2015/12/14

Lucía Santa Cruz: “Al tratar de resolver desigualdades, se han creado injusticias tremendas”

A 25 años de la fundación de Libertad y Desarrollo, la consejera del centro de estudios ligado a la centroderecha liberal reconoce que, pese a los errores que ha cometido el Gobierno, ha sido “un éxito en la aplicación del programa”. En esta entrevista, la historiadora advierte de la necesidad de legitimar moralmente a la derecha, pues, en su opinión, “sus ideas y principios han permitido el gran avance de los países en el mundo y también de Chile”.
Por: Carla Sánchez Mutis
Fotos: Verónica Ortíz 
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Sin certificado de nacimiento ni de bautismo. Así nació Libertad y Desarrollo, el centro de estudios e investigación fundado a principios de los 90 por Hernán Büchi, Carlos Cáceres, Cristián Larroulet y Luis Larraín. “Justo después de la derrota de su campaña presidencial, me llamó por teléfono Hernán para invitarme a formar parte de una institución que tenía como misión velar por el mantenimiento de las bases de la economía de mercado”, cuenta Lucía Santa Cruz, quien cortó el teléfono sin entender mucho la propuesta, pero que no pudo decir que no al ex candidato.
Un experimento que nació “a ciegas” y que de a poco se fue posicionando. “Fuimos un sustento muy importante para los parlamentarios con nuestras reseñas legislativas. En varias instancias, trabajamos juntos con equipos de gobiernos u otros centros de estudios, como Cieplan, para llegar a acuerdos técnicos. Fuimos un elemento en la mantención de una política económica estable durante todos los gobiernos de la Concertación”, sostiene la historiadora, quien siempre insistió en la teoría de que el centro de estudios necesitaba “menos Excel y más Word”. Que la discusión no fuera sólo en términos numéricos, sino participar a fondo en el debate.
“Hemos introducido algo de Word y el nuevo auditorio nos ha permitido abarcar un público al cual antes no llegábamos”, comenta orgullosa. Desde un ciclo de cine a cargo de Héctor Soto hasta un concierto con un conjunto de música clásica chilota –pasando por seminarios y conferencias– que han tenido de bote en bote la moderna construcción subterránea.

El “éxito” de Bachelet

Lucía Santa Cruz casi nunca está 100% de acuerdo con nada. “Soy minoría donde esté”, reconoce. Algo que no le complica a esta historiadora, máster en filosofía de la Universidad de Oxford y Bachelor of Arts de la Universidad de Londres, sólo por nombrar algunas de sus credenciales. Sufrió un cierto bullying cuando dijo que el programa del segundo gobierno de Bachelet era “el primer escalón en el establecimiento del socialismo en Chile”. La tildaron de exagerada y alarmista. Pero hoy, muchos aplauden su vaticinio.
-Independiente de que usted está en contra del programa y dejando de lado la alta desaprobación del Gobierno, ¿considera que éste ha tenido éxito en cumplir las reformas propuestas?
-Desde el punto de vista de la aplicación del programa, ha sido un éxito. Desde la arista de los objetivos últimos que dicen perseguir –una sociedad más inclusiva, más justa– un fracaso. Desde el prisma objetivo no ha tenido éxito porque la economía está peor, han caído las expectativas, la inversión; hay incertidumbre y falta de creación de nuevos empleos. En ese sentido, uno diría que éste es el fracaso total de las ideas de izquierda que vienen de los años 60 para resolver los problemas del siglo XXI. La gratuidad va a ser una ilusión porque los más vulnerables no van a poder acceder a ella, porque la mayoría no estudia en las universidades del CruCh…
“Se ha creado un clima político nefasto con la imposición de mayorías a raja tabla, con una pérdida de la amistad cívica bien grave”.
-Ha sido malo en el Excel…
-Definitivamente, y también ha fracasado en el Word porque uno no puede mandar mensajes tan confusos. Ahora, respecto de su compromiso con el programa como guía, ha sido sumamente exitoso. El Gobierno ha avanzado paso a paso, a pesar del cambio en la retórica, que obviamente se suavizó con el cambio de gabinete. Lo único que hemos logrado hasta ahora es una abstención del senador Ignacio Walker en la glosa del presupuesto de educación. Eso ha sido todo el disenso en el Parlamento. Al tratar de resolver algunas desigualdades se han creado otras injusticias y desigualdades tremendas, como que sólo los padres de los colegios particulares puedan invertir en la educación de sus hijos y al resto se les niegue el derecho de hacerlo.
-¿Qué ha sido lo más grave?
-Se ha creado un clima político nefasto con la imposición de mayorías a raja tabla, con una pérdida de la amistad cívica bien grave.
-¿Fue una buena estrategia que la derecha presentara un recurso contra la gratuidad en el Tribunal Constitucional?
-No. Si soy intelectualmente honesta no estoy de acuerdo, porque no creo que sea un problema constitucional, sino político. Los gobiernos perfectamente podrían decidir que sólo las universidades estatales sean gratuitas. Pero en fin, yo no soy una táctica política.
-Muchos se quejan de las críticas de la derecha. Pero su sector tampoco ha propuesto una reforma a la educación alternativa…
-Ah no, ése es otro prejuicio absolutamente infundado. El gobierno de Sebastián Piñera hizo avances notables en temas educacionales. Piensa tú que redujo los intereses, que era el gran problema que tenían los endeudados en la universidad, y estableció el pago contingente a los ingresos futuros. La derecha piensa que no debe haber impedimentos económicos para que las personas más vulnerables accedan a la educación superior, pero a través de becas a los alumnos y no de aportes directos a las universidades, los cuales son selectivos, arbitrarios y con condiciones que vulneran su autonomía. En segundo lugar, creo que se hizo una contribución enorme a la calidad con la creación de los liceos bicentenario. Y no se trata sólo de mejoramientos medidos en el Simce, se trata de permitir compromiso real de los alumnos con su proyecto educativo. Entonces, ¿cómo que la derecha no propone?

“Hay que legitimar moralmente a la derecha”

De manera silenciosa y con almuerzos organizados en su casa, desde abril pasado, Lucía Santa Cruz ha convocado a representantes de distintos sectores de la centroderecha a reflexionar. Por ahí han pasado Hernán Larraín Matte (director ejecutivo de Horizontal), Gonzalo Blumel (director ejecutivo Avanza Chile), Daniel Mansuy (director de estudios del IES), José Francisco García (coordinador de Políticas Públicas de LyD) y Aldo Cassinelli (subdirector de Instituto Libertad), entre otros. Su primer diagnóstico: la falta de legitimidad moral de la derecha.
-¿Qué la motiva a impulsar el rearme intelectual de la derecha?
-Parto del diagnóstico de que si un grupo político, cualquiera, no tiene legitimidad moral para su acción, es imposible que pueda perdurar en el tiempo. Hay un grupo importante de gente de derecha, que está interesada en la política no solamente para que haya eficiencia en el uso de los recursos, sino que realmente están motivados por un sentido de la justicia. Pero no se trata de la justicia imperante hoy día –que es eminentemente socialista– y que ha convertido a la justicia y la igualdad en sinónimos. La derecha tiene otro sentido de justicia: por supuesto que defiende la igualdad, pero la igualdad ante la ley, y la igualdad de oportunidades siempre que no implique hacer ingeniería social devastadora. En otras palabras, a través de la educación. Mi segunda motivación es que no puede ser que en la derecha haya tanta diversidad de movimientos que enfatizan las discrepancias y parecen incapaces de buscar los puntos que nos unen.
Impugnación a la glosa: “Si soy intelectualmente honesta no estoy de acuerdo, porque no creo que sea un problema constitucional, sino político”.
-¿Por qué a la derecha no le gusta la reflexión ideológica?
-La derecha sí tuvo pensadores en el siglo XIX, también algunos en el siglo XX. Una consecuencia indeseada del cambio de modelo económico fue un excesivo énfasis en los criterios de eficiencia, rentabilidad, utilidad. En ese contexto, obviamente los mejores talentos de derecha no entran a historia, filosofía ni a literatura. Eso no sucede ni en Estados Unidos ni en Europa, donde los políticos, ejecutivos y empresarios, han tenido una amplia formación humanista. La elite chilena está quedando muy atrás en términos de la riqueza y profundidad de su desarrollo intelectual en relación a sus congéneres en el mundo desarrollado.
-¿Por qué en la UDI y RN no se permite la renovación generacional de ideas?
-Una de las características de las elites es tratar de proteger sus esferas de influencia. Una consecuencia no deseada del binominal fue que las dirigencias de los partidos decidían quiénes eran los candidatos y eso es muy desmoralizador para los actores nuevos. La democratización de los mecanismos de los partidos políticos, el financiamiento público –que lamento mucho sea exclusivamente público– van a permitir que no sean solamente aquéllos que puedan recaudar dinero los que puedan competir.
-¿La permanencia de figuras como Jovino Novoa pone en duda un rearme de la derecha?
-No.
-¿No debiese dar un paso al lado?
-Dependerá de él. Yo no voy a hacer ningún enjuiciamiento público de nadie.
-¿Cómo se logra legitimar moralmente a la derecha?
-En primer lugar, hay que tener claro qué es lo moralmente legítimo. La mejor forma de legitimar el pensamiento de derecha es constatar que sus ideas y principios son los que han permitido el gran avance de los países en el mundo y también de Chile. Por ejemplo, es necesario defender con mucho vigor las instituciones de la economía de mercado, pero no necesariamente a las empresas. Creo que eso no es correcto porque todo lo que sea disminución de la competencia o las malas prácticas, no solamente perjudica a los consumidores, sino que perjudica profundamente al sistema, y eso es muy grave…
-¿Se refiere, por ejemplo, a los últimos casos de colusión?
-Hay un déficit de educación ética. Alguien decía una vez que las escuelas de negocios tienen una deuda, porque enseñaron a maximizar utilidades y han descuidado el razonamiento ético. Una de las cosas atractivas de los pensadores liberales clásicos, es que para ellos la prosperidad individual era indisoluble del progreso de la colectividad. Llegaron a un equilibrio muy correcto entre los derechos de los individuos y los deberes que ese individuo tiene hacia la comunidad. Y ésa es una guía muy ilustrativa para determinar y definir cosas tan prácticas como, por ejemplo, en qué medida se deben respetar los resultados del mercado y en qué medida es necesario rectificarlos cuando hay intereses colectivos comprometidos.
-¿Pero el control estatal no va en contra de la definición de libre mercado?
-No se trata, por cierto, de “control” estatal. Un mito de este país es que este modelo económico nos sitúa en una sociedad de mercado en la cual todo está determinado por el mercado. Eso, sencillamente, no es verdad. Cualquier persona de este país tiene derechos de propiedad sobre sus ingresos, pero no sobre la totalidad de ellos, pues debe entregar una parte considerable al Estado precisamente para que éste, a través del gasto social, rectifique los resultados del mercado. La discusión nunca ha sido entre si debe haber mercado o gasto social. La discusión es cuándo, cuánto y cómo hay que redistribuir y con qué objetivos, y hacerlo de manera eficaz para que los recursos realmente lleguen a quienes estén destinados y no se pierdan en una burocracia creciente, como ha sucedido en los últimos años; y al mismo tiempo, que no pongan en jaque el crecimiento.
Siempre reitero que es lamentable que hayamos ido dejando de lado el problema de la pobreza y la vulnerabilidad y la precariedad de las clases medias emergentes frente a la situación económica adversa. Nos damos el lujo de estar hablando de financiarles la educación universitaria a los más ricos –lo cual es regresivo– y al mismo tiempo seguimos teniendo cerca de tres millones de personas que viven bajo la línea de la pobreza.
-¿Qué tiene de malo financiarles la educación a los más ricos si ellos pagarán más vía impuestos?
-Ése es un argumento falaz. En un país como Chile, aunque se les haya cargado la mano a los ricos, ¡no deben ser ellos los beneficiarios! La gente no entiende. ¡Éstos son recursos de los más pobres que también pagan cerca del 20% de sus ingresos en impuestos! Además, la tendencia en muchos países de la OCDE es justamente a que haya más contribución personal de las familias a la educación universitaria. En todos los países, las personas que no van a la universidad están subsidiando a aquéllos que van, pero resulta que los que tienen estudios superiores van a tener un nivel de vida infinitamente mejor que los que no. A mí me parece que eso es injusto y que la única explicación es ideológica.
“Tengo algunas esperanzas respecto a Chile Vamos, porque se están constituyendo comisiones que van a estudiar temas específicos, y ahí se van a ir generando puntos de encuentro mucho mayores”.

Los tropiezos de Chile Vamos

-¿Qué debiera aprender la derecha de la izquierda?
-El compromiso con los asuntos públicos. Eso se ve, por ejemplo, a nivel universitario. Los alumnos de muchas universidades son de una indiferencia patológica hacia todo aquello que no tenga que ver con su propio y exclusivo bienestar egoísta. En cambio, la gente de izquierda sí está preocupada de ganar las elecciones de la federación, de movilizarse, de influir en la cosa pública.
-Max Colodro plantea que el problema de la derecha es que tiene una dificultad endémica para conectarse con el sentido común…
-Yo lo haría extensivo más allá de la derecha. Ha habido una incapacidad del país para entender realmente la evolución de las coordenadas culturales de este nuevo Chile y ha habido una mala lectura.
-¿Cómo podría el proyecto de la derecha centrarse en la libertad si no la hay en materia valórica, por ejemplo?
-La libertad, a mi juicio, es indispensable para poder tener moralidad. Para mí tiene que ver con la esencia de un ser humano, que es un ser responsable por sus actos, acciones y destino. En temas valóricos, no hay neutralidad, pero en ningún grupo humano –en el cual sus miembros son libres y diversos– se pueden imponer visiones monolíticas respecto a qué constituye la vida buena.
-¿Por qué decidió no integrar el consejo político de Chile Vamos?
-Porque dentro de mis compromisos profesionales tengo actividades que considero no son compatibles. En este clima donde es imprescindible poner una muralla entre políticas y empresas, mi presencia contaminaría mi actuación en el banco (es directora del Santander) y también en el Consejo, y a eso no estoy dispuesta.
-¿La lógica religiosa pesa demasiado a la hora de lograr acuerdos en la derecha?
-En la religión o estás de acuerdo un 100% o no perteneces, y si el desacuerdo es muy mayor tendrás que renunciar a ella. Pero en política eso no debiera ocurrir. Yo voy a defender mi punto de vista respecto al aborto siempre, pero voy a poder dialogar sobre 900 mil otros temas con gente con la cual pienso muy similar. Es un tema que ha impedido mucho la fluidez en las relaciones entre los partidos.
-Es el caso de Chile Vamos, donde el tema del aborto y el matrimonio igualitario divide a sus miembros…
-Ha sido una piedra de tope que ha causado mucho daño. Firmar un documento fundacional es un gran error, esto tiene que ser learning by doing. Uno no se sienta en una sala a establecer las reglas del fútbol para enseñarles a los niños a jugar. Uno va a la cancha y los hace jugar, y ahí van saliendo las reglas. En política hay que hacerlo así. Tengo algunas esperanzas respecto a Chile Vamos, porque se están constituyendo comisiones que van a estudiar temas específicos, y ahí se van a ir generando puntos de encuentro mucho mayores.
-¿Cuál es su postura respecto del aborto?
-Por razones filosóficas profundas estoy en contra, porque considero que no hay una explicación razonable de cuándo comienza la vida si no es en la concepción. Si yo pienso eso, es realmente absurdo que a mí me pidan la incoherencia de estar contra la pena de muerte y a favor del aborto, de creer en la importancia de los derechos de las personas y vulnerar el más importante de un ser que estimo es una persona. ¿Cómo es posible que en Estados Unidos, a los ocho meses y medio de embarazo se pueda cometer aborto –en algunos estados– y si se mata después se habla de infanticidio?
-¿Y respecto al matrimonio homosexual?
-La participación del Estado en el matrimonio viene después de la Revolución francesa. Antes, era sencillamente un sacramento y todas las relaciones de la sociedad se regulaban por ese derecho canónico. El Estado intervenía para velar por la filiación y el patrimonio de los hijos. Hoy, que no existe diferencia alguna entre hijos dentro o fuera del matrimonio y éste no determina ni la filiación ni el patrimonio, realmente me pregunto ¿por qué el Estado tendría que intervenir? La unión entre hombre mujer es conceptualmente diferente a dos personas del mismo sexo y yo prefiero darles nombres distintos a cosas distintas. Dicho eso, creo que las personas homosexuales han padecido durante muchos años un tratamiento indigno e injusto, de bullying, exclusión y abuso. Por eso, si la comunidad homosexual considera que para su dignidad es tremendamente importante recibir esa suerte de legitimación que ellos creen que el Estado les puede entregar a través de un matrimonio civil, no tengo problemas en que se apruebe.
Tengo dudas respecto a la adopción, porque tengo el convencimiento de que para un niño es tremendamente importante tener padre y madre, que cumplen roles distintos, que cumplen una función identitaria diferente. Entiendo también que pueda haber relaciones homosexuales que provean un mejor ambiente que algunos heterosexuales. Pero en igualdad de condiciones, preferiría que un niño tenga padre y madre.
-¿Es partidaria de la liberalización de las drogas?
-Ahí tengo cero tolerancia. Tengo el convencimiento de que el daño que producen es tan grande, que ninguna medida que tienda a aumentar el consumo es aceptable…
-Al final usted no es tan liberal…
-Yo no acepto que nadie me quite o entregue credenciales de liberal en razón de si estoy a favor de las drogas o del aborto, porque el liberalismo en el cual yo creo no implica eso. Este concepto de liberalismo postmoderno como autonomía irrestricta no es la única forma de ser liberal. Es perfectamente sostenible pensar que las sustancias que lo que hacen es privar a las personas de su libertad y además tienen consecuencias adversas sobre otros, deban ser limitadas. •••
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Consejo Ciudadano de Observadores: “Me gustaría saber cuántos de ellos habían leído la Constitución”
-¿Siente que hay riesgos de populismo en Chile?
-Total. Hay una cosa que es muy peligrosa, que es el desprestigio de las instituciones, y por eso trato de equilibrar el juicio negativo respecto de ellas. Encuentro que cometemos un gran error al despotricar contra los políticos, el Parlamento, el Poder Judicial y otros. Ahora, que hay que rectificar, eso es otra cosa. Porque cuando no tienes instituciones, la gente recurre a los mesías, a aquéllos que no están vinculados a ellas. Dentro de las propuestas constitucionales que están en el programa hay varias que son muy alarmantes, propuestas de una democracia mucho más directa, plebiscitaria, con organizaciones de la ciudadanía que no sabemos cuáles son, todas las cuales debilitan las instituciones tradicionales de la democracia representativa.
-¿Qué le parece el Consejo Ciudadano de Observadores anunciado?
-Me gustaría saber cuántos de ellos habían leído la Constitución antes de este nombramiento y qué juicios se han formado.
-¿Usted está totalmente en contra de un proceso constituyente?
-A mí no me gusta, creo que se va a prestar para que aquéllos con una militancia mucho más de cruzados dominen la discusión, no van a estar representados los intereses de la gran mayoría silenciosa. No me gusta un proceso de educación cívica que sea impartido desde el Estado, porque la línea divisoria entre eso y el adoctrinamiento constitucional es muy tenue. A mí, de partida, no me gustó que la presidenta dijera que el proceso era para despertar el apetito por una nueva Constitución, eso no es neutral. Deberíamos introducir todas las reformas necesarias a esta Constitución, pero no partir desde cero: eso ha sido una tendencia latinoamericana nefasta que nace de la idea muy equivocada de que todos los problemas son causados por la Constitución y las leyes y se remedian a través de ellas.
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Colusión de CMPC y sus efectos en el CEP
-¿Qué tan grave es el daño que provocó el caso de colusión de la Papelera al CEP?
-Hay que diferenciar las instituciones. El CEP es una institución muy potente, con una trayectoria inmaculada, impecable, que ha hecho una contribución a la discusión de las ideas y a ampliar el horizonte del debate en este país insustituible, y no va a salir dañado para nada.
-¿La denuncia de colusión no tiñe la defensa del libre mercado que plantea el CEP?
-No, porque el primero que ha salido a condenar la colusión ha sido Eliodoro Matte. Por lo menos, ha sido impecable en la denuncia.
-Pero a algunos les queda la duda de si Eliodoro Matte sabía o no de las prácticas anticompetitivas…
-Con mi experiencia en los directorios, te puedo decir que un directorio puede tomar todos los resguardos y crear todas las instancias para prevenir que ocurran estas cosas, y así todo ser engañado si hay una administración deshonesta.

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