- ¿Cuál es el origen de la crisis económica europea?
- La euroesclerosis que sufrió ya desde los 80, cuando mostró su incapacidad de generar dinamismo a la altura de los países líderes del mundo globalizado. Tuvo una reacción defensiva frente al cambio, buscando seguridad, estabilidad, un mercado de trabajo lleno de reglas y desarrollando un gran Estado succionador de altos impuestos que limitó incentivos, emprendimientos, disminuyendo la fuerza laboral. Las consecuencias no se notaron inmediatamente, pero es la causa que explica el surgimiento de un par de generaciones que creyeron que el Estado les garantizaría ser ricos, que tenían derecho a serlo, que sus vidas estaban aseguradas sin demasiado esfuerzo. En definitiva, se generó una sociedad que perdió el sentido del deber y de la responsabilidad, lo que fue fatal.
- Puros derechos y pocos deberes…
- Los jóvenes europeos reclaman hoy que les están quitando sus derechos, que alguien les robó su riqueza. De pronto encontraron que el Estado no tiene dinero, que les giró un cheque sin fondos y pasa lo que está pasando.
- ¿Y a nivel empresarial?
- Es dramático. En el período del “Gran Estado”, desde 1975 en adelante, de las 500 empresas más grandes del mundo, la zona euro ha creado una sola, mientras que California, 26. El Estado ha funcionado como un gran obstáculo al emprendimiento, al esfuerzo, al concepto de que hay que ganarse el progreso todos los días.
- Haces una crítica fuerte al Estado de Bienestar…
- Es que ese concepto destruyó el espíritu emprendedor, el premio al esfuerzo. Llegó un momento en que dio lo mismo trabajar o no, porque el Estado te proveía, y si trabajas mucho, pagas muchos impuestos y además, si eres emprendedor, te tratan de explotador. Hay una pasión destructiva por la igualdad, por emparejar quitándole al vecino lo que ha generado con su trabajo. Los Estados de Bienestar han sido los grandes mecanismos de redistribución, no de creación de riqueza, por lo tanto cuando ha habido que mantener la riqueza han mostrado que les falta la base dinámica, el capitalismo, la economía de mercado.
- ¿Qué salida le ves a la crisis europea?
- Una salida difícil, se necesita un consenso nacional que significa apretar los dientes y el cinturón y ponerse a trabajar, cambiar la mentalidad, ser más competitivo, limitar salarios, un esfuerzo de sumar fuerzas. El shock ha sido fuerte porque se acabó la fiesta de los derechos, sobre todo en el sur. Allí, los beneficios públicos y el nivel de pensiones pasaba la raya, y ahora en vez de decir asumamos las consecuencias de la farra, le echan la culpa a alguien de afuera.
- ¿Cuánto puede afectar la crisis europea a Chile?
- No nos ha tocado ni nos va a tocar. Puede que caiga el desarrollo a nivel global con una China que crezca al 8% y no al 10 %, o India a un 6% y no a un 7%, pero no pasa nada mayor con eso. El drama es de Europa y más allá de lo económico, se trata de su marginación como potencia mundial.
- ¿Crees que la centroizquierda chilena y Bachelet aprenderá la lección europea?
- Sería fatal que no lo hiciera. Bachelet jugó con la retórica del Estado social cuando gobernó pero no fue mucho más lejos. Ella se ha movido mucho por el mundo y sabe lo que está pasando. Para cualquier político avispado debería ser evidente que hay que evitar una deriva peligrosa: la sociedad de los derechos sin deberes, de la inflación de los derechos, del Estado que asume lo que nunca debe asumir. Hay que tener cuidado con las tentaciones. Chile va a tener recursos económicos y los seguirá incrementando y no debiera salirse de la norma saludable que el gasto público no crezca más que el producto
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