En 2050 habrá en Europa un pensionista por cada trabajador, lo que obliga a buscar fórmulas para rentabilizar la vida social y personal de los mayores
El envejecimiento de la población es imparable. La combinación de una tasa de natalidad cada vez más baja y la elevada esperanza de vida de la población aumenta cada año más el colectivo de mayores. Con independencia del relevo generacional, esta circunstancia se traduce en otra amenaza: la enorme carga fiscal que deberán soportar los más jóvenes en edad de trabajar para financiar las pensiones de los mayores que, en España, mayoritariamente son pasivos e improductivos social y económicamente. Algunos analistas hablan incluso del riesgo de que estalle una "guerra intergeneracional", pues a la generación que ya ha envejecido se le ha prometido mucho más de lo que se puede dar sin dañar las perspectivas de las generaciones futuras.
Ésta es una observación muy pesimista, pero es indudable que el problema existe y no es exclusivo de España. Según las estadísticas demográficas, uno de cada tres japoneses será mayor de 60 años en 2006 y, según las previsiones de la OCDE, en 2050 habrá en Europa un jubilado por cada trabajador.
Ante este panorama, los gobiernos ya están actuando. Según una radiografía elaborada por la compañía Axa Seguros e Inversiones, en muchos países la edad mínima de jubilación está aumentado y se están revisando los métodos para financiar las pensiones.
La actitud que los trabajadores tienen ante la jubilación es clave a la hora de plantear estas revisiones legislativas y políticas. Según el estudio de Axa, existen unos cuantos factores críticos que pueden marcar la diferencia entre disfrutar o tan sólo soportar los años de jubilación: el deseo y capacidad de mantenerse activo, el acceso a recursos económicos suficientes, una planificación financiera que garantice unos ingresos suficientes en la vejez, un estilo de vida saludable y la preparación psicológica para la jubilación.
Una persona jubilada activa, autosuficiente y sana supone menos costes sociales al Estado e incluso puede ser rentable socialmente, pues se convierte en ayuda para sus familias ejerciendo, por ejemplo, el papel de cuidadores de los nietos, lo que se traduce en un apoyo para los jóvenes trabajadores.
El panorama que los analistas encuentran en España no es muy favorable a ese cambio, pues uno de cada cinco jubilados asegura que "no hace nada" y el perfil mayoritario de los mayores españoles –más del 60 por ciento– es bastante pasivo. Según una comparativa realizada por Axa en distintos países, España es uno de los tres únicos analizados en los que la proporción de personas que se definen como "muy felices" es más elevada entre los trabajadores que entre los jubilados.
Además, los españoles son los que cuentan con una menor información sobre sus ingresos futuros, los que recibirán cuando se jubilen, y están entre los que menos se preparan para la jubilación. Menos del 40 por ciento hace planes para ésta, en contraste con el 60 del total de la encuesta, realizada en 11 países.
No obstante, los españoles se mantienen optimistas y el 40 por ciento de los trabajadores –el doble que en el resto de países– confía en que su pensión sea igual a su salario.
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