Hecha a sí misma, Rosalía Mera no le debe a nadie su
fortuna, estimada en 4,5 mil millones de dólares. A los 13 años dejó
sus estudios, se puso a trabajar y de ahí no paró. Hoy, con 67, no sólo
tiene el 7% del consorcio de la moda que fundó con su ex esposo. Sus
otras inversiones se reparten en negocios tecnológicos, farmacéuticos e
inmobiliarios, además de ayuda social. Por M. Cristina Goyeneche /
Ilustración: Ignacio Schiefelbein
En la taberna Os Bels -donde la gente va a comer pulpo y a cantar-, caminando por el borde costero con sus tres nietos o en la cola de un cine. En cualquiera de los lugares típicos de La Coruña, una ciudad de 250.000 habitantes del norte de España, es posible encontrarse a Rosalía Mera Goyenechea (67) pasando un buen rato. En sus calles todos la conocen.
Rosalía no solo nació ahí y trabajó en una de las tiendas más visitadas por la gente acomodada desde pequeña; no sólo levantó a punta de esfuerzo junto a su marido Amarcio Ortega la empresa familiar que hoy todo el planeta admira; no sólo está entre las 100 mujeres más poderosas del mundo y su fortuna, a octubre del 2012, sumaba 4,5 mil millones de dólares. Rosalía Mera es también dueña de una personalidad única. Socialista a morir –aunque sea la mujer más rica de España-, extrovertida al momento de dar sus opiniones sin importarle nunca si éstas son políticamente correctas, atrevida al vestir e indiferente a cualquier juicio que los demás puedan hacer de ella. Siempre va de frente. Rosalía Mera es de armas tomar.
Desconfía de la prensa y pocas veces da entrevistas. Pero si le parece que hay que hablar no duda, como el año pasado cuando se mostró firme partidaria del movimiento 15M. Se confesó dispuesta a sumarse a las acampadas y deploró “los niveles de corrupción tan extendidos, de muchas maneras, y de muchos colores. Tenemos que plantarnos y decir así no”. Para los gallegos, como asegura el diario El País, es casi un mito. Está claro que no siempre fue así.
Algo más de 13 años tenía la joven Rosi cuando entró a trabajar como aprendiz en La Maja, una elegante tienda de modas que existía en su ciudad natal. Emplearse en un lugar limpio y agradable era algo demasiado bueno para ella, quien tuvo que pasar la adolescencia por el costado y aterrizar de lleno en la adultez. Con sus padres y hermanos vivía en el barrio Matadero, llamado así pues toda la vida de su gente giraba en torno al desolladero municipal que ahí operaba. Su padre era empleado estatal y su madre manejaba una carnicería sin entender de números. Para Rosalía poder pisar la elegante calle San Andrés y entrar a La Maja todas las mañanas era similar a un ascenso.
Entre los empleados de la tienda estaban también dos jóvenes hermanos nacidos en la ciudad de León pero criados como ella en La Coruña. Antonio, el mayor, era el simpático, extrovertido y a quien los dueños de La Maja nombraron vendedor viajero por sus aptitudes para el negocio. El menor era muy tímido y, al igual que ella, a los 13 años abandonó los estudios para ayudar económicamente a su familia. Es de él, Amancio Ortega, de quien Rosalía se enamora.
Estamos en el norte de España, en un pueblo costero de esfuerzo, en los años sesenta y el noviazgo es como lo dicta la norma, tranquilo, de tardes de cine, de caminatas y de verbenas, esas clásicas fiestas populares que se celebran por la noche y al aire libre en los barrios en que transitan. El matrimonio, en una pequeña iglesia coruñesa, llegó algunos años después. Ambos podrían haber seguido trabajando en La Maja pues tenían una buena relación con sus dueños, la familia Castro, y cumplían de manera eficiente sus tareas. Pero Amancio quería progresar y la joven Rosalía, que por esos años bordea los 20, lo sigue con fe ciega.
“Solo los que trabajan consolidan su proyecto. Hay una cultura del pelotazo, ser mediador, no invertir nada, coger el dinero y escapar. Pero montar una empresa es algo muy difícil y de mucho riesgo”, comentó en una de sus escasas entrevistas.
La dura realidad
Los Ortega Mera alquilan un pequeño departamento en el Paseo de Ronda, el trabajo es de sol a sol y su primera hija, Sandra, ya está en camino. A esas alturas los dos matrimonios, con lo visto y aprendido en La Maja, tienen bastante diseñado su camino. Venderán batas de mujer acolchadas, muy usadas en esos años, y tendrán el control de las tres áreas del negocio familiar: fabricar, distribuir y comercializar.Nace así Goa (las letras del nombre y los dos apellidos de los hermanos Ortega puestas al revés), el ADN de lo que vendrá después. En 1975 el camino recorrido hasta esa fecha se transformó en la primera tienda Zara. Si gracias a este primer emprendimiento Rosalía es hoy la millonaria número 1 de España, su ex esposo, Amancio, con 53,6 mil millones de dólares en el bolsillo, es la tercera fortuna del planeta, superando al mismísimo Warren Buffett. El team fundador de Zara puso de cabeza a una industria completa: 5.900 tiendas, presencia en 85 países, seis continentes, 840 millones de prendas fabricadas al año…
Pero nos estamos adelantando. Antes de eso, llegó Sandra, la primogénita. No tenía más de seis años cuando la primera tienda Zara se abrió por lo que su niñez estuvo lejos de los excesos. Eso tampoco iba con la filosofía de su madre quien procuró que su hija estudiara en el colegio público de La Coruña. Por esos años Rosalía y Amancio se movían entre su departamento y dos talleres de costuras. Los empleados de esos tiempos no se olvidan de ella: se instalaba todos los días en uno de ellos, ubicado en un sótano, y trabajaba sin descanso junto a un pequeño moisés en el que acarreaba a su hija Sandra.
Como en todo matrimonio joven, el segundo embarazo de Rosalía volvió a romper los equilibrios. Marcos Ortega Mera llegó con una parálisis cerebral profunda. En ese instante Rosalía le imprime a su vida un cambio radical. Se desliga por completo de su trabajo diario en Zara y se aboca en un 100% a ver la forma de sacar adelante a este niño, que no tiene, ni tendrá, ninguna posibilidad de valerse por sí solo. Tiempo después querrá también estudiar una carrera, magisterio le llaman en España, y se vuelve adicta al psicoanálisis.
Los caminos de Rosalía y Amancio se irán distanciando inevitablemente. Hasta que, según cuenta la prensa rosa, terceras personas llegaron al ruedo. En 1986 y tras más de 20 años de matrimonio, se separan. Rosalía, quien fue un engranaje clave en los inicios de Invitex, la Matriz de Zara, se quedó con el 7% de las acciones y el cargo de consejera delegada, puesto que dejó el año pasado y que coincidió con la decisión de su ex marido de retirarse de la primera línea del imperio. Amancio, por su parte, volvió a casarse al poco tiempo con Flora Pérez, empleada de Zara y con quien tuvo a Mónica, su tercera, glamorosa y famosa hija.
Dama de hierro
Menuda, de ojos expresivos, siempre usando coloridos lentes y vistosos accesorios, Rosalía no se echó a morir tras la separación. Se quedó a cargo de los dos hijos y el mismo año del divorcio le dio vida a Paideia, fundación que armó con un grupo de amigos que tiene por objeto sacar adelante a jóvenes discapacitados.Y si alguien pensó que eran los hermanos Ortega quienes tenían el buen olfato para los negocios, pues se equivocó. Sucede que esta poderosa mujer ha logrado incrementar aún más su fortuna a través de RospCorunna, Breixo Inversiones, Soandres de Activos y Ferrado Inmuebles. Es a través de la primera de estas sociedades que controla el 7% de Invitex y el 5% de Zeltia, un importante laboratorio que investiga en torno a fármacos marinos contra el cáncer y busca remedios para el alzheimer.
Su hija Sandra, que ha sido su gran aliada en toda esta aventura, trabaja a tiempo completo en la Fundación Paideia desde su creación y comparte con su madre todas las inversiones que ella emprende. Sicóloga de 44 años y madre de tres niños, no existe ni una sola fotografía de Sandra en toda España. Demás está decir que será esta anónima mujer la que heredará la fortuna de su madre y una buena tajada de la de su padre.
De una sencillez que asombra, Rosalía vive en una buena casa nada ostentosa y maneja una agenda que no para. Recibe voluntarios de Europa, promociona un nuevo concepto de turismo rural, inaugura cursos en universidades, auspicia conferencias, dicta charlas y suma y suma distinciones.
Y entretanto no para de invertir en negocios de alto potencial y emprendimientos que le parezcan destacables. Mans es su incubadora. Los tentáculos los reparte por todos lados. Galician Marine Aquaculture, de la que posee el 30,5%, se dedica al cultivo de la oreja de mar; inusual Comunicación Innovadora desarrolla soportes de comunicación comercial a través de tecnologías en el tratamiento de la luz; Denodo Technologies da soluciones informáticas; identificación y Custodia Neonatal creó un sistema para reconocer a recién nacidos basado en la biometría dactilar.
Siguen las productoras audiovisuales Continental Producciones y Milou Films y su propiedad en dos viveros especializados en el cultivo de árboles y plantas ornamentales. Su última aventura es construir y explotar plantas solares fotovoltaicas. Ah… y está su 10% en la cadena de hoteles de lujo Room Mate. “Sólo los que trabajan consolidan su proyecto. Hay una cultura del pelotazo, ser mediador, no invertir nada, coger el dinero y escapar. Pero montar una empresa es algo muy difícil y de mucho riesgo”, comentaba en 2004. Un detalle: Rosalía Mera también integró la lista de estafados por Bernard Madoff. Los negocios, como la política, son sin llorar y Rosalía no se queja. •••
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