2006/04/02

Chile: Cómo se construyó Salvador Said


El sucesor de José Said, socio de Parque Arauco, Embotelladora Andina y otras empresas

Está en el CEP, en Endeavor, en Generación Empresarial. Fue uno de los empresarios que viajó a Argentina con Michelle Bachelet. Forma parte del exclusivo grupo que reúne a los más grandes empresarios de Latinoamérica y sus hijos. Es el único hijo hombre de José Said. El que salvó a la sucesión. El que se rebeló en algún momento Y terminó por seguir los pasos de su padre. Pero a su manera. "es un desafío ser más que mi papá", Reflexiona.

A los 12 años, se rebeló y le pidió a su abuela paterna que se lo llevara con ella a España. La señora vivía la mitad del año en la Madre Patria y la otra en Chile, para escapar del frío. Viniendo de su nieto regalón, no le importó sacrificar el verano. Y Salvador pasó tres meses lejos de su casa, viajando con su abuela Ana, a la que adoraba. A su regreso, retomó su rutina en el colegio Tabancura, de la prelatura del Opus Dei, en el que más que destacar por las notas, se hacía notar por su sentido del humor y sus ganas de pasarlo bien.
A esas alturas, su padre era un empresario de muy buen pasar. Socio de un banco (el del Trabajo), de un laboratorio (que fabricaba el Mentholatum y los productos Lancome) y de varios proyectos inmobiliarios (el shopping Los Cobres de Vitacura y edificios en la zona oriente), el hombre no dejaba pasar demasiado tiempo sin poner el tema de sus negocios en la mesa."Mi papá y mi mamá hablaban mucho de negocios, principalmente en los almuerzos los sábados y domingos. Mi papá siempre nos vinculó a sus actividades. Llegaba el sábado y decía 'acompáñenme al shopping de Vitacura. Nosotros construimos esto, estamos haciendo esto otro'", cuenta Salvador en sus nuevas oficinas de la Torre del Pacífico, en la Costanera, que antes ocupaba Embotelladora Andina, la distribuidora de Coca-Cola, de la que su padre posee un 12,5 por ciento.
Algunos, sin duda, podrían envidiar su posición. Es el único hijo hombre de un empresario cuyas inversiones bordean los 600 millones de dólares. Otros, en cambio, podrían llegar a compadecerlo. Porque, desde el minuto en que nació, su destino estaba escrito. Más en una familia de origen árabe en la que prima el mayorazgo y el hijo mayor, quiéralo o no, debe hacerse cargo de los negocios.El peso lo sintió Salvador, el segundo hijo y bendito entre tres hermanas mujeres.
Mientras sus amigos se iban felices de vacaciones, él debía trabajar durante enero. A los 16 años hizo su primera práctica veraniega en el Banco del Trabajo. "Era cabro chico y llegó al departamento de estudios. Me acuerdo que José me dijo: va a venir Sal vador, hazlo trabajar", recuerda César Barros, quien en aquel verano de 1981 era gerente de estudios del desaparecido banco que presidía José Said Saffie.A los 17, le tocó el laboratorio. "Me tenía que levantar a las seis y media. Tomaba una liebre en Kennedy, que daba vueltas por todo Santiago hasta llegar a Carrascal con Santa Julia. Un par de semanas me acompañó Cotelo, José Antonio Garcés (hijo del socio de su padre). Mi papá le debe haber dicho: oye, hagamos que estos cabros hagan algo, cómo puede ser que se pasen todo el verano echados, levantándose tarde", cuenta Salvador imitándolo.Cuando era más chico lo llevaba al banco y lo hacía trabajar en los estacionamientos. "Con Quintanita, el encargado, subíamos los autos en un ascensor y los estacionábamos.
Era lo más top".
Las señales de José Said Saffie eran claras: el niño debía involucrarse en los negocios del padre. En algo coincidían: a Salvador le gustaba el mundo del dinero y siempre quiso estudiar ingeniería comercial.Pero lo haría a su manera.
Segunda independencia
En cuarto medio, por primera y única vez en su vida, terminó con promedio 6. Le dieron un diploma de excelencia. En la PAA sacó 689 puntos ponderados, pero las notas no lo ayudaron a entrar a Ingeniería Comercial en la Católica, como quería. Quedar en lista de espera en la Chile o la Usach, no le pareció. Le habían dicho que la mejor escuela de negocios era la Adolfo Ibáñez así que dio la prueba especial."Después de un mes aparecieron los resultados en El Mercurio. Todavía me acuerdo, quedé 11 o 12 en la lista y se la fui a mostrar a mi papá".Su partida a Viña fue el segundo acto de independencia después de aquel verano en el que se fue de Chile con su abuela.
Vivió de pensionista en la casa de una señora alemana cerca del Sporting de Viña, y pasó todos los ramos en primer año, menos uno que debió dar en marzo. Confiado en su desempeño, se relajó y lo pagó caro: el segundo año fracasó en dos ramos y su padre lo fue a buscar y lo matriculó en la Universidad Gabriela Mistral, en Santiago.­Eras una persona de muchos amigos, exitoso con las mujeres, siempre en la movida. Cuando tu padre te fue a buscar ¿sentiste que era un llamado al orden?­Yo no lo interpretaría así. Yo buscaba un poco de independencia. Al principio fue duro cambiar la libertad que tenía en Viña por volver a mi casa. No tenía otra alternativa, fíjate. Pero gocé mi independencia.­
¿Cuanto te pesó saber desde siempre que serías el sucesor?
­Pesa, porque todo el mundo te está midiendo. Al principio, quieres impresionar. Cuando tienes un parámetro muy alto, como es mi papá, debes demostrar que eres más capaz, más exitoso. Después, uno se va resignando, se va dando cuenta que esto es de a poco.Se nota que el asunto no le es indiferente. "Si tú me preguntas si me da igual, no, no me da igual, es un desafío ser más que mi papá. Es un gran modelo, pero me gustaría superarlo. Yo nunca me sentí a la sombra de él, es un tema de desafío personal, pero no de personalidad, de que llega el patriarca y golpea la mesa y uno tiene que llegar de atrás y con la mano chica golpear".Su padre fue también el único hijo hombre, pero entre siete hermanas. Por eso, cuando nació el segundo hijo de Salvador (también se llama Salvador), después de una niñita, reconoce que "hubo una catarsis familiar. Qué tranquilidad, era como cumplir con la familia también. Yo estaba feliz con mi hija Florencia, pero tenía la tranca de que no me saliera el hombre, la misma tranca que debe haber tenido mi papá".Cuenta que siempre le comentan "tienes cara de Said, pero eres muy Somavía". Con su madre, Isabel Somavía, dice, se parecen en lo extrovertido y lo espontáneo: "Yo adoro a mi mamá, tiene mucho sentido del humor, me entretengo con ella conversando, me voy con ella solo a Nueva York, o viajamos los tres con mi mujer (Patricia Amunátegui) y salimos a comer en la noche, lo pasamos bomba".Incluso, repara en un detalle: el pelo casi rapado de su madre. Se lleva una mano a la cabeza y junta dos dedos para mostrar cuan corto lo usa ella. "Es lo más loca que hay, en el buen sentido, súper imaginativa, tiene ¡una onda!, siempre la encontré chora".A su padre lo describe como formal, tanto como que jamás llegaría a la casa de su hijo sin avisar. Y aunque asegura que si hubiese querido ser otra cosa, "él me habría puesto toda la presión del mundo para que me gustara (el mundo de los negocios), una de las cosas inteligentes que hizo fue mantener oficinas separadas, porque tiene su personalidad fuerte y yo tengo mi personalidad fuerte, entonces cada uno ve sus cosas".Hablan hasta tres veces al día por teléfono, "pero almorzamos muy poco juntos".Marcelo Zalaquett, uno de sus mejores amigos, de origen árabe también y único hijo hombre de su familia ­dueña de la mayor fábrica de etiquetas del país- destaca la inteligencia del padre de Said. "Hizo algo que no hacen los paisanos, donde el papá trabaja encima del hijo. Salvador tuvo siempre su oficina, don José lo dejó volar".A sus 41 años, Salvador se define a sí mismo: "Yo no soy serio, lo paso bien en la vida, trabajo, me gusta ser como soy, mi personalidad no ha cambiado".Eso no quita que, cuando algo no le parece o no está de acuerdo con un gerente en una reunión, "se lo digo tal cual, no soy mal genio, pero puedo ser duro"."Maduré después"Salvador Said era el menor de la delegación (no oficial) que la Cancillería invitó para acompañar a la Presidenta Bachelet a Argentina, hace poco más de una semana. De igual a igual compartió con Horst Paulmann, Jorge Awad, Julio Menéndez, Bruno Philippi. Comió en el Palacio San Martín, escuchó a Néstor Kichner piropear a Michelle -"me gusta el perfume de mujer"- y fue uno de los quince empresarios chilenos que, más tarde, llegó a conversar con la Presidenta al hotel Sofitel, donde ella alojaba. "Muy receptiva, entendía los temas; muy inquieta, preguntaba cuál ha sido la experiencia en Argentina, qué cosas estamos haciendo", cuenta.A estas alturas, el hijo ha ido tomando las posiciones del padre. José Said no fue a Buenos Aires, donde Parque Arauco posee el 30 por ciento de Alto Palermo, sociedad dueña de nueve centros comerciales, entre ellos el Patio Bullrich y el Mercado de Abasto. Su hijo no sólo lo está reemplazando en los viajes presidenciales. También lo hizo en el CEP, "me llamó Eleodoro (Matte) y me convidó a participar". Y en el directorio de Embotelladora Andina, la empresa de mayor valor de la familia (mil 791 millones de dólares en bolsa), donde los socios ­Said, Garcés, Jaime Said y Alberto Hurtado­ designaron el año pasado a sus hijos como sucesores, a excepción del último, padre de dos mujeres, que escogió a su abogado, Arturo Majlis.Es, además, director de Parque Arauco, de Envases del Pacífico, vicepresidente de las filiales del BBVA, donde su padre posee un 16 por ciento, e integra los comités ejecutivos de esas empresas junto a sus gerentes. Es miembro del consejo asesor de Generación Empresarial, entidad que al amparo de los Legionarios de Cristo promueve la ética al interior de la empresa, y donde participan los grupos económicos como los Luksic, Matte y Ricardo Claro. Desde hace un par de años, Salvador es parte de Endeavor, una fundación norteamericana que originalmente hacía poco ruido, pero que sale en los diarios desde que se integraron empresarios de la talla de Sven von Appen (dueño de Ultramar), Enrique Cueto (Lan Chile), Álvaro Saieh (Corpbanca y Copesa), y José Luis del Río (Sodimac y Derco).­¿Te convertiste en el heredero que siempre soñó tu padre?­Maduré después y eso es súper positivo. Si te maduran antes es re' malo. Yo no me salté ninguna etapa. Las viví todas.Mirando la situación a distancia, comenta que ahora entiende el drama de su padre, "de pensar en qué manos iba a quedar todo. Las mujeres (sus hermanas) se veían un poco lejos de los negocios y a mí me gustaban otras cosas también, y no era todo lo formal que él hubiese querido".Hoy, a Salvador Said le gusta estar en la primera fila del poder. Dejó el gimnasio por falta de tiempo y a sus cinco niños sólo los ve en las mañanas, cuando los pasa a dejar al colegio San Benito, muy cerca de su casa. Pero si se trata de compartir con sus pares, encuentra el momento.Hace poco más de un año reclutó a tres ejecutivos que se sumaron a Rodrigo Muñoz, su brazo derecho, para estudiar nuevas oportunidades de negocios. Y es que las dos sociedades de inversión de la familia (Caburga y del Pacífico, en esta últimas son socios los Eluchans Urenda y Orlando Sáenz) están creciendo. Con las compras, siempre con terceros, de las clínicas Reñaca y Antofagasta; de Transener, la compañía de transmisión eléctrica de Buenos Aires, y de Eulen, empresa de aseo y seguridad de origen español. Está ansioso con el próximo estreno de su mesa de dinero, que se dedicará a comprar acciones, papeles de renta fija y otros instrumentos.Este lunes regresa de Argentina, donde viajó al Cuarto Encuentro de Padres e Hijos por Latinoamérica, una grupo formado en 2003 por el mexicano Carlos Slim, el hombre más rico de la región ­con un patrimonio de 30 mil millones de dólares­, para fomentar una red de contactos. Said explica: "Las empresas nuestras tienen planes de expansión en Latinoamérica y contar con una red de contactos locales te permite tomar el teléfono y decir 'mira, estoy en este tema, qué piensas tú, qué deberíamos hacer' ".De Chile son miembros Andrónico Luksic, Bernardo Matte, Horst Paulmann (que ha asistido sin sus hijos), Álvaro Saieh, Sebastián Piñera y sus hijos. El resto son las principales fortunas de Perú, Colombia, Centroamérica, Brasil, Argentina, Venezuela y México. Hablan de asuntos económicos, de las estrategias en negocios familiares.­¿Están formando su propia fronda latinoamericana?­Fronda ¿qué es eso?­Un grupo de elite destinado a mandar, como describió Alberto Edwards en su libro La fronda aristocrática. Una fronda plutocrática en este caso.-No, no la estamos formando. El poder puede estar vinculado también a los contactos, pero hay mucho de amistad. No hemos hecho tantos negocios juntos. ¿Qué es lo que sucede? Yo voy a México, tengo una reunión, llamo a los Slim, me junto con ellos, oye, ¿qué piensan? estoy mirando esto. Y ya tenemos una relación de amistad, Con Marco Antonio ( hijo de Carlos Slim) y su señora nos vamos el fin de semana a la casa de los Roemmers en Córdoba cinco parejas. Cuando yo me los traje a todos a Pucón (donde en 2004 se hizo la versión de los hijos sin los padres) hacíamos rafting todos juntos, creamos un vínculo genial".Salvador está consciente de que la idea puede no ser bien entendida. "Sienten como que estos gallos están generando una especie de club, pero más que de riqueza, para influir en las autoridades. Eso se ha debatido mucho".­¿Hay un mínimo de fortuna para entrar: se necesita ser billonario?­No. No hay membresía o una exigencia de estar a cierto nivel. De repente tú llegas o te llaman.­¿Puedo entrar si tengo una fábrica de calcetines?­No sé si por la fábrica de calcetines, tú con tu simpatía entrarías de todas maneras.Salvador Said sabe cómo conquistar. Podrá no saber lo que es fronda. O responder espontáneamente cuando le preguntamos si aplicará el mayorazgo entre sus cinco hijos ­cuatro hombres y una mujer­ "¿qué es el mayorazgo?". Pero lo suple.

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