2015/12/25

Álvaro Vargas Llosa: “Veo en la presidenta Bachelet instintos contradictorios”

El escritor y ensayista, fiel defensor de las ideas de la libertad, cree que el populismo en América Latina va en franca retirada. Esperanzando en la región, está sorprendido de que en Chile “se haya prestado oídos a las posturas radicalizadas” y cree que la presidenta tiene una ambivalencia permanente entre la tentación populista de “hacer cambios porque el modelo está cuestionado” y el temor de, con su propio experimento, “destruir lo mejor que tuvo Chile”.
Por: Carla Sánchez Mutis
Fotos: Verónica Ortíz 
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Álvaro Vargas Llosa viene a Chile por lo menos dos veces al año. Lo hace como parte de sus innumerables viajes por América Latina, continente que lleva analizando por décadas y que le interesa por una sencilla razón: “Dos siglos después de nuestra independencia, todavía no somos una zona desarrollada del mundo”. Algo que le parece “moralmente inaceptable”.
El motivo que lo trajo a Chile, esta vez, fue el aniversario número 25 de Libertad y Desarrollo, en el que analizó los desafíos que experimenta el liberalismo a nivel mundial y el declive del populismo en América Latina, el cual, a su juicio, se ha hecho trizas en países como Venezuela, Argentina y Brasil. “Hay un viraje del populismo al mercado de las ideas. En esos países hubo muy pocas posibilidades de debatir intelectualmente con el sistema, porque quienes defendían las ideas de la libertad estaban muy marginados y acosados. No significa que ha ganado el liberalismo ni tampoco el conservadurismo. No ha ganado nadie todavía”, advierte uno de los autores de El manual del perfecto idiota latinoamericano, un ensayo en el que satiriza el modo de pensar de las elites políticas e intelectuales latinoamericanas.
Con un notable parecido a su padre, el premio Nobel Mario Vargas Llosa (ver recuadro), el director del Centro para la Prosperidad Global del Independent Institute en Washington es un gran conversador. Dice que tiene poco tiempo, pero se pasea con un relato vibrante por los problemas de cada país de la región sin usar muletillas o repetir palabras.
“En Chile hay un debate fascinante, y el próximo año será un gran laboratorio de ideas”, vaticina el periodista peruano. Porque si hay algo que le llama la atención es que Chile “dejó de ser el paradigma de la región”, que se han erosionado los estándares éticos y que, en términos de confianza, “éste no es el mismo país que hace cinco años”.
“Desde afuera, la sensación que hay de Bachelet es de una ambivalencia permanente, una irresolución ideológica y conceptual enorme y eso lo está sintiendo la sociedad chilena”.
-¿Dónde ve los brotes de populismo en Chile y cuánto le preocupan?
-Chile era el país que todos queríamos imitar aunque no lo admitiéramos y de pronto el guía nos dice que se perdió, que no sabe por dónde ir. ¡Imagínate el trauma que significa para los que estamos detrás dependiendo del guía para determinar nuestro rumbo! Aquí pasaron dos cosas: una, que surgieron nuevas generaciones que se olvidaron de cómo se crea la riqueza y de lo importante que era el trabajo y el no ser irresponsable en las políticas redistributivas, para tener esta sociedad de clase media mucho más sólida que el resto de América Latina. Eso lo vimos, por ejemplo, en el movimiento estudiantil, que hizo reclamos al sistema en Chile sin entender que había que perpetuarlo creando riqueza. Otra, que surgió una corriente ideológica populista, que encontró su momento en esa impaciencia natural que tiene una clase media emergente cuando siente que está más cerca del primer mundo, pero sin sus beneficios. Hubo un sector político –que es la vieja Concertación con un par de añadidos más–que aprovechó esa oportunidad. Pero es increíble que, con todas las lecciones que habían aprendido, hayan prestado oídos a esas corrientes más radicalizadas y cuestionado lo mejor que tenía el modelo, en lugar de plantearse la posibilidad de acentuar reformas.
-¿Y eso cómo se explica?
-Por la complacencia. El éxito trae consigo una insatisfacción y una impaciencia que crean una oportunidad para el populismo, lo que es una gran ironía. Quienes estaban del otro lado también mostraron una enorme dejadez…
-¿Se refiere a la derecha?
-En la región, en la década del 2000, hubo muchos gobiernos de centroderecha –o que no lo son, pero gobiernan con sus ideas– que no hicieron reformas porque el contexto internacional de los commodities lo permitía. ¿Para qué ibas a hacerlo si te llovía maná del cielo?
-En el actual escenario económico chileno, ¿le parece aberrante subir los impuestos para financiar una reforma a la educación?
-Depende en qué sentido, pero escogieron el peor momento para hacer este tipo de reformas, que es la parte baja del ciclo. Si tienes una economía desacelerada, lo peor que puedes hacer es ahuyentar más la inversión elevando el impuesto. En Chile tienes un sistema educativo que es mejor que el resto de los países de América Latina, aunque inferior a los países desarrollados. Si estás un peldaño arriba que el resto, lo que tenías que hacer era profundizar esa reforma en vez de crear un sistema que se va a parecer mucho al de Perú, que en las últimas mediciones ha salido último en la prueba Pisa. Entonces, ten cuidado…
-El Tribunal Constitucional calificó de inconstitucionales y arbitrarios los requisitos fijados para acceder a la gratuidad en la educación superior. La presidenta Bachelet respondió textual: “Algunos quieren impedir que cumpla mi palabra. No me conocen. Quieren frenar la gratuidad, no lo van a lograr…”.
-Ése es el clásico argumento populista de “me atan de manos” o “hay una conspiración de los poderosos que utilizan las instituciones para impedir mi reforma”. Veo en la presidenta instintos contradictorios, un debate consigo misma que no está resuelto. Por momentos, tiene una tentación populista de decir “es la oportunidad de hacerlo porque el modelo está siendo cuestionado”, pero luego teme de su propio experimento y no quiere ser la persona que destruya lo mejor que tuvo Chile. Desde fuera, la sensación que hay es de una ambivalencia permanente, una irresolución ideológica y conceptual enorme y eso lo está sintiendo la sociedad chilena.

Cambiar de camisa

-Cuando habla de que en América Latina hay un regreso al mercado de las ideas, ¿se refiere al libre mercado?
-No necesariamente. Todavía no hemos garantizado que eso sea así, pero se ha creado una oportunidad y eso es un gran paso adelante.
-Porque el libre mercado también ha sido muy cuestionado. Incluso hay capitalistas que reconocen que el modelo necesita ajustes…
-Hay que ver qué entendemos por libre mercado y capitalismo. Si tú das golpes de Estado como Fujimori en Perú, te corrompes como Menem en Argentina y haces reformas bajo un sistema de partido casi hegemónico como el PRI en México, yo no me reconozco en ese mal llamado neoliberalismo. Eso es una gran deformación de la realidad. Los que defendemos la libertad, no tuvimos la capacidad para explicarle a la gente que eso no era liberalismo ni para impedir que ello ocurriera. Esas experiencias de los 90 abrieron las puertas al populismo…
“A mí no me gusta el consuelo de que la corrupción en Chile es menor que en otros países. Ésa es una actitud complaciente que hay que atacar de raíz y la única manera de hacerlo es que funcionen las instituciones”.
-También hay quienes plantean que en el mundo hay un regreso al socialismo con ideas más de izquierda para enfrentar las desigualdades…
-Parte de lo que ha pasado en los países más desarrollados es que se han cometido gravísimos errores y excesos que han dado pie a esa reflexión. Por ejemplo, la crisis en Estados Unidos tras el estallido de la burbuja es resultado de una serie de intervenciones muy perversas del Estado, que crea incentivos malignos y en algunos casos inmoralidades. ¿Hay que abolir el capitalismo? No. Hay que corregirlo y llevarlo por un modelo de legalidad, de instituciones sólidas y de competencia: todo lo que se supone habíamos aprendido, algunos de estos países lo olvidaron.
-En el contexto del debate de las ideas, ¿es muy arriesgado que Chile esté pensando en una nueva constitución?
-En principio, no es bueno cambiar de constitución como se cambia de camisa, ésa es una de las grandes tragedias de América Latina. Inglaterra no tiene constitución, Estados Unidos tiene una con siete artículos. Los países más desarrollados han tenido constituciones permanentes a las que se les han hecho enmiendas cuando lo requerían. De hecho, la Constitución chilena ya tuvo enmiendas en la época de Lagos, de modo que no hay ninguna razón para refundar la república a través de una nueva constitución.
-¿Cuál es la explicación que le da a esa necesidad de refundar que plantean los partidarios de una nueva carta magna?
-El populismo también tiene un complejo adánico de decir “el mundo empieza conmigo”. Hay una evidente insatisfacción, que es resultado del propio modelo y que le exige cosas que no puede dar en lo inmediato. Si te quieres saltar el esfuerzo reformista para llegar más rápido a los resultados, evidentemente vas a lesionar el modelo. Tú no pagarás las consecuencias de una manera muy grave –en Chile se seguirá viviendo bien en comparación con otros países–, aunque sí lo estás sintiendo en términos de falta de confianza, menor inversión y crecimiento. Quien sufrirá es la próxima generación.
-¿Siente que la confianza en Chile está dañada?
- Se ha dañado sin duda, no diría que a niveles de los países populistas de los que hemos hablado, pero éste no es el mismo Chile, en términos de confianza, que hace cinco años.
-¿Y en términos de corrupción?
-A mí no me gusta el consuelo de que la corrupción en Chile es menor que en otros países. Ésa es una actitud complaciente que hay que atacar de raíz y la única manera de hacerlo es que funcionen las instituciones. En Brasil, con toda la tragedia que han vivido, ha ocurrido una gran cosa: las instituciones jurisdiccionales han funcionado y han estado blindadas contra toda manipulación política. Ha ido gente a la cárcel y no hay vacas sagradas.
-¿Eso no está ocurriendo en Chile?
-Lo veo más lento, más gradual. Aquí hay instituciones, a diferencia de Perú, un país tan corrompido.
-¿No ve esa lucha enérgica acá?
-Es muy interesante el papel que ha jugado la prensa chilena, la cual ha tenido una gran independencia. Pero se suponía que en Chile había estándares éticos. Eso ha empezado a erosionarse y hay que atacarlo de inmediato. En la medida en que la población empiece a percibir que la corrupción es parte de un pacto malsano entre partidos y empresas, se va a erosionar la confianza en las instituciones de la democracia, y ahí van a surgir los outsiders políticos.

“La derecha es mejor en la crítica que en la oferta”

-¿La derecha chilena ha sabido aprovechar el mal momento que atraviesa el gobierno de Bachelet?
-A medias y no como debería. En parte, porque la propia derecha política entró en crisis. Los partidos son víctima de esta insurgencia contra el establishment y eso evidentemente los ha maniatado mucho. En cambio, sí he visto una reacción muy fascinante de un sector de la sociedad civil y de la clase media chilena, que hoy podría representar una centroderecha pero desde la base, no de la elite. El problema es que necesita líderes y dirigentes, porque si no, ese sentimiento no se va a traducir en un plan de acción que sirva de guía. La Nueva Mayoría intuye esa falta de liderazgo y por eso siente que tiene una oportunidad.
“Chile era el país que todos queríamos imitar aunque no lo admitiéramos y de pronto el guía nos dice que se perdió, que no sabe por dónde ir”.
-En ese escenario, ¿qué posibilidades tiene Sebastián Piñera de volver a ser presidente?
-Las tiene por dos razones: porque no cuenta con competencia en la derecha hoy y tiene a su haber una presidencia. La segunda ventaja es que hay un deterioro económico y un temor en un sector de la clase media y esas dos cosas juntas, normalmente, producen la posibilidad de que alguien como Piñera pueda volver a gobernar.
-¿Él representa un bienestar económico?
-Sobre todo, una protección de esa gente que se siente desamparada. Tampoco se puede descartar que la gente tenga tanto miedo que piensen que la manera de protegerse no es irse a la acera contraria, sino que aferrarse a quien desde dentro esté en condiciones de frenar esto, como es el caso de Ricardo Lagos. En ese caso, al final, lo que prevalece es un instinto infantil de protección.
-¿A Manuel José Ossandón no le ve posibilidades?
-Algo. Vamos a ver cómo funciona este experimento de la centroderecha…
-A Chile Vamos le ha costado despegar…
-Está empezando, todavía hay una gran incertidumbre, hay dificultades y rivalidades personales muy marcadas, pero no es mala la iniciativa.
-¿Qué es lo que tiene que hacer la derecha para legitimarse?
-Demostrar una capacidad de renovación en el liderazgo, una interlocución con esa clase media que tiene mucho temor, manifestar que no está dos pasos detrás sino que dos pasos delante de esa clase media que ha reaccionado contra las reformas de Bachelet y proponer un plan de reformas contrarias. Lo que no puedes hacer es ilusionar a la gente diciéndoles que esas reformas conducen al horror y al desastre y no ofrecer a cambio una reforma cautivante.
-¿No lo han hecho?
-Eso todavía no ha ocurrido. Son mejores en la crítica que en la oferta.
-La lógica moral pesa mucho en la derecha, ¿eso no contraviene los ideales de la libertad?
-Uno de los graves errores de Chile Vamos es haber empezado con esa discusión que no conduce a nada, porque nunca se van a poner de acuerdo. Si estás luchando por la concepción de la vida, ¿qué puede competir con eso? Nada.
-Porque si uno está hablando de libertad no se circunscribe sólo a los términos económicos…
-No sólo eso. El principio básico es “tú estás contra el aborto” muy bien, no te voy a obligar a ti a abortar y voy a respetar profundamente tus creencias, pero no me impongas a mí tú posición, y lo mismo con todos los grandes temas valóricos. Si tú formas una coalición de centroderecha que quiere llegar al poder y cautivar a la gente, ilusionar a un Chile más joven, más moderno, o menos tradicional, cometerías un suicidio político si empiezas la discusión por ahí. •••
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“Insulza no fue el líder que debió ser en la OEA”
Álvaro Vargas Llosa calificó el fallo de La Haya –que se declaró competente para analizar el diferendo marítimo entre Chile y Bolivia– como algo “bastante previsible” y de lo que no hay que escandalizarse pues, en su opinión, en la decisión no hay elementos de fondo. Pero sí tiene un juicio crítico respecto al nuevo agente chileno, José Miguel Insulza, quien reemplaza a Felipe Bulnes.
“Insulza no fue el líder que debió ser en la OEA. Lo que está pasando en Venezuela es una tacha moral tremenda contra su liderazgo en el organismo americano”, asegura. Según el analista, “él quería ser presidente de Chile y nunca tuvo el valor de ser candidato. Ahora le ha tocado este cargo; a lo mejor lo hace bien, pero es un premio de consuelo para él”.
-¿Cómo califica la defensa que ha tenido Chile de su soberanía?
-En un fallo de La Haya puede haber elementos diplomáticos, de compensación política que hagan que la discusión jurídica pase a segundo lugar, pueden pasar muchas cosas. Pero lo que sí tengo claro, es que en el terreno de la opinión pública esa batalla la gana Bolivia y, en cierta forma, no hay nada que pueda hacer Chile para ganarla. Puedes hacer algo para disminuir la magnitud de la victoria boliviana, o reducir la acústica que produce Bolivia cada vez que habla del tema, pero no vas a obtener la victoria.
-¿Chile ha tenido una mala estrategia de marketing?
-Evidentemente podría haber sido mejor, pero el problema no es sólo ése. Hay un tema histórico, de alianzas ideológicas y políticas sobre todo a través del ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de nuestra América) que han magnificado mucho el reclamo boliviano. No es en el terreno de las comunicaciones donde Chile puede ganar esa batalla, no le pidas al Gobierno que reconozca eso…
-¿La salida de Felipe Bulnes fue un error?
-Depende mucho de qué es lo que pretenden. Supongo que lo que quieren es dar una batalla de comunicaciones, entonces han escogido a la gente que creían que puede tener un perfil político de mayor proyección comunicacional. A lo mejor les sirve parcialmente, pero ahí no van a ganar la batalla.
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Vargas Llosa y romance de su padre “Es algo de la vida privada”
Ante el revuelo mediático que ha causado el romance de su padre, Mario Vargas Llosa, con la ex mujer de Julio Iglesias, Isabel Preysler, su hijo mayor lo defendió públicamente. Dijo que “el proceso de separación (con su madre) se lleva a cabo de un modo privado y amistoso” y que “los hijos no eligen las parejas de sus padres, del mismo modo que los padres no eligen las parejas de sus hijos”.
-Su papá ha saltado de las páginas de opinión a las de farándula con su romance. ¿Cómo le afecta a usted?
-Di una entrevista para aclarar muchas tonterías que se decían en la prensa, pero en seis o siete meses no he vuelto a hablar de eso y no quiero hacerlo porque me parece que es algo que pertenece al mundo de la vida privada. Mi padre sigue escribiendo igual que antes y continúa dando la batalla por las ideas de la libertad como lo ha hecho siempre. Acabamos de estar en Nueva York en un gran congreso que organizó la Fundación Internacional para la Libertad, que él preside y en la que yo estoy muy involucrado. Su quehacer va a continuar, igual que la actividad privada de mi madre.

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