2015/04/01

La singular situación de Chile sobre los cultivos transgénicos

Por Miguel A. Sánchez Z.
Cada vez más aumenta la adopción de cultivos transgénicos a nivel global. Luego de casi 20 años de comercialización, en 2014 la superficie mundial con cultivos transgénicos alcanzó las 181,5 millones de hectáreas, representando el 12% de la superficie arable mundial. Los principales cultivos fueron soja, algodón, maíz y canola. Estos han sido mejorados para resistir el ataque de insectos plaga, controlar de manera eficiente las malezas o resistir el ataque de virus, permitiendo así enfrentar los principales problemas agronómicos. De esta forma, en promedio, a nivel global los cultivos transgénicos han permitido aumentar en más de 21% los rendimientos de producción. Además, son responsables de una reducción promedio del 36% en el uso de productos fitosanitarios (principalmente insecticidas). En suma han permitido un aumento del 68% promedio en la ganancia económica para los agricultores.

Por su parte, Chile ocupa el primer lugar en exportaciones de semillas transgénicas del hemisferio sur para abastecer el mercado de contraestación del hemisferio norte. La temporada 2013/2014 cerca de 23.904 hectáreas fueron destinadas a producción de semillas transgénicas, logrando exportaciones físicas por US$ 281 millones, más US$ 26 millones asociados a servicios de investigación y desarrollo.

Sin embargo, estamos estancados en esta área. La norma que regula los transgénicos en Chile es la Resolución 1.523 de 2001 del Servicio Agrícola y Ganadero (SAG), la cual permite, bajo la autorización previa de este organismo, la multiplicación de semillas con fines de exportación y pruebas de campo.

En nuestro país no se producen transgénicos para su uso local debido a la falta de una regulación clara basada en ciencia que "raye la cancha" de qué se puede y qué no se puede hacer con transgénicos en el país. Lo contradictorio es que Chile produce y exporta las semillas transgénicas y luego importa los productos generados a partir de ellas, destinándolos para alimentación humana o animal.

Un efecto de esta situación, es que los agricultores chilenos presentan una menor competitividad frente a los demás agricultores de la región que sí producen este tipo de cultivos.
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