2007/07/22

Y usted, ¿por quién vota?


Los peligros de la concentración económica

Es claro que la legislación nacional no ha ido avanzando al mismo ritmo que los procesos de fusiones, adquisiciones y absorciones de las grandes y medianas empresas. Como indica la experiencia internacional, hace tiempo que este fenómeno dejó de ser un problema puramente económico para transformarse en un dilema político.

Nación Domingo

Por Nelson Soza M.

La elevada concentración de la propiedad ha sido uno de los dos principales flancos del “modelo” económico chileno (el otro, ¿lo adivinó?, es su inequidad). Inducida por el desplazamiento de competidores, fusiones y adquisiciones hostiles, grandes grupos empresariales han ocupado el lugar de decenas de miles de pequeños operadores en industrias altamente sensibles para la población, como los supermercados, la industria previsional, las farmacias o la salud privada.

De tanto en tanto se escucha a algún analista defender una fusión de empresas, argumentando que ésta beneficiaría a los consumidores dada la mayor eficiencia generada por la fusión. Pero suponer que los precios al consumidor final bajarán por el mayor volumen y los menores costos derivados de las economías de escala es una ingenuidad. También lo es pensar que la fusión de dos empresas no impondrá barreras al ingreso de nuevos actores a ese mercado. De hecho, los menores costos de insumos logrados por las primeras resultan de unas negociaciones cuyo poder de presión casi siempre está estrechamente relacionado al tamaño de los actores.

La concentración disminuye el número de competidores e impone fuertes barreras de entrada a los mercados: el mayor poder de negociación de dos competidores que se fusionan hace imposible a nuevos empresarios de menor tamaño relativo intentar competir en el mismo mercado. Pero también a mayor concentración, mayor es el poder de negociación y mayor también la capacidad de “expropiar” los resultados a quien carece de similar capacidad negociadora.

La asimétrica negociación entre una gran cadena comercial y el proveedor determina que sus frutos engrosen los resultados de aquélla o reduzcan los precios al consumidor. El proveedor intentará compensar su baja de resultados aumentando los precios a quienes tienen menor poder de negociación: los medianos y pequeños comerciantes e industriales. Como operan en sectores de bajos ingresos, el mayor precio cobrado por estos pequeños empresarios terminará mermando el poder adquisitivo de los más pobres, mientras la gran cadena ofrendará sus mejores resultados al supremo altar de los dividendos repartidos entre sus accionistas.

Fueron precisamente acusaciones de cartelización supermercadista que lanzó el Presidente argentino, Néstor Kirchner, en contra de Horst Paulmann, cabeza del grupo chileno Cencosud, las que en su momento gatillaron el fallo adverso de la Cámara de Apelaciones de Mendoza impidiendo la fusión de la cadena Jumbo con su homóloga Disco del país vecino.

De un modo muy significativo, el avenimiento alcanzado hace unos meses entre la Fiscalía Nacional Económica (FNE) y el grupo D&S (dueño de la cadena Líder), más que intentar poner fin a la serie de irregularidades de todo tipo cometidas en los establecimientos de esta cadena, da cuenta de una institucionalidad ineficaz para frenar los innumerables abusos causados por la posición dominante de una empresa. Tanto así, que el propio acuerdo aclara que no implica el “reconocimiento de ilícitos anticompetitivos efectuados por D&S”, dado que “la industria supermercadista y D&S no están sometidas a una regulación especial”.

LA RECETA NÓRDICA

La concentración puede reducir la presión de la competencia, pero también un menor número de actores resienten la productividad, la capacidad creativa y la innovación. La madurez política y social de las sociedades más equilibradas –las de los países nórdicos, por ejemplo– se ha logrado precisamente porque en su interior coexiste integrada una malla empresarial de distintos tamaños. El grado de concentración que Chile ostenta en sensibles sectores de actividad difícilmente podrá revertirse, pero además su creciente poder se desplaza lento pero seguro desde la esfera puramente económica a la política.

Es claro que la legislación nacional no ha ido avanzando al mismo ritmo que el proceso de concentración. En una era de negocios globalizados y acuerdos comerciales, que convierten en letra muerta las normativas que buscan contrarrestar el poder político de las multinacionales, es de una ingenuidad rayana en la estulticia seguir creyendo que la mejor forma de defender el libre mercado es mediante la autorregulación de los grupos económicos.

Ni la vasta maraña de acuerdos ni la madurez económica han sido suficientes para que la clase política criolla diese con un mínimo común normativo sobre qué debemos entender por (y cómo proceder frente a la) “concentración económica”, o permitiese a la FNE actuar preventivamente ante todo intento de fusión de dos o más empresas. Como en otros ámbitos, la marginación del Estado de la regulación de los negocios proviene de suponer que el mercado actuará “automáticamente” para corregir las irregularidades, o que éstas fijarían voluntariamente unos códigos de conductas correctivas.

Una moción planteada en 2004 por los diputados DC Zarko Luksic y Eduardo Saffirio para regular preventivamente las fusiones empresariales terminó diluyéndose en el proyecto que eleva las facultades de la FNE. Pero cuando la propia institucionalidad de libre competencia ha exhibido en no pocas ocasiones criterios zigzagueantes, y añadido más desconcierto entre los operadores de menor tamaño relativo, no es claro que ampliar su abanico de acciones pueda frenar un escenario que hace ya mucho tiempo pasó de castaño a oscuro.

En último término, como nos enseña la experiencia estadounidense, la concentración hace ya tiempo dejó de ser un problema puramente económico para transformarse en un dilema político. Transitamos velozmente hacia sociedad de individuos-consumidores, más que hacia una comunidad de ciudadanos. En este contexto, el debate que en último término deberá abordar nuestra sociedad es si prefiere ceder cuotas de poder político a cambio de que la pasta de dientes o el teléfono celular les salgan baratos. LND

Un problema creciente y masivo

El Indice Herfindahl-Hirschman (IHH), la medida más frecuentemente utilizada para estimar la concentración de los mercados, ajusta la cuota de participación de cada competidor según su importancia relativa: un mayor valor equivale a un mercado más concentrado. Niveles menores a 1.000 son considerados de baja concentración; entre 1.000 y 1.800, son medianamente competitivos, y sobre 1.800 dan cuenta de una alta concentración de mercado.

En el sector financiero, una serie de fusiones y absorciones ha devenido en que el número de instituciones se redujese desde 33 en 1995, a 32 en 1997, 29 en 2000 y 26 en 2003. En igual lapso, el IHH aumentó desde 736 a 1.319, y los bancos Santander, de Chile y Estado alcanzaron una participación del 53,7% del mercado total.

En el caso de los supermercados, la concentración de operadores ha sido un proceso acentuado y –todo lo indica– creciente. El control del 60% del mercado interno por Cencosud (Horst Paulmann) y D&S (familia Ibáñez) ha elevado el IHH desde un nivel 1.017 en 2000 a 2.044 en 2006. Hace diez años, D&S, dueño de las cadenas Ekono y Líder, era el principal operador, pero tenía sólo un 19,2% de participación total, mientras que Jumbo alcanzaba al 6,3%. Hoy, la cuota del primero alcanza el 33% y la del segundo creció el 31% con la toma de control por Paulmann de la cadena Santa Isabel.

Apenas algo menor es el nivel de concentración existente en la propiedad de las tiendas por departamentos: Falabella ostenta un 38% de participación; Ripley, un 25%; Almacenes París, 25%, y La Polar, 12%. Sin embargo, esta aparente mayor dispersión apenas disimula el hecho de que el verdadero enfrentamiento ocurre entre París (Paulmann) y Falabella (Solari). Ambos grupos disputan en los supermercados, Homecenters, la emisión de “dinero plástico” y los malls. A través de París, Paulmann logró descolgarse a la propiedad de Mall Plaza –controlado por Falabella–, pero la eventual fusión societaria de D&S y Falabella le daría una sonada victoria a la familia Solari, dado que se haría con el control de la sociedad resultante.

En el mercado ferretero, la presencia de Easy (Paulmann) y Sodimac (Solari) también ha configurado un claro duopolio que ha logrado sacar del mercado a tres mil de los cinco mil operadores que había hacia fines de la década pasada.

En las AFP, entre 1994 y 2005 el número de entidades que actúa en este mercado se contrajo desde 21 a seis, de las cuales Provida (con un 42,3% de las cotizaciones) y Habitat (23,8%) concentran dos tercios de los afiliados. En este caso, el IHH ha aumentado desde 1.820 a 2.680 en una década.

En la industria de la salud privada, los operadores han caído desde 34 en 1995 a sólo 15 actualmente, pero de éstos, sólo tres empresas –las isapres Banmédica, ING y Consalud– ostentan el 65% del mercado total.

La distribución de medicamentos está hoy en manos de tres cadenas de farmacias que en conjunto controlan un 88% del mercado –Cruz Verde, con 38,3%; Fasa, con 25%, y SalcoBrand, con 24,7%–. Estos tres operadores han desarrollado entre sí y con respecto a las farmacias independientes permanentes guerras de precios y acciones de competencia desleal que desde fines de los ’80 lograron sacar del mercado a un millar de establecimientos. De las 620 farmacias que hoy subsisten, la mitad enfrenta el riesgo de quiebra.

El mercado de la televisión pagada, tras de la controvertida luz verde a la fusión de VTR y Metrópolis dada por el Tribunal de la Libre Competencia, quedó conformado por sólo tres operadores, de los cuales VTR y la también fusionada Sky-Direct controlan el 98%. La irrupción de Telefónica ha comenzado a bajar la cuota de mercado de los primeros.

El tráfico aéreo nacional, que históricamente se caracterizó por una alta concentración, opera al presente con sólo cuatro aerolíneas, de las cuales Lan Chile y Lan Express alcanzan un control conjunto del 77% del mercado. El ya elevado nivel IHH de 3.351 que ostentaba este sector en 1996, prácticamente se duplicó una década más tarde (6.254).

En telefonía fija, una sola empresa (Telefónica CTC) concentra el 75% del mercado, mientras la industria de telefonía móvil se reparte entre tres operadores: Movistar, Entel PCS y Claro.

En la distribución de combustibles líquidos, la participación de Copec alcanza al 55% del mercado total.

En la elaboración de lácteos existe un elevado nivel de concentración en la producción de leche líquida, donde Soprole controla el 42,3% del mercado, mientras que en la de yogurt, Soprole y Nestlé, que a su vez están evaluando una eventual alianza, suman más del 60% del mercado.

En el caso del negocio del pisco, hasta 2003 éste incluía la participación de las cooperativas Capel y Control. Pero ese año ingresó a la industria el grupo Luksic, a través de CCU y Ruta Norte, el cual finalmente absorbió a Control, conformando en su reemplazo la Compañía Pisquera de Chile, que hoy controla 45,9% de la producción. Capel genera el 53,2%.

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