2013/10/06

La enfermedad vuelve a cambiar la política


Por JOAQUÍN MORALES SOLÁ

(Extracto del artículo publicado por el diario La Nación)-. “No es la política sino la enfermedad la que cambia el destino de los Kirchner. También la política cambió ayer cuando se supo que la Presidenta está afectada por un hematoma en el cráneo. Su eclipse, que en principio duraría un mes, la aparta abruptamente de las elecciones más difíciles que tuvo que enfrentar en su vida política. Son elecciones que ya perdió en el primer ensayo de las primarias y que, según todas las encuestas, volverá a perder el 27 de octubre. Parece producirse una convergencia entre la decadencia política y la declinación física. El país que se encaminaba confiado y seguro hacia una definición electoral tropezó ayer con un escenario todavía imprevisible.

La enfermedad de la Presidenta es inescrutable hasta para los propios médicos. ¿Por qué consultaron con un prestigioso neurólogo? ¿Por qué si tenía un problema crónico, es decir, anterior y permanente en su vida, debe hacer ahora un mes de reposo? ¿Qué pasó realmente durante ese sábado de misterio? Los Kirchner (Cristina más que Néstor, en verdad) fueron siempre amantes de los secretos. Esa vocación por ocultar ha sido más profunda todavía cuando se trató del lado vulnerable de la familia: la salud del matrimonio.

…La adversidad de la víspera corrió el velo a dos problemas esenciales de la gestión de Cristina Kirchner. Uno consiste en que ella nunca se permitió prever siquiera que podría llegar el momento de un relevo suyo, aunque fuere temporario, al frente del gobierno. La designación de Amado Boudou como vicepresidente, una resolución solitaria de la Presidenta, fue un error que ahora cobra otra dimensión. Después de las muchas agitaciones judiciales de Boudou, y tras su caída vertical en la encuestas de opinión pública, carece hasta del respeto de los ministros para hacerse cargo de la conducción política del país. El peronismo, a su vez, abrió un espacio oceánico con el vicepresidente.

¿Es sólo el caso Boudou? No. Cristina Kirchner privilegió siempre la lealtad (o la simulación de la lealtad) antes que los atributos de sus funcionarios. Ella misma se dio cuenta, en la intimidad, de que se equivocó con Boudou. Pero no hizo nada para cambiar las cosas. No está dispuesta a aceptar en público un solo error en su vida, privada o política. Todavía sus funcionarios rebotan en los tribunales pidiendo en nombre de Cristina la absolución del vicepresidente en sus causas judiciales. Rebotan porque cambió la política o porque, como dicen los jueces, no podrían hacerlo sin cometer ellos mismos un delito.

El otro problema es la manera de gobernar. Cristina agravó el estilo de su marido, que hacía un culto de la conducción personalista, centralizada y radial de su gabinete. La Presidenta decide cuánto cuesta el dólar o qué embajador argentino debe ir a un país de África. Ella resolvió que Martín Insaurralde debía ser el candidato en la esquiva Buenos Aires y que debía abrirse un espacio de tregua con Daniel Scioli. Ella autorizó a Scioli a convocar a la conducción del Partido Justicialista, aunque la iniciativa fue del gobernador, y ella consintió que se publicaran avisos publicitarios de Insaurralde en diarios independientes. Ni siquiera le importaron las pruebas del absurdo: son los mismos diarios que sufren el cepo publicitario ordenado por su gobierno.

De todos modos, es un modo de gobernar muy parecido al de su esposo. Y es casi imposible que el cuerpo de un ser humano tolere que caigan sobre él todas las cuestiones, las grandes y las pequeñas, las importantes y las insignificantes, de un país. Así, o se paraliza el gobierno o le explota el cuerpo, solía decir un ministro de Néstor Kirchner cuando lo veía trajinar con los detalles de la administración.

Un rasgo también kirchnerista y constante es la disposición por la confrontación. La guerra y el rencor son malos consejeros para la salud y la vida. En aquellos diálogos recientes y reservados, la Presidenta se mostró como una política perseguida por opositores y periodistas. Su caso, dice, es único. Nadie fue tan perseguido, asegura. Cabe deducir que no leyó los diarios en los tiempos de Alfonsín, de Menem, de De la Rúa o de Duhalde. Pero ella ve habitualmente una conspiración hasta debajo de la cama. Y nadie responde a la agresión, real o supuesta, sin agresión.

…Guerrera y obsesiva con las cuestiones políticas y con el gobierno. El cuerpo humano es frágil ante los maltratos y el gobierno termina siendo débil cuando no se acepta la fugacidad del poder”.

www.infolatam.com

No hay comentarios.: