Mientras los líderes de la UE advierten que la zona euro vive una “crisis de supervivencia”, empresas e inversores aumentan sus expectativas en las economías emergentes.
PorMarcelo Cantelmi
No importa hacia donde se dirija la mirada, salvo muy discutibles excepciones hoy en Europa sólo se verán caras largas y gestos preocupados. El malestar brota arriba y abajo de la estructura económica porque el continente no crece, la crisis pasó de los bancos pero sigue en los Estados y hay una oleada de ortodoxia que destruye el ingreso, los empleos y el consumo.
Esa mirada cambia, sin embargo potencialmente cuando apunta a América latina, como antes sucedía sólo con Asia.
No se suponga ahí una exageración. El enamoramiento por el envión chino no ha cesado pero se moderaron las expectativas. La inflación en China, que saltó en apenas semanas hasta 4,4% golpeando especialmente alimentos con la consecuente amenaza social, provocó que el pragmático régimen comunista pisara el freno. Detener un poco esa maquinaria se traduce, respecto a tamaños y escala, en reducción indudable de compras . China es un gigante exportador, pero es también una tremenda máquina importadora y no sólo de commodities.
Parte de las caídas esta semana de las bolsas en Europa se debió a la combinación explosiva de tres elementos : el trance chino, la crisis nuevamente del euro protagonizada en este capítulo por las terribles desventuras de Irlanda y un poco menos dramáticas de Portugal , y el manejo especulativo que se agiganta en la incertidumbre. Hoy en los mercados globales, al revés de lo que aconseja el dicho, se compra y se vende en el rumor sin esperar la noticia. Es un momento peligroso pero sorprendente; el dinero que se invertía en los papeles de deuda soberana, sale de ahí espantado sin un destino concreto . Todo es imprevisible y una mariposa puede agitar un tornado.
España, posiblemente el más solvente de los países atrapados en esta crisis histórica, creció cero el tercer trimestre, su riesgo país volvió a subir hasta 200 puntos y su bolsa (-2,4%) cayó como no se veía desde agosto.
La economía de Alemania, la nación de mejor prospecto en la constelación europea, no llegó al 1% de aumento en igual período. A todas estas sombras también contribuye la lluvia de dólares que anuncia EE.UU. para mejorar su comercio a costas de sus socios.
Estos números, aclaremos, no son sólo economía. Son los datos de una batalla política que estados y empresas libran por sobrevivir . En este páramo no debería sorprender el creciente enamoramiento de las empresas españolas por Latinoamérica, las primeras, convengamos, que divisaron esas costas. Hace pocas horas el presidente de Bolsas y Mercados Españoles, Antonio Zoido, sintetizó la nueva conquista con una frase contundente: “Latinoamérica no es sólo una oportunidad para el inversor europeo, sino una necesidad”.
Hay razones claras para esto. Las principales empresas del Ibex35, el panel mayor de la bolsa española, generan más de la mitad de sus ganancias en el exterior.
En ese plato, las inversiones en América latina de bancos, firmas de telecomunicaciones, seguros y un largo etcétera, les garantizan el 28% de su rentabilidad global.
Y eso sucede en una región en la que han invertido más de 120 mil millones de euros los últimos 12 años y que tiene un pronóstico de crecimiento en torno al 6% este 2010, mucho más del doble que Europa. Y poco más del 4% el año entrante, también ahí multiplicando por dos la mejor prognosis en el Viejo Mundo.
Este entusiasmo explicado en la necesidad, ha llevado a ejecutivos como Salvador Gabarró, presidente de Gas Natural Fenosa, a asegurar que Latinoamérica podría cerrar el año con “crecimientos impensables en Europa”.
O a su colega Cesar Alierta de Telefónica a aclarar, por las dudas, que “no existe una burbuja financiera en Latinoamérica. Todavía está por debajo de su potencial”.
Todo esto es una llamada destinada a aumentar tanto el torrente de inversiones como la velocidad de un tren al que quizá convenga más que nunca subirse. Parte de todo esto le da un poco más de sentido a la en general insulsa Cumbre Iberoamericana cuya próxima edición se realizará a principios de diciembre en Mar del Plata . La reunión de los mandatarios de la región y España se realizará con una apelación más que un lema para unir “educación con cohesión social”. Todo tiene su sentido: una mejor distribución, amplifica el ingreso al consumo. Un dato fácil de escuchar aquí es que la región aumentó en 50 millones su población de clase media en la última década , o que Brasil, la joya en esta corona por su doble carácter de previsible y potencia exitosa, ha incrementado la porción de su población en ese nivel de 35 a 50% por la salida de la gente de la pobreza durante el mandato de Lula da Silva.
Se trata de una movilidad social que se agiganta quizá con exageración frente a realidades como la de España hoy, por ejemplo, que enfrenta una caída del consumo sin precedentes en dos años. La crisis de Irlanda, una economía que estimuló una tremenda burbuja inmobiliaria financiada por el Estado, pateó nuevamente la endeble mesa europea como lo hizo a mitad de año Grecia. El otrora tigre celta debe cuatro veces la riqueza nacional y su déficit público es de un increíble 32% que pretende bajar el año que viene a 4,6%, un verdadero tren fantasma a velocidad de Fórmula 1.
Es difícil imaginar ese abismo de ajustes en el que los bancos de Gran Bretaña -también atrapada en una crisis sin antecedentes-, y de Alemania están metidos hasta el cuello. La presión golpea a Portugal y promete un nuevo capítulo, esta vez con Italia y España como estelares. Hay, además, temores de estallidos sociales , debido a que hasta ahora las municipalidades se endeudaron sosteniendo niveles de servicios. Pero ya no hay más posibilidades. El ayuntamiento de Madrid, en manos del Partido Popular, no podrá renegociar su inmensa deuda, se supo este miércoles y comenzarán los ajustes. El costo del subte y de los autobuses más utilizados subirá 3,4%. Y en Italia, cuya deuda supera el 100% de su producto, crecen los ajustes y el recorte de los servicios estatales. La crisis ha llegado a punto tal que se puede leer en el Herald Tribune a toda página una crónica desde Frankfurt titulada lastimosamente: “El fin del euro: lo impensable se vuelve plausible”.
El presidente del Consejo Europeo Herman van Rompuy alimentó esos temores al sostener que la zona euro está en “una crisis de supervivencia” . La idea subyacente en estas alarmas es la misma que ha venido circulando desde que Grecia se convirtió involuntariamente en el heraldo que anunció los límites del sistema estragado por el tsunami global iniciado en 2008. Esto es la eventual salida o expulsión del euro de los países que no cumplan o pretendan defenderse volviendo a manejar libremente sus monedas. Es una fantasía en la que todos perderían. Pero parece ser la época, esta, de esas fantasías sin destino.
Copyright Clarín, 2010 .
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