2009/10/19

"No es el consumo el que está sufriendo más, sino la gestión de inventarios"

Patrick Thomas tiene malas noticias para las mujeres que esperaban que la recesión hubiera reducido la lista de espera de dos años para sus carteras de 5.000 euros (US$ 7.000) Hermès Birkin o Kelly.

“Es chocante tener que esperar dos o tres años, así que tratamos de capacitar a tantos artesanos como podemos”, dice el impecable director ejecutivo de la empresa familiar francesa de artículos de lujo.

Había sólo 300 artesanos en 1989, cuando Thomas se unió a la empresa. Ahora, hay 2.000 que atraviesan por tres años de capacitación antes de hacer una cartera. “La demanda de los consumidores ha crecido tan rápido que no hemos logrado reducir las listas de espera”, explica.

Thomas cree que la demanda aún floreciente se reduce al valor por el dinero o, en el caso de Hermès, a valor por bastante dinero, ya que sus carteras cosidas a mano en cueros exóticos pueden costar tanto o más que un auto. “Si la gente compra una cartera Hermès, saben que les va a durar 40 años. Para ellos no es sólo un gasto, es una inversión”, expresa.



“Ligera contracción”

Hermès, que comenzó como fabricante de sillas de montar, es una de un puñado de empresas que ha crecido en la recesión, gracias en parte a su dependencia de artículos de cuero y pañuelos y corbatas de seda, que el año pasado representaron 55% de las ventas. Pero no ha sido inmune. Las ventas de relojes cayeron 27% y las de mantelería 31% en el primer semestre, en comparación con igual período del año pasado.

Hermès espera una “ligera contracción” en las utilidades operacionales este año, tras un crecimiento de 8% el año pasado a 449 millones de euros.

Está recortando costos, principalmente viajes y entretenimiento, pero de ningún modo la calidad de sus productos, enfatiza Thomas. Sigue abriendo tiendas: doce el año pasado y otras cinco en los primeros seis meses de este año. Sigue contratando, aunque no tan rápido como antes, creando 533 empleos, sobre todo en producción y ventas desde comienzos de 2008.

Acaba de gastar una cifra no revelada (se cree que US$ 116 millones) en la compra del prestigioso edificio londinense en la New Bond Street ocupado por la joyería Asprey.

La firma también se asoció con Wally, el fabricante italiano de yates de lujo, para diseñar un yate de 100 millones de euros con forma de cuña. Muchos creen que es un momento curioso para lanzar una empresa de botes de lujo.

“Uno no podría encontrar un peor momento”, reconoce Thomas. “Es una idea loca pero lo hicimos por diversión, porque hacer locuras de vez en cuando genera negocios reales, así que ¿por qué no?”.



Recuperación esquiva

Thomas, quien hace tres años se convirtió en la primera persona fuera de la familia Dumas en dirigir la compañía de 172 años, piensa que la recuperación económica será esquiva hasta fines de 2010 a lo menos.

Eso es porque dos años es casi el período de rotación de inventarios, principalmente de relojes y joyería, en las 121 tiendas que Hermès no opera directamente. Es la cautela de esos minoristas y su reluctancia a hacer pedidos lo que ha golpeado las ventas de Hermès.

“No es el consumo el que está sufriendo más, sino la gestión de inventarios. Las redes a través de las que trabajamos temen tener que lidiar con problemas de inventarios”.

En contraste, las ventas en las 165 tiendas propiedad de Hermès crecieron 19% en el primer semestre de este año: “Nuestro negocio minorista en nuestras tiendas florece en todo el mundo, es tan bueno como el año pasado o el año previo”.

Hermès se ha mostrado resiliente en la recesión, pero no creció tan rápido en los años de auge como otras firmas de bienes de lujo, como LVMH, el líder de la industria citado con más frecuencia como posible comprador.

Thomas dice que la empresa, 75% de cuya propiedad sigue en manos de la familia fundadora, no tiene deseo alguno de convertirse en un productor masivo de bienes de prestigio.

“No crecemos tan rápido como podríamos porque no queremos perder la imagen y herencia que esta empresa ha desarrollado en seis generaciones sólo para ganar dinero en el corto plazo”, dice con cierta emoción.

“Si ponemos una gran H en una cartera, venderemos millones. ¿Pero y si para crecer más rápido se compromete la calidad y el acabado del producto? Entonces, la gente comenzará a decir ‘Ah, sabes, Hermès ya no es lo mismo’. Es por eso que no lo haríamos. Sería un pecado capital cuando uno tiene un activo, una joya como Hermès”.

El mercado bursátil parece estar de acuerdo, dando un valor a las acciones de Hermès casi tan alto como sobre sus carteras. Las acciones se transan en un múltiplo proyectado de 36 veces las ganancias estimadas para 2010, casi el doble del promedio del sector.

Esa valuación es guiada sobre todo por expectativas de que es un blanco de compra, a pesar de haber negado repetidamente que la familia quiera vender. “La familia no quiere vender. Diría que nunca hay que decir nunca, pero honestamente, no en esta generación”.

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