
RIPLEY LA EMPRESA QUE DIRIGE MARCELO CALDERÓN AMENAZADA EN LA CORTE
En medio de la ascendente trayectoria de Ripley, que en 2006 alcanzó logró 107 millones de dólares en utilidades, la empresa enfrenta desde hace cuatro años varios juicios con Café do Brasil. Omitidos en sus balances y en las juntas de accionistas, la SVS recién se enteró a fines del 2006 y está llevando a cabo una investigación reservada.
Presidir una compañía evaluada en 1.300 millones de dólares, igual le deja tiempo a Marcelo Calderón para cumplir con uno de sus rituales sagrados: todos los jueves se desconecta de los negocios para ir al cine. La última película que este hombre esperó con ansia fue “Casino Royale” de James Bond. El apellido del agente británico Bond sirvió para bautizar una de las dos tiendas de sastrería que a fines de los ’60 instaló con su hermano Alberto en el centro de Santiago. La otra se llamó Harry, por “Harry el sucio”. Algo de agente secreto tiene la personalidad del mayor de los hermanos Calderón, Crispin. Muy pocas fotos, frases sueltas a la prensa, y nunca exposición en las pantallas de TV. “Es muy astuto, muy bueno para sacar información”, cuenta un socio del Club de Golf La Dehesa, donde todos saben cuánto detesta que le digan Maxo, su verdadero nombre, con el que firma los papeles de la compañía.
“Es él quien diseña las estrategias, el que traza los planes. Toma las decisiones cruciales”, cuenta un ejecutivo de Ripley Corp., un holding de seis filiales que se abrió a la bolsa en julio de 2005. No es difícil ver su mano detrás de las campañas publicitarias que llevaron sus tiendas del centro a la precordillera. Claudia Schiffer para el gran público, Cindy Crawford para los ejecutivos de la rueda, y Penélope Cruz, lo más elegante para abrir Ripley La Dehesa. Calderón también es el cerebro de las horas baratas y los 2 x 1.
No completó su educación formal. Le molesta cuando hablan inglés delante suyo porque entiende poco. “Soy de la universidad de la vida, no sé lo que es el estudio, pero sé lo que es la intuición”, dijo cuando le entregaron el premio al espíritu emprendedor hace algunos años. Un verdadero golpe de efecto a meses de hacerse pública su oferta de acciones. Mostrarse poco. Lo justo para que los inversionistas se enteren de la esforzada historia comercial de su familia.
Hijos de un matrimonio sefardí establecido en Chile a principios de los años ’30, los Calderón nacieron en Valdivia. Vendían ropa usada en el malecón del río Calle-Calle. “A Marcelo lo adorábamos, era el jefe de nuestra pandilla”, cuenta un amigo de la infancia. Recuerda a los Calderón como pobres en relación al resto de la comunidad. En los ’40 se instalaron en San Felipe. En esa ciudad, Raquel Calderón Crispin se casó con Alejandro Ventura Cohen. Otra hermana, Rebeca, es la esposa del ex presidente de la Corte Suprema Marcos Libedinsky.
“SÁBADOS GIGANTES”
Los Calderón siguieron con su negocio de la ropa. En Santiago, las tiendas pequeñas se transformaron en Johnson’s (por Lyndon Johnson, el Presidente que vino después de Kennedy). En los talleres de San Diego con Ñuble trabajó un joven ayudante de sastre obsesionado con el mundo del espectáculo: Mario Kreutzberger. Éste construyó una estrecha amistad con Marcelo Calderón. La relación con Don Francisco les trajo excelentes dividendos. Johnson’s despegó como auspiciador de “Sabados gigantes”, a la par que Kreutzberger se convertía en uno de los personajes más creíbles de Chile. La familia sabe que es necesario establecer buenas conexiones para el éxito en los negocios.
Antes de salir a la bolsa, los Calderón invitaron a Felipe Lamarca al directorio del holding, que incluye sus inversiones en Perú. También se integró al mismo el empresario vinculado a la Concertación Jorge Rosemblut. “Así tranquilizaron al mercado, que los conocía como personas muy reservadas tanto en materia personal como en lo relativo a sus asuntos contables, pues al convertirse en sociedad anónima tienen que transparentarse”, dice un corredor de bolsa.
Basados en las ventas a crédito (Ripley fue la primera tienda que ofreció tarjeta, en 1976), la empresa ya era un monstruo a fines de los ’90. “Ellos mantienen un giro de deudas muy grande. Tenían que vender para obtener dinero fresco, de otra manera habrían tenido que parar y eso significaba ponerle un candado a sus negocios”, cuenta un ejecutivo de la competencia.
La única forma de recaudar los 280 millones de dólares que necesitaban para continuar sus planes de expansión era poniendo el 15% de la compañía en venta, lo que también significó dejarse “acribillar” por los flashes de los fotógrafos el día de la apertura.
QUEBRADOS
Pero habría una cara menos glamorosa de la familia que controla Ripley. Ésta sería la que asegura haber visto Juan Claudio Siri. Su familia se asoció en los ’90 con los Calderón para instalar locales del Café do Brasil en el Mall Panorámico y el Mall del Centro (ambos centros comerciales pertenecen a la filial inmobiliaria de Ripley Corp.). En ese tiempo, los Siri aparecían en portada del suplemento económico de “La Tercera”, una señal para que Marcelo Calderón los invitara a trabajar con ellos en el Mall del Centro.
“Al poco tiempo, las autoridades sanitarias nos empezaron a clausurar porque el local no tenía las instalaciones que correspondían. Llegamos a un arreglo, pero no nos dejaron ingresar unas máquinas por un convenio de exclusividad que tenían con Kentucky Fried Chicken”, cuenta Siri.
La familia Siri, de origen italiano, quiso terminar con la sociedad. Los Calderón no lo permitieron, invocando el contrato. Como no hubo acuerdo, la sociedad administradora del mall pidió la quiebra. Lejos de recibir con calma la notificación, los Siri, un clan con vínculos en RN y sectores de la DC, descubrieron que Mall del Centro no contaba con recepción final de obras. “Decidimos, por lo tanto, demandarlos porque los contratos no son válidos si no existe ese permiso”, asegura Juan Claudio Siri.
Fue la chispa que encendió la ira de sus contendores, los que en 1999 volvieron a pedir la quiebra, esta vez la del local del Café do Brasil del Mall Panorámico. Producto de esta resolución, los Siri dicen haber perdido cerca de 1.500 millones de pesos.
Los tiempos de la justicia civil son largos. Recién en 2003, el síndico Marcos Sánchez (ex subsecretario de Guerra del Gobierno de Aylwin) “impugnó los créditos” pertenecientes a la inmobiliaria de los Calderón: Mall Puente y Mall Panorámico.
La posición del síndico fue ratificada por unanimidad en la Corte de Apelaciones y actualmente la causa se encuentra en proceso de casación. Claramente, el poderoso grupo económico de los Calderón no bajará los brazos, según cuentan sus cercanos. Sobre todo después de que los Siri, basados en el cuestionamiento a la quiebra, presentaron en diciembre de 2004 una demanda por daños y perjuicios pidiendo 6.780 millones de pesos. Demanda en la que el síndico, por orden del tribunal, se hizo parte.
“Esto es puro aire, no tiene sustancia alguna. En vez de pelear por la prensa deberían esperar la sentencia. Todo se puede dar vuelta en la Suprema”, asegura un asesor de la defensa. La inmobiliaria de los Calderón es representada por el estudio Cariola Díez y Pérez Cotapos. Cercanos a Marcelo Calderón cuentan que a la gente a quien ha comentado este asunto le ha dicho: “Si hay que pagar algo, les pagaremos con un televisor”.
LA SVS ENTRA AL RUEDO
Hasta ahora la opinión pública no está enterada del juicio. E incluso por un tiempo los accionistas no habrían tenido conocimiento del proceso. La Ley de Valores obliga a las sociedades anónimas a informar todas sus “contingencias”, entre las que cabrían también estos juicios. Pero Ripley Corp. no lo hizo en sus memorias de 2004 y 2005. En noviembre del año pasado recibió una instrucción de la Superintendencia de Valores y Seguros (SVS) para que los incorporara en el balance que se publicó recién el jueves pasado. La orden habría salido después de que el abogado y ex accionista minoritario de Ripley Carlos Cruz-Coke encontrara casualmente el escrito que decretaba la intervención en el 27º Juzgado. “Me pareció extraña la noticia de un interventor, pedí copia del expediente y fui con él a la primera junta de accionistas”, cuenta Cruz-Coke. La respuesta de los abogados de Ripley Corp. fue que todo estaba en la corte en instancia preliminar y bajo control. Pero no se lo habría tomado con la misma calma Felipe Lamarca, quien en la siguiente reunión de directorio habría protestado por no haber sido informado, según un testigo de ese encuentro.
En mayo de 2006, a días de la junta de accionistas, los Siri solicitaron un interventor para ambos centros comerciales. “Descubrimos que en diciembre de 2005, Mall Puente hizo un traspaso de 9.500 millones a otra sociedad [Mall Puente II] y dejaron sólo ocho millones en la cuenta de la sociedad”, asegura Juan Claudio Siri. El juez consideró esto como un “antecedente grave” y nombró como interventor a William Jalaff. Este último, en su tiempo, fue cuestionado por haber abandonado su cargo de interventor en el caso Inverlink a petición de Corfo y del Consejo de Defensa del Estado.
El 12 de abril del 2006, Jalaff llegó a Mall Puente para cumplir las funciones encomendadas por el juez. No lo dejaron entrar. “Tuvimos que amenazar con la fuerza pública para poder hacerlo. Una vez dentro, estos señores dijeron que los documentos estaban en la casa matriz, lo que va contra la ley. Me molesta mucho que no hayan tenido la limpieza de entregar las cosas bien”, afirma a LND Jalaff. De vuelta en su oficina se encontró con una notificación que suspendía la diligencia. El 26 de abril, los abogados de Ripley “bajaron” al juzgado en calle Huérfanos con Amunátegui, dejando como garantía 14 mil UF, y así evitaron que se concretara la intervención de Mall Panorámico.
Fue el ex accionista Cruz-Coke quien informó a la SVS acerca de la omisión del juicio en las memorias anuales. “La respuesta de la SVS me pareció una basura, considerando que se había omitido información. A consecuencia vendí mis acciones”, dice Cruz-Coke. El organismo no especificó sanciones y sólo aclaró que pediría antecedentes. Hoy lleva una investigación en estricta reserva.
A LA PISCINA
De a poco, la posición de Ripley en este litigio ha comenzado a ser parte del comidillo del mundo del retail. En sus últimas vacaciones en Reñaca, un abogado de una multitienda de la competencia empujó a la piscina a Marcelo Calderón. Aunque se trató de una broma, uno de los dueños de Ripley pareció entender la señal de que en el mundo empresarial no caería bien la actitud de su compañía en este caso.
Para Juan Claudio Siri, lo que la inmobiliaria de los Calderón hizo con ellos no es un caso aislado: “Se trata de una forma sistemática de hacer quebrar gente. No fuimos los únicos, la única diferencia es que nosotros peleamos”.
La parte demandada se niega a hablar ante una grabadora, “porque a diferencia de ellos, no litigamos por los diarios”. Se preocupa, sí, de recalcar las “dudosas actuaciones” pasadas del interventor William Jalaff y del abogado de los Siri, Fidel Reyes, ex defensor de Colonia Dignidad.
“En este caso los pagarés fueron adulterados, y eso sí que es grave”, sostiene en cambio el abogado Reyes. “Además hay otros arrendatarios del edificio panorámico a quienes se les pidió la quiebra. En consecuencia, no es un caso, sino que son varios, y cuando una conducta es reiterada tenemos derecho a imaginar que hay toda una planificación para pedir quiebras sin fundamento”. El abogado presentará mañana una querella por uso malicioso de instrumento mercantil contra Marcelo Calderón, el admirador de James Bond. LND
lanacion.cl
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