Buenos Aires amaneció el jueves con 1,3 grados bajo cero. La temperatura más fría para mayo en quince años, no era buen augurio para la forma en que terminaría la semana. Y así fue. A pesar de que el Gobierno finalmente anunció, a 80 días del inicio del conflicto con el campo, una serie de modificaciones en el esquema de retenciones móviles que se había implementado a comienzos de marzo, las partes siguen sin llegar a acuerdo.
Más aún, para hoy lunes está programado un paro general en el interior del país que además del sector agropecuario abarca al comercio, la industria y los servicios “en reclamo de la inmediata convocatoria al diálogo por parte del gobierno nacional para resolver el conflicto con el campo”, según el comunicado de la mesa de enlace que agrupa a las cuatro asociaciones productoras del campo argentino.
La imposibilidad de un retorno a la normalidad tiene a la Presidenta Cristina Fernández en uno de sus momentos más complicados desde los cacerolazos de marzo. El Jefe de Gabinete, Alberto Fernández, ha hablado de “la formidable incapacidad de dialogar de la dirigencia del campo”, y se hace difícil ver luz al final del túnel. Como primera medida de presión, el viernes no hubo ingreso de cabezas de ganado al mercado de Liniers –que abastece a Buenos Aires-, lo que revive el fantasma del desabastecimiento cárnico. Los argentinos son los mayores consumidores de carne del mundo con 70 kilos per cápita al año y durante los peores días del paro de marzo, cuando en los supermercados se ofrecían pescados y pollos para suplir la falta de carne vacuna, los porteños fruncían el ceño. “Carne o nada” es la consigna y la amenaza de que faltará el asado del domingo puede ser detonante de nuevas protestas.
Analistas locales sostienen que como en ocasiones anteriores en el país, un eventual fracaso de este plan económico-social podría comenzar por la falta de sinceridad de los gobernantes con su propia gente.
Como en el Plan Austral de Alfonsín o la Convertibilidad de Cavallo, aún cuando se llegó a un punto donde las señales de agotamiento eran innegables, los dirigentes continuaban asegurando que estaba todo bien. En esta ocasión, eso se hace patente en la intervención del INDEC y las cifras de inflación que esta institución entrega y que sirven para calcular el rendimiento de los bonos que se transan en el extranjero. Una alta inflación es igual a menor rendimiento de los bonos, mayor riesgo país y poca inversión extranjera, y el flujo de caja y el aumento de la productividad son piezas clave del modelo kirchnerista. Aparte de Venezuela, no se ve quién quiera comprar bonos del Estado argentino. El gobierno dice 8%, pero en Buenos Aires todos saben que la inflación es cuando menos el doble de esa cifra, y la parrillada para tres donde antes comían fácilmente cuatro ya no es tan grande. Los controles de precios fueron una medida pensada para el corto plazo por Roberto Lavagna pero se han convertido en una herramienta clave para el modelo. El problema es que gran parte de los comercios trabajan al margen del fisco –en muchas partes las boletas brillan por su ausencia- y aunque los supermercados están obligados a acatar las órdenes del secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, de todos modos se notan las alzas en una buena cantidad de almacenes, restaurantes, el transporte público y distintos servicios. El gobierno está obsesionado con su modelo de altas tasas de crecimiento a costa de soportar la inflación, pero ya se está llegando al borde de agotar la capacidad productiva de la industria y cuando se toque techo la caída puede volver a ser fuerte. El país necesita tener unos US$ 10 mil millones para cumplir con sus pagos en 2009, y ya es más de una voz la que advierte sobre las posibilidades de un nuevo default. En un caso extremo se podría recurrir a los fondos de pensiones administrados por el Estado desde el cambio de legislación del año pasado, pero si la clase media salió a “cacerolear” en apoyo al campo, es mejor ni pensar en el descalabro social que crearía la noticia de que el gobierno está pagando deuda con las jubilaciones.
En blanco y negro
Tal vez el problema de Argentina es que nadie ve las cosas en gris. Todo es muy blanco o muy negro. Para Juan Carlos Sacco, secretario nacional de la Unión Industrial Argentina, uno de los gremios más favorecidos por el gobierno en el marco de su política de fomento a la producción, todo va viento en popa. Consultado por DF por las consecuencias que el recalentamiento de la economía podría traer al país, Sacco resta importancia a la discusión teórica de ortodoxos y heterodoxos y sostiene que “eso lo van marcando el mercado y el tiempo. Uno crece en la medida que crece en su mercado interno y sus exportaciones, y llega un momento en que o por falta de financiamiento o de capacidad productiva automáticamente deja de crecer más”. Pero recalca que el país está fuerte, especialmente en rubros como el automotriz o en los exportadores de alimentos con valor agregado –que compran barato en el mercado interno gracias a las retenciones y venden caro afuera en dólares o euros.
Una visión opuesta tiene Francisco Pinedo, jefe de bancada del PRO, la tienda del popular alcalde de Buenos Aires, Mauricio Macri. Para Pinedo, el principal problema del país es que el Gobierno está violando la Constitución al apropiarse de facultades que le competen al Congreso y las provincias. Sostiene que “con las mayorías que ha conseguido en el Congreso a través de prebendas”, se le ha quitado al Congreso su facultad de fijar impuestos y de disponer del gasto. “En este momento los famosos derechos de exportación del agro, que llegan a 60% del Producto, fueron puestos por la resolución de un ministro. Y en materia de gasto quien lo decide a su voluntad es el jefe de Gabinete, que a través de los superpoderes puede cambiar como le parezca el destino de estos dineros. Estos dos temas institucionales generan un gobierno claramente autoritario y crecientemente aislado. Las decisiones las toman cinco personas encerradas en un cuarto sin consultar a nadie y el resultado es que la gente choca contra la Presidenta de la República porque no hay instituciones que medien entre uno y otro, y también provoca críticas directas de los medios que son, obviamente, responsabilidad de la Presidenta”, dice.
Dudas sobre el Banco Central
Otro tema sobre el que los economistas tanto nacionales como extranjeros comentan es el manejo que Martín Redrado está teniendo al frente del Banco Central de la República Argentina (BCRA) y la injerencia del gobierno nacional sobre las decisiones de esta institución autónoma en el papel. Altas fuentes de la institución confirman en privado que existe un dialogo fluido y una coordinación entre el ministerio de Economía y el instituto emisor en pos de aumentar el nivel de crecimiento, aunque reconocen que hay momentos en que es difícil lidiar con los desórdenes a veces impulsivos que cometen los Kirchner.
Para Pinedo el manejo del BCRA es otro de los puntos preocupantes de la conducción económica. “El BCRA emite pesos y compra dólares, lo que produce inflación. Peor, cuando uno habla con la gente del banco da la sensación de que está todo perfecto y que hay una maldición bíblica que pesa sobre el país. Pero eso no pasa en Brasil, un país que presenta características similares en contextos idénticos. La única respuesta es que el BCRA está haciendo mal las cosas. La medida de la corrección de un banco central es la tasa de inflación, no hay otra discusión posible. El artículo 1 de la carta orgánica del BCRA es preservar el valor de la moneda y no lo hace. Hemos tenido un contexto de alta emisión monetaria muy por encima de las necesidades del mercado porque apunta exclusivamente a mantener estable el dólar, y en términos de inflación tenemos tasas fuertemente negativas. Desde que se inició el análisis de la economía desde la edad de Cristo hasta ahora eso genera inflación y más comentarios están de sobra”, sentencia lapidario el diputado.
En este momento el BCRA está gastando las reservas reunidas durante estos años para mantener el tipo de cambio, algo que la Presidenta ha enrostrado en varias ocasiones a los dirigentes del campo, argumentando que si no fuera por esa política sus ganancias serían mucho menores. Estimaciones privadas manejan cifras respecto del gasto de reservas del banco la semana pasada que van de los US$ 100 millones a los US$ 300 millones diarios.
Y todo esto justo cuando comienza el temido invierno. Aunque el viernes el ministro de Planificación, Julio de Vido, señaló que Argentina contaba con un importante nivel de reserva y que el sistema “está sólido”, Bolivia ya anunció que no podrá cumplir con los envíos de gas a Argentina y que podrían repetirse los cortes del año pasado a las industrias por el aumento de la demanda residencial. De las exportaciones a Chile, mejor ni hablar.
www.df.cl
No hay comentarios.:
Publicar un comentario