Cuando Falabella se metió al rubro de los bancos, inmediatamente nos dijo que la tendencia iba por ese lado, nos dio una cátedra de ese tema, hasta que se dio la oportunidad de entrar a este negocio”, cuentan sus colaboradores.
Paula Vargas M.
Hace años que Alvaro Saieh quería entrar al retail. Quizás era una deuda pendiente con sus orígenes, aquellos que lo vieron partir en el mundo de los negocios precisamente en un pequeño almacén de telas en pleno centro de Talca y que permanece en pie desde hace más de 50 años: la Casa Saieh.
Con la inminente compra de Unimarc no sólo vuelve a estar detrás del mesón, sino que se hará realidad un negocio que le permitirá ingresar a una industria que, de acuerdo a lo que él mismo adelantó hace 10 años, sería el pilar de la banca en el país. Y es que si existe una característica que todos reconocen en Saieh es su indiscutido olfato para saber “dónde están los negocios”.
Con esa misma convicción sus más cercanos señalan que este empresario compró Unimarc para quedarse y crecer. “Quiere ser un actor relevante en el mercado y seguir tomando posiciones para llegar rápidamente a 10% del mercado -con Unimarc sólo tendría 3%- y las oportunidades están”, señala uno de sus más estrechos colaboradores.
Agrega que para crecer existen varias opciones. “Vemos que en provincia está Rendic y otros más, y aquí nadie que tenga en este negocio menos del 10% puede subsistir”, destacó.
Pero, ¿qué fue lo llevó a decidirse por este camino? Cuentan que fue una mezcla de factores. “Era algo que venía siguiendo hace años…cuando Falabella se metió al tema de los bancos, inmediatamente nos dijo que la tendencia iba por ese lado, nos dio una cátedra de ese tema, hasta que se dio la oportunidad”, precisa la misma fuente. Pero -añade- un tema clave que lo precipitó a “meterse en este mundo”, “es que es una de las pocas vías que van quedando para que el banco crezca. Hoy vemos que es muy difícil que los bancos se abran al negocio de AFP, que era otra posibilidad de crecer. Entonces, era algo que Alvaro pensó estratégicamente, lo que pasa es que lo hizo calladito”, asegura.
Como se trata de un negocio de carácter familiar, al igual que el Hyatt, Saieh decidió iniciar el proceso de compra a través de la sociedad que tiene con su esposa, Anita Guzmán, y sus cinco hijos, la que creó hace poco más de tres años para los negocios que no sean del giro bancario, aunque al interior de Corpbanca saben que más temprano que tarde, el negocio del retail y el financiero van a ir de la mano.
Sus orígenes
La historia de Saieh no es muy diferente a la de cientos de inmigrantes de origen palestino que llegaron al país, allá por la segunda mitad del siglo pasado. Sus padres, José y Elena, tenían familiares en varios países de Sudamérica. Primero se establecieron en Colombia – donde aún permanece la familia de su madre-. En este país nació Alvaro Saieh, pero al poco tiempo arribaron a Chile, precisamente a Talca.
Ahí empezaron sus nexos con familias árabes establecidas en la zona, como los Yarur, los Abumohor y los Musalem. Cuentan que el primo hermano de su padre, Juan Saieh –dueño de una distribuidora de abarrotes en esa ciudad-, era un hombre muy de confianza de la familia Yarur. Pero no serían ellos sus únicos lazos, también estableció una amistad con Jorge Selume, quien hasta el día de hoy pertenece a su círculo de hierro, al igual que Francisco Rosende, Alvaro Donoso e Ignacio González.
Es en Talca donde se inicia en el mundo de los negocios, ayudando desde muy pequeño en la paquetería de sus padres, la que con los años se transformó en un símbolo, no sólo por haber subsistido por casi cinco décadas, sino porque aún sigue estando su madre, Elena Bendek, quien tiene alrededor de 90 años, al frente del negocio.
Alvaro Saieh pasó su niñez y juventud estudiando en el Liceo de Talca, mientras ayudaba en el negocio familiar. A los 17 años ingresó a la facultad de Economía de la Universidad de Chile, donde luego se desempeñaría en el área académica, llegando a ser decano y años más tarde, profesor emérito.
Fue ayudante de cátedra de Alvaro Bardón y de Carlos Massad, quien lo invitó a formar parte de la Cepal. Por esos años participó activamente de política, dicen que era demócrata cristiano y también tenía mucha cercanía con el sacerdote jesuita, Mario Zañartu.
A mediados de los ‘70 recibió una beca para hacer una maestría en Chicago, donde además hizo un doctorado en Economía. En esos años realizó su primer negocio, ingresando como socio a la propiedad de pesquera Coloso, participación que vendería a mediados de los ’80, cuando ejecutaría una de sus mayores jugadas en el mundo empresarial: la compra del Banco Osorno.
El gran golpe
También se dedicó a las asesorías de empresas. Hasta que Carlos Abumohor lo llamó para que analizara la compra de un banco para la colectividad árabe. Señalan que ya en ese tiempo, en la colonia se hablaba de las cualidades de Saieh, y sus habilidades para estudiar negocios.
Saieh estudió las diferentes alternativas que existían en el mercado, donde estaban el Banco Osorno y el de Concepción, y optaron por el primero. Pero antes debía levantar un capital de US$ 10 millones. Así fue como el trío compuesto por Carlos Abumohor, encargado de hacer la exposición social del proyecto, Darío Calderón, encargado de explicar las implicancias legales y el mismo Saieh, quien detallaba las cifras del negocio, partieron de gira, “de Arica a Punta Arenas”, para convencer a la colonia de hacerse de la entidad bancaria.
Cuento corto –según sus cercanos- les fue pésimo. No lograron levantar todo el capital y fueron los mismos impulsores de la iniciativa los que decidieron aportar el dinero, creándose el mítico grupo “Las diez mezquitas”, como se denominó a los empresarios que adquirieron el Banco Osorno en 1986: Carlos Abumohor, Espir Aguad, Salomón Díaz, Alberto Kassis, Alejandro Kauak, Munir Khamis, Odde Rishmague, Juan Rafael Gutiérrez, Jorge Selume, Fernando Abuhadba y Alvaro Saieh.
Desde ese momento, su historia cambió. Fue uno de los pioneros en esto de emitir ADR para pagar la deuda subordinada y el Osorno se convierte en el segundo banco chileno en transar sus acciones en la bolsa de valores de Nueva York. El banco fue posicionándose y en 1996, deciden venderlo al Banco Santander en US$ 1.000 millones. Saieh manifestó en su oportunidad que no se trató de una “pasada”, más bien la razón de la venta –según él- era la necesidad de tener una entidad que él controlara.
Tras esa operación siguió en el negocio previsional y bancario. En el caso del primero, a través de Provida, que en 1999 vendió al BBVA y en el mundo financiero de la mano del Banco de Concepción, entidad que adquirieron en 1995 y que luego se transformó en Corpbanca, al que también logró reflotar con éxito. En diez años pasó de tener un patrimonio económico negativo de US$ 800 millones a transformarse en un banco con un valor bursátil de más de US$ 1.700 millones. Es precisamente este negocio el que posicionó a la familia Saieh entre los principales grupos financieros del país y la que ahora apuesta a firme por el glamoroso mundo del retail.
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