Cuentan quienes han interactuado con él en estos últimos días, que está especialmente preocupado por el desorden o la falta de unidad que se ha manifestado al interior de la Nueva Mayoría. Por eso, cuando ante la ausencia del ministro del Interior Jorge Burgos, casualmente el lunes debió presidir el comité político, se abocó a hacer un llamado a los presidentes de los partidos a actuar lo más unidos que sea posible dadas las actuales circunstancias.
Es que para el titular de Hacienda, Rodrigo Valdés, el traspié que sufrió el gobierno la semana pasada, cuando la comisión de la Cámara rechazó el proyecto de Carrera Docente con votos de diputados oficialistas, fue el símbolo de lo que no debe ocurrir, porque como se ha encargado de repetir, para él es una realidad indesmentible que los problemas políticos inciden en la economía.
Como eso no se lo puede permitir, con dicha inquietud se ha preparado para que los máximos dirigentes de la coalición lleguen al cónclave de este lunes con el mínimo de disidencia respecto a la necesidad de realizar ajustes al plan de reformas, a quienes ha intentado persuadir de que en un escenario de bajo crecimiento, es imposible cumplir con los compromisos tal como estaban planteados.
Él sabe que la tarea no es fácil por las distintas miradas que existen al interior del bloque, pero en línea con lo que ha estado haciendo desde que asumió, en estos días ha centrado sus esfuerzos para que en el encuentro oficialista se concilien las posiciones en torno al realismo, de manera que se acepte que es necesario introducir las rectificaciones a las reformas, como única fórmula para que éstas se puedan realizar.
Retorno del rol histórico
No ha sido una misión simple la que le ha correspondido al ministro Valdés, considerando que cuando asumió recibió como herencia que su antecesor, Alberto Arenas, en su calidad de encargado del programa en la campaña presidencial, tuvo como principal propósito que éste se cumpliera a cabalidad, sin tener en cuenta los necesarios resguardos económicos.
No ha sido una misión simple la que le ha correspondido al ministro Valdés, considerando que cuando asumió recibió como herencia que su antecesor, Alberto Arenas, en su calidad de encargado del programa en la campaña presidencial, tuvo como principal propósito que éste se cumpliera a cabalidad, sin tener en cuenta los necesarios resguardos económicos.
Con su reconocida capacidad técnica, el nuevo responsable de las finanzas se hizo cargo de ese error, lo que confirma que uno de sus sellos ha sido recuperar el rol histórico de los ministros de Hacienda, en cuanto a ponerle límites financieros a las ofertas políticas.
Una tarea que era complicada, teniendo en cuenta que tanto el ánimo de la propia presidenta Michelle Bachelet, como de importantes sectores de la Nueva Mayoría, era que nada podía ni debía obstaculizar o poner freno al plan de transformaciones estructurales.
Pero con las cifras en mano, que daban cuenta del bajo crecimiento o de la caída en la inversión, Valdés comenzó a sincerar que con ese panorama no era posible dar cumplimiento a todos los compromisos adquiridos.
Con un estilo que sus interlocutores reconocen llano, abierto y dialogante, el ministro logró permear la idea de que sin crecimiento no eran posibles las transformaciones que se planteaban, reinstalando en el oficialismo un concepto que parecía enterrado en medio de las ínfulas reformistas.
En esa cruzada, el titular de Hacienda consiguió el respaldo de algunos de los máximos dirigentes de la Nueva Mayoría, especialmente de los principales líderes tanto del Partido Socialista como de la Democracia Cristiana, quienes asumieron que la situación económica hacía imperioso un ajuste al plan reformista.
Con ello se entendió que Valdés se había anotado un punto, desde el momento que la necesidad de poner el foco en el crecimiento, incluso fue acogida por los personeros más díscolos del bloque en el tema de readecuar las reformas, como el presidente del PPD, Jaime Quintana, o del PC, Guillermo Teillier, siempre y cuando ello apuntara a contar con más recursos para cumplir con lo que estaba comprometido.
Despliegue en el Congreso
Pero la aceptación por parte de la Nueva Mayoría a la tesis del realismo impulsada por Valdés, que además acogió la propia mandataria en el consejo de gabinete del 10 de julio, fue solamente en términos generales, porque al momento de aterrizar algunas de las rectificaciones, comenzaron a aparecer aprensiones entre quienes se mantienen firmes en la línea de que ese realismo debe ser efectivamente sin renuncias.
Pero la aceptación por parte de la Nueva Mayoría a la tesis del realismo impulsada por Valdés, que además acogió la propia mandataria en el consejo de gabinete del 10 de julio, fue solamente en términos generales, porque al momento de aterrizar algunas de las rectificaciones, comenzaron a aparecer aprensiones entre quienes se mantienen firmes en la línea de que ese realismo debe ser efectivamente sin renuncias.
Como para el titular de Hacienda es necesario ceder en algunos aspectos, la inquietud de las huestes oficialistas lo impulsó a iniciar un despliegue en el Congreso durante los últimos días, con el ánimo de sondear con los parlamentarios tanto lo que sería posible de modificar, como aquello que parecía intransable para gran parte de ellos.
En esa arremetida, Valdés se encontró con importantes aprensiones de distintos sectores, como le ocurrió la semana pasada en un almuerzo con la bancada de diputados socialistas, donde muchos de ellos -en contraste con el ánimo de la mesa liderada por la senadora Isabel Allende- le hicieron presente que no cumplir el programa o frenar las reformas tendría efectos electorales que ellos no estaban dispuestos a asumir.
Pese a su intento por persuadir de que la realidad obligaba a priorizarlas, para lo que entregó un documento de 54 páginas en que exponía el complejo escenario económico, el ministro comprobó que no necesariamente había conseguido permear sus planteamientos a todos los parlamentarios, de quienes escuchó directamente lo que no estaban dispuestos a ceder.
El ambiente que encontró, sumado al episodio de la Carrera Docente, aumentó la preocupación de Valdés de cara al cónclave, instancia en la que espera que quede claro definitivamente cuál es el piso que tiene para aterrizar lo que espera proponer en términos concretos.
Los temas del debate
Como él mismo ha comentado, su prioridad es que los recursos que existen o los que puedan generarse, se puedan destinar a Educación, al entender que es el principal compromiso del gobierno.
Como él mismo ha comentado, su prioridad es que los recursos que existen o los que puedan generarse, se puedan destinar a Educación, al entender que es el principal compromiso del gobierno.
En ese contexto, en uno de los temas que espera no tener dificultades es en que se acepten algunos cambios legislativos a la reforma tributaria, porque ha encontrado eco en que tiene errores que se deben enmendar para hacerla más operativa, de manera que cumpla con su propósito de lograr más recaudación.
Más complejo es el caso de la reforma educacional, respecto de la cual si bien se ha instalado un consenso en cuanto a modificar el itinerario para la gratuidad de la educación superior, el debate pendiente apuntaría a la decisión de beneficiar sólo a los alumnos de los planteles del Cruch, propuesta que ha sido duramente cuestionada en estos días por el senador DC, Ignacio Walker, mientras el ministerio de Educación, se abrió a reconsiderarlo, en la medida en que Hacienda explicite si existen recursos para ello.
Como es sabido que éstos no son suficientes para cumplir con ésta ni con otras expectativas, desde el gobierno indican que una de las apuestas del ministro Valdés ha sido tratar de socializar la idea de introducirle algunas modificaciones a la reforma laboral en los términos que la aprobó la Cámara, con la tesis que él mismo le ha planteado a los parlamentarios en el sentido de que si bien no implica costos financieros, sí tiene un gran impacto macroeconómico.
Por lo que indican desde el gobierno, la esperanza del titular de Hacienda apunta a clarificar en el encuentro del lunes qué piso tiene para las indicaciones que deberá mandar al Senado. Por ahora, de acuerdo a los sondeos previos, se presume que podría encontrar respaldo para introducir algunos cambios tendientes a proteger a las Pymes, como aumentar el quórum para formar sindicatos, o hacer precisiones acerca de los servicios mínimos, pero no mucho más. Porque aun cuando el ministro se inclinaría a considerar algún tipo de reemplazo interno como postulan algunos sectores DC, sabe que no cuentan con la anuencia mayoritaria que requiere, por lo que pese a que el debate está abierto, lo probable es que la conclusión sea que no hay espacio para ello.
Como sea, para cumplir con sus expectativas el ministro Valdés sabe que debe sincerar todas las cifras, lo que se supone que hará, tras lo cual su apuesta es que los dirigentes de la Nueva Mayoría salgan alineados del cónclave en torno a su premisa de que para cumplir el programa, es necesario contar con recursos que ahora no están.
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