Néstor Scibona
Para LA NACION
Tiene razón el ministro Amado Boudou cuando dice que hay reacomodamiento de precios. Pero también tienen razón quienes sostienen que no se trata de un fenómeno aislado sino dentro de un proceso en el que la inflación sigue subiendo, aunque el Indec se haya encargado de no registrar su real magnitud desde hace exactamente tres años.
El gobierno kirchnerista, que durante ese período aplicó políticas proinflacionarias, suele reaccionar cuando sus efectos están a la vista, pero nunca asume responsabilidad sobre las causas: la culpa es siempre de los otros. Además ha apadrinado frases engañosas que, a fuerza de repetición, pretende convertir en verdades. La ex ministra Felisa Miceli decía que prefería la inflación a la paz de los cementerios. Más acá en el tiempo, Hugo Moyano acaba de pontificar -parafraseando a Raúl Alfonsín- que "un poco de inflación es buena". Nadie dice cuánto. Si hubiera que creerles, la Argentina estaría en el mejor de los mundos: en números redondos tuvo 3% de inflación en 2003; 6% en 2004; 12% en 2005; orilló un dudoso 10% en 2006 y a partir de entonces, a pesar del Indec, osciló en un rango de 13 a 18%, que podría ser aún más alto en 2010 ya que las estimaciones privadas hablan de un piso de 20%. Si bien la inflación no se espiraliza, cada año (con excepción del recesivo 2009) trepa a un escalón más alto. Es la manera más directa de cristalizar la pobreza que afecta a más de uno de cada cuatro argentinos (desempleados, jubilados, cuentapropistas, trabajadores en negro y muchos en blanco), por más que el Gobierno se empeñe en bombear el consumo en un estéril intento de ganarle a la inflación. Quienes justifican esta performance responden que nunca la economía creció tanto como en esos años. Pero otros países de la región también crecieron (aunque menos) en ese período, con tasas inflacionarias de un dígito. Brasil registró entre 2003 y 2009 una inflación promedio de 5,6% anual; Chile, de 3,4%, y Uruguay, de 7,5%. La contracara fue Venezuela con 18% (y más de 25% en los últimos tres años).
Subas hard , bajas light
En el arranque de 2010, los reacomodamientos alcistas a los que alude Boudou tienen nombre y apellido: carnes y lácteos. Son sectores en los que el Gobierno estimuló la demanda al mismo tiempo que desalentaba la oferta. Las lluvias de fin de enero y comienzos de febrero complicaron aún más las cosas.
La canasta de una treintena de productos de consumo masivo, que periódicamente releva esta columna en la misma sucursal porteña de una cadena líder de supermercados, muestra este mes que los precios que más subieron corresponden a esos rubros y algunos sustitutos. Con respecto a diciembre, los mayores aumentos se verifican en milanesa cuadrada (38,1%); lomo de ternera (30,3%); carne picada especial (21,7%), y jamón cocido (17,2%). El zapallito redondo lidera el ranking con 67,6%, mientras que algunas variedades de quesos y otros productos lácteos exhiben subas de 5,5 a 8,1%, similares a las de determinadas marcas de gaseosas (entre 4,8 y 10%) y bien por encima de los fideos guiseros (2,9%). El precio del pan, en cambio, se mantuvo estable (en 7,79 pesos por kilo).
Una particularidad es que sobre 30 productos, 10 muestran bajas porcentuales, aunque en muchos casos se trata de pocos centavos en el precio final. Esto ocurre, por ejemplo, con el café (-8%); la yerba mate (-6%) y el azúcar (-10%). Los descensos más llamativos, en cambio, se dan en el pollo, especialmente en supremas (-27%) y pata muslo (-12,8%); así como en pimientos (-50%) y berenjenas (-30%), contrarrestados por subas en la afrodisíaca carne de cerdo, vinos, frutas y verduras (con subas de 15 a 30%).
Con estas variaciones, y aun cuando esta canasta no pueda equipararse a un índice de precios, parece un chiste el aumento del 1% del IPC anunciado por el Indec para enero. Y mucho más para aquellos consumidores que compran alimentos frescos. El costo de esta canasta, que en diciembre insumía 383,73 pesos, pasó la semana pasada a 396,77, con una suba de 3,4%. Pero si la comparación se realiza con el valor de diciembre de 2008 (cuando costaba 300,5 pesos), el incremento trepa a nada menos que 32% en poco más de 13 meses.
Otro dato llamativo son los reacomodamientos de precios dentro de una misma marca, que pueden atribuirse a estrategias comerciales o bien al "efecto Moreno". Por ejemplo, el precio de una gaseosa de marca líder subió 4,8%, pero en su variedad light muestra una baja de idéntica magnitud. A su vez, un suavizante de ropa que bajó 7,2% tiene un precio 62% más alto con aroma lavanda. El monto del ticket, en consecuencia, puede ser diferente según qué variedad se elija dentro de un mismo producto; lo mismo vale para algunos en los que, contradictoriamente, conviene más adquirir dos envases de medio kilo que uno de un kilo. También si la compra se realiza con tarjeta en los días con descuentos, que han permitido sostener los niveles de consumo aunque para muchos clientes significa un incentivo para recargar el changuito y gastar más de lo previsto.
Fuera de los supermercados también se ven distorsiones similares. El precio de combustibles líquidos (que subió en las últimas semanas y en el que dos terceras partes son impuestos) llega a ser entre 15 y 20% más caro en el interior que en la Capital Federal. Y el del GNC, un 30% más alto en el Gran Buenos Aires y hasta 70% en las estaciones de las rutas que van a la costa, colmadas este verano de automovilistas, que también sufren aumentos en los rubros turismo y esparcimiento.
Con la inflación en escalones más altos también suben las demandas salariales. No hay que ser un experto en matemáticas para advertir que si el ingreso se deteriora 20%, se necesita una mejora de 25% sólo para volver al punto de partida, lo cual crea presiones a todo nivel. Varios gremios han hecho punta con reclamos de esa magnitud, lo cual inquieta a las empresas y no sólo por el personal sindicalizado. Según la Ucema, la canasta para ejecutivos subió 2,9% en enero, con un alza acumulada de 19% al cabo de los últimos 12 meses, lo que eleva su costo total a 16.500 pesos (contra 14.000 en enero de 2009) y todos sus componentes muestran subas de dos dígitos anuales.
A esto debe sumarse que la expectativa de inflación se mantiene en alza, como lo revela la encuesta de percepción de precios que realiza Hugo Haime y que demuestra que el inverosímil IPC del Indec provoca el efecto contrario: para 2010 los consumidores prevén un alza de 32,4%, casi un tercio por encima de las más pesimistas previsiones de los consultores privados.
Frente a este panorama, la respuesta oficial consiste en mantener la expansión del gasto público para bombear la demanda y estimular el crédito a tasas bajas a las empresas para aumentar la oferta. Pero sin un programa económico visible y creíble, las miradas vuelven a apuntar al dólar, por lo menos hasta que se defina la suerte del Fondo del Bicentenario y aparezca la cosecha récord de soja.
nscibona@speedy.com.ar
Para LA NACION
Tiene razón el ministro Amado Boudou cuando dice que hay reacomodamiento de precios. Pero también tienen razón quienes sostienen que no se trata de un fenómeno aislado sino dentro de un proceso en el que la inflación sigue subiendo, aunque el Indec se haya encargado de no registrar su real magnitud desde hace exactamente tres años.
El gobierno kirchnerista, que durante ese período aplicó políticas proinflacionarias, suele reaccionar cuando sus efectos están a la vista, pero nunca asume responsabilidad sobre las causas: la culpa es siempre de los otros. Además ha apadrinado frases engañosas que, a fuerza de repetición, pretende convertir en verdades. La ex ministra Felisa Miceli decía que prefería la inflación a la paz de los cementerios. Más acá en el tiempo, Hugo Moyano acaba de pontificar -parafraseando a Raúl Alfonsín- que "un poco de inflación es buena". Nadie dice cuánto. Si hubiera que creerles, la Argentina estaría en el mejor de los mundos: en números redondos tuvo 3% de inflación en 2003; 6% en 2004; 12% en 2005; orilló un dudoso 10% en 2006 y a partir de entonces, a pesar del Indec, osciló en un rango de 13 a 18%, que podría ser aún más alto en 2010 ya que las estimaciones privadas hablan de un piso de 20%. Si bien la inflación no se espiraliza, cada año (con excepción del recesivo 2009) trepa a un escalón más alto. Es la manera más directa de cristalizar la pobreza que afecta a más de uno de cada cuatro argentinos (desempleados, jubilados, cuentapropistas, trabajadores en negro y muchos en blanco), por más que el Gobierno se empeñe en bombear el consumo en un estéril intento de ganarle a la inflación. Quienes justifican esta performance responden que nunca la economía creció tanto como en esos años. Pero otros países de la región también crecieron (aunque menos) en ese período, con tasas inflacionarias de un dígito. Brasil registró entre 2003 y 2009 una inflación promedio de 5,6% anual; Chile, de 3,4%, y Uruguay, de 7,5%. La contracara fue Venezuela con 18% (y más de 25% en los últimos tres años).
Subas hard , bajas light
En el arranque de 2010, los reacomodamientos alcistas a los que alude Boudou tienen nombre y apellido: carnes y lácteos. Son sectores en los que el Gobierno estimuló la demanda al mismo tiempo que desalentaba la oferta. Las lluvias de fin de enero y comienzos de febrero complicaron aún más las cosas.
La canasta de una treintena de productos de consumo masivo, que periódicamente releva esta columna en la misma sucursal porteña de una cadena líder de supermercados, muestra este mes que los precios que más subieron corresponden a esos rubros y algunos sustitutos. Con respecto a diciembre, los mayores aumentos se verifican en milanesa cuadrada (38,1%); lomo de ternera (30,3%); carne picada especial (21,7%), y jamón cocido (17,2%). El zapallito redondo lidera el ranking con 67,6%, mientras que algunas variedades de quesos y otros productos lácteos exhiben subas de 5,5 a 8,1%, similares a las de determinadas marcas de gaseosas (entre 4,8 y 10%) y bien por encima de los fideos guiseros (2,9%). El precio del pan, en cambio, se mantuvo estable (en 7,79 pesos por kilo).
Una particularidad es que sobre 30 productos, 10 muestran bajas porcentuales, aunque en muchos casos se trata de pocos centavos en el precio final. Esto ocurre, por ejemplo, con el café (-8%); la yerba mate (-6%) y el azúcar (-10%). Los descensos más llamativos, en cambio, se dan en el pollo, especialmente en supremas (-27%) y pata muslo (-12,8%); así como en pimientos (-50%) y berenjenas (-30%), contrarrestados por subas en la afrodisíaca carne de cerdo, vinos, frutas y verduras (con subas de 15 a 30%).
Con estas variaciones, y aun cuando esta canasta no pueda equipararse a un índice de precios, parece un chiste el aumento del 1% del IPC anunciado por el Indec para enero. Y mucho más para aquellos consumidores que compran alimentos frescos. El costo de esta canasta, que en diciembre insumía 383,73 pesos, pasó la semana pasada a 396,77, con una suba de 3,4%. Pero si la comparación se realiza con el valor de diciembre de 2008 (cuando costaba 300,5 pesos), el incremento trepa a nada menos que 32% en poco más de 13 meses.
Otro dato llamativo son los reacomodamientos de precios dentro de una misma marca, que pueden atribuirse a estrategias comerciales o bien al "efecto Moreno". Por ejemplo, el precio de una gaseosa de marca líder subió 4,8%, pero en su variedad light muestra una baja de idéntica magnitud. A su vez, un suavizante de ropa que bajó 7,2% tiene un precio 62% más alto con aroma lavanda. El monto del ticket, en consecuencia, puede ser diferente según qué variedad se elija dentro de un mismo producto; lo mismo vale para algunos en los que, contradictoriamente, conviene más adquirir dos envases de medio kilo que uno de un kilo. También si la compra se realiza con tarjeta en los días con descuentos, que han permitido sostener los niveles de consumo aunque para muchos clientes significa un incentivo para recargar el changuito y gastar más de lo previsto.
Fuera de los supermercados también se ven distorsiones similares. El precio de combustibles líquidos (que subió en las últimas semanas y en el que dos terceras partes son impuestos) llega a ser entre 15 y 20% más caro en el interior que en la Capital Federal. Y el del GNC, un 30% más alto en el Gran Buenos Aires y hasta 70% en las estaciones de las rutas que van a la costa, colmadas este verano de automovilistas, que también sufren aumentos en los rubros turismo y esparcimiento.
Con la inflación en escalones más altos también suben las demandas salariales. No hay que ser un experto en matemáticas para advertir que si el ingreso se deteriora 20%, se necesita una mejora de 25% sólo para volver al punto de partida, lo cual crea presiones a todo nivel. Varios gremios han hecho punta con reclamos de esa magnitud, lo cual inquieta a las empresas y no sólo por el personal sindicalizado. Según la Ucema, la canasta para ejecutivos subió 2,9% en enero, con un alza acumulada de 19% al cabo de los últimos 12 meses, lo que eleva su costo total a 16.500 pesos (contra 14.000 en enero de 2009) y todos sus componentes muestran subas de dos dígitos anuales.
A esto debe sumarse que la expectativa de inflación se mantiene en alza, como lo revela la encuesta de percepción de precios que realiza Hugo Haime y que demuestra que el inverosímil IPC del Indec provoca el efecto contrario: para 2010 los consumidores prevén un alza de 32,4%, casi un tercio por encima de las más pesimistas previsiones de los consultores privados.
Frente a este panorama, la respuesta oficial consiste en mantener la expansión del gasto público para bombear la demanda y estimular el crédito a tasas bajas a las empresas para aumentar la oferta. Pero sin un programa económico visible y creíble, las miradas vuelven a apuntar al dólar, por lo menos hasta que se defina la suerte del Fondo del Bicentenario y aparezca la cosecha récord de soja.
nscibona@speedy.com.ar
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