Desde el inicio de la crisis, el rol jugado por Alemania para enfrentar los problemas financieros de Europa ha sido protagónico y determinante. Prácticamente se puede decir que Alemania ha gobernado a Europa y le ha impuesto un programa económico de grandes sacrificios sin mejores resultados. Tal realidad ha sido sistemáticamente negada por los políticos germanos, particularmente en las causas inducidas de la recesión económica y sus consecuencias sociales impuestas a los países de la Zona Euro (ZE).
Hoy, después de cinco años de crisis, desperdicio general de recursos y enorme desempleo para casi toda Europa, han comenzado de nuevo a sonar las alarmas sobre la persistencia y el posible recrudecimiento de la crisis, que terminarán afectando drásticamente la recuperación económica del mundo desarrollado. Tales alarmas han resonado en medio de la información del magro pronóstico de crecimiento anual de la economía europea de únicamente 1.1%, así como por el “Reporte del Tesoro de Estados Unidos (USA) sobre las políticas de la economía externa y la moneda (U.S. Treasury report on foreign economic and currency policies)”.
Específicamente, el Reporte señala que el enorme superávit en cuenta corriente de Alemania –que refleja tanto el mercado de bienes de servicios, como los flujos de capital con el exterior– es dañino, creando “una predisposición deflacionaria para lo zona euro, como también para la economía mundial” (Those Depressing Germans, PAUL KRUGMAN, November 3, 2013). La deflación es entendida como un proceso en la reducción sistemática de los precios, por una recesión prolongada, la que se identifica como depresión económica. La deflación es lo contrario a la inflación, que implica el aumento sostenido y general de los precios.
Como la recesión lleva a una caída en la producción y el empleo, que al prolongarse hace que la economía entre en una depresión económica, la caída de la demanda genera una reducción de los precios. La mayoría de los economistas consideran que la deflación es peor en sus consecuencias que una inflación, por sus efectos contraccionistas de gran duración sobre la producción y el empleo.
Para salir de una depresión económica y deflación, como hasta recientemente ocurrió en Japón, sorprendentemente para legos y comentaristas, sólo puede ser combatida alentando la inflación, para que los consumidores gasten hoy y no sigan difiriendo sus consumos ante la expectativa de menores precios. De igual forma, para que por la vía de la inflación los ahorradores consideren que su dinero guardado perderá valor, por lo que es mejor gastarlo hoy que verlo perder con la inflación. Con esos efectos, la demanda, aumentará y, consecuentemente, la producción y el empleo, que se verán también fortalecidos por la demanda externa, porque la inflación hace que la moneda se devalué, como ya le ha acontecido al Yen.
Ante el preciso señalamiento de USA, el portavoz del Ministerio de Finanzas señaló que Alemania no tiene desbalances que requieran la corrección de su crecimiento económico y de su política fiscal, entiéndase gasto público. Con este posicionamiento, Alemania no respondió directamente a lo observado en el Reporte. Alemania tiene actualmente el superávit relativo en cuenta corriente más grande del mundo, aún por arriba del correspondiente a China. Así, en relación al tamaño de su economía, Alemania tiene un superávit en cuenta corriente en relación a su Producto Interno Bruto (PIB) del doble del experimentado por China. Sin embargo el superávit alemán tiene una consecuencia depresiva tanto al interior de la ZE, como al resto del mundo.
En primer lugar, el superávit alemán fue explicado originalmente por el déficit en cuenta corriente de los países de la ZE, especialmente por Irlanda, Grecia, España, entre otros, y financiado por la entrada de capitales de Alemania a esas economías. Con las políticas contraccionistas impuestas a estos países, les fue posible sanear sus déficits comerciales, esperándose en contra partida que el superávit alemán también cayera, situación que no sucedió. Así, el superávit de Alemania se ha mantenido como claramente se observa en la siguiente gráfica.
P. Krugman, The NYT, November 3, 2013
En segundo lugar, el mantenimiento del superávit en cuenta corriente se debe a la reducción sostenida del costo relativo de la mano de obra alemana, como consecuencia de la reforma laboral y de pensiones implementada desde el inicio de los 2000’s (Paul Krugman, German Surpluses: This Time Is Different, The NYT, November 3, 2013). Hecho que ha mantenido aún los precios relativos del resto de la ZE altos, a pesar de la drástica reducción de salarios y pensiones en países como España.
En tercer lugar, y aún más importante, dado que toda la ZE comparte la misma moneda, es decir el Euro, Alemania ha podido aprovechar el debilitamiento, es decir depreciación, de la moneda comunitaria frente a otras monedas, particularmente el dólar. Así, “la moneda alemana”, que en otros tiempos fue el “marco”, en una situación de desbalance como la actual debería apreciarse, es decir revaluarse, frente al resto de Europa y el mundo. De haber sucedido así, Alemania hubiese aumentado su demanda interna y la atendida por el resto del mundo, incrementándose además sus precios, por lo que su superávit se habría automáticamente abatido, a la par que los déficits de los otros países, particularmente por la vía del tipo de cambio. Todo ello hubiera ayudado a incrementar la producción y el empleo de los otros países.
Ante la imposible devaluación del Euro al interior de los países miembros de la ZE, lo lógico habría sido que Alemania incrementara su demanda, es decir su gasto público y privado. Con ello se hubiese reactivado la producción y el empleo de la ZE y el resto del mundo, balanceándose el comercio de Alemania y saneándose los déficits en cuenta corriente con sus socios comerciales, reduciéndose el superávit teutón.
Como no ha sido posible sanear de manera casi “automática” el desbalance alemán, es totalmente dable, como lo ha hecho el Tesoro de USA, señalar que la política económica y fiscal de Alemania constituye un riesgo para el resto del mundo al perpetuar un bajo crecimiento de la producción y el empleo. Esto seguirá afectando la demanda mundial generándose el riesgo de una caída en los precios, es decir una deflación.
La deflación es el peor escenario que podría enfrentar el mundo, especialmente Europa y USA. La caída en los precios hace sistemáticamente caer a la economía, tanto por el valor de la producción, como por el desincentivo para la producción y la generación de empleo. En el mediano y el largo plazos, la deflación perpetúa la depresión económica, difícil de atender con medidas convencionales. Por ello, el Banco Central Europeo (BCE) pareciera que enfrenta una adivinanza para atender la amenaza de una deflación europea (The NYT, 6 de noviembre, 2013).
La amenaza de deflación, ante el hecho de un menor crecimiento ha obligado al BCE a estimular monetariamente, una vez más, a la ZE, bajando la tasa de interés 0.25 puntos base para operaciones de refinanciamiento. Simultáneamente, ha mantenido la tasa que el BCE paga a los bancos por sus reservas en 0 (cero) (FT, Breaking News, Thursday, November 07, 2013). La acción del BCE es una medida monetaria destinada a alentar la demanda privada, por la vía del consumo y de la inversión, pero sustentada en la voluntad de los bancos de prestar dinero y el deseo de las familias y empresas por consumir y ampliar sus inversiones y negocios.
Una simple política monetaria acercando la tasa de interés a cero, con la expectativa de la caída de los precios, es decir deflación, puede desalentar aún más el consumo y la inversión, por que guardar el dinero no es desalentado y posponer el consumo puede ser atractivo por la esperanza de que los precios sean menores en el futuro.
En estos casos de depresión y deflación, la baja en la tasa de interés debe ir acompañada de un mayor gasto público, para efectivamente aumentar la demanda y, consecuentemente, la producción y el empleo. El mayor gasto público, dada la tasa de interés cercana a cero, es fácil de financiar, como ha resultado en USA, pudiendo generar una inflación manejable que alentaría el consumo y el gasto de las familias y las empresas.
La depresión inducida por Alemania a buena parte de los países de la ZE y sus expectativas adversas para el resto por la vía de la deflación puede terminar por revertir la relativa fortaleza de la economía de USA que, a pesar de las tribulaciones políticas que ha enfrentado, el PIB creció sólidamente en el tercer trimestre a una tasa anualizada de 2.8% FT, (Breaking News, Thursday, November 07, 2013). Esta tasa anualizada contrasta fuertemente con el raquítico crecimiento estimado para 2013 por el Banco de México para nuestra economía de entre 0.9 a 1.4%. La economía mexicana, de esta manera, crecería a menos de 50%, de lo que crecería la economía de USA.
Imaginemos que pasaría a la economía mexicana si la “depresión económica” sigue afectando a la ZE y afecta a USA. México ha contraído su gasto público programado, afectando a la baja la demanda agregada, aún sabiendo que desde el primer trimestre la economía nacional se había desacelerado grandemente.
A estas alturas del año pareciera ser tarde para que el gobierno gaste más y mejor, aunque con rifas y premios pretenda alentar que los consumidores se endeuden más. Ya vendrán los tiempos en que el abonero toque dos veces la puerta para cobrarnos, entonces veremos que dinero no hay y que nos obligarán, una vez más, a lo imposible; pagar cuando no hay trabajo y los ingresos familiares se han menguado.

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