ha impuesto el Gobierno
también se hace sentir en Buenos Aires. Humberto Secchi es propietario
de una importadora de insumos tecnológicos ubicada en la calle General
Perón y dice que algunos productos ya han desaparecido de los estantes:
en ciertas líneas medio exclusivas está complicado, pero no por el
dólar. Si fuese el tema del dólar, tú me dices el dólar vale cinco, el
dólar vale seis y yo tomo la decisión de comprar o no. El problema es
que el día treinta presentas cartas para importar y te pueden aprobar
cuatro, dos y a veces ninguna. Hay momentos donde cierran la canilla
(llave), momentos donde se abre a medias y momentos donde se abre más.
No le encuentro una explicación lógica que me satisfaga".
¿Qué ha
hecho para responder a los clientes? "He reemplazado productos. De un
cien por ciento de un surtido ideal, estamos en un ochenta, pero a base
de la habilidad de uno de salir, andar, buscar, caminar. Incluso es
mentiroso el stock de 80%. Ahora estamos con un problema muy grande de
Samsung que no pudo producir discos por una inundación en Tailandia,
arrancó la traba (se cerró la puerta) y no se alcanzó a restablecer
más".
Una opinión relativamente distinta tiene Gustavo Molinatti:
"Que un gobierno diga vamos a dejar de importar cosas y a hacerlas
nosotros mismos es una decisión absolutamente positiva. Lo que le falta a
esta decisión es clarificar las reglas del juego y estimular a aquellos
que realmente tengan industria local, porque si no se va a generar el
efecto contrario. De hecho, lo que está ocurriendo es que los sectores
de producción local, al no poder importar insumos, no pueden crecer como
industria".
Las cifras oficiales (Index) muestran que las
importaciones de máquinas y equipos agrícolas cayeron 50% durante el
primer trimestre, mientras que las producidas localmente cayeron 15%.
El frente sindical
Hasta
julio, los trabajadores de todas las ramas de la economía argentina
negociarán los reajustes salariales. En este país, a esos acuerdos
nacionales suscritos entre los sindicatos de cada rama y las patronales
se les denomina paritarias. Para ayudar a controlar la inflación, el
gobierno de Cristina Fernández ordenó a los empresarios suscribir
reajustes por un máximo de 24%, pese a que la inflación de la calle es
superior a 30%. Este es uno de los motivos por los cuales la CGT
dirigida por Hugo Moyano -aliado histórico del kirchnerismo- rompió con
el gobierno.
Entre martes y jueves de la semana pasada, arribaron a
la Plaza de Mayo y al Congreso buses con sindicalistas provenientes de
distintas ciudades, todos convocados por lo mismo: exigir aumentos
salariales de hasta 34%.
"Esperamos que el gobierno nacional deje
de presionar a los empresarios para no homologar en más de 24% el
aumento de salario. La inflación es superior. Nosotros estamos pidiendo
el 34%. Estamos dispuestos a sentarnos a negociar, pero tenemos hasta el
15 de junio dentro de la conciliación obligatoria y después de eso se
reunirán todos los sindicatos de la alimentación para movilizarnos",
dice Aldo Coria, presidente de los trabajadores de alimentación de la
Provincia de San Luis.
Paralelamente, en el Obelisco otra
movilización obrera agita las calles de la ciudad. En este caso, se
trata de una marcha organizada por las cooperativas de trabajadores que
tomaron el control de unas 240 empresas que quebraron a partir de la
crisis de 2001.
Salvador Marino, dirigente de la Cooperativa de
Trabajo 19 de Diciembre, explica la razón de la marcha que avanza por
Avenida Corrientes: acelerar la expropiación de empresas que estén
destruyendo empleos y su traspaso a la propiedad colectiva.
"Después
de la crisis del 2001, algunas empresas fueron cerrando y los
compañeros las recuperaron y ahora son de los trabajadores,
autogestionadas. Nosotros a la vez decimos que esas experiencias tienen
que tener apoyo del Estado. Este gobierno tiene ese doble discurso
nacional y popular y a veces confunde a los compañeros y los aleja de la
lucha.
Acá hay empresas de todos los rubros, del calzado, la antigua
Adidas ahora se llama CUC, Cooperativa Unida por el Calzado, hay
empresas textiles, nosotros que somos metalúrgicos, hay empresas de
mantenimiento del Municipio de Avellaneda. Con esta nueva crisis,
nosotros vemos que hay un paráte industrial, están despidiendo gente,
entonces estamos atravesados por un montón de complejidades que hoy nos
llevan a pedir la expropiación para seguir manteniendo los medios
productivos".
La distancia de los sindicatos con el gobierno
incluso ha permitido a la Central General de Trabajadores (CGT) de
Moyano acercar posiciones con su rival, la Central de Trabajadores de
Argentina (CTA) de Pablo Micheli. El viernes, esta última convocó a
movilizaciones que terminaron con unos cien cortes de caminos en la
Capital Federal y, aunque la CGT no se plegó a las marchas, publicó un
comunicado expresando su solidaridad con los compañeros de la CTA y
advirtiendo que ambas organizaciones comparten las mismas demandas.
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