Fabricar a diario “montañas” de dinero es la tarea de la Casa de la
Moneda de Brasil, una de las empresas más antiguas del país que,
impulsada por modernas tecnologías, se proyecta en el mercado
latinoamericano.
En el complejo industrial que tiene en Santa Cruz, en las afueras de
Río de Janeiro, la Casa de la Moneda producirá este año más de 4.000
millones de billetes de distintas denominaciones, de los cuales 2.840
millones serán para el Banco Central de Brasil y el resto, pesos
argentinos y bolívares venezolanos.
Hasta hace unos meses se imprimieron también guaraníes paraguayos y
próximamente se fabricarán algunas denominaciones del gourde, la divisa
de Haití, según funcionarios de institución que funciona como una
empresa autónoma pero vinculada al Ministerio de Hacienda.
Durante una visita a esta fábrica de dinero, el superintendente
adjunto del Departamento de Cédulas, Edmundo Viana da Cruz, explicó a
Efe que algunos de esos países imprimen sus propios billetes
pero también encargan a Brasil por la tecnología de punta de la Casa de
la Moneda para producir con mayor calidad y seguridad.
La Casa de la Moneda fue fundada en 1694 por el rey Pedro II de
Portugal y en sus comienzos funcionó en Salvador, la primera capital
brasileña, pero en 1868 fue instalada definitivamente en Río de
Janeiro, donde en los últimos años inició una fase de expansión
industrial.
El complejo cuenta con dos líneas de producción y está en fase de
instalación una tercera, con maquinaria importada de Alemania, lo que le
permitirá ampliar este mismo año su portafolio, que incluye también el
acuñado de monedas y medallas, la fabricación de pasaportes con chip,
sellos postales, tarjetas telefónicas y billetes de metro, entre otros.
La “joya de la corona” es la producción de billetes, proceso
que tarda doce días de media y que comienza con la cuenta minuciosa de
los pliegos de papel moneda, fabricado con fibras de algodón y que
llevan incorporadas las marcas de agua.
La impresión offset se hace en lotes de 20.000 pliegos en cada uno
de las cuales cabe, en el caso del real brasileño, una media de 45
billetes por hoja, lo que significa 900.000 billetes por lote.
Después de la impresión de los diseños básicos por el anverso y el
reverso, los lotes reciben en alto relieve las figuras que adornan cada
denominación, luego las leyendas relativas al país y al Banco Central,
así como los hologramas de seguridad.
Cada paso tiene un control de calidad cuyo ápice está en la “Sección
Crítica”, donde un grupo de 55 mujeres que trabajan en tres turnos
revisan manualmente los miles de pliegos impresos para detectar con ojo
de águila cualquier error.
“Las mujeres tienen mayor poder de concentración y más agudeza
visual, lo que les permite descubrir rápidamente posibles errores”,
dice Viana da Cruz a Efe para explicar el motivo por el cual en este
departamento impera el sexo femenino.
Las “críticas”, como son llamadas, despliegan en forma de abanico
las hojas y apuntan impresiones superpuestas o fuera de lugar,
excedentes de tinta o cualquier otra eventual imperfección que obligue a
retirar el pliego entero para su destrucción al final del proceso.
Cada experta puede revisar en una jornada 8.000 pliegos
impresos, lo que supone que por sus manos pasan diariamente nada menos
que 360.000 billetes, una fortuna ajena que ya están acostumbradas a
manejar.
Después de este control manual los pliegos de billetes vuelven a las
máquinas donde se les estampan los números de serie y luego pasan por
un proceso automático de corte, seguido de la formación de los fajos y
su empaquetado para llevarlos a una bóveda donde permanecerán hasta su
envío a los respectivos bancos centrales.
Las estrictas medidas de seguridad, que incluyen numerosas cámaras
en todas las dependencias, se extienden al descarte de los ejemplares
defectuosos que harían la delicia de los coleccionistas, y hasta de los
bordes de los pliegos una vez recortados los billetes, que son
enviados a una trituradora.
“A la fase final tiene que llegar la misma cantidad de pliegos que
entró. En cada paso de la fabricación se cuentan los folios y firman un
control los trabajadores de cada equipo”, señala Viana da Cruz.
La duración de los billetes depende de su circulación, pues
generalmente los de menor denominación cambian más veces de manos que
los de valores más altos, con lo cual se deterioran más rápido,
pero según el Banco Central, la vida útil de un billete en Brasil es
de 14 meses de media
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