Por FEDERICO STEINBERG
En definitiva, en contra de lo que se pensó el año pasado, los países avanzados todavía no han dejado atrás la resaca de la crisis financiera. Sus bancos aún no están suficientemente recapitalizados y sus empresas tienen dificultades para obtener financiación, son ser reacias a invertir y no crean empleo. Por ello, el crecimiento y la subida de las bolsas que hemos visto desde 2009 ha sido en parte un espejismo. Estaba alimentado por una política monetaria ultra expansiva que no podrá sostenerse en el largo plazo.
La desaceleración de los países avanzados sin duda tiene un impacto negativo sobre los países de América Latina, tanto por el canal exportador como por el (limitado) contagio que sufren los mercados bursátiles. Sin embargo, este impacto podría no ser tan severo como en el pasado. Hasta hace bien poco solía decirse que cuando los países ricos (sobre todo Estados Unidos) estornidaban, los emergentes cogían una pulmonía. Parece que esto ya no es así. Si bien el desacoplamiento entre ricos y emergentes aún no es completo las estimaciones del FMI indican que América Latina seguirá creciendo a buen ritmo (al 4,9% en 2011 y al 4,1% en 2012). Aún así, señala que cada vez hay más riesgos de desaceleración, especialmente por una posible caída de los precios de las materias primas como consecuencia de la ralentización del crecimiento mundial.
Pero esto no son necesariamente malas noticias. Los países de América Latina pueden aprovechar la actual coyuntura para construir un crecimiento más sostenible y corregir los desequilibrios macroeconómicos que habían aparecido en los úlitmos años (inflación, déficits por cuenta corriente, burbujas en los mercados de activos y excesivo crecimiento del crédito). El gran dilema al que se enfrentan las autoridades económicas es si debe utilizar el margen de maniobra monetario y fiscal con el que ahora cuentan para contrarrestar el menor crecimiento de la demanda externa o si, por el contrario, debe asumir que crecerán algo menos el próximo año pero pondrán fin al peligroso recalentamiento que sus economías estaban experimentando.
El FMI sugiere de forma genérica detener la contracción monetaria que muchos países habían iniciado recientemente hasta que se reduzcan las incertidumbres internacionales. Tambien, fiel a su espíritu, aboga por el mantenimiento de políticas fiscales prudente para frenar el alocado crecimiento de la demanda interna de los últimos trimestres.
Sin embargo, como la mayoría de los líderes de la región se sienten fuertes y tienen agendas sociales que abordar es posible que opten por utilizar su munición fiscal y monetaria para reducir su crecimiento lo mínimo posible. Además, esto les permitirá aparecer ante el mundo desarrollado como actores responsables, que salen al rescate del crecimiento mundial justamente cuando el viejo motor de los países del norte se está parando.
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