Su principal triunfo fue reducir la inflación.
En la década de los 80, Thatcher fue una de las impulsoras de la apertura económica, junto con Ronald Reagan en EEUU. Esta consistió en desregular la actividad económica, privatizar las empresas públicas, achicar el gasto estatal y flexibilizar el mercado laboral, con el objetivo de promover el crecimiento y recuperar un país en declive.
Privatizó el agua, la energía, el gas, las telecomunicaciones y el transporte aéreo, entre otros.
También impulsó la venta de viviendas sociales a sus inquilinos. El Estado vendió más de dos millones de casas entre 1980 y 1995, y el porcentaje de británicos que poseía su vivienda subió en ese periodo del 55% al 67%.
Tras lograr dominar una serie de huelgas, además logró cambiar la legislación laboral y convertir al Reino Unido en uno de los países con un mercado de trabajo más abierto. Combatió duramente a los sindicatos por creer que dañaban la economía. Esto, junto a la desindustrialización, hizo que los trabajadores sindicalizados bajaran de 13 millones en 1979 a 6,5 millones en la actualidad.
Además redujo los gastos sociales en educación y la vivienda.
Tras dos primeros años de recesión el crecimiento a la mitad de su gobierno registró un auge, para volver a declinar hacia el final. De este modo, la expansión de la economía durante 1980-1990 promedió 2,7%, según Bloomberg.
El desempleo, que alcanzaba el 6% cuando asumió y llegó casi al doble en 1984, promedió 10% en todo el ciclo.
A nivel global, la participación de Reino Unido en el PIB mundial, basado en paridad del poder de compra, declinó de 4,3% a 4,1% entre 1979 y 1990, según Martin Hutchinson, columnista de Reuters.
Pero la inflación cayó de 16,8% en 1980 a 7,0% en 1990, con un promedio de 7,6%, según el FMI.
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