“Afortunadamente, nunca he tenido el toque de Midas, ¿no conoce la historia?”, le respondió Carlos Slim al Financial Times, cuando el diario le preguntó si acaso había perdido el don. Él se inmuta poco y nada. ¿Qué son un par de miles de millones de dólares menos en una fortuna de casi 70 mil? Aquí, los miles de mundos de Carlos Slim. Por M. Cristina Goyeneche
De piel bronceada, camisa blanca y sin corbata, recibiendo en su oficina al Financial Times para comentarle –en su simple inglés–, que la pérdida de 2,6 mil millones de dólares en el valor de sus inversiones europeas en lo que va del año, no lo altera (“estamos en Europa porque queremos estar en Europa”, dijo). De elegantísimo smoking, compartiendo mesa y amena conversación con Sophia Loren en la cena que el banco suizo Julius Baer organizó en Ginebra para conmemorar el centenario de Carlo Ponti, esposo de la actriz italiana. O de copiloto de Enrique Peña Nieto, actual Presidente de México, tras la inauguración de una ciudad deportiva en Nazca. Recorriendo los pasillos de su museo, el Soumaya, junto al ex mandatario Carlos Salinas de Gortari, donde colgó 3.400 de las 64 mil piezas de arte que posee. Sentado junto a Miguel Bosé y Warren Buffett para el lanzamiento de la fundación Alas –liderada por Skakira– que busca romper con la pobreza en América latina.
En las graderías del Estadio Foro Sol, en Ciudad de México, luciendo la chaqueta de la selección nacional. A su lado, claro, el obispo del DF. En la Casa Rosada, junto a la presidenta Cristina Fernández, hablando sobre el estado de sus inversiones en Argentina. Desde el año pasado es, ni más ni menos, dueño del 8,4% de YPF. Recorriendo Managua, otra ciudad en la que tiene negocios, junto al mandatario nicaragüense Daniel Ortega, y de smoking nuevamente, abrazando a la supermodelo Petra Nemcova durante una gala de la fundación Happy Hearts.
"El precio de la acción es importante, al final. Pero, ¿cuándo vendrá el final? Tenemos una visión a largo plazo”, dijo la semana pasada, tras la caída de sus inversiones en Europa.
Un soleado día camina, de toga, por los patios de la Universidad George Washington tras recibir el grado “honoris causa” por su trayectoria filantrópica. En una madrileña plaza de toros, riendo junto al ex presidente Felipe González o Bill Clinton, y en algún podio del mundo hablando de sus esfuerzos con Bill Gates para combatir el hambre en países subdesarrollados. De smoking, otra vez, entrando a una cena de gala en la Casa Blanca de Obama, de quien fue uno de los principales financistas para su campaña de reelección; o nuevamente en la Casa Blanca sosteniendo reuniones con un puñado de secretarios de Estado norteamericanos en su calidad de vicepresidente de la Comisión de Banda Ancha para el Desarrollo Digital (co-patrocinada por la Unesco). Conversando animadamente con Alvaro Saieh, Carlo Solari o Nicolás Ibáñez, durante el encuentro Padres e Hijos que él creó y que los multimillonarios del continente apuntan en su agenda cada año desde hace una década.
Dueño de un intenso romance con una de las mujeres más bellas del Medio Oriente, la reina Noor de Jordania, con quien recorrió el mundo secretamente en la misma época que decidió dejarle a sus hijos el control diario de sus empresas, Carlos Slim (73 años), el hombre más acaudalado del mundo –con una fortuna estimada en 69 mil millones de dólares según Forbes y que, ojo, cambia día a día– ha llegado al punto de la omnipresencia. Imagine un tema y él estará detrás de alguna forma. La más obvia es a través de su mega entramado de empresas que a su vez participan en más de 200 compañías repartidas por el orbe. Controla algo más del 20% de la bolsa de México y América Movil (ex Telmex), uno de sus principales barcos de batalla, está presente en 18 países y le da servicios de telefónica fija, celular y televisión pagada a 200 millones de personas en el mundo. Sólo en Estados Unidos, por ejemplo, es el líder de la industria de la telefonía celular prepago, poniendo su foco en los estratos bajos y las comunidades latinas. Y en Europa está pisando fuerte, buscando darle pelea en sus tierras a su archirrival, Telefónica. No sólo es dueño del 28% de la empresa de telecomunicaciones holandesa KPM (controladora de EPlus, proveedora de telefonía celular en Alemania) sino además acaba de cerrar la compra del 23% de Telekom Austria la cual, pese a enfrentar problemas financieros, es líder de la industria en Europa Central y del Este.
El resto de sus negocios, todos capitaneados por sus tres hijos hombres –Carlos, Marco Antonio y Patrick– lo tienen como actor relevante en otro puñado diverso y abultado de empresas. A través del Grupo Carso está en la industria, la construcción y el retail, controlando la cadena de tiendas mexicana Sanborns y Sears. Con el Grupo Frisco juega en el área minera; el Grupo Inbursa tiene sus pies en el sector financiero e Ideal está enfocada al desarrollo de mega proyectos de infraestructura en América latina.
Inversiones más “pequeñas”, hobbies y gustos personales también tiene. Cómo no. Participa en The New York Times (6,4%), es el principal accionista de Saks Five Avenue (15%) y tiene otro porcentaje en Phillip Morris. En España, Slim está en la CaixaBank y en el Grupo Prisa, editor del diario El País.
Entre sus propiedades más valiosas –pese a que todavía vive en la misma casa en que crío a sus seis hijos y le encanta contar que maneja el mismo Mercedes Benz desde hace diez años-, estaría la mansión Duke-Semans, en plena Quinta Avenida de Nueva York. Y “estaría” porque mientras sus cercanos lo desmienten, The Wall Street Journal asegura que a través de una de sus empresas pagó 44 millones de dólares por ella. En la fórmula Uno este mexicano de origen libanés tiene su escudería propia, y acaba de pagar 2 millones de dólares por entrar a la liga española de fútbol tomando el control del Real Oviedo.
Dueño de una de las colecciones de antigüedades y arte más relevantes del mundo, tuvo que levantar su propio museo, el Soumaya, llamado así en honor a su esposa ya muerta. Allí está desde el primer fonógrafo de Thomas Edison hasta 300 esculturas de Rodin, más que las que hay en el museo del artista en París.
La filantropía ocupa parte importante de su vida, y hasta ahora, 6 mil millones de dólares de su bolsillo. “Es bueno económicamente. En el pasado era algo ético y moral. Hoy sacar a la gente de la pobreza es insertarla en la economía moderna, es bueno para la economía, para el país, para la sociedad y para los negocios. Es la mejor inversión”, fue su explicación.
Cuento aparte son las actividades que realiza la Fundación Carlos Slim, la cual ha puesto su foco en la educación, la construcción de bibliotecas electrónicas, y las iniciativas que impulsa de mutuo propio. Así como fue un activo comprador y restaurador de propiedades en el casco histórico de la Ciudad de México, poniendo varios millones de dólares para revitalizarlo, ahora está empeñado en replicar la idea en Acapulco.
Si hay algo que caracteriza a Slim versus sus pares multimillonarios, es su alto perfil público y la controversia que generan sus negocios. Así como entre los 80 y 90 el comentario era la manera en que compró a muy bajo precio compañías estatales o en crisis financiera, por estos días, con su aumento de poder en el rubro de las telecomunicaciones, la palabra monopolio está constantemente rondando sus oficinas. Y cómo no. Controla el 70% de la telefonía móvil y 80% de la fija sólo en México. Al punto que un reciente estudio de la Ocde señaló que la falta de competencia en esta industria le ha costado a la economía de este país 25.000 millones de dólares anuales.
Quinceañero
En lo concreto, Slim –ingeniero civil de la Universidad Autónoma de México– llegó por primera vez al ranking Forbes en 1991 con un patrimonio estimado en 1,7 mil millones.
Este primer salto lo construyó sumando la herencia de su padre, un comerciante libanés que llegó a México en 1902 y que desde cero levantó un patrimonio valorado en cien millones de dólares, y su peculiar interés por hacer negocios. Porque desde los 15 años que Carlos Slim invierte en la bolsa y en bienes raíces, con la virtud de tener muy buen ojo para comprar barato. La misma filosofía con la que, ya más grande, fue adquiriendo empresas de los más diversos rubros. A los 25 años tenía su corredora de bolsa, había comprado la embotelladora Jarritos del Sur, e Inmobiliaria Carso daba sus primeros pasos.
Industria, minería, comercio, maquinaria pesada, alimentos, tabaco. Prácticamente no hay área de negocio en México en la que no haya estado presente. Con la crisis económica del 82 y las finanzas del país prácticamente paralizadas, Carlos Slim supo hacer lo suyo. Seguir sumando empresas y vendiendo empresas.
La compra de Telmex al Estado en 1990 lo catapultó al listado de millonarios del mundo. Diez años después Forbes calculó su patrimonio en 10,8 mil millones de dólares, y entre el 2010 y el 2012 terminó por coronarlo como el hombre más rico de la Tierra, con cifras que han estado siempre sobre 60 mil millones.
Una hazaña que debería repetirse este 2013. Por eso, cuando las noticias hablan de la caída en las utilidades de América Móvil en un 8% el año pasado y, como consecuencia, de la fuerte baja en el precio de sus acciones, Carlos Slim no se inmuta. “Hay especuladores, que compran y venden. Hay inversionistas como Warren Buffett. Y hay hombres de negocios, como yo. Lo importante es la visión de la empresa, los beneficios potenciales y el desarrollo, en lugar de si su precio de la acción sube o baja”, fue su comentario días atrás para Financial Times. •••
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