2010/06/18

Palabras bonitas reemplazan la falta de interés de Estados Unidos en América Latina

Por John Paul Rathbone



Dos de las noticias más difundidas la semana pasada fueron que Brasil votó en contra de mayores sanciones a Irán y que el pozo de BP sigue derramando petróleo. En cambio, los medios mencionaron poco el primer bosquejo presentado por la administración Obama sobre cómo será su política con América Latina - a primera vista nada que ver con BP o Irán, pero en realidad relacionado.

Después de todo, el pozo accidentado de BP está en el Golfo de México, cuyo crudo estaba destinado sobre todo al mercado estadounidense, está en el Golfo de México, no en Louisiana. La postura de Brasil en cuanto a Irán, aunque arrogante, demuestra que Brasilia puede afirmarse globalmente y sin necesidad de contar con la aprobación de Estados Unidos. Ambos son señales de cuánto ha cambiado América latina, no sólo desde el fin de la guerra fría sino desde que Barack Obama asumió la presidencia en 2009.

De ahí el discurso de Hillary Clinton en Quito. Ya desapareció la promesa de campaña de Obama de que Estados Unidos recuperaría su "tradicional liderazgo en la región, en cuanto a democracia, comercio y desarrollo, energía e inmigración"- una curiosa lectura de la historia, dado el anterior apoyo estadounidense a gobiernos autoritarios, a subsidios agrícolas que distorsionan el comercio y a una política energética incoherente. La secretaria de Estado habló, en cambio, de una "comunidad de las Américas" centrada en mejorar la vida de la gente. Trató de dejar atrás el pasado excusando la historia de Estados Unidos en la región y observando los peligros de convertirse en cautivo de esa historia, que reconoce una larga tradición de antiamericanismo y al mismo tiempo la desestima. También halagó a sus anfitriones, cuando señaló que los líderes estadounidenses y europeos tenían mucho que aprender sobre gestión económica de sus pares latinoamericanos.

Clinton hasta usó frases que podrían haber pronunciado el venezolano Hugo Chávez o los hermanos Castro desde Cuba.

"En muchos lugares es un simple hecho que los ricos no pagan lo que corresponde. No podemos tener pelos en la lengua sobre esto," afirmó. Claro que luego añadió "Esto no es lucha de clases, ni siquiera una retórica nosotros-versus-ellos. Hay que admitir que esto no puede ser un juego de suma cero".

Los cambios parecen agradar a Rafael Correa. El presidente ecuatoriano, que ocasionalmente critica a Estados Unidos y a veces es aliado de Chávez, durante una conferencia de prensa señaló: "Nosotros queremos mucho a Estados Unidos".

El tono distinto que mostró Estados Unidos, enfatizando la cooperación es potencialmente significativo. También es realista: la influencia regional estadounidense está muy disminuida. Hace tiempo que terminaron los años del "consenso de Washington", cuando Estados Unidos ejercía gran parte de su poder a través de entidades multilaterales como el Fondo Monetario Internacional.

"En cierto modo, los objetivos tradicionales de la política estadounidense en la región ya no se sostienen", dijo Peter Hakim, del Inter-American Dialogue, con sede en Washington.

Gran parte de América Latina "comprendió" economía: la región todavía tiene muchos pobres, pero eso no es lo que define. Sí la define su ascendente clase media. Y la necesidad china de comprar commodities ayudó más que décadas de asistencia occidental e incontables "planes Marshall".

La región también "logró" democracia -pese a Cuba, un tema sobre el que Clinton no habló. Y seguridad energética, en contraste con la creciente sensación de inseguridad energética en Estados Unidos, que incluye aranceles que evitan que etanol barato de Brasil llegue a Estados Unidos.

Hasta cierto punto, la región hasta ha ganado en seguridad. Aquí EE.UU. retiene un papel: el apoyo a Bogotá contra las guerrillas de las FARC y hasta los esfuerzos de México por combatir los carteles de drogas. Pero no siempre hay evidencia de pensamiento conjunto. Un acuerdo de libre comercio con Colombia está estancado en el Congreso. Y más límites a las ventas de armas en Estados Unidos, aunque modestos, ayudarían a limitar el poder de fuego de los narcotraficantes mexicanos.

Tras la Guerra Fría, el chorro de entusiasmo por la política estadounidense hacia Latinoamérica se dio contra la pared. La falta de compromiso sostenido hizo posibles algunas sorpresas desagradables, como el apoyo a Irán por parte de Brasil.

Ahora esa falta de interés fue reemplazada por palabras bonitas, un grato cambio. "Pero se necesita sustancia", aseguró Chris Sabatini del Consejo de las Américas.

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