A lo largo de los últimos 25 años, los países de América Latina han practicado ajustes difíciles pero importantes en materia de política económica a fin de abrir sus economías al mercado global, lo cual trajo aparejado un fuerte crecimiento en la mayoría de los países.
Al mismo tiempo, sus gobiernos no han prestado suficiente atención al contexto comercial de sus países, elemento clave de la salud económica en una economía mundial cada vez más interconectada. El surgimiento de China como competidor, inversor y comprador pone de relieve las fortalezas y debilidades de la región y presenta tanto retos como oportunidades para la trayectoria económica de América Latina . . . y para la relación de Estados Unidos con la región. Ahora los gobiernos deben ocuparse en serio de impulsar la competitividad y disipar los temores internos de que el libre comercio beneficia solo a un pequeño grupo selecto. Además es necesario que no se dejen llevar por la idea de que América Latina puede imitar la prosperidad económica de China mediante la adopción de los métodos chinos de intervención del Estado en la economía.
La economía de China creció en forma extraordinaria a partir de 1978, momento en que comenzó la apertura de esta economía dirigida por el Estado. Desde entonces, el crecimiento anual del PIB promedió el 9%. Durante el mismo período, el crecimiento de América Latina apenas rondaba el 2,5% anual y en 1983 se derrumbó hasta el -2,1%. Mientras el crecimiento de China se debió a la liberalización, la industrialización y la consecuente "recuperación del terreno perdido", los mayores progresos en industrialización en América Latina tuvieron lugar en las décadas de 1960 y 1970, bajo regímenes de proteccionismo, sustitución de importaciones y subsidios. En la década de 1980 estas distorsiones se volvieron tan nocivas que fue preciso hacer y dieron lugar a una "década perdida" con crecimiento negativo del PIB cuando los países realizaron difíciles ajustes.
Estas experiencias fomentaron ideas muy diversas a ambos lados del Pacífico acerca del papel apropiado del Estado a la hora de mejorar la competitividad internacional. China comenzó a liberalizar su economía planificada estimulando la elaboración de productos de exportación. El gobierno creó incentivos para importar materia prima y transformarla en productos terminados. Con el tiempo, estas empresas atrajeron inversión extranjera directa, mientras el gobierno continuó protegiendo a las empresas menos competitivas (por lo general, estatales) dedicadas a abastecer al mercado interno.
Por el contrario, los gobiernos de América Latina satanizaron la intervención en los mercados y, a partir de la década de 1980, privatizaron la mayoría de las empresas estatales y levantaron las barreras al comercio. Sus economías se recuperaron y comenzaron a crecer otra vez--aunque no con tanta rapidez como la de China--y la competitividad de las empresas orientadas hacia la exportación fue desigual. A pesar de su preocupación por restaurar la estabilidad macroeconómica, la mayoría de los países de América Latina no logró reunir la voluntad política y económica necesaria para promulgar reformas institucionales urgentes. Así, las empresas latinoamericanas que producen tanto para el mercado interno como para exportar continúan enfrentando enormes dificultades, como la corrupción y el estancado estado de derecho, el limitado acceso al crédito, la deficiente y desigual educación de la fuerza de trabajo potencial y la insuficiente infraestructura. Sin duda, China tendrá que realizar sus propios ajustes institucionales gravosos que podrían frenar el crecimiento futuro pero, en vista de que su política reciente se ha concentrado en fomentar el mercado de exportación gracias a fuertes inversiones en infraestructura y al acceso a crédito subsidiado, puede servir de modelo instructivo para analizar el futuro de América Latina en una economía cada vez más globalizada.
La aparición de China en el mercado mundial es un contraste aleccionador a la hora de destacar las oportunidades y los retos para el futuro económico de América Latina. Cabe prestar atención a dos fenómenos simultáneos. En primer lugar, China y América Latina se encuentran en etapas de desarrollo comparables a grandes rasgos (el Banco Mundial clasifica a China como de ingreso mediano bajo y a la mayoría de los países de América Latina como de ingreso mediano bajo o ingreso mediano alto) y, por ende, resultan aproximadamente comparables en términos de lo que debe esperarse. En segundo lugar, aunque no menos importante, China y América Latina pasaron de una situación de muy poca interacción económica (y de relativamente poca superposición con terceros países) a una de creciente proximidad económica y política, entre sí y también con una creciente red de mercados interconectados.
En este marco, vemos surgir dos Américas Latinas, ambas plagadas de reformas truncas pero que aun así muestran respuestas muy distintas ante la aparición de China, en muchos casos respuestas diferentes desde el punto de vista geográfico. Un grupo de países, en su mayoría de América del Sur, aprovecha los importantes recursos naturales que posee y sus derivados para venderle a un gigante cada vez más ávido de recursos. A medida que las necesidades de China impulsan un auge en los commodities, estas naciones experimentan un aumento extraordinario en sus ganancias y consideran muy positiva la profundización de las relaciones económicas con el gigante asiático. Sin embargo, el auge de los commodities encubre los riesgos inherentes de depender de un sector volátil y en gran medida poco calificado para el sostenimiento de un crecimiento económico a largo plazo y la prosperidad. La otra América Latina, compuesta en gran parte por México y América Central, se encontró produciendo una canasta de exportaciones muy similar a la de China y por lo tanto, pierde mercado en forma creciente.
Para las dos Américas Latinas, el surgimiento de China debería ser el llamado que despierte a los líderes políticos para que presten atención al clima de inversiones de sus respectivos países y tomen medidas orientadas a reparar las fallas de mercado que frenan el crecimiento económico. La salud económica de América Latina reviste además una importancia fundamental para Estados Unidos, por los intereses mutuos relacionados con la seguridad, la inmigración y el comercio. El reto que plantea China para América Latina debería incitar a Estados Unidos a aumentar sus vínculos económicos con la región.
China: Un competidor estratégico para América Latina
A primera vista, América Latina y China no deberían competir en forma directa. América Latina es abundante en tierras, lo cual le ha dado a la región una fuerte ventaja en productos intensivos en recursos naturales, mientras que China, abundante en mano de obra, es más competitiva en el sector manufacturero. América Latina es también más abundante en capital y en mano de obra calificada, lo que diferencia aún más a los dos en materia de expectativas de producción y exportación. Así, China y América Latina deberían especializarse en distintos productos con miras al comercio internacional.
No obstante, solo comparando las regiones de China con América Latina se pone de manifiesto la verdadera naturaleza de la competencia. El PIB nacional per cápita de China era del orden de los US$1.700 en 2005, casi igual al de Bolivia, Haití y Nicaragua. Pero el PIB per cápita de las zonas costeras y las ciudades, donde se producen casi todos los artículos de exportación de China, triplica el promedio nacional, lo cual vuelve comparables a estas regiones con Venezuela, Chile y México . Se observan patrones similares en lo relativo al analfabetismo, variable representativa del capital humano. Mientras la tasa de analfabetismo de la población adulta de América Latina ronda el 10%, en China las tasas van desde menos del 10% en las cinco provincias más ricas hasta más del 20% en las cinco más pobres . Aquellas regiones de China que se asemejan a América Latina en términos de capital y de calificación de la mano de obra son las mismas que producen la mayor parte de lo que exporta China. En consecuencia, estas regiones de China cuentan en su haber con similar de mano de obra, capacitación y capital y por ello están en condiciones de producir una canasta de artículos semejante, comparable incluso en cuanto al nivel de calidad y sofisticación.
Esto más importante en particular para México y gran parte de América Central, que se han concentrado especialmente en los sectores intensivos en mano de obra poco calificada como motor del crecimiento y el empleo. Muchas de estas empresas importan componentes de electrónica e indumentaria para su ensamble y posterior reexportación a Estados Unidos, con lo cual eluden la estructura arancelaria normal. En una palabra, México y América Central han construido gran parte de su economía productiva en la misma etapa del proceso productivo en que sobresale China, pero sin la ventaja comparativa global. Esta estrategia era razonable en cuanto a la ventaja comparativa de la región con respecto a Estados Unidos--es decir, la producción abundante en mano de obra poco calificada--pero el surgimiento de China pone en duda la viabilidad a largo plazo de la estrategia de México y de América Central.
El análisis de las participaciones en el mercado de las importaciones de Estados Unidos confirma esta convergencia de la producción. Los datos agregados de América Latina respaldan las afirmaciones anteriores sobre el aprovechamiento de las dotaciones naturales de tierras, mano de obra calificada y capital: América Latina cuenta con una participación relativamente alta en el mercado de productos primarios y en commodities, mientras que China tiene una participación elevada, y en aumento, en los productos manufacturados. Pero el desglose por país revela que México es el más parecido a China en cuanto a las exportaciones a Estados Unidos (mientras que la economía chilena, basada en los recursos naturales, es la más disímil) y su canasta de productos de exportación también converge a la de China .
Hoy la industria maquiladora de México y América Central es competitiva gracias a los elevados aranceles y derechos que Estados Unidos aplica a estos productos manufacturados cuando provienen de otros países. Regímenes de este tipo han protegido a las industrias intensivas en mano de obra poco calificada contra la competencia de las empresas chinas, lo que les permite emplear más obreros y pagarles salarios más altos de lo que sería posible de otro modo. Los salarios que pagan las maquiladoras son mucho mayores a los del resto de la economía. En Honduras, por ejemplo, el ingreso anual promedio en las maquiladoras es de US$4.232, mientras que el PIB per cápita no llega ni a la quinta parte de esa cifra . A la producción textil y de indumentaria le corresponden 700.000 puestos de trabajo solo en México, y este sector comprende entre el 20% y el 30% del total del empleo manufacturero en El Salvador, Honduras y Nicaragua . Las maquiladoras constituyen una parte muy importante de la economía.
Este argumento se ve confirmado por estudios sobre la pérdida del mercado por sector. Las mayores pérdidas en América Latina durante el período de protección, entre 1990 y 2002, se produjeron en las exportaciones de productos primarios, mientras que las exportaciones a Estados Unidos de bienes manufactureros permanecieron en gran medida intactas . Si bien aún no se cuenta con un análisis exhaustivo del período posterior al Acuerdo Multifibras en que se eliminaron todas las cuotas de artículos textiles y de indumentaria (enero de 2005), las estadísticas preliminares sobre exportaciones muestran un camino futuro plagado de inconvenientes. En 2006, las exportaciones a Estados Unidos de los seis países que firmaron el Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos y Centroamérica (CAFTA) se redujeron en un 7%; en El Salvador, cayeron un 12% . El futuro de la producción industrial en los países del CAFTA y del Tratado de Libre Comercio de América del Norte se encuentra en peligro.
No obstante, los menores salarios y el mayor crecimiento de la productividad en China no son los únicos factores que cuentan. El atraso de América Latina en materia de desarrollo de infraestructura constituye una parte importante de los mayores costos para realizar negocios. La electricidad cuesta el doble o el triple que en China. La proximidad al mercado estadounidense es una de las ventajas naturales de América Latina, pero la ineficiencia de las instalaciones portuarias y otros tipos de infraestructura de transporte reduce enormemente esa ventaja.
¿Tiene futuro el sector manufacturero en América Latina, en especial en el rubro textil y de indumentaria? La respuesta es afirmativa. Si los gobiernos de México y de los países de América Central mejoraran la infraestructura de transporte y redujeran los costos de la electricidad, ayudarían a sus productores a competir con la producción a gran escala y de bajo costo de China, y esas inversiones generarían dividendos para todas las empresas que intentan operar en la región. Las empresas textiles y de indumentaria deberían orientarse hacia la integración vertical y a una rápida reestructuración para tomar ventaja de su cercanía a Estados Unidos. Por ejemplo, deberían proponerse no solo ensamblar productos sino también ofrecer puntos de compra centralizados que además suministren las fibras y las telas. Con todo, es probable que la industria textil y de la indumentaria nunca vuelva a experimentar el crecimiento que tuvo en la década de 1990. Y, si no se toman cartas en el asunto, el peligro que plantea la competencia de China para los exportadores manufactureros de América Latina simplemente continuará en aumento.
¿Qué puede venderle América Latina a China?
Si bien el futuro es sombrío para algunos productores manufactureros de América Latina, es posible contrarrestar parte de las pérdidas mediante la identificación de oportunidades de mercado para vender más bienes y servicios a la propia China. El mercado de exportación de commodities de América del Sur ya experimentó un importante aumento de las exportaciones a China. A medida que, en las zonas costeras y urbanas de China, el PIB per cápita crece, los 500 millones de consumidores que habitan allí buscan cada vez más los productos extranjeros. América Latina se encuentra bien posicionada para proveer los más diversos productos agrícolas, alimentos procesados y servicios turísticos que demandan estos consumidores.
Brasil goza quizá de la mejor ubicación para satisfacer las necesidades de este nuevo mercado de consumo. Ya le vende a China US$1.700 millones en productos agrícolas, lo que equivale al 8% del total de las exportaciones agrícolas de Brasil, del cual la soja representa el 90% . A medida que el paladar de los consumidores urbanos de China vaya se vuelque de los cereales hacia la carne, la leche, los aceites y los alimentos procesados, el comercio de Brasil seguramente crecerá y se diversificará.
América Latina es también un productor importante de muchos de los commodities que China necesita para abastecer sus industrias pesadas. China recurre a la región para obtener cobre, petróleo, mineral de hierro y madera, y el comercio de estos productos básicos ha experimentado un notable crecimiento. Las exportaciones de América Latina y el Caribe a China aumentaron en forma súbita desde los US$1.500 millones en 1990, cifra que para 1995 se duplicó a casi US$3.000 millones y alcanzó los US$5.400 millones en 2000, para crecer posteriormente un 42% anual entre 2000 y 2004 hasta llegar a superar los US$21.000 millones en 2004. En 2003, los recursos primarios representaban el 45,5% de la canasta .
Chile, que en 2006 fue el primer país de América Latina en celebrar un tratado de libre comercio con China, también se encuentra bien posicionado, principalmente por su producción de cobre. Entre 1996 y 2005, las exportaciones de minerales de Chile treparon del 61,5% de la canasta de exportación de Chile con destino a China hasta el 83,5% en valor de dólares . Aunque es difícil alegar contra un comercio en alza, la creación de una estrategia de exportación en torno a una ventaja comparativa en recursos naturales expone a los países a los altibajos del mercado de commodities. Los precios elevados de carácter transitorio pueden alentar a que se invierta excesivamente en la extracción dejando de lado el desarrollo del sector de alta calificación.
Si bien la canasta de exportaciones de Chile se inclina decididamente hacia las industrias extractivas, el país puede servir de ejemplo positivo para quienes buscan "pasar de nivel": de la producción agrícola o extractiva de bajo valor agregado y baja calificación de la mano de obra hacia una estrategia más dinámica de producción. Por ejemplo, Chile ha desarrollado un componente de alta tecnología para su mercado de exportación de fruta fresca aprovechando la investigación en biotecnología y el marketing. Pero estas iniciativas forman parte de una estrategia más amplia dirigida a diversificar su canasta de productos de exportación y a equipar a pequeñas y medianas empresas a fin de que puedan competir en un mercado global. Chile espera ver aumentos significativos en las exportaciones agrícolas a China--actualmente sujetas a aranceles elevados--y en los subproductos agrícolas como el vino, las bebidas sin alcohol y los cosméticos destinados a la cada vez más numerosa clase media china.
La canasta de exportaciones de América Latina en su conjunto se vuelve cada vez más diversificada y compleja: mientras que en 1999 los productos de alta y media tecnología constituían el 2,4% y el 8,4% de la canasta total de exportaciones, en 2003 estos porcentajes treparon al 10,2% y al 11,7%, respectivamente . Aunque alentadora, esta noticia no debe interpretarse como una "misión cumplida" para la región, pues las exportaciones de China están experimentando idéntica transformación. Ahora más que nunca, los responsables de formular las políticas económicas deben dedicar la atención a superar los obstáculos que siguen impidiendo el progreso de la región.
¿Cómo deberían responder los gobiernos?
¿Qué cosas necesita cambiar la formulación de políticas de desarrollo económico en América Latina a fin de mitigar los riesgos y aprovechar las oportunidades que presenta China? En primer lugar, los gobiernos latinoamericanos deben resistir la tentación de desandar veinte años de liberalización y políticas de no intervención, y no retornar al proteccionismo y al favoritismo que plagaron la región en décadas anteriores, ni a la búsqueda de una nueva clase de control gubernamental del tipo del "socialismo bolivariano" exigido--y practicado--por Hugo Chávez y sus aliados en los países que dirigen.
El estilo de inversiones en desarrollo que caracteriza a China tampoco es ninguna panacea, porque sus métodos dependen de distorsiones económicas que América Latina no puede permitirse adoptar, como tasas de ahorro excesivamente altas (que provocarían un menor consumo de los hogares, incluso de los muy pobres), un sector de empresas estatales cada vez más insolvente, una costosa doble inversión en ciertas industrias y un aumento de la desigualdad de los ingresos. Formas aparentemente más benignas de intervención gubernamental, entre otras, los servicios de la banca pública para fomentar el acceso al crédito o fondos para atraer inversión y empresas extranjeras, suelen ser un mero parche provisorio para cubrir graves deficiencias institucionales. A menos que los gobiernos de América Latina se esfuercen de verdad por solucionar los problemas subyacentes y las fallas críticas del mercado, América Latina continuará luchando contra regiones cada vez más competitivas.
Por ejemplo, América Latina no ha invertido lo suficiente en capital humano, particularmente en educación. Los gobiernos subsidian fuertemente la educación superior mientras que casi no le prestan atención a la enseñanza secundaria, lo que da por resultado una baja matrícula y un desempeño inferior al estándar en las evaluaciones internacionales. La mala calidad de la educación secundaria amenaza la capacidad de la región de crear puestos de trabajo de alta calificación, en particular los que requieren conocimientos de matemática, ciencia e ingeniería.
De manera similar, la preferencia política de larga data por el desarrollo urbano ha generado un prejuicio en contra de las inversiones en infraestructura rural, donde reside el 40% de los ciudadanos más pobres de América Latina. La agricultura se ha estancado sin un acceso confiable a la electricidad y a otros recursos y sin vínculos con los mercados nacionales ni internacionales. En consecuencia, en muchas de las zonas más pobres, la agricultura sigue siendo principalmente para la subsistencia, pese a una mayor demanda de productos agrícolas más sofisticados que darían lugar al aumento de los salarios rurales. Sin una mayor inversión en infraestructura de transporte, electricidad y comunicación, los agricultores rurales no podrán competir en los mercados globales.
La investigación y el desarrollo (I+D) enfrenta obstáculos similares. Los elevados costos y los riesgos que conlleva el proceso de I+D hacen que el sector privado no invierta lo suficiente en innovación. Destinar más fondos a la capacidad de investigación de las universidades puede fortalecer los vínculos entre la educación superior y la industria. Este tipo de I+D permite a los países aprovechar las ventajas comparativas y al mismo tiempo crear nuevas oportunidades en los sectores de alta tecnología. Hacer cumplir en forma más estricta los derechos de propiedad intelectual es también un modo de atraer inversiones en innovación.
Por último, sin reformas importantes en materia de derechos de propiedad y el estado de derecho--por ejemplo, normas claras sobre licencias, cumplimiento de contratos y protección de las inversiones--tanto los inversores nacionales como los extranjeros continuarán evitando establecerse en la región. Esto es lo que ocurre especialmente con las pequeñas y medianas empresas que no pueden ejercer presión política para superar los obstáculos que se interponen al intentar establecer y operar una empresa.
El interés de Estados Unidos en el futuro de América Latina
El libre comercio beneficia tanto a Estados Unidos como a América Latina. Pero un país puede sacar el mayor provecho de los beneficios del libre comercio únicamente si cuenta con la infraestructura, la capacitación y las leyes adecuadas. Las relaciones bilaterales entre Estados Unidos y los países de América Latina tienen múltiples facetas, pero el mayor peso del gasto y la actividad diplomática de Estados Unidos en la región suele concentrarse en los acuerdos antidroga y de comercio. Al hacerlo, de manera implícita Estados Unidos resta importancia a otras áreas de interés común como la inmigración, la violencia de pandillas, la lucha contra la pobreza y las consecuencias de la expansión mundial de China. De hecho, es posible que esta actitud haya desacelerado la propagación del libre comercio en todo el Hemisferio Occidental, conforme lo demuestra la firme resistencia ante nuevos acuerdos comerciales de muchos demócratas en el Congreso.
Las actuales prioridades también pasan por alto otros aportes que Estados Unidos podría hacer al crecimiento económico de la región para beneficio mutuo, como la contribución al desarrollo de infraestructura económicamente productiva y a la libertad económica. Una nueva herramienta de gran importancia es la Millennium Challenge Corporation, (MCC), organismo estadounidense que promueve el crecimiento económico en países pobres poniendo el énfasis en el buen gobierno, la libertad económica y el capital humano. El Convenio del Desafío del Milenio de la MCC en Honduras, por ejemplo, trabaja con granjas pequeñas y medianas a fin de aumentar la capacidad a través de la asistencia técnica y la mejora de la infraestructura y del acceso al crédito. Los programas de reforma institucional y crecimiento económico de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, (USAID, por su sigla en inglés) poseen buena calidad técnica, pero sufren una seria escasez de recursos económicos . Sin embargo el nivel del gasto de Estados Unidos en estas áreas a través de todos los mecanismos existentes es realmente demasiado bajo para lograr alguna transformación.
No menos importante es realizar un análisis crítico de las políticas internas de Estados Unidos que resultan perjudiciales para el crecimiento y el bienestar de América Latina. Los subsidios estadounidenses a la agricultura, mayores para cultivos como el azúcar, la fruta y los vegetales (precisamente aquellos que los países de América Latina cultivan con mayor facilidad) colocan en desventaja a los productos de importación extranjeros. Asimismo, al proteger a los productores de etanol de maíz, Estados Unidos envía un mensaje incorrecto a los productores de etanol de caña brasileños, con lo cual entorpece la modernización y la innovación agrícola en biocombustibles de alta tecnología.
Las inversiones y reformas necesarias serán difíciles tanto para el gobierno de Estados Unidos como para los de América Latina. En muchas áreas--como la corrupción y el estado de derecho--China enfrentará retos similares a lo largo de su trayectoria de crecimiento económico sostenido. Pero al observar algunas de las enseñanzas del surgimiento de China en los mercados internacionales y examinar el entorno comercial de sus propios países, los gobiernos de América Latina pueden identificar reformas clave para mantener su competitividad. Por su parte, al ampliar su conjunto de prioridades en lo que se refiere a las políticas, Estados Unidos puede desempeñar un papel importante en esta transformación.
Megan Davy (mdavy@aei.org) es asistente de investigación de American Enterprise Institute.
Mauro De Lorenzo es el editor de la serie Development Policy Outlook de AEI.
Notas
1. Los cálculos de la autora se basan en: Fondo Monetario Internacional, World Economic Outlook Database, octubre de 2007, disponible enwww.imf.org/external/pubs/ft/weo/2007/02/weodata/index.aspx (consultado el 14 de diciembre de 2007), y República Popular China, Oficina Estatal de Estadística, China Statistical Yearbook, Anuario estadístico de China, 25ª ed., Nueva York, Praeger, 2006.
2. Los datos correspondientes a América Latina y el Caribe están tomados de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, Estadísticas e Indicadores Sociales (BADEINSO), CEPALSTAT, disponible enhttp://websie.eclac.cl/sisgen/ConsultaIntegrada.asp (consultado el 28 de diciembre de 2007). Los datos sobre cada provincia china fueron extraídos de Robert Devlin, Antoni Estevadeordal y Andrés Rodríguez-Clare, compiladores., The Emergence of China: Opportunities and Challenges for Latin America and the Caribbean, Washington, DC, Banco Interamericano de Desarrollo y Centro de Estudios Latinoamericanos David Rockefeller de la Universidad de Harvard, 2006, pág. 93. Las regiones autónomas no están incluidas en los cálculos.
3. Robert Devlin, Antoni Estevadeordal y Andrés Rodríguez-Clare, eds., The Emergence of China: Opportunities and Challenges for Latin America and the Caribbean.
4. Manuel R. Agosin, Pablo Rodas Martini y Neantro Saavedra-Rivano, "The Emergence of China: A View from Central America", Economic and Sector Study Series RE2-04-006, Banco Interamericano de Desarrollo, Washington, DC, octubre de 2004. Los autores advierten que el PIB de Honduras "está muy subestimado (quizás entre el 40% y el 70%) por las cuentas nacionales oficiales".
5. Robert Devlin, Antoni Estevadeordal y Andrés Rodríguez-Clare, eds., The Emergence of China: Opportunities and Challenges for Latin America and the Caribbean, pág. 177.
6. Mauricio Mesquita Moreira, "Fear of China: Is There a Future for Manufacturing in Latin America?", trabajo de recopilación de antecedentes, Departamento de Integración, Banco Interamericano de Desarrollo, Washington DC, octubre de 2004.
7. Helen Murphy, Christopher Swann y Mark Drajem, "China's Power Erodes Free-Trade Support in Developing Nations", Bloomberg, 2 de abril de 2006.
8. Robert Devlin, Antoni Estevadeordal y Andrés Rodríguez-Clare, eds., The Emergence of China: Opportunities and Challenges for Latin America and the Caribbean, pág. 128.
9. Comisión Económica para América Latina y el Caribe, "Aspectos estratégicos de la relación entre China y América Latina y el Caribe", en Panorama de la inserción internacional de América Latina y el Caribe, 2004 Tendencias 2005, Santiago, Chile, Comisión Económica para América Latina y el Caribe, 2005.
10. Gobierno de Chile, Dirección General de Relaciones Económicas Internacionales, "Tratados de Libre Comercio Chile-China" (documento elaborado por la Dirección General de Relaciones Económicas Internacionales, Santiago, Chile, mayo de 2006), 15, disponible enwww.direcon.cl/documentos/China2/documento_china_final_agosto_2006.pdf(consultado el 14 de diciembre de 2007). Parte de este aumento puede deberse a la suba de los precios del cobre ocurrida durante los últimos años.
11. Comisión Económica para América Latina y el Caribe, "Aspectos estratégicos de la relación entre China y América Latina y el Caribe".
12. Incluso estos programas suelen excluir las regiones pobres de países de ingreso mediano, como el noreste de Brasil y el sur de México, lugares donde se precisan con mayor urgencia crecimiento económico y libertad económica.
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