Robert J. Shiller
¿Acaso son demasiadas las personas más talentosas que optan actualmente por carreras en finanzas y, más específicamente, por dedicarse al trading, a la especulación y a otras actividades supuestamente “improductivas”?
En Estados Unidos, el 7,4% de la compensación de los empleados en 2012 fue a manos de gente que trabaja en la industria de las finanzas y los seguros. Más allá de si ese porcentaje es demasiado alto o no, la verdadera cuestión es que la participación es aún más alta entre las personas con mejor nivel educativo y más realizadas, cuyas actividades pueden ser económica y socialmente inútiles, si no nocivas.
En una encuesta de universidades de elite de Estados Unidos, Catherine Rampell determinó que en 2006, poco antes de la crisis financiera, el 25% de los estudiantes a punto de recibirse de la Universidad de Harvard, el 24% de Yale y un gigantesco 46 por ciento de Princeton iniciaban sus carreras en servicios financieros. Esos porcentajes han caído levemente desde entonces, pero tal vez esto sólo sea un efecto temporario de la crisis.
Según un estudio de Thomas Philippon y Ariell Reshef, gran parte del incremento en la actividad financiera tuvo lugar en áreas más especulativas, a expensas de las finanzas tradicionales. Desde 1950 hasta 2006, la intermediación crediticia (préstamos, incluida la banca tradicional) cayó en relación a “otras finanzas” (que incluyen títulos, materias primas, capital de riesgo, capital de inversión, fondos de cobertura, fideicomisos y otras actividades de inversión como la banca de inversión). Es más, los salarios en “otras finanzas” se dispararon en relación a los de la intermediación crediticia.
Sin duda necesitamos que algunas personas se dediquen al trading y a la especulación. ¿Pero cómo sabemos si son demasiadas?
Para algunos, la cuestión es moral. Se considera que operar en contra de otros es una actividad intrínsecamente egoísta, aunque pudiera tener beneficios sociales indirectos. Pero, como les gusta señalar a los economistas, los operadores y los especuladores ofrecen un servicio útil. Analizan información sobre los negocios y (por lo menos parte del tiempo) intentan evaluar su verdadero valor. En consecuencia, ayudan a asignar los recursos de la sociedad a los mejores usos, es decir, a los negocios más prometedores.
Sin embargo, las actividades de estas personas también nos imponen costos a todos los demás. De hecho, un estudio de 2011 de Patrick Bolton, Tano Santos y José Scheinkman sostiene que un porcentaje significativo de la especulación y el trading simplemente busca obtener réditos.
En un estudio, Patrick Bolton analiza a los banqueros y la Ley Glass-Steagall, que les prohibía a los bancos comerciales involucrarse en una amplia variedad de actividades clasificadas como “banca de inversión”. Desde que la Ley Gramm-Leach-Bliley de 1999 revocó la Ley Glass-Steagall, los banqueros actuaron cada vez más como patrones feudales.
Para muchos observadores, la Ley Glass-Steagall no tenía sentido. De hecho, las principales ventajas de la Ley Glass-Steagall original pueden haber sido más sociológicas que técnicas, al cambiar la cultura y el entorno empresarios de maneras sutiles. Al mantener el negocio de hacer acuerdos por separado, los bancos podrían haberse concentrado en su negocio principal tradicional.
Bolton y sus colegas parecen tener razón en muchos sentidos, aunque la investigación económica aún no nos ha permitido estimar el valor que tiene para la sociedad el hecho de que tantos de nuestros mejores y más brillantes ciudadanos sigan carreras en los sectores hoy populares de las “otras finanzas”. Las actividades especulativas tienen ventajas y desventajas, mucho que es bueno y parte que es malo, y esto es muy difícil de cuantificar.
Necesitamos ser muy cautelosos respecto de las regulaciones que afectan esas actividades, pero no deberíamos evitar imponer regulaciones una vez que tengamos claridad.
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