Andrea Repetto Doctora en Economía del MIT y académica de la Escuela de Gobierno de la UAI.
Uno
de los servicios públicos más visibles en Chile es el Sernac. No hay
día en que su director nacional no esté en un matinal, la radio o en un
medio escrito. Es natural que así sea dado que el rol del Sernac es
informar y educar a los consumidores y velar por el cumplimiento de las
normas para su protección. Curiosamente, a pesar de que su trabajo
también es el de proteger a los consumidores, el fiscal nacional
económico escasamente aparece en los medios.
Esta diferencia puede
deberse a que quienes ocupan estos cargos tienen intereses diversos
respecto de si seguir una carrera política o no. Aparecer como defensor
de las personas ante abusos de las empresas sería un trampolín hacia
cargos de elección popular. Otra explicación no excluyente es que el
Sernac tiene tan pocas facultades, que la única vía efectiva para
detener hechos que atenten contra los intereses de los consumidores es
denunciando públicamente a las empresas en los medios de comunicación.
Ambas
lecturas sugieren que la institucionalidad de la protección al
consumidor tiene debilidades relevantes. La primera hipótesis -la
Dirección Nacional del Sernac sería una puerta al estrellato- implica
que el sistema está expuesto a que las decisiones sobre qué casos seguir
y denunciar ante la justicia respondan más bien a los beneficios
mediáticos que se puedan obtener, y no a criterios que favorezcan a los
consumidores, como la relevancia de los daños generados o la
probabilidad de ganar en la justicia.
La segunda hipótesis -son
tan pocas sus facultades que al Sernac no le quedaría otra que usar los
medios para proteger a los consumidores- tiene bastante de cierto. Por
ley el servicio recibe denuncias y media entre las partes; también puede
denunciar ante la justicia casos que afecten el interés colectivo. Pero
el Sernac no puede sancionar o multar a las empresas que infrinjan la
ley, ni exigir indemnizaciones por daños.
Es válido preguntarse por qué
habría que dar más facultades al Sernac. ¿Acaso no basta con la
capacidad de los clientes de sancionar directamente a las empresas,
cambiándose a otro proveedor? Incluso si los consumidores tuvieran
tiempo, energía y capacidades cognitivas ilimitadas para estar atentos a
todo lo que hace y podría hacer una empresa, no basta.
Recuerde,
por ejemplo, cuando el año pasado las empresas de telefonía móvil
cobraron a sus clientes por recibir mensajes de texto no solicitados. ¿A
dónde se cambian cuando todas las empresas actúan de la misma forma?
Asimismo,
¿no basta con que los consumidores puedan acudir directamente a
tribunales a exigir indemnizaciones? No bajo el esquema actual. Las
causas individuales las revisan los juzgados de policía local,
dependientes de las municipalidades, y que no tienen ninguna
especialización en esta área. Tampoco hay incentivos privados para
demandar, pues las multas van sólo en beneficio fiscal y porque tampoco
es claro ex ante cómo se abordan los costos legales de un juicio de
efectos difusos. Por último, las multas no son proporcionales al daño
causado, ni lo suficientemente grandes como para disuadir.
El
sistema requiere de una revisión profunda. Por una parte, el Sernac
debiera tomar decisiones en forma colegiada, con un nuevo gobierno
corporativo. Por la otra, podría entregársele facultades para sancionar
en primera instancia, sanciones que podrían ser revisadas por
tribunales.
Alternativamente, se podría motivar a que los privados
demandaran, creando mecanismos que sean por una parte disuasivos de las
infracciones (que las empresas paguen varias veces el valor del daño
causado), y que por la otra sólo motive demandas reales (que las multas
en exceso del daño vayan en beneficio fiscal).
Desde la
promulgación en 1997 de la Ley del Consumidor, la defensa de los
derechos ha avanzado mucho. Sin embargo, persisten deficiencias
importantes que urge subsanar. Cuando las empresas dañan a sus clientes
también dañan la legitimidad de los mercados, la que sólo puede ser
reparada con un sistema eficaz de protección al consumidor.
"SON
TAN POCAS SUS FACULTADES QUE AL SERNAC NO LE QUEDARÍA OTRA QUE USAR LOS
MEDIOS DE COMUNICACIÓN PARA PROTEGER A LOS CONSUMIDORES".
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