2015/11/30

El tiempo es oro Facebook Twitter

No es capricho, no es esnobismo. El mundo de la alta relojería es una industria sofisticada, multimillonaria, sometida a los avatares de los mercados y que trabaja segundo a segundo y contrarreloj para prevalecer y perpetuarse en el segmento de los productos de lujo.
Por: Roberto Sapag
reloj
Si fuera por la definición que la Real Academia Española le asigna a la palabra lujo (demasía de adorno, pompa, abundancia innecesaria), habría que sostener que a la alta relojería el término no aplica. Y no aplica, porque más allá de la demasía (de precios, para algunos) y los materiales preciosos de que están hechos, la “industria” de los relojes de lujo está lejos de situarse en el hemisferio de lo superfluo y el esnobismo.
A primera vista, y en especial para quienes se definen como pragmáticos, la alta relojería parece irracional. Que un objeto que sirve para, literalmente, dar la hora pueda cotizarse por sobre los 30.000 euros la unidad (unos 20 millones de pesos) o más, es absurdo o demencial. Según esos códigos, la relación costo beneficio no cuadra… salvo por un pequeño detalle, cual es que un reloj de alto estándar no es un bien utilitario. Es bastante más que eso.
En efecto, la alta relojería es una industria, una que mezcla joyería, arte e inversión financiera. Seguramente, esta definición sacrílega irritará a algunos, pero a veces es necesario extremar las imágenes para que sean más fácilmente asimilables.
Hace pocas semanas, en el hotel ST. Regis de Ciudad de México tuvo lugar la novena edición del Salón Internacional de Alta Relojería (SIAR) en su versión latinoamericana. Invitados por Montblanc, marca que es representada en Chile por HBC, tuvimos la oportunidad de conocer el complejo mecanismo que hay detrás de las resplandecientes vitrinas y piezas en exhibición de las decenas de marcas que concurren al salón.
Se trata de un engranaje comercial e industrial que moviliza anualmente decenas de miles de millones de dólares (más de 50.000 millones de dólares según estimaciones a fines de 2013); que tiene sus principales centros de operaciones en el Viejo Continente (especialmente Suiza y Alemania); en donde diseño, precisión mecánica de piezas de acabado microscópico y funcionalidades perpetuas, así como las dotes artesanales de los maestros relojeros se funden en la creación de relojes que forman parte de ediciones limitadas.
La alta relojería es un engranaje comercial e industrial que moviliza más de 50.000 millones de dólares (según estimaciones a fines de 2013), y que tiene sus principales centros de operaciones en el Viejo Continente, especialmente en Suiza y Alemania.
Reducir la noción de lujo, en el caso de la alta relojería, a la frívola excitación que puede producir el ostentar en la muñeca un producto cuyo costo es similar al de un auto de alta gama, es entender poco lo que ocurre en este negocio. Sin duda que hay algo de eso en no pocos casos (que tire la primera piedra quien esté libre de pecado), pero eso no puede llevar a omitir que en las entrañas de esta actividad hay mucho más que hedonismo: hay inversiones que se valorizan en función de lo que los segunderos de cada unidad miden: tiempo.
La escasez, la biografía de cada ejemplar, hacen que con el paso del tiempo esas piezas se valoricen, como lo revela el mundo de las subastas, que premian con el paso de los años la complejidad técnica, la terminación artesanal y la historia de estos productos. Ediciones especiales o series limitadas engrosan el apetito de los coleccionistas, que no tienen empacho en pagar sobre 200.000 dólares por relojes altamente exclusivos o que pertenecieron a personajes que se han hecho espacio en la historia. Sin ir más lejos, según consigna una publicación de HBC Briones, recientemente en una subasta de Sotheby’s se acaba de romper el récord del reloj más caro de la historia: un Patek Philippe Graves Supercomplication, que se remató en 24.000.000 de dólares.
Tiempos violentos
Como otras actividades comerciales, el mundo de la relojería está correlacionado con lo que ocurre en la economía. Es cierto que el negocio del lujo como un todo puede ser menos permeable a las crisis, pero cuando el ordenamiento económico se ve sometido a fuerzas telúricas con epicentro financiero, como las que han sacudido al mundo en años recientes, este negocio también acusa el golpe.
Así lo consignan todos los análisis, en donde los rebalanceos cambiarios y monetarios globales han desajustado estructuras de costos y tablas de precios, así como desplazado centros de gravedad en materia de relevancia de mercados en función de los descalces de monedas entre países (ver entrevista adjunta).
Estos temas de debate han estado altamente presentes en las últimas ediciones de los SIAR, como lo consigna un extenso reportaje del diario Expansión de España, el cual da cuenta de cómo los movimientos financieros de los últimos años han remecido a la actividad, con alcances no menores en precios y preferencias. El menor poder adquisitivo en el mercado ruso, las paridades cambiarias, el fenómeno y las dudas en China, son todas cuestiones centrales hoy a la hora de hacer prognosis en el mundo de los relajos. Interrogantes que resultan más apremiantes, habida cuenta que las cifras globales de ventas han estado últimamente más bien en compás de espera, siendo a estas alturas un consenso, por ejemplo, que 2014 no fue precisamente el mejor para el sector.
Otro tema de gran trascendencia para la alta relojería es el factor tecnológico. Desde la industria dicen mirarlo atentamente, aunque el sentido común en principio indica que la obsolescencia tecnológica se contradice con el impulso vital del negocio del lujo en los relojes, en donde, al igual que en el vino, el paso del tiempo agrega valor.
Pero en el sector hoy no son pocos los que creen que no se puede perder tiempo frente a la irrupción de los smartwatches, los que ya han asomado la nariz con prototipos más lujosos. Por lo mismo, entre algunas marcas tradicionales ya se avanza en alianzas y estudios que permitan asociar lo mejor de la relojería clásica con lo mejor de la tecnología, en una simbiosis que integre lo mejor de dos mundos. •••
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Jérôme Lambert, CEO de Montblanc: “Hay una contradicción intrínseca entre tecnología y lujo”
Se le define en el mundo de la relojería de alta gama como un personaje clave. Y es que Jérôme Lambert, CEO de Montblanc, lleva años en el negocio y se ve que lo maneja al revés y el derecho.
Joven y delgado, su aspecto destila algo que los iniciados distinguen con facilidad y que nosotros pudimos confirmar rápidamente cuando tras una rápida mirada nos pregunta: “¿Tu reloj es deportivo? ¿Corres?”. Y claro, como el hombre además de todo lo que hace es maratonista, sabe cómo reconocer a los de su secta deportiva y, también, cae fácilmente a la tentación de conversar de récords y prácticas de entrenamiento. Pero como ese tema no resulta de interés general y el tiempo para charlar con Lambert era limitado, tras la exhibición de rendimientos en competencia, disparamos velozmente la primera pregunta:
-¿Qué relación hay entre lo que pasa en la economía y lo que pasa en esta actividad?
-Siempre hay un tipo de conexión, una conexión fina, entre el ingreso disponible y el desarrollo de productos de lujo. Necesitas ingreso disponible para ver el desarrollo de productos de lujo. Eso es lo primero. Lo otro, que es bastante evidente, es que la relojería fina se desarrolla en países cuando la infraestructura está disponible. Esto significa que debes tener seguridad y retailers con un cierto nivel.
-¿Cómo se comportó este mercado en 2015 en función del ciclo?
-Este año tuvimos muchos fenómenos micro. Solíamos tener fenómenos macro que creaban grandes olas y ahora contamos con demasiados fenómenos micro. Como la inundación en Corea, los flujos de divisas en Sudamérica que han creado una gran migración de negocios de un país a otro, con una gran correlación entre Norteamérica y Sudamérica con la posición del dólar en comparación con las monedas locales. En cuanto el dólar sube, las monedas locales bajan y el negocio vuelve al país. Así que, diría que estamos en un mercado no polarizado.
-¿Y en ese mercado cómo se ve Latinoamérica?
-Vemos mercados desarrollándose muy bien en Colombia, Perú, Costa Rica, México en los últimos años. Mientras, otros países con tiempos más desafiantes como Argentina y Venezuela.
-¿Y Chile?
-Chile, diría que está entre estas dos situaciones.
-¿Qué rol le ve a China, tanto por su papel en copias como por su tamaño?
-La producción hecha en China o las copias son un fenómeno micro, no un fenómeno macro. En términos de mercado, para ser un solo país, es el más grande para la mayoría de las marcas de lujo. Es un mercado que ha alcanzado una parte de su madurez de negocios y es uno que se va a consolidar, reinventar desde ahora y en los próximos cinco a diez años. Es un mercado de gran tamaño.
-Así como China es una potencia a nivel global, la tecnología también está revolucionando todo. ¿Puede ser una amenaza para la relojería de lujo?
-Creo que hay una contradicción intrínseca entre tecnología y lujo, tanto en valor como en relación con el tiempo. La tecnología se rige por esos famosos principios que hacen que después de, diría, 18 meses, la capacidad de los microchips se duplica y los precios de los productos caen y son reemplazados por otros. 18 meses de vida, para un producto de lujo es poco. En el lujo, la suposición básica es que lo que compras hoy te dará incluso más placer en los años que vienen. Así que, la tecnología no puede reemplazar al lujo. Pero puede ser, por su volumen, por lo que representa, un sustituto. No es una amenaza, pero es algo que vigilar atentamente.
-¿Cómo está abordando la relojería de lujo al mercado juvenil?
-Depende del país y de si hablamos de hombres o mujeres. El mercado de las mujeres jóvenes se desarrolla muy rápido, y en él, el apetito por relojes y accesorios de lujo es alto. Para hombres, depende del país. En mercados emergentes, la generación más joven está adquiriendo muchos productos de lujo y también relojes finos. No veo una brecha generacional, la pregunta ahora es cuándo los jóvenes entran en la categoría y, ahora, con las comunicaciones, esa brecha es cada vez menor.

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