2012/06/10

Argentinos ya no creen en su moneda y transan con cuatro tipos de dólares distintos

El dólar oficial, el blue, el green y el celeste son las divisas que, por ahora, se mueven en este convulsionado mercado Pablo Obregón Castro  
 
rgentina vive días convulsionados y los porteños comienzan a teorizar en sus extensas conversaciones de café sobre las similitudes y diferencias que presenta el panorama actual con el que, en 2001, provocó la caída y huida en helicóptero desde la Casa Rosada del ex Presidente Fernando de la Rúa. Y si antes la expresión símbolo de la crisis era corralito, ahora es otro ingenio para atrapar animales: el cepo.

Durante la semana, "El Mercurio" estuvo en Buenos Aires y constató que en este país hay tantas movilizaciones callejeras como tipos de cambio funcionando en paralelo: el oficial, que está fijo en 4,5 pesos, es el que figura en las pizarras de los bancos y que es imposible comprar; el blue es el que se compra en grandes sumas en las denominadas cuevas (oficinas de cambio clandestinas) y que se transa a 6 pesos; el green es el que transan los arbolitos, nombre coloquial que se les da a los vendedores informales que se instalan en los paseos peatonales. 

Este es el más caro y se vende a 6,3 pesos, debido a que el arbolito cobra una comisión adicional por el riesgo que corre de terminar detenido por la policía. El último en aparecer es el celeste, que es el que negocian comprador y vendedor en las operaciones inmobiliarias, ya que en Argentina nadie entrega créditos hipotecarios en pesos por temor a una devaluación formal.

¿No hay que confiar en los pesos?

Pese al pulso de la calle, la Presidenta Cristina Fernández asegura que el mercado financiero funciona y hace gala de tal confianza en la moneda local que, el jueves pasado, prometió pesificar su depósito a plazo por más de US$ 3,6 millones.

Acicateados por esa puesta en escena, hicimos el ejercicio de tratar de cambiar pesos argentinos por dólares en dos casas de cambio formales en la peatonal Florida, pleno centro de Buenos Aires. Explicamos a los operadores que éramos extranjeros, que ya volvíamos a Chile y que necesitábamos cambiar los cien pesos que nos habían sobrado del viaje. En las oficinas nos pidieron el comprobante de la casa de cambio donde habíamos comprado los pesos para cerciorarse de que todo se había hecho en el mercado formal. Les mostramos la boleta que acreditaba el origen lícito de los billetes, pero en los dos casos la respuesta fue idéntica: si usted compró pesos argentinos en su país, tiene que cambiarlos allá.

En el hotel donde nos alojamos, ubicado en Rivadavia llegando a la Avenida 9 de Julio, tampoco tenían divisas. Pagamos la cuenta por cuatro noches de alojamiento y nos dijeron que no tenían para darnos diez dólares de cambio. Sólo pesos argentinos. Los recepcionistas se disculparon y contaron que el control llegaba a tales extremos que el mozo (junior) del hotel había sido detenido hace unos días cuando iba a cambiar cien dólares. "El chico les dijo que era del hotel y la policía lo acompañó hasta acá para que le creyeran", cuenta uno de los recepcionistas.

En el aeropuerto de Ezeiza ocurre lo mismo: ni en las tiendas de libros y souvenirs, ni en los cafés están dispuestos a dar el vuelto en dólares, ya sea porque no tienen o porque saben que, tarde o temprano, el gobierno sincerará la devaluación de facto de la moneda local.

Gustavo Molinatti tiene una empresa de limpieza de exteriores de edificios que da empleo a cincuenta personas y tiene claro el porqué de la desesperación de la gente por desprenderse de la moneda local y conseguir dólares: "El argentino invierte en dólares y en ladrillos. Históricamente, la manera para proteger los ahorros ha sido esa y por eso al restringirlo se genera incertidumbre, lo que ha afectado sobre todo a la construcción. Si tú no sabes a qué dólar vas a vender, a un dólar oficial, blue, celeste, no construyes".

"La construcción -señala- siempre se valoriza a partir del valor del metro cuadrado en dólares. Una propiedad en Puerto Madero vale cinco mil dólares el metro cuadrado y en un barrio de clase media se acerca a los dos mil dólares. ¿Qué ocurre? se está ofreciendo vender en pesos, pero se aumenta el valor según el dólar paralelo. Hay una devaluación del peso en la práctica. El que tiene dólares en mano, va a pagar un 10% menos".

¿Qué dicen las cifras? Que en abril, las ventas inmobiliarias se desplomaron 25% en la Provincia de Buenos Aires.

De nuevo el fantasma de la inflación
La hiperinflación es un mal con el que Argentina ha debido lidiar por décadas y que nunca ha sido solucionado del todo. Tanto, que a mediados de los noventa las autoridades de la época decidieron establecer un esquema de paridad cambiaria -un dólar igual a un peso- que restó competitividad al país y terminó con el corralito de 2001 y la caída de Fernando de la Rúa.

Por estos días, el fantasma de la inflación vue|lve a hacerse presente y los argentinos que viven de su salario lo resienten. Ángel C. es funcionario de la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable y dice que el alza de los precios es el mayor problema de la gente: 

"El peso no vale nada acá y el dólar hace que suba todo. Está todo a precio dólar, no puede ser que en el país de la carne, la carne esté tan cara. Estás pagando 60 pesos el kilo por bola de lomo o cuadril (13,3 dólares oficiales) y antes que empezara esto, hace unos tres meses, estaba a 28 pesos. Yo para comer un kilo de carne todos los días tengo que ganar mínimo 400 pesos por día y gano 120 pesos. Con esos pesos tengo que comprar un cuarto de carne para hacer un guiso, me tiene que durar tres días y así con todo".

¿Y los servicios? "Si liberan las tarifas, no alcanza. Las tarifas las tienen atadas. No tendrían que estar atadas, tendrían que ser normales, pero para que me cobren precios normales tendríamos que ganar normalmente entonces. Yo calculo 200 pesos de luz y de agua 25 pesos. El de la luz te mata", dice Ángel.

En la misma línea, Rebeca Roitman, radióloga jubilada, dice que el país está económicamente conmocionado: "La política kirchnerista ha llegado a un punto de agotamiento y se está traduciendo en un ajuste del gobierno que busca llevar a la baja los salarios. Acá hay un paquete integral de la Presidenta contra el salario obrero en la Argentina. Había un impuesto a las ganancias que era para los ejecutivos, para salarios altísimos, pero mediante el mecanismo de la inflación ha ido haciendo entrar en este impuesto a masas enteras de trabajadores. Yo soy jubilada y gano lo mínimo habiendo trabajado cuarenta años en radiología. 

Gano 1.650 pesos y todo ha subido. Los grandes supermercados acapararon y nos dejaron sin yerba mate. Después apareció. Pero de un día para otro la leche sube un peso, no se puede creer. Un paquete de yerba está a catorce y hace un mes estaba a ocho. En el supermercado no te dan más de tres paquetes de azúcar, la leche está a 5,4 y sube cincuenta centavos cada día. La carne está a sesenta pesos el kilo y si vas mañana va a estar a setenta", reclama.

El alza de los precios encuentra un correlato directo en la caída que experimentó el consumo doméstico durante abril. Según la consultora CCR, las ventas de productos de almacén disminuyeron 2,6%; artículos de limpieza, 3,7%; golosinas 11%, bebidas con alcohol 1,9%.
Pese a lo que muestran las cifras, algunos siguen apoyando a la Presidenta. Carlos González es propietario de un almacén en Avenida Rivadavia y ve cambios positivos: "Yo no he subido los precios. Hay inflación porque hay grupos que tienen todas las marcas y esos grupos grandes dicen, bueno este gobierno no nos conviene y se reúnen para derrocarlo.

Vos vas a Chile, y el chileno ahorra en peso chileno, no ahorra en dólar. Y me da vergüenza como somos, la viveza, el especular, no apostar al país y desesperarse por conseguir un dólar. Inflación hay, pero los sueldos también suben. Vos vas a un almacén de barrio y hace mucho tiempo todos compraban la gaseosas Pretty que no la conoce nadie. Ahora todos compran la Serenísima, Coca Cola, Pepsi, todas primeras marcas".
Fomento a las importaciones

La política de sustitución de importaciones que ha impuesto el Gobierno también se hace sentir en Buenos Aires. Humberto Secchi es propietario de una importadora de insumos tecnológicos ubicada en la calle General Perón y dice que algunos productos ya han desaparecido de los estantes: en ciertas líneas medio exclusivas está complicado, pero no por el dólar. Si fuese el tema del dólar, tú me dices el dólar vale cinco, el dólar vale seis y yo tomo la decisión de comprar o no. El problema es que el día treinta presentas cartas para importar y te pueden aprobar cuatro, dos y a veces ninguna. Hay momentos donde cierran la canilla (llave), momentos donde se abre a medias y momentos donde se abre más. No le encuentro una explicación lógica que me satisfaga".

¿Qué ha hecho para responder a los clientes? "He reemplazado productos. De un cien por ciento de un surtido ideal, estamos en un ochenta, pero a base de la habilidad de uno de salir, andar, buscar, caminar. Incluso es mentiroso el stock de 80%. Ahora estamos con un problema muy grande de Samsung que no pudo producir discos por una inundación en Tailandia, arrancó la traba (se cerró la puerta) y no se alcanzó a restablecer más".

Una opinión relativamente distinta tiene Gustavo Molinatti: "Que un gobierno diga vamos a dejar de importar cosas y a hacerlas nosotros mismos es una decisión absolutamente positiva. Lo que le falta a esta decisión es clarificar las reglas del juego y estimular a aquellos que realmente tengan industria local, porque si no se va a generar el efecto contrario. De hecho, lo que está ocurriendo es que los sectores de producción local, al no poder importar insumos, no pueden crecer como industria".

Las cifras oficiales (Index) muestran que las importaciones de máquinas y equipos agrícolas cayeron 50% durante el primer trimestre, mientras que las producidas localmente cayeron 15%.

El frente sindical

Hasta julio, los trabajadores de todas las ramas de la economía argentina negociarán los reajustes salariales. En este país, a esos acuerdos nacionales suscritos entre los sindicatos de cada rama y las patronales se les denomina paritarias. Para ayudar a controlar la inflación, el gobierno de Cristina Fernández ordenó a los empresarios suscribir reajustes por un máximo de 24%, pese a que la inflación de la calle es superior a 30%. Este es uno de los motivos por los cuales la CGT dirigida por Hugo Moyano -aliado histórico del kirchnerismo- rompió con el gobierno.

Entre martes y jueves de la semana pasada, arribaron a la Plaza de Mayo y al Congreso buses con sindicalistas provenientes de distintas ciudades, todos convocados por lo mismo: exigir aumentos salariales de hasta 34%.

"Esperamos que el gobierno nacional deje de presionar a los empresarios para no homologar en más de 24% el aumento de salario. La inflación es superior. Nosotros estamos pidiendo el 34%. Estamos dispuestos a sentarnos a negociar, pero tenemos hasta el 15 de junio dentro de la conciliación obligatoria y después de eso se reunirán todos los sindicatos de la alimentación para movilizarnos", dice Aldo Coria, presidente de los trabajadores de alimentación de la Provincia de San Luis.

Paralelamente, en el Obelisco otra movilización obrera agita las calles de la ciudad. En este caso, se trata de una marcha organizada por las cooperativas de trabajadores que tomaron el control de unas 240 empresas que quebraron a partir de la crisis de 2001.
Salvador Marino, dirigente de la Cooperativa de Trabajo 19 de Diciembre, explica la razón de la marcha que avanza por Avenida Corrientes: acelerar la expropiación de empresas que estén destruyendo empleos y su traspaso a la propiedad colectiva.

"Después de la crisis del 2001, algunas empresas fueron cerrando y los compañeros las recuperaron y ahora son de los trabajadores, autogestionadas. Nosotros a la vez decimos que esas experiencias tienen que tener apoyo del Estado. Este gobierno tiene ese doble discurso nacional y popular y a veces confunde a los compañeros y los aleja de la lucha. 

Acá hay empresas de todos los rubros, del calzado, la antigua Adidas ahora se llama CUC, Cooperativa Unida por el Calzado, hay empresas textiles, nosotros que somos metalúrgicos, hay empresas de mantenimiento del Municipio de Avellaneda. Con esta nueva crisis, nosotros vemos que hay un paráte industrial, están despidiendo gente, entonces estamos atravesados por un montón de complejidades que hoy nos llevan a pedir la expropiación para seguir manteniendo los medios productivos".

La distancia de los sindicatos con el gobierno incluso ha permitido a la Central General de Trabajadores (CGT) de Moyano acercar posiciones con su rival, la Central de Trabajadores de Argentina (CTA) de Pablo Micheli. El viernes, esta última convocó a movilizaciones que terminaron con unos cien cortes de caminos en la Capital Federal y, aunque la CGT no se plegó a las marchas, publicó un comunicado expresando su solidaridad con los compañeros de la CTA y advirtiendo que ambas organizaciones comparten las mismas demandas.

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