México y Brasil y los senderos que se bifurcan
El análisis
(Especial Infolatam).- “Toda esa atención internacional simultánea hará más nítidas las diferencias de sus respectivos modelos de desarrollo. Con todos sus problemas, México parece haber alcanzado un amplio consenso político sobre la dirección que quiere seguir y sus prioridades esenciales en educación, reforma financiera y políticas de competencia. Brasil está lejos de hacerlo”
La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, intentará convencer esta semana a la elite empresarial mundial de que el gigante sudamericano todavía representa una buena oportunidad de inversión, pese a registrar tres años de crecimiento débil.
La mandataria de izquierda ha decidido buscar contacto con los ricos y poderosos por primera vez en el Foro Económico Mundial en la ciudad suiza de Davos, a fin de persuadirlos de que cuenta con políticas abiertas a los negocios y asegurarles que evitará el derroche fiscal.
Se trata de un cambio radical para una gobernante con reputación de aplicar políticas severas que han reducido las ganancias de algunas compañías y afectado el precio de sus acciones.
Dejando de lado el escepticismo sobre el futuro de Brasil, la tarea de Rousseff es un desafío cuesta arriba que se suma a sus esfuerzos para ser reelecta en octubre.
La alguna vez pujante economía brasileña se expandió apenas un 1 por ciento en el 2012 y los flujos de salida de capital del año pasado fueron los más elevados desde el 2002.
El gasto público está subiendo de manera constante y los ingresos fiscales han disminuido debido a las exenciones tributarias que buscan estimular a las industrias, lo que aumentó el riesgo de una rebaja en la calificación de crédito soberano del país este año.
Brasil ya no es más el favorito de Wall Street, y claramente ha dejado atrás la época de expansión impulsada por el aumento en los precios de las materias primas de la que se benefició el predecesor de Rousseff, Luiz Inácio Lula da Silva.
A diferencia de la actual mandataria brasileña, Lula era un visitante regular de Davos.
Los líderes empresariales responsabilizan a Rousseff por enfriar el apetito de los inversores por Brasil con la excesiva interferencia del Gobierno en la economía.
Algunas medidas “creativas” para cumplir con metas de ahorro también socavaron la imagen de su equipo económico, pero Rousseff ha resistido los llamados a reemplazar al ministro de Hacienda, Guido Mantega.
La poca credibilidad del ministro en el sector financiero ha llevado a la propia presidencia a asumir la tarea de ofrecer seguridad a los inversores de que su Gobierno se apegará a la disciplina fiscal y mantendrá la inflación bajo control.
Mantega, que planea acompañar a Rousseff en Davos, ha visto una merma en su credibilidad después de haber hartado a los inversores con frecuentes cambios a las normas tributarias, metas fiscales incumplidas y estimaciones de crecimiento económico demasiado optimistas.
Asesores presidenciales dicen que Rousseff decidió que era momento de realizar una visita a Davos para mostrar a los inversores que Brasil quiere hacer negocios con ellos, explicar las concesiones privadas que su Gobierno ofrece para proyectos de infraestructura vial, de transporte aéreo y ferroviario, así como otros emprendimientos.
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