2013/09/30

Una Presidenta para tiempos de parto

La próxima Presidenta de Chile llegará a La Moneda sabiendo que en el mundo vivimos tiempos de parto. Y en eso las mujeres son expertas por naturaleza. La sensación de ciclo que se cierra y otro que comienza se ve en múltiples escenarios. Y, por cierto, es lo que está latente en Chile en el ámbito político, económico y social.



En cierta forma, el propio Presidente Piñera dió cuenta del ciclo que se cierra con su discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas. Allí se refirió a los 40 años del golpe militar y sus consecuencias, como también a los 25 años del plebiscito donde triunfó el No y la transición que derivó de ello. Dijo que Chile quería mostrar al mundo esa experiencia, que hoy le encuentra como un país de 20 mil dólares per cápita. Una historia larga y compleja -cuyas raíces, para muchos, empezaron a formarse en 1964-, tras la cual llegan ahora esos cuatro años de gobierno que son mucho más que eso: es el tiempo en el cual cabe dar a luz el país que queremos de aquí a la mitad del siglo XXI. Más justo, más igualitario, más innovador.

Bien sabemos en Chile que esto de los ciclos históricos es un dato persistente en nuestro devenir como nación. Y en ello los factores externos tampoco son ajenos. Ahora, cuando se cumplen cinco años desde el estallido de la crisis económica global, está claro que el modelo impulsado por Reagan y Thatcher a comienzos de 1980 ha tocado fondo. Los desbordes de un sistema financiero que se expandió globalmente sin reglas llama a construir una nueva arquitectura de las finanzas en el mundo: estable, sólida, transparente. Y en eso se trabaja en muchos frentes, en el Banco Central Europeo como en el Fondo Monetario Internacional. Con ironía lo decía el martes Christine Lagarde, la directora del FMI, en un foro de la Clinton Global Iniciative transmitido desde Nueva York por la red Laureate: “Cuando las cosas se ponen feas llaman a las mujeres”. 

Por lo visto, en Alemania son muchos los que piensan lo mismo, como lo indica el triunfo de la Canciller Merkel. Y ello está en directa relación con la urgencia por llevar a la Unión Europea a una nueva etapa. Con entusiasmo excesivo se pensó que ya había llegado la hora de un Estatuto Político común y que el euro se consolidaba y expandía. La realidad golpeó fuerte en la cara al entusiasmo europeo. La realidad reclama repensar el proyecto, sobre todo cuando la cesantía ataca muy duro a la juventud, mientras la sociedad se hace cada día más vieja.

Hace cincuenta años Martin Luther King decía tener un sueño de país donde los suyos no fueran discriminados. Medio siglo después un hombre de raza negra gobierna Estados Unidos. Y por esa razón, pero también por las transformaciones ligadas a la globalidad, el poder norteamericano sabe que ahora vienen tiempos de otra forma de diálogo con el mundo: se trata de aceptar nuevas convivencias culturales en un planeta interconectado. Y esto también parece entenderlo Irán cuando impulsa un acercamiento con Estados Unidos. Todo ello mientras China, nuestro principal socio comercial, se plantea a su vez el cierre de un ciclo y el avance a una nueva etapa de crecimiento mucho más ligada a su consumo interno y un acelerado desarrollo urbano, que deja atrás el país predominantemente rural.

¿Qué parece estar en el fondo de todo esto? La urgencia de crear formas de gobernabilidad donde el triángulo Estado-Mercado-Sociedad se articule de manera virtuosa, capaz de generar una gobernabilidad sólida y permanente. Ello reclama un Estado fuerte con un rol central, conductor, regulador y promotor. Un Mercado con espacios para entregar crecimiento e innovación. Y una Sociedad donde las protecciones y oportunidades no dejen a nadie al margen. 

No es una tarea fácil, ni tampoco abordable en sólo cuatro años. Lo que viene en Chile, como en otras partes, es un tiempo de siembra, de puesta de nuevos cimientos, donde el centro de todo -como dijo el Papa anunciando también nuevos tiempos para la Iglesia- debe estar en el ser humano y sus condiciones de vida. De eso se trata lo que está por nacer.


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