2006/08/05

¿Por qué la Papelera no es Nokia?


La pregunta sobre en qué momento nos gustó ser un país jubilado es incómoda. Pero es pertinente.

Por Andrés Benítez

Frank Nuovo es el Henry Ford de Finlandia. Uno de los hombres más admirados de ese país, pese a no ser finlandés ni haber vivido ahí. Su oficina está en Los Angeles, pero desde su cargo, vicepresidente de Diseño de Nokia, es considerado uno de los hombres claves del actual éxito de la empresa más importante de Finlandia.

Algunos datos: Nokia representa el 60% del mercado bursátil finlandés. Emplea 58 mil trabajadores, tiene nueve fábricas –tres en América, tres en Europa, tres en Asia– y vende más de un tercio de todos los celulares del mundo.

De hecho, la ventas de Nokia son mayores que las de sus tres rivales más cercanos combinados: Motorola, Ericsson y Siemens.Lo sorprendente es que Nokia, fundada hace 130 años, era hasta hace poco un clásico productor de celulosa y papel. Recién en los años 90, Nokia decidió concentrarse en las comunicaciones celulares, convirtiéndose en lo que es hoy. Entonces, es como si nuestra emblemática Papelera –CMPC–, hubiera decidido hace 16 años dedicarse a los celulares y hoy fuera la empresa líder del mundo.

¿Por qué Chile no es Finlandia?
¿Por qué CMPC no es Nokia?

Preguntas que muchos se hacen, pero que tienen poca respuesta. Porque, al contrario de Finlandia, nosotros hoy exportamos más cobre y más celulosa que antes. Es decir, como que vamos para atrás en la tendencia de ir generando más valor en lo que hacemos.

¿Quién tiene la culpa de esto?
¿El gobierno o el sector privado?

Pienso que más que buscar culpables, existe una suerte de mentalidad rentista instalada a todo nivel, que nos hace por un lado ser responsables, pero por otro, poco jugados, poco abiertos a los cambios radicales. Quizás porque valoramos tanto el haber alcanzando la antesala del desarrollo, luego de una historia de país pobre, que hoy pensamos que dejar las cosas como están es más que suficiente. El problema es que así nunca alcanzaremos la meta, esto es, pasar a las ligas mayores, la de los países desarrollados.

Entonces, seguiremos siendo ese país promesa, que al igual que los actores promesa, se les pasa el cuarto de hora, se vuelven viejos y con el tiempo pocos los recuerdan.Una manifestación de nuestra mentalidad rentista es el famoso superávit estructural, la regla de oro que rige nuestros destinos tanto en el sector público como en el privado. Porque hoy no solo el gobierno está sentado en un montón de plata.

También toman asiento ahí muchas de las grandes empresas, que se vanaglorian de su millonaria caja o bajo endeudamiento. Claro, plantear que los ingresos extras hay que guardarlos para cuando vengan los períodos de vacas flacas, aparece como una idea muy responsable. Pero en el fondo, es extremadamente conservadora.

Es la mentalidad del jubilado, del que no quiere cambiar las cosas, y guarda la plata bajo el colchón. Una mentalidad muy saludable para países dados a la farra, aunque poco adecuada para naciones como la nuestra, que debiera estar pensando en qué invertir esas platas para generar nueva riqueza y así dar el salto definitivo al desarrollo.Un ejemplo: si nuestro problema es la falta de capital humano para desarrollar una base científica y tecnológica de calidad, entonces el Estado no debiera entregar 200 becas al año para magíster y doctores, sino mil o dos mil.

Así lo hicieron los países que en el último tiempo han dado saltos importantes en su capacidad productiva. Una base importante de doctores en las distintas ramas de la ciencia y la tecnología, formados en las mejores universidad del mundo, le cambiaría el pelo a este país.Medidas de este tipo, que no son caras, le darían otra cara al país. Remecerían de paso al sector privado para buscar nuevos rumbos a sus inversiones, con mayor valor agregado, en la frontera del conocimiento. Pensemos solamente la influencia que tuvo en la economía el mandar gente a estudiar a la Universidad de Chicago.

Su vuelta significó un cambio sustantivo en la forma de hacer las cosas en Chile. Hoy, que tenemos los recursos, podemos hacer lo mismo en otras áreas.Ejemplos como este hay muchos, pero lo importante es tener presente que al desarrollo, al último tramo de la cima, no se llega con el vuelo de lo que hemos realizado. Se llega con más energía que antes. Se llega con empresas como Nokia y tipos como Frank Nuovo, dispuestos a cambiar la historia y los paradigmas.

www.capital.cl

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Chile es un país pegado... Aunque creo que actualmente están comenzando a aparecer visiones distintas en las nuevas generaciones de profesionales (no "contaminadas" por diferencias políticas y nacidas en un mundo tecnológico y globalizado muy distinto al que conocían los jóvenes de hace 20 años).

En Chile País de Diseño (www.chilepd.cl), donde me siento un comprometido participante de la causa, es está trabajando por la innovación desde el diseño. Tambien hay otros que lo están haciendo desde la tecnología y desde la biotecnología. Se ve venir algo grande ahí.

kurotashio dijo...

El miedo a cruzar el rio es lo que motiva a muchos chilenos continuar con una misma linea progresista, tanto en el ámbito comercial como tb social.

¿Qué hacer?

[] kurotashiO!