2007/07/20

Perú: en blanco, en rojo


Tras completar 70 meses de crecimiento sostenido, el Perú parece dejar atrás décadas de populismo y decadencia. Se espera que el 2009 su producto interno bruto supere los 120 mil millones de dólares, más del doble de lo que era el 2001.

No es poco. Es bastante, en realidad. Pocos países del continente han crecido tanto en el último tiempo, pero no todo da para abrazarse. La pobreza, la corrupción, el desprestigio de la política son todavía temas pendientes y podrían encender la pólvora del descontento.

Pero quizá el mayor peligro que enfrentan los peruanos para tomar la pista rápida al desarrollo sea la autocomplacencia.

La reinvención del Perú

Un aeropuerto que da una cordial bienvenida en Lima. Una capital sobregirada en su caótico tráfico urbano. Este es el teatro donde Perú le está doblando la mano a sus históricas fatalidades.
Dos son las cosas que llaman la atención al llegar a Lima.

Primero, la atractiva fachada del aeropuerto –de influencia Bauhaus–, que está en pleno proceso de expansión. Cómodo y expedito, la burocracia y control se han limitado a lo imprescindible y brillan por su ausencia las filas que hoy son moneda corriente en Pudahuel.

Al tomar el taxi, aparece la segunda sorpresa, menos amable: el tráfico limeño es un infierno de bocinazos y matonaje en el que todos intentan avanzar a como dé lugar.
Como toda ciudad sudamericana, los alrededores de la capital están dominados por cinturones de pobreza. La mayoría se originó de tomas ilegales, en terrenos polvorientos donde la gente ha construido precarias construcciones, muchas de ellas sin ventanas ni techos. Las más desfavorecidas se aprecian en los cerros, ganándole espacio al desierto, entre dunas de imposible acceso.

Esa es la Lima pobre, la Lima chola.
Al cruzar distritos como San Isidro o Miraflores surge la otra Lima, la Lima blanca, la de los restaurantes de diseño y los surfistas, donde abundan los Starbucks, las joyerías y los condominios con vista al mar. El centro de la ciudad es el punto donde convergen en cierta forma ambos mundos y uno puede toparse en las atestadas calles que rodean la Plaza de Armas con indígenas vendiendo coco y trozos de piña y ejecutivos trajeados que van por su pisco sour al Hotel Maury, supuestamente el lugar donde un barman creó el famoso brebaje. Frente a la catedral una pareja de recién casados se toma fotos.

Niñas en uniforme escolar gritan para hacerse oír en medio del bullicio.
Quizás lo que hace de Lima un lugar distinto a Santiago o Buenos Aires sea la luz. Una especie de luminosidad brillante, pero pastosa, como si estuviésemos mirando entre nubes. No es smog, sino bruma. Una sensación térmica que recuerda el inicio de Conversación en la Catedral, la novela cumbre de Mario Vargas Llosa, cuando el protagonista mira la ciudad “sin amor: automóviles, edificios desiguales y descoloridos, esqueletos de avisos luminosos flotando en la neblina, el mediodía gris.

¿En qué momento se había jodido el Perú?”.


La pregunta la hizo Vargas Llosa en 1969. Han pasado casi cuatro décadas y muchas cosas han cambiado desde entonces. A Lima la siguen llamando, con poca justicia, “la horrible”, un “monstruo de cuatro millones de cabezas” que hoy, sin embargo, llegan al doble. Pero igual tras el mediodía gris se observa una gran efervescencia.


En realidad las preguntas que surgen ahora son otras. ¿Puede estar jodido un país que lleva 70 meses de crecimiento y que este año espera expandirse un 7,5 por ciento, muy por arriba de Chile? ¿Se puede ser pesimista con una economía que muestra una vitalidad sin parangón en el continente, con una industria que es líder en varios sectores?


Dejemos que el propio Vargas Llosa sea el que responda:

“Confieso que estos meses que he pasado en el Perú me han dejado mucho más esperanzado que en otros viajes. Este sentimiento no se debe tanto a las buenas estadísticas, sino a la sensación de que algo profundo parece haber cambiado en la cultura del país. Habría que ser ciego para no verlo”, escribió la semana pasada.
Treinta y ocho años separan aquella mirada fúnebre y la renovada esperanza que Vargas Llosa declara hoy. Es “otro país”, dice el autor. Y no se puede sino estar de acuerdo.

En Chile hace tiempo que miramos con una mezcla de admiración y sorpresa lo que está pasando en Perú. Luego del temor que provocó el posible triunfo de Ollanta Humala en las elecciones presidenciales, la sociedad parece decidida a dejar atrás el populismo y la demagogia, dos males de los cuales el país recién comienza a recuperarse: hace poco el PIB per cápita superó los niveles de 1975 y podrá este año igualar las cifras de Chile de principios de los 90.


El propio Alan García ha dado muestras de haber aprendido la lección. De ser recordado como uno de los mandatarios más funestos de los 80, ha pasado a convertirse en modelo de pragmatismo y moderación. Una proeza política la suya. “Hay gente que piensa que ahora Alan está haciendo un gran gobierno de derecha”, comenta Ricardo Vega Llona, destacado empresario y político liberal, que asesora al presidente.
Por supuesto, este círculo virtuoso tiene claroscuros.

El 50% de la población vive bajo la línea de la pobreza y la indigencia alcanza a la sexta parte de los peruanos. La distancia –económica, cultural, política– entre la costa y la sierra sigue teniendo mucho de muralla infranqueable. Son mundos aparte. Uno moderno, el otroanclado en la prehistoria. Para qué hablar de la extensa región amazónica, donde mandan el narcotráfico y un centenar de ex senderistas que trabajan como sicarios. Allí, el Estado prácticamente no existe.


Si bien la economía peruana en los 80 y 90 fue una montaña rusa, a partir del 2000 comenzó una fase expansiva que esta vez promete ser más prolongada y menos zigzagueante. La mejor de la historia, dicen los optimistas. Lo que preocupa a muchos es que tal bonanza aún no alcanza para todos. Se calcula que entre el 2001 y 2009 un millón de peruanos habrá dejado la pobreza. ¿El vaso medio lleno o medio vacío? Fuera de estas señales, hay otros signos positivos.

La gastronomía experimenta un auténtico boom y se ha convertido en una inmejorable carta de presentación. Menos explosiva, pero igualmente llamativa, es la irrupción de una camada de escritores peruanos que está dando que hablar y haciéndose oír en el continente. Todas razones más que suficientes para viajar a Lima y comprobar cuánto hay de espejismo y cuánto de realidad en el llamado “milagro” peruano. Esta es la crónica de una visita intensa y llena de contrastes, por un país hermano, extraño, fascinante e impredecible. En todas las familias los hay.


El vuelo del inca


A diferencia de otros, Perú está aprendiendo a exportar valor agregado y ha demostrado capacidad de innovación, pese a que aún arrastra una pesada carga de políticas públicas ineficientes. Ahora que ha enmendado el rumbo, tiene grandes posibilidades de acceder al club de Chile y México, los únicos países con grado de inversión de la región. A prepararse, porque viene con todo.


Se huele, se palpa, se siente. Definitivamente Perú está viviendo el mejor momento económico de su historia. Nunca antes, ni siquiera en la década de los 90, cuando emprendió reformas y privatizó una parte importante de sus empresas de servicios, había gozado de una bonanza así. Está como Chile hace diez años, creciendo al 8% anual, recibiendo varios miles de millones de dólares en inversión extranjera, a punto de firmar un TLC con Estados Unidos, gozando de lo que significa tener una elite empresarial comprometida, un sistema financiero sólido y, lo que es más sorprendente, una gran estabilidad política.
Hay que estar ahí para darse cuenta del cambio. Conversar con su gente, recorrer las calles, los centros comerciales y alguno de los tantos restaurantes de talla internacional que han surgido. Por lo menos en Lima, el cambio es impresionante.

Ya no hay ni atisbos de los tiempos de inseguridad e incertidumbre que lastimaron profundamente al país en décadas anteriores. Ya nadie habla de la posibilidad de volver al intervencionismo estatal ni de que grupos terroristas siembren el pánico. Nadie. Y aunque en algunos sectores todavía persiste el temor de que líderes como Ollanta Humala lleguen al poder, en términos generales los peruanos están optimistas y convencidos de que ahora sí les llegó su turno. Para algunos, sin ir más lejos, se trata de lo más potente que le ha sucedido a Perú en los últimos 50 años.


-Por primera vez estamos disfrutando de continuidad de las políticas económicas y fiscales, señala Fritz Du Bois, presidente del Instituto de Economía del Perú, una organización equivalente a Libertad y Desarrollo de Chile. Antes se pasaba de un gobierno de izquierda a uno de derecha en forma tan radical, que no había tiempo de implementar un proyecto de inversión. La incertidumbre de volver a una economía intervencionista estaba siempre latente. Entre los 60 y 90 no hay un común denominador en materia económica. Ahora, en cambio, nadie duda del modelo de libre mercado. La población ha interiorizado la importancia de la estabilidad económica, lo que ha ayudado a que ya no tengamos un déficit fiscal del 10% del PIB como teníamos antes. Ya llevamos 15 años de inflación de un dígito, lo que es maravilloso, considerando que en la década del 80 lograr un día con un dígito era motivo de fiesta.


El eje de todo este resurgimiento está, sin duda, en el auge minero. La expandida demanda de metales, inducida básicamente por China, colocó a la minería proveyendo al menos el 65% de los ingresos por concepto de exportaciones en los últimos tres años. Perú es el mayor productor de plata del mundo, el sexto en oro y está entre los cinco primeros en cobre, zinc y plomo.
A diferencia de la década del 90, el crecimiento económico ha ido de la mano de una importante solidez macroeconómica.

El país ha logrado reducir significativamente su déficit fiscal, pasando de un promedio de 2,4% del PIB en el 2003, a un superávit de 2% en el 2006. Sus reservas internacionales, en tanto, suman más de 21 mil millones de dólares, mientras que la deuda externa, que bajó drásticamente luego de una profunda reestructuración, no alcanza a bordear los 20 mil millones de dólares. La inflación, por su parte, cerró en 1,14% en 2006, por debajo de la meta de 1,5% a 2,5% que se había planteado el Banco Central, convirtiéndose en el país con menor inflación en América latina. -Con esos índices, es posible que la calificación de la deuda peruana, que hoy está en BB+, suba un escalón este año, hasta riesgo de inversión, que hoy solo tienen México y Chile en la región-sostiene la banquera de inversiones Susana de la Puente-.

Ello reduciría el costo de financiamiento para los proyectos y se convertiría en otro factor favorable para la expansión. Lo más probable es que la consigamos de aquí a fin de año, después de ratificar el TLC con Estados Unidos.
Y para coronar esta buena racha, hay que sumar la promesa hecha por el presidente Alan García de convertir a Perú en el próximo jaguar de América latina. Lo dijo al asumir su mandato y lo ha repetido en varias ocasiones. El asunto le importa y en todo este tiempo se ha empeñado en borrar la imagen negativa que dejó en su anterior mandato. Hoy es el mayor adalid del libre mercado y la inversión extranjera. Si logra consolidar el modelo económico –y lo sigue acompañando la suerte en el mercado internacional de los commodities– no es utópico pensar que en diez años Perú pueda estar en la vanguardia del continente.

Territorio abierto


El primer empujón del Perú se dio a mediados de los 90, en el primer gobierno de Fujimori, cuando se materializaron una serie de reformas, como la apertura económica, la libertad de precios y las privatizaciones, que permitieron que Perú comenzara a despegar. Lamentablemente, su segundo gobierno se enfocó menos en los aspectos económicos y más en los políticos, y ahí, como se dice en jerga económica, se perdió el momentum. Se paralizaron muchas de las reformas que hubieran permitido una segunda fase, incluyendo las últimas privatizaciones, y todo quedó en nada.


En el pasado fueron tantos los años malos y tantos los gobiernos ineficientes, que Perú tiene hoy un potencial de crecimiento extraordinario. Comenzando por infraestructura ¡que vaya que escasea! y siguiendo por inversiones en consumo, tecnología, servicios financieros, agroindustria y cobertura de servicios básicos, entre otros. Las oportunidades son muchas y hoy Perú es la nueva niña bonita de América latina. Es cosa de ver las secciones de negocios de los diarios. Todos los días se cierra un trato diferente, con capitales que vienen de rincones tan disímiles como Estados Unidos, Canadá, Australia, España, Inglaterra, Colombia, Venezuela, México y Argentina, además de Chile, por supuesto.
-Hay un optimismo de la clase empresarial que es inusualmente alto sostiene Fritz Du Bois. Hace poco hubo un sondeo de expectativas empresariales que hizo el Banco Central. En mayo del año pasado, antes de las elecciones presidenciales, el 16% de los empresarios decía que la cosa iba a ir mejor, el 11% que iba a ir peor y el resto que se iba a quedar igual. Hoy día, el 50% dice que de todas maneras la cosa va a ir mejor, cero cree que irá peor y el otro 50% cree que se va a mantener igual. No hay pesimistas en el sector empresarial. Y eso tiene que ver con el susto de Humala. Estuvimos tan cerca de cometer un suicidio, a lo Bolivia, con Evo Morales, o con Chávez en Venezuela, que de pronto García adquirió una imagen de salvador del país. Durante el 2006, la inversión privada en el país creció un 20,1%, tras haberse incrementado un 13,9% el 2005. Según analistas de mercado, para los próximos años se espera mantener tasas similares, dadas las buenas perspectivas de la demanda mundial y el sustancial aumento de la confianza de los inversionistas y los consumidores.

Para el año 2010 se calcula que el flujo anual de la inversión privada podría superar los 20 mil millones de dólares y representar más del 20% del PIB.
Pero más allá de todo eso, lo mejor de este despertar es que ha venido acompañado de cambios profundos en la estructura del consumo. Los nuevos programas de crédito y subsidios están mejorando el acceso de la población más pobre a bienes y servicios, lo que ha generado importantes oportunidades de inversión para las empresas. Los tiempos son extraordinarios para el retail, desde ropa hasta automóviles, pasando por artículos de decoración, aseo personal, calzado y joyas. El año pasado las ventas de electrodomésticos se incrementaron en un 20%, las de celulares un 35%, las de restaurantes un 23% y las de automóviles –ojo– un 50%.

La demanda interna, por su parte, asociada a la recuperación de los ingresos y al crecimiento del empleo, está disparada. Sectores como construcción, manufactura y servicios están creciendo a tasas superiores al 20% anual, dinámica que no tiene precedentes. Según Walter Bayly, gerente general de Planeamiento y Finanzas del Banco de Crédito del Perú –la institución financiera más grande del país–, los créditos hipotecarios otorgados por su banco han crecido un 25% anual los últimos tres años, lo que es todo un récord para la industria, pero nada tomando en cuenta que en todo Perú hay solo 90 mil hipotecas vigentes. Los de consumo, en tanto, han crecido un 40% y eso que de los 14 millones de habitantes que son “bancarizables”, apenas 4 millones cuentan con algún producto financiero en el sistema formal. El espacio para seguir creciendo, entonces, es enorme. -Hace tres años el gobierno sacó el programa MiVivienda, orientado a otorgar financiamiento a personas que adquieren viviendas inferiores a los 25 mil dólares cuenta Bayly. El programa fue tan exitoso que todos los bancos nos empezamos a meter en ese nicho hasta que sacamos a MiVivienda del “negocio”. Hoy día el gobierno está orientado a las viviendas inferiores a los 15 mil dólares. Cada vez que bajamos la pirámide el espectro se abre de forma notable. Construcción es otro sector que está pasando por un gran momento. Tanto por los grandes proyectos y obras de infraestructura que se están levantando, como por los cientos de edificaciones de primera y segunda vivienda que han surgido en toda Lima y la costa del país.

Ni hablar de las construcciones ligadas al comercio, como centros comerciales, tiendas por conveniencia, homecenters, hoteles. Ahí la cosa es pan de cada día y es donde los empresarios chilenos –hay que decirlo– dominan la escena. Los mayores centros comerciales están ligados al Parque Arauco y al grupo Altas Cumbres, y las únicas tiendas por conveniencia que hay son Ripley y Falabella, aunque todavía hay mucho por crecer tanto dentro como fuera de Lima.
-Falabella y Ripley llenaron un vacío tremendo en el Perú, -señala el abogado Arturo Rebasa, uno de los más importantes de la plaza-. Las dos tarjetas representan más del 50% de todas las tarjetas emitidas. Mucho más que Visa y Master Card. Y la presencia de ellas en las zonas periféricas de Lima, en lo que nosotros llamamos conos, da cuenta que la gente está mejorando su calidad de vida, que está teniendo acceso a bienes que hace diez años no hubiera pensado. Y no solo en Lima, la expansión de estas casas comerciales también ha llegado a lugares impensados, como Arequipa y Trujillo.

Ingenio peruano


Hacia fuera Perú también tiene mucho que mostrar. Más allá de su maravillosa comida, su pisco sour y de las alturas del Machu Pichu, hay una gran cantidad de productos que llevan impresa la bandera roja y blanco y que circulan por el mundo con un éxito poco común. Los más renombrados, por lejos, se relacionan con la agroindustria y el rubro textil y confecciones. El primero, el año pasado tuvo un incremento de 7,2%, inducido principalmente por la producción agrícola (7,9%) y pecuaria (6,6%). El sector textil, por su parte, lleva tres años creciendo al 15% anual.
-Hace una década, los empresarios peruanos se las ingeniaron para convertir las desventajas del desierto en ventajas, comenta Juan Francisco Raffo, presidente del capítulo peruano del Consejo Empresarial Bilateral. Construyeron modernos sistemas de riego y aprovecharon el beneficio de no tener hongos ni plagas para lograr productividades que están entre las más altas del mundo.

Somos los más productivos del planeta en mangos y espárragos, los terceros en uva, quintos en paltas, sextos en café y décimos en pimiento. Nos convertimos en los mayores exportadores mundiales de páprika, palta y alcachofa. Y tenemos la mayor productividad mundial en caña de azúcar.
Dado el rápido incremento de las agroexportaciones, se prevé que a mediano plazo unas 300 mil hectáreas van a estar dedicadas a la hortifruticultura de exportación, crecimiento que, dicho sea de paso, está siendo muy apoyado por el sector privado. Y no solo del Perú.

De un tiempo a esta parte hay una verdadera fiebre por adquirir tierras en la costa del país. De Chile, dicen los que saben, ya son seis los inversionistas que han comprado en ese sector.
El algodón pima es otro producto estrella de los peruanos. Se supone que es originario de Estados Unidos, y aunque fue introducido en Perú recién en 1918, la mitología nacional dice que es un producto que descubrieron los incas. El pima es la fibra más fina y larga del mundo, supera con distancia al famoso algodón egipcio, y por lo mismo, es muy utilizada en la confección de marcas de elite, como Lacoste. Según datos de la oficina de promoción de exportaciones, Prompex, Perú exporta 1.200 millones de dólares en confecciones y 200 millones de dólares en textiles.

El 90% de la producción se vende fuera de Perú. -Los grandes beneficiados con la reducción arancelaria temporal que tuvimos con Estados Unidos fueron la agroindustria y el sector textil señala Jaime Cáceres, presidente de Confiep, el equivalente a la Confederación de la Producción y del Comercio chilena. En los últimos tres años sus exportaciones crecieron más del 30% anualmente. El sector textil pasó de exportar 600 millones de dólares a 1.500 millones de dólares en dos años. Y la agroindustria creció a tasas más o menos similares. El TLC con Estados Unidos, que debiera ratificarse ahora en agosto, traerá una corriente nunca antes vista de inversión al sector manufacturero exportador.

Es probable que veamos plantas de confecciones dirigidas expresamente al mercado norteamericano, que es 180 veces más grande que el mercado peruano.
La acuicultura y la maricultura también está llamada a un importante desarrollo y a consolidarse entre los grandes exportadores nacionales. A diferencia de otros países pesqueros, el mar peruano tiene alta biodiversidad, amplia disponibilidad de nutrientes, baja contaminación y condiciones óptimas durante todo el año. Hace décadas que es el país líder en la exportación de harina de pescado, y dado que los precios de ese commodity han estado por las nubes, los movimientos empresariales están a la orden del día.

-El grupo Brescia, que es el más grande del país, nunca se había interesado por ingresar al sector pesquero, -cuenta Alberto Rebasa-.

Pero hace tres años, movidos por la bonanza del sector, decidieron comprarse una empresa. Hoy son dueños de la pesquera más grande del mundo. El interés de ellos indujo a otros grupos a meterse en esta industria y hoy la pesca está como avión. Todas las semanas hay una compra o una fusión de empresas pesqueras. Y estamos hablando de operaciones de 80, 112, 130 y hasta de 150 millones de dólares.
Pero el caso más impresionante es el de la Corporación Pesquera Inca (Copeinca), una empresa de tamaño mediano que hace cinco años recibió un préstamo de 50 millones de dólares de parte del Credit Swiss y se compró un par de embarcaciones. Al año siguiente, consiguió un crédito de un banco de inversiones norteamericano y se compró otra flota.

El negocio comenzó a estar tan boyante que el año pasado viajaron a Oslo y listaron la compañía en la bolsa noruega, que es la más especializada del mundo en empresas pesqueras. Levantaron 150 millones de dólares, con lo que pagaron al Credit Swiss e hicieron nuevas inversiones. Hace poco el Credit Swiss les prestó 160 millones de dólares más y se compraron la pesquera El Angel, cuenta Rebasa. Ahora están tan grandes que están planificando un nuevo IPO en Oslo, por otros 150 millones de dólares.
Perú también tiene grandes condiciones para el desarrollo forestal: hoy es el noveno país con mayor superficie boscosa a nivel mundial, y el segundo en América del Sur, después de Brasil. Tiene 78,8 millones de hectáreas de bosques naturales y más de 8 millones de hectáreas de tierras aptas para la reforestación. Se estima que se puede llegar a exportar 3 mil millones de dólares anuales en madera y derivados a un mercado mundial, con una demanda que supera los 100 mil millones de dólares.

Pedro Pablo Kuczynski “Cuando un país despega, siempre algunos se quedan atrás”

El ex ministro de Economía y primer ministro del presidente Toledo es una figura muy respetada. Y, a diferencia de la mayoría de los políticos latinoamericanos, un hombre con mirada de largo plazo.
Es uno de los hombres más respetados e influyentes del ambiente político y económico peruano. Sus largos años en el extranjero, sus grados académicos, unido a la relación que tiene con empresarios de la talla de Stephan Schmidheiny, Carlos Slim y varios asiáticos, lo elevan a la categoría de “producto de exportación”.

Es casi tan reconocido como nuestro José Miguel Insulza o Nicolás Eyzaguirre y tiene un poder que solo se asemeja al de Ricardo Lagos. Por lo mismo, hubiera sido un delito estar en Lima y no juntarse con Pedro Pablo Kuczynski. Nos recibió en su casa, ubicada en la parte más exclusiva de San Isidro. Y como no tenía ningún compromiso posterior y en su visita a Lima estaba casi de incógnito, nos dedicó todo el tiempo del mundo, dejando relucir un singular sentido del humor y mucha, mucha ironía… Durante la conversación, no perdió oportunidad para despotricar en contra de sus adversarios políticos y se las arregló estupendamente para no tirarle tantas flores a Alan García.
La experiencia que adquirió como ministro de Economía y primer ministro del gobierno de Alejandro Toledo le han dado autoridad para hablar de Perú y su circunstancia. Y aunque está lejos de tener una bola mágica, al menos tiene un panorama clarísimo de lo que pasa y de lo que hay que hacer para salir adelante. -Perú ha tenido épocas de estabilidad y largos períodos de inestabilidad.

Ello, debido fundamentalmente a la pobreza de la población y a la inmadurez de la clase dirigente dice. Lo malo es que ese vacío lo han ocupado personas de ideologías trasnochadas, que en las últimas elecciones llegaron al 47% del voto. De ese total, solo un 10% fue voto informado. El resto simplemente fue llevado por una corriente de protestas y frustraciones. Ahora el Perú está viviendo un período de despegue, que ojalá no se frustre como se han frustrado otros… Este país progresó mucho en los años 30, 40, 50 y gran parte de los 60. Luego se atracó.


-Ahí vino el golpe militar…


-Claro, que fue nacionalista de izquierda, muy distinto al golpe militar de ustedes. Acá los militares tomaron el control de todo el aparato de gobierno. Pinochet, en cambio, tuvo la inteligencia de rodearse de gente muy pensante en todo lo que era economía y relaciones exteriores. Ahí el Perú perdió mucho tiempo. La reforma agraria, que fue una confiscación, porque nunca se le pagó a nadie, hizo que mucha gente emigrara a las grandes ciudades. Lima pasó de tener 2 millones de habitantes a más de 8 millones en menos de uno o dos años. Eso cambió la sociedad. Nos convertimos en un país macrocefálico. El sector rural se vino abajo, la pobreza aumentó y los gobiernos de los años 80 no hicieron nada por mejorar la situación. Belaúnde impuso una política fiscal demasiado amplia y generosa, que aumentó la inflación que ya venía desde el gobierno militar. Y Alan García, que al principio quiso arreglar la cosa financiando el déficit con el Banco Central, finalmente no pudo pagar la deuda y terminamos con una hiperinflación tremenda. Ahí nos fuimos al outsider.


-Pero luego vino Fujimori, en cuyo gobierno se hicieron varias de las reformas que hoy día tienen a Perú en mejores condiciones.


-Sí. En la segunda mitad de su primer gobierno se hicieron reformas muy necesarias. Se abrió la economía, se terminó el control de precios y comenzaron las privatizaciones. Pero el 96 tuvo que pagar las consecuencias de haberse reelegido. Financió como loco, tuvo que frenar el gasto público y la economía se vino abajo. El 97 quisimos despegar, pero vino la crisis asiática. En el 2000 Fujimori se reelige por tercera vez, generando una crisis de desconfianza tremenda. Luego renuncia, viene el tema Montesinos, los videos, un desastre… Ahí entra Paniagua, un gobierno accidental que hizo un buen trabajo, pero que estuvo tan poco tiempo que no alcanzó a hacer nada por mejorar la economía. Pero la dejó con buenos fundamentos: inflación baja y la economía básicamente abierta. Y ahí llegamos nosotros a arreglar el pastel. No fue fácil, nos tuvimos que enfrentar con varios frentes. En el 2002, cuando la economía ya se había levantado, empezamos a apretar en la parte fiscal. Luego vino el auge de los commodities, cobre, zinc, oro, plata y harina de pescado, y los sectores construcción, industrial y la economía agrícola no tradicional se fueron fortaleciendo.


-Ya llevan 70 meses de crecimiento. ¿El chorreo se ha notado?


-Sí, pero todavía falta. Hay que meter varios miles de millones de dólares en infraestructura, para mejorar carreteras, puertos y aeropuertos, y tenemos que cambiar la ley del trabajo. Lamentablemente nuestro congreso no brilla por la profundidad de sus estudios… Ninguna organización, en realidad. Todavía tenemos visos de ser un país tipo far west y eso es problemático. Pero por otro lado somos un país muy pragmático, donde la gente no se considera brillante y por consiguiente está dispuesta a hacer cambios. Creo que tenemos un gobierno políticamente astuto y podemos salir adelante. Pero hay que hacer las cosas. Hay que reformar la ley del trabajo, sacar las concesiones y tener solidez en el manejo económico. Ahora la tenemos porque estamos flotando en una nube de cobre, zinc, plata, oro y harina de pescado. Pero se requiere un poco más que eso.


-¿Cuánto tiempo cree usted que le tomará a Perú alcanzar una posición de liderazgo a nivel latinoamericano?


-Yo creo que necesitamos diez años más para empezar a salir. En este momento estamos en 3.412 dólares per cápita. A principios de la década estábamos en 2.200. Yo creo que al final de este gobierno podemos estar en 5 mil. Y después de otros siete u ocho años llegaremos a los 10 mil que hoy tiene Chile.

-Se dice que Perú es como un niño pobre sentado en un banco de oro. Ustedes lo tienen todo, recursos naturales, territorio, 27 millones de habitantes… Y sin embargo, siguen teniendo un 48% de pobreza, mucha inequidad.


-Ese es el dicho de Raimondi: Perú es un mendigo sentado en un banco de oro. Tenemos mucho, es cierto, pero también tenemos varias cosas en contra. Geográficamente este país es bien complicado. Tenemos la sierra, donde hay 8 millones de habitantes que aún, en el siglo XXI, no se han integrado. La mayoría de ellos no habla español, no tiene acceso a educación, no tiene agua potable, no tiene un gobierno local organizado… Es el gran reto que tiene este gobierno.

-¿Cree que para las elecciones del 2011 seguirá existiendo un 47% dispuesto a votar por candidatos extremos, como Ollanta Humala?


-Cuando un país despega, siempre hay algunos que se quedan atrás. Y ahí empieza la batalla de las expectativas, que siempre son mucho más que los logros. En el 2006 estuvimos en esa etapa. Que se repita en el 2011 va a depender del ritmo de crecimiento. Si tenemos políticas re-distributivas, inversión en infraestructura, apoyo a la gente pobre, etc., es probable que un Ollanta Humala no saque más del 15%. Pero quién sabe.


-Hablemos un poco de la relación con Chile ¿Qué pasaría entre nosotros si extraditamos a Fujimori?


-El peruano medio tiene una relación ambivalente con Fujimori. Piensa que fue un presidente que cambió el país, que fortaleció y que, al mismo tiempo, le dio rienda suelta a un gran sinvergüenza como Montesinos. Es decir, hay respeto y admiración por un lado y hay desprecio a su posible corrupción por otro. Pero a nivel de opinión pública no es un gran tema. A la gente le interesa que Alan García haga las cosas que tiene que hacer y punto.


-¿Y el tema limítrofe?


-Creo que deberíamos calmarnos un poquito. Todos los países tienen problemas limítrofes, pero eso no debiera llevarnos a las manos. Lo que hay que hacer es centrarse en cuáles son los países de América latina que tienen una filosofía gubernamental y económica similar y esos son cuatro: Chile, Perú, Colombia y México. Tenemos que alinearnos. Los cuatro estamos un poco solos en una esquina del mundo.

“Alan García tiene admiración por Fujimori”


Augusto Alvarez Rodrich, director del diario Perú 21 y uno de los comentaristas políticos más destacados del país, analiza la personalidad del mandatario, de quien dice que tiene “un ego más grande que su talla”.
Lima es un hervidero. Cuando crees conocerla te da una sorpresa y cuando piensas que va a sorprenderte, te decepciona. Algo pasa en la capital peruana que es como un déjà vu permanente: como llegar a una fiesta a la que no te invitaron, aunque conozcas a todo el mundo. Segunda advertencia: Lima está llena de casinos.

En los lugares más impensados de pronto aparece una muralla de luces fosforescentes con nombres como Atlantic City o Majestic.
En tercer lugar, y no último, basta salir del hotel para que alguien te ofrezca alguna droga: “Eres chileno”, preguntan. “Tengo marihuana, coca, lo que busques, hermano”. Y no cuesta nada regatear. “Un problema grave en Lima es que la droga es muy barata”, dice Ricardo Vega Llona, empresario y político liberal que en los 80 fue unos de los principales detractores del entonces populista Alan García y que hoy es uno de los hombres de derecha más cercanos al actual mandatario convertido en adalid del libre mercado.

-Nos juntamos cada 15 días con el presidente, un grupo de reflexión -explica Vega Llona en el lobby de un hotel-casino de Miraflores. “No nos metemos en ningún sector específico. Alan es mesiánico, duro en sus ideas. Muy carismático. Es bromista, tiene gran sentido del humor. Le encanta tomar el pelo. Muy locuaz. El tiene claro que la única manera de llevar al Perú hacia el desarrollo es con un gran crecimiento económico”.
¿Pero cree García realmente en la sociedad abierta? Es una pregunta que varios analistas se han hecho, aunque nadie parece tener la respuesta. Las oficinas del diario Perú 21, uno de los más leídos del país quedan en pleno casco histórico de Lima. Al entrar la vigilancia es extrema, como recordatorio de los tiempos todavía no lejanos del terrorismo. Hay un ambiente exaltado: acaba de descubrirse un acuerdo secreto que vincula a oscuros agentes de Montesinos, el corrupto jefe de la policía secreta de Fujimori, con el recién nombrado integrante del Tribunal Constitucional.

Pero no es inusual. Cada día en Perú se destapa un escándalo.
Perú 21 nació hace cinco años como hijo, despeinado y rebelde, de El Comercio, el decano de la prensa peruana. Al poco tiempo logró posicionarse y ganar un espacio importante en el mercado. Hoy tiene 290 mil lectores diarios. Su director, Augusto Alvarez Rodrich, uno de los periodistas y analistas políticos más respetados del país, recibe a Capital en una pequeña y desordenada oficina, donde en una pizarra están colgadas las portadas de unos 25 diarios, todos de Lima. Le comentamos que en Santiago no hay más de 5 ó 6. “Sí, es sorprendente para una ciudad como Lima que haya tanto periódico”, dice gentilmente Alvarez. “Pero los diarios que tienen una circulación interesante deben ser unos diez, que en Lima signifi ca más de 50 mil ejemplares. Acaban de salir los rankings de lectura, hechos por la misma empresa que los hace en Chile.

En los diarios serios, Perú 21 está segundo detrás de El Comercio, y en el rubro general, peleando con toda la prensa amarilla, estamos quintos”.
Uno de los hitos en la trayectoria de este medio ocurrió en 2004. Alvarez, que estudió en Harvard y en Stanford, cuenta: “Una noche iban a censurar al ministro del Interior de Toledo, yo escribí una columna donde decía qué bueno que te censuren porque ser censurado por un congreso mediocre y corrupto es una condecoración. Estábamos en mi oficina viendo por la TV la votación y el reportero me llama y me dice está pasando algo raro acá, han presentado otra moción de censura contra ti. Cuando tu enemigo está cometiendo un error no lo interrumpes, tal como decía Napoleón”, recuerda entre risas el director de Perú 21, que tiene en su despacho una copia de los votos que lo censuraron.

-¿Piensa que Alan García repetirá los errores de su primer gobierno?


-Antes había un temor, pero en estos once meses de gobierno, en la parte económica ha mostrado un manejo que no se diferencia casi nada del manejo de Fujimori o Toledo. Gracias a una coyuntura internacional muy buena, con precios de minerales altos, llevamos cinco años sin dejar de crecer. ¿Cuál es el drama del Perú? Este crecimiento genera un progreso para la mitad del país, la otra mitad casi no ve lo que ocurre. No cuentas con un Estado con la capacidad de poder generar programas sociales bien hechos, usando bien los recursos. Se da la paradoja de que el Estado tiene un superávit, tiene mucho dinero para gastar, pero lo que no tiene es la eficiencia para gastarlo. Y cuando empujas o aceleras ese gasto, se roban el dinero. Fue lo que sucedió con el escándalo de la compra de 500 autos para la policía, a precios mucho más altos que el mercado, era obvio que estaba ocurriendo un problema. Lo mismo pasó con ambulancias, material educativo. El sector público lo que hizo fue paralizarse, no gastar. El Estado es débil, las instituciones no funcionan.


-¿Es sincera la transformación de Alan?


-Alguien que en su gobierno tuvo la segunda inflación más larga de la historia mundial es de una irresponsabilidad absoluta. Ha cambiado sin duda.


-¿Honestamente?
-Yo le pregunté mucho sobre ese punto. Alan entiende que su gobierno en la parte económica fue un mamarracho y que no puede repetirlo. No creo que tenga un entendimiento de por qué fue así. Le echa la culpa a los demás. Se da cuenta que necesita tener un ministro de Economía ortodoxo, pero de repente sale con iniciativas que rompen con eso, y sus asesores tienen que recordarle: “Eso no se puede hacer”. Por ejemplo, cuando García cae en las encuestas, decide flexibilizar mucho el sistema de control de la inversión pública, para que se pueda gastar sin evaluar su eficacia.

-Se le critica su carácter mesiánico.


-Sí. García tiene un ego más grande que su talla y él es muy grande. Es arrogante, defecto que a veces puede manejar. Una vez lo entrevisté para la TV y en la tanda comercial me dice, “golpee más, porque usted necesita audiencia, yo votos. Si no me golpea la gente se nos duerme”. Eso no lo he visto en otro político. Alan es muy hábil políticamente, es un orador estupendo. Fue un estupendo jugador de cómo usar a Chávez en su campaña. Fue García el que comenzó a picar a Hugo Chávez y comenzaron a llegar los ataques de Chávez y por cada ataque de Chávez, García subía en las encuestas. Cuando picas de manera sutil a un gorila, el gorila reacciona muy fuerte. A Chávez lo peñiscabas y salía con barbaridades. Cada insulto de Chávez ledaba votos a García. Alan, para mi gusto, es un hábil jugador para manejarse en la quincena, no es bueno para ver el lustro. Ahí pierde la visión de lo que tiene que hacer. Su gobierno en diez meses aún no ha logrado cuajar una visión de lo que quiere construir como país.


-¿Qué piensa que va a pasar con Fujimori? ¿Complicará las relaciones con Chile?


-El dictamen de la fiscal Maldonado nos ha sorprendido por su elocuencia y resolución. Fujimori es una papa caliente sin duda. Lo que se espera es que la justicia chilena falle como debe ser y que aquí se haga un juicio correcto.


-¿Cree que el APRA está aliado con el fujimorismo?


-El APRA lo niega, pero algunos diarios, como el mío, sostienen que hay un arreglo no escrito, una coincidencia enorme entre ambas fuerzas en el congreso, y yo siento que García tiene una admiración por Fujimori.


-¿Una admiración secreta?


-Así es. Alan piensa “Este chino sí supo manejar la economía como yo no supe hacerlo” y luego lo que sigue habiendo en la cultura popular es una necesidad de autoridad. Eso lleva a García a repetir cosas que un socialdemócrata no haría nunca, como por ejemplo reestablecer la pena de muerte. Cosa que a Fujimori le encantaba y agarraba mucha popularidad con eso. García siente que copiando a Fujimori en ese tipo de cosas puede generar un nivel de aprobación importante.


-¿Es el conflicto limítrofe con Chile un tema importante, a nivel de opinión pública? Porque en Santiago se ve como algo artificial.



-Es muy importante. Mi diario ha tratado de manejarlo de la manera menos politizada posible, más técnica. Hay medios que sí lo usan y el tema Chile te hace subir las ventas, lo cual te da una indicación de que el tema para le gente es un tema caliente. Los gobiernos de Lagos y Toledo comenzaron de manera magnífica, vino gente de Chile a respaldarlo, con asesores, una vinculación muy fuerte y luego la relación se deterioró espectacularmente y cayó a los niveles más tensos de los últimos años. Y terminaron muy mal. Yo fui muy crítico porque en muchos momentos el tema se utilizó políticamente. Por razones internas.
-¿Y García está haciendo lo mismo? -No. Un ejemplo de manipulación de Toledo fue el video de Lan. Se utilizó un tema que era el error de algún gerente. No creo que Lan haya querido joder a los peruanos. Fue una telenovela espantosa. Toledo utilizó el tema chileno, pero Alan García no.

-Chile tiene problemas con Bolivia, pero al menos es clara la demanda de ellos: mar. En cambio con Perú no es tan claro lo que quieren.


-Desde el punto de vista peruano hay un problema no resuelto del mar y eso deriva en dónde pones el hito, si lo pones acá o allá, para encajar la frontera. Chile dice que tenemos acuerdos pesqueros y eso marca el límite. Perú dice que ese es un acuerdo pesquero, no de límites.

-Siendo sincero, yo he tratado de entender el tema y todavía no lo entiendo mucho. ¿Cuál es fondo del asunto?


-A mí también me aburre meterme en el tema.

-¿Está cambiando la visión sobre la inversión extranjera? ¿Se ve con mejores ojos, aunque sea chilena?


-Sí, no se cuestiona tanto. De vez en cuando surgen los cabezas calientes. Ollanta compra en Ripley y Falabella. El consumidor busca un mejor servicio, mejor precio. Eso sí crea ruido cuando metes inflado el tema Chile, por ejemplo traería problemas si se concreta el rumor de que un grupo chileno compraría la cadena de supermercados Wong. Eso sería para la gente una señal muy mala, esta compañía es un orgullo empresarial. Lo que era una bodeguita pequeña de un chino en San Isidro, hace 25 años, hoy es una cadena absolutamente exitosa y que vengan de Chile y la compren creo que generaría un tipo de reacción fuerte.


La política del sartén


Lo que ha logrado en los últimos años la cocina peruana a nivel mundial no lo ha logrado su diplomacia. Vaya que hay pensamiento estratégico en este sector. Y buena mano, por cierto.
Uno no puede viajar a Lima sin buscar el cebiche perfecto. O el lomo saltado perfecto. La gastronomía peruana es una de las más ricas de América latina –junto a la de México– y en el último tiempo ha comenzado a llegar a todas partes. En Madrid, por ejemplo, el último grito es ir a comer filetitos de vacuno con papas fritas, tomate y arroz en el recién inaugurado Astrid y Gastón. La lista de espera supera las dos semanas. El cerebro de esta marca, presente ya en diez países es Gastón Acurio. Esta es su historia: “En los 80 se empieza a gestar un movimiento que trata de poner en valor las tradiciones peruanas, de dignificarlas. Gente como Cucho de la Rosa y Bernardo Roca Rey son los fundadores de la cocina contemporánea o novoandina.

Ellos fueron los modelos de la generación de los 90, a la cual pertenezco. Pero al comienzo, recién salidos de la academia, nosotros pensábamos que lo europeo era lo elegante y lo peruano de segunda categoría. Yo estudié en París y llegué el 93. De hecho, cuando abrí mi restaurante al año siguiente era extremadamente francés. No teníamos lomo saltado, para mí eso era indigno en ese momento. Y de pronto te das cuenta que no estás construyendo nada. O sea eres cocinero peruano que hace cocina francesa en el Perú, es decir nada, ningún valor, y te sientes mal y frustrado.

Entonces empiezas a descubrir tu propio país, a escuchar a estos personajes, como Cucho, que habían desarrollado productos sofisticados a partir de cosas peruanas y nuestros restaurantes también empiezan a peruanizarse, sin perder la elegancia ni sofisticación. Astrid y Gastón al cabo de dos o tres años se convierte en restaurante peruano, poco a poco, casi sin darnos cuenta”.
Acurio es un tipo joven, embalado, que cada día inventa platos y conceptos en su taller de San Isidro. Ya tiene cinco marcas funcionando y tres en desarrollo. Astrid y Gastón, un restaurante de alta cocina peruana, está presente en Lima, Santiago, Bogotá, Caracas, Quito y la mencionada Madrid.

Este año abrirá en Panamá, México y Buenos Aires.
La segunda marca es La Mar, una versión sofisticada de las cebicherías peruanas, que tiene dos locales en México y abrirá este año en Santiago –en Alonso de Cordova–, Sao Paulo y San Francisco. “Queremos entrar en Estados Unidos por San Francisco, porque es una ciudad que valora la comida. Las marcas que tienen éxito allí por lo general tienen éxito en el resto del país. Sería un error entrar por Florida si queremos conquistar el mercado norteamericano”, dice Acurio. Algunos de los proyectos del chef –en cuya empresa trabajan mil personas– son lanzar una línea de restaurantes de anticuchos y otra de tiendas especializadas en jugos.

La idea es duplicar las ventas el próximo año, que en 2007 bordearían los 35 millones de dólares.
“Mi padre fue primer ministro de este país a los 30 años y quería que yo fuera político. Cuando cumplí 17 le dije que quería ser cocinero. Casi le dio un infarto. Pero yo le digo ahora que hago mucha más política, llevando la gastronomía peruana al mundo, que estar sentado en un congreso que discute tonterías todo el día. Es mucho más productivo”. En la última década, Lima ha tenido un crecimiento explosivo de restaurantes. “Si en los 80 había cinco, hoy hay mil. Lo malo es que muchos buenos locales no tienen público”, dice Acurio.

Si Acurio representa el lado global de la cocina peruana, Cucho La Rosa es la vertiente auténtica, casi dogmática. El fue uno de los pioneros en rescatar las recetas tradicionales, modernizándolas con técnicas europeas y estuvo al mando de los sartenes de los principales restaurantes limeños de los 80, pero hoy vive una especie de retiro, en un valle cercano a la capital.
Nos han dicho que él tiene la receta del mejor cebiche del mundo. Partimos en una camioneta destartalada, que corre a cien por hora y nos dirigimos hacia el sur.

Pasamos Chorrillos y la ciudad comienza a quedar atrás. Atravesamos un sector de asentamientos muy pobres, casi hundidos por la arena del desierto y cuando llegamos al pantanal, donde está la fábrica Lucchetti clausurada, el chofer comenta, sin mediar preguntas: “Esa fábrica mató todas las aves, todos los animales”, explica, muy enojado. El lugar está rodeado de poblaciones precarias y la carretera que lo cruza no es precisamente limpia.
“Los peruanos somos expertos en autodestruirnos”, dice Cucho La Rosa, cuando llegamos hasta su restaurante campestre, a una hora de Lima. “El problema de la cocina peruana es que cada cual se cree más creativo y empieza a complicarse y a enredar más el enredo. De ese modo hemos convertido el ceviche en un mamarracho”. Uno entiende las palabras de Cucho, que hace el más extraordinario lomo saltado que hayamos probado, cuando observa las aberraciones que cometen algunos restaurantes limeños, como Rodrigo, que sirve una extraña mezcla de cocina peruana y española que finalmente no sabe a nada. Hay, sin embargo, otros cocineros jóvenes que experimentan, pero están enraizados en la tradición, como Rafael Osterling, chef propietario de uno de los lugares más concurridos de la capital, bautizado con su nombre. Rafael demuestra que lo sofisticado no es enemigo de lo autóctono, una cruzada que ha llevada a la cocina limeña a la vanguardia del continente.

Conflicto y literatura


Cuando un país viene con todo, se nota hasta en los libros. Perú también está viviendo un buen momento literario.
¿Qué tan real es el famoso antichilenismo de los peruanos? Se lo preguntamos a Daniel Titinger, editor de Etiqueta Negra, una de las revistas literarias más destacadas del continente y autor del libro Dios es peruano, que explora algunos de los mitos de la identidad local.

-Es fuertísimo. Recuerda que éstos son tiempos de nacionalismo extremo. Solo fíjate en las portadas de los diarios: Chile es un tema de agenda. Se busca la reivindicación, la venganza. Creo que ha sido imposible construir una sociedad sana luego de la guerra. La odiosidad está allí. No sé si del otro lado pase lo mismo. Lo que sí te puedo decir es que estando en Chile, y he estado mucho allí, sí he sentido algo de soberbia respecto al Perú. En mi último viaje, por ejemplo, estuve en el Huáscar, y lo que allí vi fue espantoso: no es un museo histórico, por favor, quien diga eso está mintiendo o ha sido engañado por alguien más: el Huáscar solo es un símbolo del triunfo, del país victorioso que se ha construido, del Ejército jamás vencido, etcétera. Necesitamos símbolos, pues, para identificarnos como país.

Aquí no tenemos el Huáscar, entonces buscamos el pisco. No sé a qué nos llevará esto. Ojalá algún día podamos ser peruanos sin necesidad de mirar al sur.
Titinger tiene una opinión interesante sobre las disputas culinarias entre ambos países: “En el Perú, sobre todo en Lima, nos hemos vuelto unos soberbios en cuanto a gastronomía. Todos pretendemos ser Gastón Acurio. Ahora nos identificamos como sociedad a través de una mesa. Decir “el cebiche es peruano” es realmente algo nuevo, lo mismo que “El pisco es peruano”. Tengo la seguridad de que no seríamos un país pisquero si el enemigo comercial fuese, por decir algo, Colombia. De pronto un día descubrimos que Chile tomaba pisco y todos nos pusimos a beber ese trago que antes era despreciado”.

Daniel Titinger pertenece a la nueva generación de escritores peruanos que empiezan a despejarse de la sombra de Vargas Llosa y de Bryce Echenique, quien, dicho sea de paso, después de las acusaciones de plagio lo ha estado pasando mal. Muy mal.
La nueva literatura peruana no ha estado por cierto al margen de las polémicas. A uno de sus miembros más destacados, Daniel Alarcón, lo han “acusado” de escribir en inglés y vivir en Estados Unidos. “Se hizo una encuesta y salió que Alarcón no era peruano”, comenta entre risas Ivan Thays, uno de los escritores más polémicos de la escena local. Además de animar un programa, Thays tiene un blog que sigue el día a día de las polémicas, noticias y escándalos del mundillo literario. “A mí hay mucha gente que me odia, porque yo alguna vez dije que la literatura peruana no existía.

Fue una provocación. Lo que no me gusta es la narrativa indigenista, esos autores que alegan ser excluidos, y acusan a gente como Alonso Cueto de ser parte de una mafia, lo que es absurdo”, remata. “Está claro que en los 90 hubo un quiebre con el realismo y la narrativa peruana se abrió a perspectivas más íntimas”.
Ajeno a las rencillas, Alonso Cueto recibe a Capital en su apacible casa de Miraflores. Cueto tiene una larga trayectoria pero está empezando a consolidar su fama en el extranjero. El autor de La hora azul, piensa que la riqueza de la narrativa peruana se debe a que “la novela se alimenta de los conflictos, las carencias, no se concibe una historia donde no haya una pugna, un conflicto.

En la sociedad peruana ha habido un choque de culturas con distintas lenguas, orígenes y tradiciones. Por eso el Perú es un paraíso para el escritor, porque es una sociedad en la cual lo esencial es el conflicto”.
Hábil observador de los cambios que ha vivido el país, Cueto destaca como un dato esencial el ascenso de una nueva clase media. “Eso se expresa en Toledo y Fujimori, hay un origen bastante humilde, personas que logran primero una estabilidad económica y luego el éxito político. Fujimori es el hijo de un sastre humildísimo, Toledo venía de un caserío muy pobre. Son el reflejo en cierta forma de una sociedad fracturada, que siempre vive en estado de conflicto y de guerra latente”.

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