2015/06/15

“La gratuidad en la educación podría terminar destruyendo la calidad”

Para Ricardo Hausmann, economista venezolano y profesor de la Universidad de Harvard, la educación no es la cura de todos los males y, ciertamente, no es la respuesta para el crecimiento de los países. En esta entrevista, critica el rumbo de la reforma educacional chilena. “Es un tanto sesentona”, dice.
Por: Jorge Poblete 
Fotos: Verónica Ortíz
gratuidad
Muchos lo tomaron como una provocación. Otros tantos como una reflexión incómoda. En todos los casos, como un texto que “hay que leer” sobre el tema. En mayo, el economista, ex ministro de Planificación de Venezuela y hoy director del Centro de Desarrollo Internacional de Harvard, Ricardo Hausmann, publicó una columna titulada “El mito de la educación” y puso más leña a un debate ya bastante encendido.
Ironizando con la máxima del ex primer ministro británico Tony Blair de “educación, educación, educación” para impulsar al Reino Unido y citando, entre otros, el ejemplo de cómo China superó en pocas décadas el crecimiento de países con mayor escolaridad, expuso en su columna la reflexión central de su artículo: que la educación, aunque importante en sí misma, no es “la” respuesta para el crecimiento de los países. Más aún, que muchas veces las habilidades realmente utilizadas por la fuerza laboral, ni siquiera se adquieren en el colegio o las universidades. En resumen: que el debate está mal enfocado. Y que parece haber una ceguera colectiva al respecto.
Del caso chileno, que no mencionó directamente en su columna, habla en esta entrevista telefónica desde Harvard. Para Hausmann, que ve a Chile (o al menos la zona central del país) “como California, pero sin Hollywood ni Silicon Valley”, la reforma que impulsa el Gobierno puede, no sólo no generar más crecimiento, sino que disminuir la calidad en la educación.
El académico –cercano al ex precandidato presidencial Andrés Velasco, a cuyo almuerzo con los ex controladores de Penta también se refiere– critica, además, la resistencia del gremio de los docentes a ser evaluados y entrega ideas de hacia dónde, desde su perspectiva, Chile debiera apuntar en educación.
“El conocimiento de cómo se hacen las cosas existe fundamentalmente en las empresas y no en las escuelas. Son las empresas las que terminan, en el fondo, entregando a los trabajadores lo que necesitan”.
-Usted es economista y profesor de una prestigiosa universidad y, desde esas plataformas, decide lanzar un fuerte ataque a, precisamente, las ganancias que entrega mejorar la educación. ¿Por qué abrir fuego amigo?
-Yo soy profesor universitario, trabajo en esto y supongo que lo que hago sirve para algo. Lo único que no quisiera es sobrevender la mercancía.
-¿Cuál es su blanco, entonces?
-Estoy atacando una convicción que hay en muchos países de que su estrategia de crecimiento económico es su estrategia educativa. Yo tengo la mejor opinión de la educación como un objetivo en sí mismo, pero critico la idea de que educación sea una estrategia de crecimiento económico.
-¿Dice que la educación no sirve para el crecimiento de los países?
-Por ejemplo, en el caso de Costa Rica, que es un país que está decidiendo cambiar ahora la Constitución, dicen que hay que pasar seis puntos del PIB en educación y quieren imponer ocho puntos del PIB. Y ése es un país que no tiene infraestructura, por ejemplo. Ésa es su estrategia y por qué: porque dicen que la educación es súper importante para el crecimiento a largo plazo, etcétera. Y mi punto es que el mundo ha aumentado dramáticamente los niveles de educación y eso no generó el crecimiento que había de esperarse, dada la diferencia de ingresos, en su momento, entre los países más educados y los menos. Así es que, no es que si Chile llega a los niveles de educación de Holanda, va a ser tan rico como Holanda.
-¿Por qué no? ¿Cuáles son, según su análisis, los límites de la educación para contribuir al crecimiento?
-La educación es algo que esta generación le da a la próxima generación. Pero para que esta generación pueda invertir en la educación de la próxima, tiene que hacerse más productiva. Y como ésta ya salió del sistema educativo, la estrategia de desarrollo en el mediano plazo tiene que estar basada en hacer a esta generación más productiva.
Además, el conocimiento de cómo se hacen las cosas existe fundamentalmente en las empresas y no en las escuelas. Son las primeras las que terminan, en el fondo, entregando a los trabajadores lo que necesitan. Por eso es que éstas, cuando buscan a un trabajador, prefieren uno con ciertos años de experiencia. Hay muy pocas posiciones en las empresas modernas que pueden ser llenadas por gente que está recién saliendo del sistema educativo, ya sea secundaria, pregrado o posgrado.

Sesentona

-¿Chile está perdiendo el tiempo, entonces, debatiendo una reforma a la educación?
-Creo que hay miles de cosas que podrían hacer a esta generación mucho más productiva, sin tener que esperar una generación para encontrar las respuestas. Por ejemplo, la tasa de participación de la mujer en el mercado laboral en Chile, es la tercera más baja de América Latina. Y cuando uno pregunta por qué ocurre eso, bueno, es porque el acceso al trabajo está limitado por unos tiempos de traslado muy altos. Porque es un país donde no hay guarderías donde dejar a los niños. Donde básicamente el ecosistema no se ha arreglado para incorporar a la mujer al trabajo. Y entonces, bueno, toda la inversión en educación de las mujeres se está usando con muy baja efectividad, porque no las hemos conectado a los mercados laborales, porque no se han adecuado las normas del mercado laboral.
También hay que mejorar la infraestructura de transporte. En Santiago se hizo el Transantiago, que arrancó con gran dificultad, pero sería bueno hacer un estudio más detallado sobre cómo influyó ese cambio en las posibilidades de inserción de la gente al trabajo.
-Volviendo a la reforma, según sus análisis, ¿considera que Chile está por buen o mal camino?
-No me queda claro que la reforma educativa en Chile vaya a mejorar las cosas.
-¿Por qué?
-Porque la gratuidad en la educación superior es muy fácil que termine destruyendo su calidad. Cuando pusieron gratuidad en la educación superior en Francia y Alemania, la calidad del sistema educativo francés y alemán, y su contribución al desarrollo científico, se redujo sustancialmente, y más bien sobrevivieron otro tipo de organizaciones donde se terminó haciendo ciencia.
“El mundo ha aumentado dramáticamente los niveles de educación y eso no generó el crecimiento que había de esperarse dada la diferencia de ingresos, en su momento, entre los países más educados y los menos”.
-La gratuidad es uno de los ejes de la reforma impulsada por el Gobierno. ¿Qué razones tiene para afirmar que ésta puede bajar la calidad de la educación?
-Bueno, porque, en primer lugar, probablemente los montos totales que serán gastados en educación superior van a disminuir, porque el Gobierno va a poner lo que va a poder poner, y nadie más pondrá nada. Entonces, no me queda claro que vaya a haber más gasto educativo que el que hay ahora. En segundo lugar, muchas de las presiones que están teniendo es para que las universidades sean menos selectivas, y esa falta de selectividad termina afectando toda la dinámica educativa. Y en tercer lugar, creo que hay un enorme énfasis en la universidad y muy poco en el entrenamiento laboral en el trabajo. Y creo que lo que hace a Alemania competitiva no es el porcentaje de gente que va a la universidad, sino la enorme acumulación de capacidades en el trabajo que terminan siendo certificadas, que son propiedad del trabajador, que se mueven con el trabajador, pero que se acumulan en la empresa.
Entonces, veo a Chile con una agenda muy dominada por un tipo de reforma educativa un tanto sesentona.
-¿Sesentona?
-Me recuerda a lo que hizo Francia en la década de los 60.

Los ricos

-Usted centra su análisis en el crecimiento, pero otro de los motivos para fomentar la educación en la población es la movilidad social entre generaciones. ¿Qué valor le asigna a la educación en este ámbito?
-Uno altísimo. Me parece que el ingreso a la educación superior debería ser súper amplio socialmente. He visto estudios que muestran cómo muchas universidades en Chile se suplen de un número muy limitado de escuelas privadas de calidad y que hay poca movilidad social en todo el sistema educativo chileno. De modo que ampliar el acceso a la educación superior y hacerlo socialmente más inclusivo, es una fuente muy importante de igualación social.
-¿Pero la gratuidad, que usted acaba de criticar, no contribuiría precisamente a ampliar el acceso a la educación superior?
-Es que hacerlo gratuito quiere decir, básicamente, regalarle la educación superior a los ricos. En América Latina la gratuidad en educación existe en Brasil y Venezuela, y eso no ha impedido que, como el Gobierno tiene recursos limitados, esa política sea básicamente un subsidio a los ricos.
-La meta última de la discusión en Chile es mejorar la calidad no sólo en la educación superior, sino también en la escolar. De acuerdo a su diagnóstico, ¿cómo se logra?
-Conocemos muy poco sobre cómo aumentar la calidad. Eso, de por sí, ya es mucho. Porque cuando uno sabe que no sabe, por lo menos sabe algo: que tiene que averiguar cómo mejorar. Y creo que los sistemas que mejoran la calidad son los sistemas que dan libertades a distintas organizaciones para que exploren diseños alternativos, pero que tengan algún mecanismo de evaluación, para saber cuáles son los cambios que generaron mejoras y cuáles no. Entonces, ahí tiene que haber experimentación, evaluación y libertad. Y como no sabemos, tenemos que dejar que el sistema descubra y se facilite la imitación de la desviación positiva.
“El hecho de que uno esté evaluando a los profesores, no quiere decir que los esté evaluando para castigarlos. Los está evaluando para mejorarlos. Ignorar el desempeño no es una estrategia para mejorar la calidad”.
-Eso suena bien para Harvard, pero ¿le parece aplicable a la realidad chilena, particularmente en sectores vulnerables en Santiago y regiones?
-Totalmente. Para empezar, estamos ante la posibilidad de una revolución tecnológica con el desarrollo de nuevos materiales educativos basados en tablets, que permiten saber al profesor cuánto es lo que el alumno está aprendiendo, en qué parte de lo que está estudiando no está entendiendo, dándole información en tiempo real para identificar mejor las carencias.
Nadie va a encontrar en China el curso más barato de historia chilena. Muchas de estas cosas van a tener que ser desarrolladas en Chile. El sistema educativo, idealmente, va a estar explorando los materiales de uno o de otro (establecimiento) para ver cuáles funcionan mejor y ver que así se vaya formando una oferta relativamente competitiva de materiales educativos potenciales, para que las escuelas vayan probando y experimentando. Es un sistema dinámico, y no veo en qué el nivel de pobreza pueda impactar en estas posibilidades de desarrollo.
-Además de la inyección de recursos que requeriría, uno de los puntos clave de la propuesta que describe pasará por el nivel de los docentes, que es otro de los puntos que se analiza en la reforma en Chile….
-En eso la evidencia es bastante fuerte. No son los estudios del profesor, no son las credenciales del profesor, pero sí es el profesor lo que influye. En estos estudios que se han hecho, con exámenes estandarizados, su figura importa muchísimo.
-Uno de los puntos que genera más debate con los gremios es la evaluación docente.
-En Estados Unidos experimentaron con el siguiente sistema: medir, a través de los exámenes a los alumnos, la calidad del profesor, para identificar a los mejores docentes, reconocerlos como mentores de los demás y ponerlos a mejorar el desempeño de los otros. El hecho de que uno esté evaluando a los profesores no quiere decir que los esté evaluando para castigarlos. Los está evaluando para mejorarlos. Ignorar el desempeño no es una estrategia para mejorar la calidad.
-¿Qué sistema usan en Harvard?
-Aquí en Harvard a todos los profesores los evalúan los alumnos al final de cada materia, y la universidad usa esos resultados en su relación con los docentes. Y si uno recibió una evaluación muy mala, eso manda señales de alarma y moviliza ayudas: qué podría mejorar, cómo lo podemos apoyar para que mejore. No creo que Harvard sería mejor si eliminaran la evaluación de los profesores. •••
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“Mi tarifa normal es superior a lo que, se dice, cobró Andrés Velasco por esa charla”
Una relación cercana tiene el economista venezolano con el ex precandidato presidencial y ex profesor titular de Harvard, Andrés Velasco. Junto con mantenerse enterado del acontecer económico y educacional chileno, Hausmann también supo del almuerzo que el ex ministro de Hacienda mantuvo con los ex controladores del grupo Penta, días antes de las primarias en que perdió frente a Michelle Bachelet, cita por la que habría recibido 20 millones de pesos.
“Como profesor, a mí me invitan a dar charlas y mi tarifa normal es superior a lo que, se dice, cobró Andrés por esa charla. A mí me parece una tarea normal de los intelectuales, de la gente que sabe de economía”, declara Hausmann sobre la reunión.
Respecto de sus proyecciones políticas, dice que “Andrés Velasco es una persona que se ha dedicado a pensar las mejores políticas para su país, creo que lo hace con una tremenda dedicación, con honestidad, con ingenio y creo que para Chile es una fortuna tener a gente como Andrés dedicado a los temas públicos”.
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“Vamos camino a la recesión más importante que Venezuela haya tenido”
Ricardo Hausmann dice que en el Venezuela de hoy se aplica la frase del militar peruano Óscar Benavides, que retomó después el mexicano Porfirio Díaz: “Para mis amigos todo, para mis enemigos la ley”. La razón: los episodios de violencia contra opositores y la reclusión en que permanecen Antonio Ledezma y Leopoldo López en ese país.
A esto se suma la crítica situación económica que Hausmann describe como una “catástrofe que no tiene comparación histórica, porque Venezuela está saliendo del auge petrolero más largo y grande de su historia. Un apogeo que llevó al Gobierno a gastar como si el petróleo estuviese a 194 dólares cuando estaba a 100, lo que lo puso en una situación de extrema fragilidad cuando cayó el ingreso petrolero”.
“El dólar negro, el mercado paralelo, cuando llegó el presidente Maduro, estaba en 25 bolívares por dólar. Ahora está en 425 bolívares en dos años de gobierno. Eso es más o menos lo que ha pasado (…). La inflación de los primeros meses ha estado rompiendo el 11% mensual”.
“Vamos a la recesión más importante que Venezuela haya tenido prácticamente en su historia”, resume el economista.
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