Por Patrick Jenkins en Londres
Irlanda no ha tenido mucha suerte en los mercados este año. Tras dos intentos fallidos para resolver los problemas de la banca, la confianza ha colapsado. Mientras los ministros comienzan sus negociaciones con representantes de la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional, los dedos se cruzan para que la tercera sea la vencida.
La forma exacta del rescate de Irlanda podría no quedar claro por días. Pero, cualquiera sea el resultado, el paquete no debe repetir los errores del pasado.
A principios de este año había altas esperanzas. Estaba claro que Irlanda tenía problemas (como el déficit de presupuesto y la descomposición de los préstamos hipotecarios), pero el ministro de Finanzas, Brian Lenihan, se convirtió en el emblema de las economías con problemas cuando introdujo políticas aparentemente audaces para enfrentar ambos problemas. Entonces ¿qué salió mal?
Para enfrentar los problemas de la banca, la mayoría de ellos provenientes del recalentado mercado inmobiliario, la gran idea de Lenihan fue crear un "banco malo", una entidad respaldada por el gobierno llamada Agencia Nacional de Administración de Activos hacia la cual se desviarían 81 mil millones de libras de los peores activos de los bancos, en su mayoría préstamos de propiedades comerciales.
Al valor de los activos se les aplicó un descuento severo, que provocó un vacío de capital en los bancos. Se les dijo entonces que cubrieran esa brecha aumentando el capital (como lo hizo el Banco de Irlanda), vendiendo subsidiarias (como intentó Allied Irish) o aceptando dinero del gobierno (como debe hacerlo ahora Anglo-Irish).
La creación del banco malo hizo que Dublín se viera más decidido que otros países en crisis, como el Reino Unido y EE.UU. Pero la agencia no fue lo suficientemente audaz. Primero, el cronograma para la creación y transferencia de activos fue extremadamente lento. Tomó casi un año para que se estableciera. El gobierno dispuso varios años para transferir los activos malos a la agencia. Segundo, los descuentos aplicados a los activos no eran suficientemente pesimistas. Parecían duros en el momento, en cerca de 50% para el primer tramo. Pero una operación como esta requiere una investigación cuidadosa de los activos, seguida por la consideración de tres escenarios: el mejor escenario posible, el escenario base y el peor. Los asesores debieron asumir el peor escenario, pero no lo hicieron.
El tercer error fue definir los activos de forma muy estricta. Ya que sólo los activos de propiedades comerciales calificaron para la agencia, los bancos se quedaron con restos de préstamos residenciales en sus balances, activos que quedaron bajo una presión severa a medida que los recortes fiscales elevaron el desempleo. Si se hubieran investigado todos los préstamos de los bancos, ese problema se habría evitado.
En cuarto lugar, Irlanda ha sido reacia a pasar pérdidas a los tenedores de bonos. Sólo ahora Anglo-Irish impondrá un recorte mayor a los inversionistas en deuda subordinada.
Por último, Dublín no aprendió la gran lección del colapso de Lehman Brothers: es la falta de financiamiento líquido, y no la debilidad del capital, lo que mata a un banco. Las garantías de Irlanda a los depósitos minoristas detuvieron las corridas bancarias, pero los clientes corporativos han retirado miles de millones en semanas recientes. En paralelo, Irlanda está en la lista negra del mercado interbancario, lo que dejó al Banco Central Europeo y al banco central irlandés como proveedores de liquidez de último recurso.
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