En menos de dos días cerraron dos transacciones: la venta de CTI a Electrolux y la compra de Magotteaux, una empresa mundial de servicios a la minería. Acá las claves de la transformación que vivió en medio siglo la empresa.
Por Andrés Pozo B.
Como una “feliz coincidencia” califican en Sigdo Koppers el cierre de forma casi simultánea de dos importantes transacciones, que en conjunto implican más de
US$ 1.000 millones y se anunciaron con 24 horas de diferencia.
Éstas se venían negociando hace meses y tuvieron como protagonistas a los dos hombres clave de la firma en el último tiempo: su presidente ejecutivo Juan Eduardo Errázuriz y el gerente general Juan Pablo Aboitiz. Mientras Errázuriz fue el que lideró las negociaciones con la sueca Electrolux -que el domingo concretó la compra de Compañía Tecno Industrial (CTI) y Somela en US$ 625 millones-, fue Aboitiz quien hizo el primer viaje en enero para comenzar a ver la opción de Magotteaux -transacción que se comunicó el martes y que implica recursos por US$ 790 millones. De acuerdo a lo señalado en el momento del anuncio, la compra de la firma belga la harían de todos modos -aunque no se hubiera vendido CTI-, ya que está en el foco estratégico de la compañía.
Fue en mayo de 2010 que definieron hacia dónde irían en esta etapa. Fijaron su norte hacia los servicios a la minería e industria, en Chile y el continente. Pero con Magotteaux sumaron, además, presencia en los cinco continentes. “Hay que trabajar para esto”, dijeron.
Inicios en el sur
La historia de SK es de larga data. Y se podría decir que tiene dos inicios. El primero se remonta a 1958. “Sigdo Koppers nació gracias a la visión empresarial de tres magníficos profesionales: Andrés Donoso Larraín, Domingo Santa María Santa Cruz y Sergio Ossa Pretot”, explican desde la empresa. Ellos tenían Sigma Donoso, la que en 1960 se asoció con Koppers Co y que se transformó en Sigdo Koppers.
Los cinco socios que hoy participan en el directorio (Juan Eduardo Errázuriz, Naoshi Matsumoto, Norman Hansen, Mario Santander y Horacio Pavez), a quienes se sumaba Ramón Aboitiz, llegaron a trabajar a la empresa como ingenieros. “A casi todos les correspondió vivir con sus familias en diferentes zonas del país, participando directamente en el desarrollo de las grandes obras que tuvo el grupo”, describen.
La primera obra fueron las instalaciones sanitarias de la Unidad Vecinal de Providencia, donde actuaron como subcontratista. Luego sumaron contratos de varias empresas como CAP, Chilecta y Endesa.
Desde el comienzo la figura de Ramón Aboitiz tomó fuerza. Fue el gerente general de la empresa desde 1968 a 1987. Y luego su presidente hasta abril de 2010.
El segundo nacer de la empresa fue en 1974. Esto, porque en la Unidad Popular la firma se había convertido en estatal y ese año se volvió a privatizar.
Uno de los directores de la compañía, Horacio Pavez, relata que fue Aboitiz quien invitó a once ejecutivos a comprar la empresa. “Muchos hipotecamos nuestras casas e hicimos todo para conseguir los fondos y hacernos nuevamente de la empresa”, relata en el libro de los 50 años de la firma.
De ahí en adelante la empresa tomó una estrategia de crecimiento. Crearon áreas y se expandieron a países como Perú, Argentina y Colombia. “Los socios fundadores de SK iniciaron este desafío con una importante dosis de arrojo, pero con la certeza de las enormes perspecticas que presentaba este emprendimiento”, relatan.
Una de las definiciones más importantes que tomó fue pasar de ser una constructora de obras de envergadura a un conglomerado diversificado. Esto “exige estudiar nuevos mercados, nuevas oportunidades, aquilatar riesgos, desarrollar otros talentos y formar equipos de trabajo, en ámbitos distintos a los habituales”, dicen.
Ahora, esperan seguir creciendo en servicios a la minería, donde Brasil se asoma como un nuevo desafío. ¿Nuevas compras? “Estamos estudiando más cositas”, dice Errázuriz.
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