Cuando pensamos en la protección de los consumidores, tendemos a identificar inmediatamente los hechos más claros de orden económico: cobros indebidos, cláusulas abusivas, publicidad engañosa y otros.
Esto, como consecuencia de que casos como La Polar, Cencosud y Banco Estado elevaron el perfil público de la actividad del SERNAC y pusieron en evidencia que muchas veces los mercados no funcionan adecuadamente y repiten comportamientos que no sólo atentan contra el interés de los consumidores, sino que van en menoscabo de aquellas empresas que sí quieren competir respetando las reglas del juego.
Hoy, mientras nuestro país se encamina al desarrollo, temas que ayer fueron resistidos, como la plena aplicación de la Ley del Consumidor en materia financiera, se encuentran resueltos, y nuevas expectativas aparecen en el horizonte gracias a la existencia de consumidores cada vez más conscientes y empoderados.
Es necesario que cuando pensemos en la protección que la ley entrega a los consumidores, vayamos más allá de su mero interés económico, recordando que los consumidores también tienen derecho a un trato digno y respetuoso, y a que las empresas no los discriminen arbitrariamente.
En este sentido, la protección a los consumidores tiene mucho en común con las garantías constitucionales y con los derechos humanos, y no podría ser de otra forma.
De esta manera, la apreciación integral de la protección al consumidor debe mirarse como un conjunto de reglas básicas de convivencia en todos los mercados y debe extenderse a nuevos ámbitos, relacionados con la consolidación en nuestro país de una cultura de respeto y valoración de los consumidores como piedras angulares en las estrategias de negocio de las empresas.
Bajo esta nueva mirada integral, que considera derechos meramente económicos y derechos orientados hacia las personas, como SERNAC recordamos que un mercado justo, es un mercado que funciona para todos.
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