Cuando escribo esta columna existen en el territorio
central de Chile -700 km al norte y 700 km al sur de la capital- 23
focos activos de incendios forestales y en algunos casos urbanos. En la
víspera la autoridad decretó alerta sanitaria para las regiones:
Metropolitana, de Valparaíso, del Maule y de la Araucanía y ya hay un
par de detenidos acusados de causar el fuego.
En cifras, las llamas han destruido 44.000 hectáreas de terreno.
Llegaron a haber más de un cincuentenar de siniestros activos. Y si
bien arden principalmente pastizales, matorrales y árboles, esto no
quiere decir que el fenómeno sea exclusivo de los terrenos dedicados al
cultivo. En las últimas semanas se han producido incendios en fábricas,
centros de distribución, viviendas y otro tipo de construcciones
productivas y residenciales.
En la mayoría de los casos las causas, según los expertos, son ser
similares: irresponsabilidad humana y exceso de calor productos de las
altas temperaturas que se han dejado sentir en el valle central las
últimas semanas. Eso sumado al hecho que el país está en su
cuarto año de sequía y la dirección de los vientos que poco a
colaboradora con apagar el fuego (más bien ha sido aleada a la hora de
expandir el humo).
Desde el punto de vista de la preocupación nacional, las personas y la
opinión pública parecen estar acostumbrados a vivir con el desagradable
olor a humo y las nubes grises sobre sus cabezas. Las mismas que
durante varias horas del día hacen irrespirables el aire de las
ciudades como Santiago, Valparaíso, Constitución y otras aledañas a los
incendios.
Hay focos emblemáticos, como el de Melipilla que viene ardiendo
ya casi una semana; el registrado en la ruta 68 -que une Santiago y
Valparaíso- los días previos al año nuevo (cuando todos se dirigían al
Puerto); el de Constitución que cada día suma decenas de hectáreas
consumidas y el registrado en la Ruta 78 -que va desde capital y el
Litoral Central- durante el fin de semana pasado.
Caso aparte ocupan los incendios en la Araucanía donde en más de algún
paso se presume relación con el conflicto mapuche. Por alguna razón
desconocida la autoridad ha separado esa relación y asegura que sólo en
esa zona hay relación entre fuego y conflicto, en el resto del país las
causas son otras, según fuentes oficiales.
Pero más allá de la promoción mediática de uno u otro incendio hay
temas relevantes que se ocultan tras la cortina de humo que éstos
levantan.
Como punto de partida hay que recordar que en términos económicos el tema
no es menor, el ministro de Agricultura, Luis Mayol precisó que
hasta ahora la cantidad de terreno afectado es representa un 860% más
que la temporada pasada y los daños causados llegan a los US$60
millones.
Ni hablar de las pérdidas para la agricultura y forestales, tanto por
el daño causado por el fuego propiamente tal, como por lo que significa
la paralización de actividades como medida preventiva ante la eventual
propagación de los incendios.
Cabe recordar que los sectores productivos afectados varían de una
región a otra, mientras desde Santiago hacia el norte los más
perjudicados son monocultivos agrícolas (principalmente productores
pequeños), en el sur el mayor daño se lo llevan las forestales.
Puntualmente, estas compañías tienen un compromiso con el Sistema de
Certificación de Buen Manejo Forestal (FSC), este consiste en
cumplir con el estándar donde se menciona (indicador 7.1.7), que el
plan de ordenación forestal deben contemplar la prevención y control de
incendios que considere a los menos: cartografía, vientos dominantes,
cortafuegos, identificación de áreas de mayor riesgo por comunidades
cercanas y de uso agrícola. Para ello, éstas deben tener sistemas
eficientes de prevención, comunicación y combate de incendios.
Además, las empresas voluntariamente, se han comprometido a
cumplir el estándar de FSC que exige preocuparse de las comunidades
aledañas, pero en la práctica, ellas sólo protegen su patrimonio
forestal, a través de sus equipos de combate. Para salvaguardarse de
las pérdidas económicas que causan estos eventos, las empresas cuentan
con seguros que cubren sus bienes, pero en ningún caso los de terceros.
Vale decir, ni el seguro ni la empresa forestal reponen las pérdidas de
las familias campesinas, como casas, cultivos, galpones, ganado, entre
otros.
Zona de
emergencia
Con el país en llamas, la decisión del Presidente de la República de
decretar alerta sanitaria en cuatro regiones, otorga mayores
facultades al Ministerio de Salud para gestionar la emergencia, pero no
hay mucho más que eso.
Además, al anunciar la medida, el gobierno puso un poco más de leña al
fuego provocado por los incendios. A la emergencia suscitada a causa
del fuego se suma el hecho que, según informó el Ejecutivo, de un
eventual brote de virus Hanta en las zonas afectadas.
Ocurre que, como este año floreció el colihue (o quila) hay mayor
población de “ratones de cola larga”, portadores de la enfermedad, que
justamente viven en las zonas afectadas por el fuego y que si se
ven amenazados arrancan…como ratones. Entonces se van a la ciudad
y pueden contagiar a las personas.
El tema no se había dado a conocer masivamente pero ahí, mientras
hablaba de la emergencia ambiental luego del presidente de la
República, el ministro de Salud Sergio Mañalich se refirió a lo que
está ocurriendo con el Hanta: desde agosto de 2013 a la fecha se suman
once muertos y se han detectado 22 casos.
Así las cosas, los incendios resultan ser una verdadera emergencia país
que afecta distintos ámbitos: desde la perspectiva ambiental, la
contaminación que generan los focos; desde la perspectiva de salud, por
los problemas respiratorios que causan, como también por las eventuales
posibilidades de mayor contagio de virus Hanta; por el impacto
político, en un gobierno saliente: nadie quiere que los incendios
forestales se transformen para la gestión de Piñera en lo que fue el
Terremoto del 27 F para el primer gobierno de Bachelet. Ni pensar lo
que podría ser si se descubre que la mayoría de los incendios tiene
relación con el conflicto mapuche.
Y finalmente en materia económica, las pérdidas que genera en las
empresas y sectores productivos instalados en las zonas afectadas.
Habrá que ver entonces, como Chile y su gobierno capean esta ola de
fuego.
Un saludo.
Alejandra.
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