Por Geoff Dyer
La juventud de China puede tener mala imagen. En la mayoría de las notas periodísticas, son los "Pequeños emperadores" o la "Generación Yo", los descendientes mimados y apolíticos de familias de un solo hijo que sólo se interesan por autos veloces, videojuegos y artículos de diseño. Los fines de semana, las chinas esperan en fila para entrar al local de Louis Vuitton en Shangai.
Sin embargo, la "Generación Yo" está empezando a mostrar los dientes. El enojo por el alza de los precios de las viviendas y la reciente ola de huelgas en las terminales de autos y otras fábricas hablan de las crecientes y a veces frustradas expectativas de los jóvenes chinos, que quieren de sus vidas más de lo que soñaban sus padres. Es un fenómeno que podría tener todo tipo de consecuencias para el futuro del gigante oriental.
Hay numerosas razones que explican las huelgas de los últimos dos meses, incluyendo el bajo salario y el cambio demográfico que reduce la cantidad de jóvenes que ingresan a la fuerza laboral. Pero también está en juego un cambio generacional. Los chinos a menudo hablan de su capacidad de chi ku o de "sufrir", que ayuda a entender su resiliencia en medio del caos y las privaciones del siglo pasado. Pero la generación nacida en los "80 y "90 se crió en un entorno de mucha más prosperidad, aún en las zonas rurales pobres.
Hace veinte años, el principal objetivo de los obreros que migraban a factorías en la ciudad era enviar dinero a sus familias pobres. Ahora ven la fábrica como parte de un proyecto personal, un primer paso hacia la vida urbana. El acceso a Internet los integró al mundo y desde que se promulgó la ley de trabajo en 2008, tienen más conciencia de sus derechos laborales.
Escribiendo en la revista Caixin, el economista Andy Xie describió la sumisa fuerza laboral que vio en grandes fábricas chinas hace una década. Los trabajadores eran sobre todo mujeres de 18 años, apreciadas por sus jefes por sus "dedos delicados". Tenían pocos permisos para ir al baño y debían permanecer en sus puestos durante los descansos. En contraste, las huelgas recientes sugieren una fuerza laboral mucho menos dispuesta a "sufrir". "Los adultos jóvenes de hoy y sus padres parecen de siglos diferentes, quieren instalarse en grandes ciudades y tener empleos interesantes y bien pagados - como sus pares en otros países".
Decenas de millones de graduados jóvenes aspiran a comprar un departamento y pertenecer a la clase media moderna. Es mucha la presión social que sienten. Están los que creen que no podrán casarse si no consiguen adquirir una vivienda.
Nada de esto vaticina una inminente revolución o masivas protestas juveniles. Las últimas veces que la juventud china expresó sus fuertes opiniones políticas, el tono dominante era el nacionalismo. En 2008, durante los disturbios y manifestaciones en Tíbet y las protestas europeas durante el relevo de la antorcha olímpica, muchos chinos estaban furiosos por la actitud que habían tomado algunos políticos y medios occidentales. Criticaban a Beijing, pero no por ser más duros con Occidente.
Sin embargo, no es una contradicción que los jóvenes orientales se muestren más patrióticos, pero también más exigentes e individualistas. La modernización liberó fuerzas poderosas, el orgullo y la confianza en los logros de China pero también mayores expectativas de vida. Las señales de impaciencia entre los jóvenes implican que ahora el futuro político del país oriental es menos predecible
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