Por CARLOS MALAMUD
(Especial Infolatam).- No hay nada más imprevisible que el destino de la gente. Un día cualquiera, un acontecimiento nimio o grave puede cambiar en menos de un minuto el curso de la historia. En esta ocasión la salud de la presidente argentina, Cristina Fernández, ha trastocado el futuro de su país. El sábado 5 de octubre fue ingresada sorpresivamente para un chequeo completo. Tras unas horas que debieron parecer interminables para su círculo más cercano, se supo que tenía una hematoma interna en la cabeza (colección subdural crónica) y, como consecuencia de ella, debía guardar reposo durante un mes, al menos según la poco transparente versión oficial. Luego se verá y se tomarán decisiones. Pero si el problema no se resolviera no habría que descartar una cirugía craneal, con las complicaciones anejas.
Todo esto ocurre a menos de un mes de unas elecciones legislativas cruciales para el devenir político del kirchnerismo y de la propia presidente Fernández y ante serios problemas económicos que pronostican tormenta. La mayoría de las encuestas publicadas al día siguiente de tan trascendental anuncio seguían pronosticando una debacle del oficialismo, aún mayor a la vivida el pasado 11 de agosto tras conocerse los resultados de las primarias obligatorias. Las famosas PASO supusieron en su momento el final de la aventura reeleccionista de Fernández y pusieron en cuestión, inclusive, su proyecto político.
El origen del mal que aqueja a la presidente se originó en una caída sufrida el 12 de agosto y que no se manifestó hasta ahora. A partir de aquí surgen una gran cantidad de interrogantes que el tiempo irá resolviendo. En primer lugar, ¿cómo afectará su alejamiento temporal de la primera línea política en un momento tan trascendental como el actual? Y también otros no menos importantes, ¿cómo se reacomodará la oposición de cara a las elecciones presidenciales de 2015?, ¿estára el presidente en ejercicio, Amado Boudou a la altura de las circunstancias o supondrá una frustración colectiva de difícil digestión?
El mismo sábado hubo, incluso, quienes especularon maliciosamente que todo lo ocurrido no era más que una maniobra urdida para sacar partido del movimiento de simpatía popular provocado por la enfermedad presidencial. Así, se recordaba como la popularidad de Cristina Fernández creció espectacularmente tras la muerte deNéstor Kirchner y su posterior duelo. En este punto coincido con Joaquín Morales Solá que ve como inverosímil una situación tan atrabiliaria, sostenida por una trama que en su caso sería prácticamente imposible de ocultar.
De todos modos nadie sabe a ciencia cierta cómo afectará la dolencia presidencial el resultado electoral. En condiciones normales el alejamiento del conductor debería incidir negativamente en la campaña, pero eso habrá que verlo. En las que de momento son las elecciones más importantes, las de la provincia de Buenos Aires, las perspectivas del candidato opositor Sergio Massa (emergido de las entrañas del kirchnerismo) se acrecientan frente al oficialista Martín Insaurralde.
Si el kirchnerismo es castigado en las urnas (especialmente en las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y Mendoza y en la ciudad de Buenos Aires) es muy posible que el deterioro de salud de la presidente acelere el éxodo de los “nuevos” kirchneristas al “viejo” tronco peronista. En ese caso, la gobernabilidad del país se verá comprometida, con un aparato del poder cada vez más escuálido. Tampoco sería descartable que diputados y senadores oficialistas cambiaran su camiseta con el ánimo de garantizarse un porvenir más seguro bajo una filiación distinta, y renovada.
No hay que olvidar a la oposición, que también se verá afectada por esta situación. En el pasado tenían todo listo para enfrentarse a Néstor Kirchner y fueron incapaces de adaptarse a la nueva situación, siendo derrotados en toda regla. ¿Qué ocurrirá en esta situación y qué será de Daniel Scioli, que aspira a ser el candidato oficialista? ¿Serán Massa y los peronistas antikirchneristas los principales beneficiados o, por el contrario, radicales y socialistas podrán obtener mayores ventajas? ¿En qué lugar queda Mauricio Macri? Todavía es pronto para responder a tales interrogantes, teniendo en cuenta que su desenlace dependerá, en buena medida, de la evolución de la salud presidencial.
El otro gran problema que se abre al país es la presidencia interina del vicepresidente Amado Boudou. Si bienBoudou ya estuvo en algunos momentos al frente del gobierno, se trató de períodos muy cortos motivados por viajes presidenciales, o durante la pasada operación de tiroides de Fernández. Y en esas ocasiones el control sobre su persona fue cercano y estricto, muy estricto. En esta oportunidad todavía se desconoce el margen de autonomía que pueda tener Boudou, un personaje que levanta fuertes suspicacias inclusive en el kirchnerismo más ortodoxo.
La gestión de Boudou, seleccionado como vicepresidente por una decisión personalísima de Cristina Fernández, es una gran incógnita. Sus dotes de gestor, ya ni siquiera de estadista, están por demostrar y para complicar aún más las cosas arrastra a sus espaldas varios juicios por corrupción. Cómo será, que por no entrar no entra en ningún esquema sucesorio, comenzando por el del propio oficialismo. Un grave contratiempo en su labor durante el próximo mes podría complicar mucho más al gobierno kirchnerista.
A nadie en Argentina le interesa un pronto desfondamiento del gobierno ni un final anticipado. Hasta los opositores más feroces asumen que Fernández debe agotar su mandato en las mejores condiciones posibles. Por eso, tanto la noticia de la enfermedad presidencial como su obligado relevo han alterado profundamente el panorama político nacional. Una vez más la salud de un Kirchner (ayer Néstor, hoy Cristina) supone un peligroso quiebre del destino argentino.
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