SILVIA PISANI
La Nación, Argentina/ GDA
Pocas
geografías consolidaron tanto la imagen de paraíso de la clase media
como la estadounidense. Una patria enorme que lo amalgama todo:
liderazgo en investigación, excelencia académica, fuerza industrial,
desarrollo financiero e inagotable generación de elementos moviendo su
energía bajo el mejor lema de la ética del trabajo. Ese que asegura que
el esfuerzo individual y la tarea bien hecha acarrean siempre su
recompensa.
Durante décadas, la corriente cultural vernácula ayudó
a consolidar la idea. Cine y literatura consagraron personajes con la
habilidad suprema para salir adelante en un medio que respetaba la moral
del esfuerzo o, cuando menos, la promesa de prosperidad y riqueza.
"Ese
fue el sistema durante mucho tiempo -define Lawrence Katz, académico de
Economía de la Universidad de Harvard-, pero ahora buena parte de los
elementos del modelo americano parecen en duda".
La crisis
internacional y el paso cada vez más inseguro de EE.UU. en el mundo
parecen haber puesto en jaque a ese modelo. Cifras de pobreza en niveles
no conocidos desde la Gran Depresión. Desempleo y subempleo. Un proceso
de empobrecimiento que, como las malas noticias, no llegó solo sino
acompañado por una inquietante tendencia a la separación entre ricos y
pobres. Una brecha cada vez más grande entre ellos, que indica el
retroceso de la clase media o, dicho de otro modo, el debilitamiento de
la fuerza que empujó la etapa de oro.
Clase media en riesgo
Son
muchos los que se preguntan si no es la esencia misma del "Sueño
Americano" lo que está en juego. Si la dificultad no está amenazando la
raíz del modelo que emergió luego de la Segunda Guerra Mundial, con una
clase media pujante en una sociedad de profundo comportamiento
democrático.
Para muchos, el riesgo del "Sueño Americano" no se
mide tanto en términos de estadísticas de pobreza, sino en el quiebre de
la promesa de que el esfuerzo bastaba para salir adelante.
La
desocupación oficial llega al 9,1% de la población activa (cerca de 14
millones de personas), pero si se suma a los desanimados que ya no
buscan puestos de trabajo (unos 2,2 millones) y los que sólo consiguen
contratos temporales (8,5 millones), la tasa de subempleo asciende a un
15,7% de la población activa, casi 25 millones de personas.
"Eso,
tal vez, sea más profundo y problemático que debatir el concepto de
pobreza en sí mismo", dice Timothy Smeeden, director para el Instituto
de la Pobreza de la Universidad de Wisconsin. Así expresa el temor a que
se prolongue lo que muchos empiezan a llamar "la década perdida". Y que
identifica la situación de familias promedio que, al terminar la
primera década de 2000, se encuentran peor que al empezarla.
En
conjunto, el ingreso medio familiar (ajustado por inflación) se situó en
US$ 49.445 a fines del año pasado. Eso es, en términos reales, un 7%
menos que los US$ 53.252 registrados en 1999.
"De hecho, es la
primera vez, desde la Gran Depresión, que el sueldo promedio de una
familia (ajustado por inflación) no registra mejora durante un período
tan largo", concluye este economista, que comparte la idea de "la década
perdida".
"En lo global, el fenómeno se sintetiza de esa manera;
es decir, como el quiebre de la percepción de EE.UU. como un país donde
cada generación se desempeña mejor que la anterior", añade.
En
términos políticos, la carga caerá sobre la gestión de Barack Obama, el
Presidente que llegó con la promesa de cambiarlo todo. "Esta será otra
cruz sobre su espalda", asegura Ron Haskins, director del Centro para la
Familia y la Niñez de la Brookings Institution.
Hasta ahora, si
algo se le reprocha desde la oposición política es precisamente eso: el
quiebre de la idea de mejora. El concepto de pobreza, como tal, no
aparece tanto en el debate. Pero la verdad es que, antes de que la
recesión estallara, ya había muchas personas a las que la economía
estaba dejando atrás.
Desde lo social, la cosa va más allá del
oportunismo de quien saca mejor provecho de una contienda. "Estamos
frente al riesgo de crear una nueva subclase. Hombres jóvenes, con menos
nivel de capacitación, que no pueden formar una familia estable y tener
hijos porque están desempleados", dice Smeeden.
Eso es lo que
pone la duda sobre el "Sueño Americano". La impresión de que la riqueza
generada en la última década no sirvió para todos, de que el esfuerzo no
se tradujo en la recompensa prometida.
La
señal de alarma se conoció semanas atrás, cuando la Oficina del Censo
publicó datos oficiales según los cuales la pobreza en EE.UU. alcanzó
niveles récord. De acuerdo con sus cifras, el 15,1% de la población vive
por debajo del umbral oficial de pobreza. O lo que es lo mismo, uno de
cada seis estadounidenses está con el agua al cuello.
"Mucha gente
no quiere verlo. Pero la verdad es que sólo en el Estado de Nueva York
tenemos más de tres millones de pobres. Si todos ellos formaran una
cadena humana, bastaría para unir Times Square con el Golden Gate, del
otro lado del país. Pero no hay conciencia de ello", dice Joel Berg, de
la Coalición de Nueva York contra el Hambre. "Si la gente asomara la
cabeza en las cocinas populares ( soup kitchens ) que crecen a lo largo
del estado, tal vez se darían cuenta".
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