2014/08/24

Economía chilena y caída de la inversión

Una conducción responsable debería preservar el crecimiento y el empleo, minimizando la incertidumbre que hoy existe.

AL ANALIZAR el nivel alcanzado por la inversión en capital fijo en el segundo trimestre de 2014 se aprecia que, respecto de su máximo nivel histórico alcanzado el cuarto trimestre de 2012, ha caído más de 16%, algo observado sólo en grandes crisis previas. Ello refleja, por una parte, un punto de comparación alto, por la pujanza excepcional de la inversión en 2012-2013. Pero a eso se suma que el nivel de inversión está hoy significativamente bajo lo que se habría podido pronosticar, en condiciones normales, a partir de las variables domésticas y externas que inciden en la rentabilidad esperada de los proyectos. 
La mejor explicación a la insuficiencia de inversión que se constata parece ser el ajuste estructural de la economía ante la inminente alza en la tributación de las empresas, y que, por ser aún incompleto, continuará teniendo efectos negativos sobre el crecimiento, el empleo y las remuneraciones en la economía, por un período aún prolongado.
Que la economía vaya a continuar desempeñándose bajo su potencial no significa que la inversión no vaya a repuntar. Más bien se esperaría que el efecto de la reforma tributaria, que es sobre el stock deseado de capital, ocurra selectivamente en los sectores donde el alza de impuestos sí afecta, y por un período de tiempo que tiene relación con la tasa de depreciación que sufre el capital en esos sectores. Se debe anticipar que la inversión retome su crecimiento -algo que ya comienza a ocurrir-, sólo que a ritmo inferior. Esto no significa que el alza tributaria tenga un efecto poco significativo; se le ha estimado un impacto acumulado entre 4% y 6% del PIB, presumiblemente concentrado en los próximos cuatro años. Eso va a repercutir en una caída permanente, de la misma magnitud, en los ingresos del trabajo en la economía, por menores remuneraciones o por menor empleo. Luego, dado que se espera una mayor recaudación fiscal en torno a 3% del PIB, que provendrá mayoritariamente de menores ahorros en las empresas, y que va a ser gastada en transferencias corrientes en una alta proporción, habrá una restricción sobre el ahorro que puede ser un lastre prolongado sobre el crecimiento. En el mejor de los casos, si la mayor estatización llegase a mejorar la calidad de la educación, los efectos positivos de la reforma serían percibidos lejos en el tiempo.
A la reforma tributaria se suma hoy un ánimo de restricciones a la inversión privada en diversos sectores, mientras se gestan limitaciones a la actividad empresarial en el ámbito laboral, y surgen iniciativas que afectan el derecho de propiedad. Por otra parte, a medida que se acerca la normalización monetaria en Estados Unidos, se hace más probable que se deterioren las condiciones financieras y económicas externas. Tan difícil como precisar la incidencia de cada uno de estos factores, es acotar su efecto agregado sobre el desempeño que va a experimentar la economía. En estas circunstancias, una conducción económica y sectorial responsable debería corregir muchas de las propuestas actuales para minimizar el daño económico, asegurando que cada instrumento contribuye positivamente al desempeño de la economía, y para no enfrentar a los inversionistas a un horizonte de limitaciones. 
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