Por SERGIO BITAR
(Infolatam).- “El pasado es prólogo” escribió Shakespeare. Conocer e interpretar la historia es esencial para construir futuro. Quien borra la memoria, daña la convivencia y arriesga cometer los mismos errores. La dictadura y su secuela de violación masiva de los derechos humanos y represión abrió una herida que no ha cerrado, pero los chilenos que la sufrieron han tenido la fortaleza de superarla y reconstruir una sociedad democrática. ¿Qué lecciones hemos aprendido los chilenos de esa gran tragedia ocurrida en 1973, de la lucha contra la dictadura y de la reconstrucción de nuestra democracia?
La respuesta está en lo que hemos logrado hasta hoy y, también, en nuestra capacidad de impulsar nuevos cambio. Hemos construido un país libre, más inclusivo y pujante, dejando atrás el miedo, el odio y la miseria. Hemos ido superando las divisiones, con verdad y justicia. Los crímenes no han quedado impunes o se prosiguen los juicios y los derechos humanos se han hecho parte de la cultura nacional. Los intentos de anular la memoria fracasaron, la memoria le ganó al olvido.
Creció la conciencia de los derechos y el respeto a la diversidad. Aprendimos a crear coaliciones políticas amplias para materializar los cambios, buscando lo que nos unía en vez de resaltar lo que nos separaba. Perfeccionamos y afianzamos las instituciones democráticas, subordinando a las FFAA al poder civil. Hemos reducido considerablemente la pobreza y manejamos la economía con responsabilidad, elevando notoriamente el nivel de vida de los chilenos.
Pero importantes temas permanecen pendientes, y han surgido nuevos desafíos que han adquirido preminencia a medida que se amplía la conciencia ciudadana. Chile arrastra una institucionalidad rígida, heredada de la constitución impuesta por Pinochet en 1980 que consagra un poder de veto de la minoría de derecha. La sociedad chilena sufre una desigualdad que socava la democracia, alienta la desconfianza y reduce la probabilidad de lograr acuerdos nacionales. Se desperdicia el talento de gran parte de la juventud, por la baja calidad de la educación y la discriminación. La economía chilena, a pesar de nuestro progreso económico,depende excesivamente del cobre y de otros recursos naturales, con poca diversificación, menguada innovación tecnológica y escaso valor agregado.
¿Cómo seguir avanzando, inspirados en las lecciones de la historia?
Chile no es aún un país reconciliado. Hay heridas que no cierran.Subsisten divergencias y desconfianzas. Sectores de derecha aun justifican las violaciones de los derechos humanos, atribuyéndolos a la crisis política previa al golpe, o declaran no haber sabido. Chile no es un país con real igualdad de oportunidades. Persiste una gran concentración del poder económico y segmentación social.
Podemos y debemos hacer más. Lo primero es proseguir el camino del reencuentro basado en la verdad y la justicia. Tras 40 años de silencio la Corte Suprema ha reconocido el abandono de su función y el servilismo de muchos de sus miembros a la dictadura. El Gral. Cheyre dio un paso importante como comandante en jefe del ejército al decir nunca más. Sin embargo, la Armada no ha efectuado un acto equivalente. Tampoco la Fuerza Aérea, responsable de bombardear el palacio presidencial con el presidente adentro. Aportaría también al entendimiento nacional una voz condenatoria, no justificadora, de la violación de los derechos humanos por los partidos de derecha.
Lo segundo es perfeccionar las instituciones y elaborar una nueva Constitución, en democracia, que exprese unavisión y una voluntad compartidas por todos los chilenos. La actual, impuesta en dictadura, carece de legitimidad de origen y contiene principios y conceptos no compartidos por la mayoría de los chilenos: el sistema electoral, los derechos ciudadanos, la educación, el agua, las restricciones al rol del Estado.
Asimismo, debemos adoptar medidas económicas, tributarias y sociales que nos conduzcan a una sociedad más inclusiva e innovadora. Cuando la distribución de ingresos antes y después de tributar permanece inalterada el sistema esta distorsionado. Cuando la salud y la educación públicas decaen existe una falencia en la provisión de los bienes públicos.
Las distintas lecturas del pasado no desaparecerán, pero ellas no son obstáculo para construir futuro. El pasado y sus lecciones avivan la voluntad de entenderse entre chilenos, con respeto a los derechos humanos y a la diversidad, más aun en un nuevo mundo globalizado que exige sentido de comunidad, cohesión social y trabajo en equipo. La magnitud de la tragedia vivida incita a las nuevas generaciones a progresar sin violencia ni exclusiones.
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