2013/09/07

Carlos Cáceres habla del rol de Pinochet en la implementación del modelo y de las "luces y sombras" de su gobierno

"Hubo situaciones de gran éxito y hubo algunas situaciones complejas, reconocidas como tal, que evidentemente ensombrecen este éxito económico", afirma el ex ministro de Hacienda e Interior.  

Poco más de treinta años tenía Carlos Cáceres cuando fue convocado a formar parte del Consejo de Estado, recién formado el gobierno militar. Luego ocupó otros tres cargos durante la "era Pinochet": presidente del Banco Central en 1982; ministro de Hacienda en 1983, en plena crisis financiera, y ministro del Interior en 1988 y 1989.
Se siente orgulloso de haberlo hecho. Es de los que hablan de "pronunciamiento militar", no de golpe; de "gobierno militar", no dictadura, y de "Presidente Pinochet". Y no obstante reconocer la existencia de atentados contra los derechos humanos durante dicho período -aunque, aclara, "no soy partícipe de esta especie de corrida de perdones que se está generando"-, en el largo plazo, para la historia, cree que perdurará la imagen de un gobierno que impulsó la modernización del sistema económico, implementando un modelo "altamente exitoso", y que creó la nueva institucionalidad tras la crisis política de 1973.
Incluso cuando se le pregunta por las millonarias cuentas que Pinochet mantenía en el Riggs, Cáceres no duda: "Yo conversé directamente esto con el Presidente Pinochet y me señaló que jamás había tomado dineros que no le correspondían. Me quedo con su palabra".
Leal como pocos, Cáceres -ingeniero comercial, MBA Cornell University, ITP Harvard- habla de lo que llama "las luces y sombras" del gobierno militar, a 40 años de su inicio.
"El gran legado en el aspecto económico está en haber establecido una institucionalidad fundamentada en dos aspectos especiales: el rol subsidiario del Estado y el auténtico ejercicio de la responsabilidad individual. De estos dos aspectos emerge una serie de modernizaciones: la seguridad social, la gran reforma de la previsión, la apertura en el tema educacional, en la salud", dice el actual presidente del Instituto Libertad y Desarrollo.
-Esa es la matriz, ¿cuál cree que fue la principal política económica que se impulsó?
-La primera política, y a mi juicio una de las más significativas, fue la apertura del mercado chileno. Eso fue muy al principio, en un discurso de fin de 1973 el ministro de Hacienda, el almirante Lorenzo Gotuzzo, anunció la decisión de ir a una apertura de la economía, bajando los aranceles, del promedio que era del rango de 120% a 35%. Se siguieron haciendo reducciones hasta llegar al término del gobierno militar a 12%, y hoy estamos hablando de 1,2%. Fue un elemento fundamental para mejorar la competitividad.
Un segundo elemento está en los equilibrios macroeconómicos. Si uno analiza la historia económica entre 1940 y 1973, el concepto de equilibrio económico se pierde: no importaba cuál era el déficit fiscal, la emisión monetaria. Al término del gobierno del Presidente Allende el déficit fiscal llegaba al 25% o 30% del Producto, la inflación llegó hasta el 1.000% en un año. Desde un primer momento las autoridades del gobierno militar colocan el concepto del equilibrio macroeconómico como un elemento esencial en la conducción.
-¿De dónde nace el interés de Pinochet por este sistema económico, en ese minuto incipiente en el mundo?
-Primero, el Presidente Pinochet tenía conciencia de lo que no había que hacer. Chile había experimentado un proceso de deterioro económico, en función de una estrategia errada, y que había llegado a una vinculación entre el manejo político y el manejo económico, que terminó con este país al borde de perder el valor fundamental de la libertad. El Presidente Pinochet estaba muy consciente de que para restaurar una auténtica democracia, era indispensable darle curso a una nueva estrategia económica. Un segundo punto es que cuando uno comentaba estas cosas con el Presidente Pinochet siempre decía que él hizo cursos de economía, y, efectivamente, hizo algunos cursos cuando fue agregado militar en Ecuador y por lo tanto conocía los conceptos fundamentales de la operatoria de los mercados. En tercer lugar, está el valor que tuvo el trabajo que se formuló en el Ladrillo, este grupo de profesores que se había educado en la Universidad de Chicago, que en un análisis objetivo hizo un diagnóstico de por qué Chile había llegado donde llegó en 1973, y eso se tradujo en una especie de tabla con los aspectos fundamentales que debía seguir un gobierno.
-¿Estos cambios habrían sido posibles en democracia?
-Probablemente fue más rápido y hubo más flexibilidad para los procesos. Pero al final creo que esto descansa mucho en la voluntad de las personas. El Presidente Menem, en su primer gobierno, tuvo la voluntad de hacer una modernización importante de la economía argentina, y lo hizo con un parlamento. El presidente Fujimori lo mismo en Perú. A mi juicio puede ayudar, pero si la autoridad política no tiene la voluntad de llevar las cosas adelante, con democracia o sin democracia, no lo va a hacer.
-¿No cree que, por ejemplo, haber generado estos cambios de forma tan rápida empujó a la crisis del 82?
-Tras un primer período comienza un manejo bastante más ordenado de la política monetaria, la economía chilena comienza un proceso de renacimiento y alcanza tasas de crecimiento bastante elevadas, entre 1976 y 1982. Ahí viene la fijación del tipo de cambio, en 1979, pero simultáneamente la disparidad, la ausencia de establecer coherencias con la regulación. Y aquí se produce un hecho muy concreto que deriva en la gran crisis financiera. La regulación financiera que había era la que venía del año 1937, cuando los únicos créditos externos que se otorgaban provenían de los gobiernos a los gobiernos.
Ahora, es importante analizar cómo se enfrentó esa crisis, porque frente a una caída en el Producto de 15% en un semestre, con un desempleo casi de 30%, entonces nació la desconfianza en el modelo que había tomado Chile en el año 1974.
-Los frutos del modelo se empezaron a notar al final del gobierno militar, ¿eso no los motivó a volver atrás?
-Es que hay que hacer la separación entre lo que es el modelo y lo que son los instrumentos del modelo. Uno puede tener el concepto del modelo, pero puede fallar en la aplicación de ciertos instrumentos. Aquí en Chile, un instrumento, el tema de la regulación financiera que mencionábamos, y también a mi juicio la mantención de un tipo de cambio fijo, que probablemente frente a una diferencia entre la tasa de inflación de los mercados internacionales con la inflación que había en Chile, hizo perder competitividad a la economía.
Y aun cuando se generó una gran desconfianza en el modelo, y muchos sectores de trabajadores y empresarios promovieron buscar un cambio, nuevamente hubo firmeza del Presidente Pinochet, en cuanto a que lo que había ocurrido no era culpa del modelo, era la aplicación de instrumentos del modelo.
-¿Y en el mundo militar también me imagino hubo presiones para cambiar el modelo?
-Cuando nace la desconfianza, emerge una serie de voluntades distintas. Hubo debate, había muchos ministros en desacuerdo con las cosas que se estaban haciendo, y yo me recuerdo que en mi año y ocho meses de ministro de Hacienda, estuve renunciado unas 5 o 6 veces. Era un intercambio que ocurría todos los meses por la discrepancia que había de cómo enfrentar la contingencia económica.
Una anécdota: estando en el Ministerio de Hacienda recibo una llamada del teléfono colorado. Era el Presidente Pinochet. Me pregunta: 'Ministro, ¿está usted de pie?'. Sí, le contesté. 'Siéntese', me dijo. Y continuó: 'Ministro, quiero que baje el precio del dólar'. Plop. En un momento en que la situación económica no podía ser más grave, en forma voluntarista producir una baja del dólar era algo que desde el punto de vista económico no se podía hacer. Se inició una conversación extensa en la que le expuse cuáles podían ser las consecuencias, y al término de la conversación me dijo: 'Ministro, olvídese de lo que le he planteado'.
"Pinochet asumió también la responsabilidad que le competía"
-En estos días se ha dicho mucho respecto al 11 de septiembre, algunos han pedido perdón, otros han buscado designar responsabilidades, ¿qué piensa usted?
-Los hechos hablan por sí mismos, la economía tuvo un vuelco fundamental y la realidad es que este país pasó a ser un pionero en esta estrategia económica que ha dado grandes resultados. En toda administración se dan procesos de luz y de sombra, y el gobierno militar tiene sombras y eso hay que reconocerlo. El perdón es algo muy personal, yo no soy partícipe de esta especie de corrida de perdones que se están generando, habiendo reconocimiento que hubo un período en el cual las violaciones a los derechos humanos fueron efectivas, fueron reales, y sobre lo cual el Presidente Pinochet asumió también la responsabilidad que le competía. Recuerdo bien la carta que mandó cuando estaba en Londres, que yo leí, y recuerdo los párrafos en que él asume la responsabilidad, pero señalando que aquí no hubo una política de Estado, fueron hechos puntuales, circunstanciales.
-¿Qué le pasa cuando escucha los abundantes relatos de torturas y detenciones que han salido por estos días?
-A cualquier persona bien nacida, que tiene valores, le produce una reacción negativa, nadie puede estar de acuerdo con las cosas que acontecieron en ese momento, pero no miremos solamente ese aspecto del proceso, sino el conjunto, y miremos también la realidad de Chile en el período en que ocurrieron esos hechos. Hace falta colocar esto en un contexto, reconociendo que esos hechos siempre van a ser absolutamente reprobables.
Yo discrepo que se asigne que aquí hubo una política de Estado de violación a los derechos humanos. Habiendo conocido al presidente Pinochet y a los miembros de la junta de gobierno, pensar que ellos como política de Estado iban a establecer el criterio de la violación de los derechos humanos, a mí me parece que no corresponde a la realidad.
-El informe Rettig dice que las víctimas del gobierno militar son entre 2 mil y 3 mil personas. ¿No le parece esa una política?
-Reitero, habiendo conocido, participado y sintiéndome muy orgulloso de haber participado en el gobierno militar, no me parece viable ni razonable que dentro del espíritu de la doctrina militar pueda haber emergido una política permanente y consistente de violación a los derechos humanos.
-¿Aun cuando haya 2 mil casos?
-Son casos que fueron ocurriendo a lo largo del tiempo y en un período muy complejo de la vida política chilena, cuando se inicia el pronunciamiento militar el 11de septiembre de 1973, en que prácticamente Chile estaba al borde de la guerra civil. Coloquemos las cosas en su contexto.
-Pero son hechos que enlodan al gobierno militar.
-Evidentemente, no hay gobierno que no tenga luces y sombras. En el caso del gobierno militar hubo situaciones de gran éxito en la parte económica y hubo algunas situaciones complejas, delicadas, reconocidas como tal, que evidentemente ensombrecen este éxito económico. Pero también coloquemos en el lado positivo el proceso de entrega del gobierno, aquí cuando se habla de dictadura en forma despectiva... ¿qué dictadura entrega el poder?
-¿Pero qué vale más: las reformas económicas o las violaciones a los derechos humanos?
-Pero si los derechos humanos también fueron violados por la oposición, no quiero establecer aquí una especie de balanza, tantos tuyos, tantos míos. Recordemos que el proceso de violencia en Chile parte en 1967 con la declaración del Partido Socialista que coloca la violencia como un instrumento para alcanzar el poder. Eso hoy no se menciona.
-¿Usted hace alguna autocrítica?
-En el ejercicio de los cargos que tuve, no tuve conocimiento de las cosas que se han sabido después

por:  José Tomás Santa María

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