Ayer venció oficialmente el plazo para el blanqueo de capitales con el que la presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, esperaba resolver varios problemas -reactivar el mercado inmobiliario, contener al dólar paralelo y detener la alarmante caída de reservas-, y el resultado no podía ser más decepcionante: el monto ingresado es apenas 5% de los
US$ 4.000 millones que se había fijado como objetivo.
El plan consistía en que quienes tuvieran dólares "en negro" pudieran beneficiarse de una amnistía tributaria, con la condición de entregar las divisas al Banco Central, que a su vez entregaría certificados nominados en dólares (los famosos Cedin), que podrían ser canjeados por dólares solamente después de haber sido aplicados a una inversión inmobiliaria.
Lo cierto es que no solamente ingresó muy poco dinero, sino que además ninguno de los objetivos para el que fue creado se logró. El dólar blue sigue disparado y camino a los 10 pesos argentinos, las reservas siguen cayendo y ya están en un nivel de US$ 35.000 millones, algo más del doble de las de Uruguay para una economía 10 veces mayor. Además, la actividad inmobiliaria sigue sin reaccionar. Una encuesta reveló en agosto una impactante caída interanual de 28% en la actividad.
En los últimos días trascendió que se aprobaría una extensión de tres meses para este régimen, con el argumento de que si no había arrancado era, probablemente, porque la incertidumbre típica de los momentos preelectorales habían mantenido a los inversores en modo de "stand by".
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