2014/01/10

Brasil frente a las elecciones de octubre

dilma dibujo
Por SERGIO FAUSTO
El terremoto político provocado por las manifestaciones de junio de 2013 cambió el paisaje político brasileño. En cerca de un mes, gobernantes hasta entonces bien evaluados vieron bajar sus tasas de aprobación a menos de la mitad. La caída afectó principalmente a la presidenta Dilma y a los gobernadores de los estados y prefectos de las ciudades de Sao Paulo y Rio de Janeiro, las principales del país, donde se concentraron las manifestaciones.

Desde entonces la presidenta recuperó apenas una parte significativa del terreno perdido. Su gobierno ya no ha vuelto a ostentar las tasas de aprobación del orden del 60%, como las de antes de junio pasado; pero dejó atrás el 25%, al que llegó en el auge del terremoto político, para estabilizarse desde octubre/noviembre en torno al 40% con una ligera tendencia al alza. De esta forma, Dilma volvió a ser la favorita para las presidenciales de octubre de 2014. Las encuestas le dan más del 40% de intención de voto, muy por delante de los candidatos de la oposición, ahora ampliada por una candidatura disidente del campo oficialista.

El senador Aécio Neves, del partido opositor PSDB, y el gobernador Eduardo Campos, del Partido Socialista Brasileño, hasta hace poco aliado del gobierno, oscilan respectivamente entre un 15% a 20% y entre un 10% a 15%. Marina Silva, cuyo grupo político ingresó al PSB en octubre, después de no conseguir registrar su propio partido, obtiene porcentajes entre un 20 a 25%. Fue ella quien más se benefició con las manifestaciones de junio, por ser vista como una política no convencional. Silva es un triunfo en el campo opositor, probablemente como candidata a vicepresidente en la papeleta de Eduardo Campos.

Los números indican que, por lo menos de momento, la oposición no ha conseguido traducir y capturar políticamente el sentimiento de insatisfacción que transparentaron las jornadas de junio. Ese sentimiento, sin embargo, no desapareció: las mismas encuestas que apuntan la ventaja de Dilma Rousseffmuestran que 2/3 del electorado desea cambios en 2014.
Dilma Rousseff a la ofensiva
Aunque no haya dado respuesta sustancial a las difusas demandas levantadas por las manifestaciones (mejor salud, educación, transporte público y menos corrupción), Dilma Rousseff retomó la ofensiva al frente de la comunicación política.
Una combinación de factores ayudó a la presidenta a restablecer su ventaja electoral. Aunque no haya dado respuesta sustancial a las difusas demandas levantadas por las manifestaciones (mejor salud, educación, transporte público y menos corrupción), Dilma Rousseff retomó la ofensiva al frente de la comunicación política. Un ejemplo ilustra bien este punto: la polémica en torno al programa que, a partir de su aprobación en octubre, permitió a Brasil traer médicos extranjeros (en su mayoría cubanos) para suplir la falta de estos profesionales en los lugares más pobres y remotos del país (los médicos nacionales no se se muestran interesados, incluso con el pago de mejores salarios en esas plazas).

El programa despertó una intensa reacción de las asociaciones de médicos, que lo criticaron por atacar el síntoma y no la causa de la mala distribución de médicos en el territorio nacional (falta de condiciones mínimas para el ejercicio de la profesión lejos de las principales ciudades, según esa crítica) y por retirar del consejo Nacional de Medicina la atribución de emitir el registro profesional de los médicos “importados” por el programa (la meta del gobierno es traer cerca de 4 mil, en una primera etapa). El PSDB se unió al coro de las asociaciones médicas acusando el programa de “electoralista” y denunciando una infracción a la legislación laboral brasileña (un alto porcentaje de los salrios se paga directamente al gobierno de Cuba).

Sin entrar en el mérito de las críticas, en general pertinentes, el hecho es que el gobierno venció la disputa por la comunicación política. No solo aprobó el programa en el Congreso, si no que lo hizo con el apoyo del 75% de la población, en su mayoría incialmente contraria a la medida. El gobierno ganó la batalla contraponiendo una narrativa centrada en la atención y en el cuidado de los “problemas concretos del pueblo” a argumentos más abstractos de la oposición, comprensibles y relevantes apenas para el elector de clase media y alta, que usa poco el sistema público de salud y menos aún los servicios de atención básica.

Así se reforzó la idea de que la vigencia de un amplio abanico de programas estatales en las áreas de salud, asitencia y educación depende de una singular sensibilidad social de las administraciones de Lula y Dilma Rousseff. No se trata de una verdad histórica, muchos de esos programas fueron creados cuando el PSDB estaba en el poder, bajo el espíritu, cuando no la letra, de la Constitución “ciudadana” de 1988. Pero, al menos por ahora, es una verdad política para una gran parte del electorado, inclusive para la tan decantada “nueva clase media” (en verdad, pobres cuya renta y el acceso al crédito mejoraron, pero que todavía son y se sienten vulnerables a retornar a la condición de donde salieron).
El desafío de la oposición: la segunda vuelta
"El senador Aécio Neves, del partido opositor PSDB, y el gobernador Eduardo Campos, del Partido Socialista Brasileño, hasta hace poco aliado del gobierno, oscilan respectivamente entre un 15% a 20% y entre un 10% a 15%..."
La tarea del gobierno se ve facilitada por la muy desigual exposición de los candidatos en los medios de comunicación social. Los candidatos de la oposición luchan contra la tendencia natural de la televisión de cubrir eventos y anuncios gubernamentales. No hay legislación que corrija tal desequilibrio estructural en la disputa. Esto solo será amenizado a partir de agosto de 2014, cuando se inicia el programa de los partidos en televisión. El gobierno se ha servido de esta ventaja, articulando, hasta el punto de a veces hacer de las agendas de la presidente como jefe de gobierno y como candidata a la reelección una sola.

La menor exposición de la televisión es un problema para los candidatos de oposición, que todavía precisan darse a conocer mejor por el electorado. Tendrán apenas dos meses (desde incios de agosto hasta el comienzo de octubre) de exposición diaria asegurada en televisión, codición virtualmente garantizada a Dilma Rousseff y habilmente explorada por el gobierno desde el inicio del segundo semestre de 2013.

La ofensiva en la comunicación política se sumó al mantenimiento de una economía en pleno empleo, pese al bajo creciemiento, a la caída del empleo en la industria, a una más lenta creación de puestos de trabajo en el sector servicios, a una menor expansión de la renta real de los asalariados y a una inflación repitentemente arriba de la meta, que no es mayor únicamente por que algunos precios públicos se encuentran desfasados. No es una retrospectiva brillante, como tampoco lo son las prespectivas para los próximos años, pero, en principio, la economía no contribuirá por sí misma a reducir significativamente el stock de capital político acumulado por el gobierno en el área social.

En resumen, el rumbo “normal” de las cosas favorece al gobierno. Pero eventos extraordinarios pueden complicar la vida del oficialismo. Algunos se refieren a posibilidades conocidas, como las turbulencias cambiarias que podrían afectar a la economía en la hipótesis de una eventual combinación de incertidumbre en cuanto al cambio en la política monetaria de la Reserva Federal y una posible rebaja de la clasificación de los títulos brasileños por las agencias calificadoras de riesgo, dado el empeoramiento de las cuentas fiscales del país. Otros se basan en el vasto terreno de lo imponderable, como un vejamen logístico y/o futbolístico de Brasil en la Copa del Mundo, que hiciese rebrotar la llama del protesto social.

Cualquiera de esos eventos, aún así, solo tendrá un efecto electoral importante si la oposición encuentra un traducción política eficaz. Por primera vez desde que el PT llegó al poder, la oposición puede marchar unida en una segunda vuelta. Su primer desafío es lograr que haya segunda vuelta. Si el pasado sirve de guía para el futuro, vale recordar que en 2006 y 2010, con la economía en pleno crecimiento, el gobierno no consiguió resolver la disputa electoral en la primera vuelta. Si la historia se repite en 2014, la lucha para dar nombre y programa al difuso deseo de cambio que declara 2/3 del electorado brasileño será reñida.

www.infolatam.com

No hay comentarios.: