El informativo semanal enviado por Fathom, una consultora económica en Londres, lo decía todo. “Se está poniendo muy feo allá afuera”, rezaba. “Puede que hayamos pasado la primera etapa de la crisis, pero eso no significa que la próxima fase no será peor, quizás mucho peor”.
La semana hubo un cúmulo de evidencias de que la crisis económica se expande por todo el mundo. Un piso tras otro se perforó en los mercados financieros, con las tasas de interés a largo plazo cayendo a mínimos en décadas, en algunos casos, a su nivel más bajo en la historia.
Cualquier esperanza restante de que partes de la economía mundial, en particular mercados emergentes como China, permanecieran inmunes a la crisis se apagó. Con una velocidad notable, en los últimos dos meses una crisis crediticia preocupante pero aparentemente manejable se ha convertido en una crisis financiera global y una recesión en gran parte de la economía mundial.
Quizás el impacto más alarmante será sobre los consumidores de los países ricos, cuya confianza en el futuro será vital para evitar que las recesiones se conviertan en depresiones. Esta semana marca el tradicional comienzo de la temporada de compras navideñas en Estados Unidos con el “Viernes Negro”, el día después de Acción de Gracias, cuando las tiendas ven algunas de sus mayores ventas del año.
El término tradicionalmente es usado para referirse a la fecha en que las finanzas de las empresas de ventas minoristas pasan a negro (es decir, se vuelve a las cifras positivas). Pero si las malas noticias de la economía estadounidense se han asentado incluso entre los compradores más optimistas del mundo, puede que en cambio sea otra jornada sombría para la economía de Estados Unidos.
La semana pasada, tal vez la más clara señal de posibles problemas para los detallistas estadounidenses llegó de sus homólogos del otro lado del Atlántico. Marks and Spencer, la tienda sinónimo de exclusividad en Inglaterra, anunció una inusual venta por un día con 20% descuento. Algunos describen esto como un “asalto de guerrilla”, pero en verdad fue una respuesta contra sus rivales detallistas, que ya habían anunciado rebajas pre navideñas.
Aunque estos recortes únicos en los precios pueden tentar a los consumidores, los economistas advierten que las personas podrían simplemente esperar que los precios sigan cayendo en el futuro y postergar el gasto. Es probable que la economía estadounidense en particular tenga una inflación visible negativa el próximo año, debido al impacto de la fuerte caída en los precios del petróleo y a que el desplome inmobiliario del país lleve a una baja en los cánones de arriendo y los precios de las propiedades.
En teoría, esta deflación podría ser buena para la economía, debido a que libera dinero para el consumo y gasto en otros productos. Sin embargo, Andrew Brigden de Fathom Consulting advierte que la deflación también puede tomar una forma maligna. “El riesgo es que las personas no gasten porque piensen que los precios llegarán a estar todavía más bajos en el futuro y eso desata una espiral negativa”, dice.
Es poco probable que las caídas temporales en los precios tengan ese efecto. Pero Brigden cree que la combinación de la caída en los precios de los commodities y las viviendas puede debilitar la demanda, lo que significaría que Estados Unidos anote una inflación visible en la próxima primavera y siga así por meses, cayendo incluso a -3%.
Ciertamente cualquier consumidor viendo el flujo de noticias de la semana debe haber dudado. Los rendimientos de los bonos del Tesoro a dos años, un indicador de dónde creen los inversionistas que la Reserva Federal de EE.UU. fijará las tasas de interés en los próximos 24 meses, cayeron a menos de 1% a su nivel más bajo desde que se inventó el bono a dos años en 1976. Los rendimientos de los bonos ingleses, en tanto, marcaron su mínimo desde la Segunda Guerra Mundial.
Las noticias de la economía real fueron malas. Más de medio millón de trabajadores estadounidenses pidieron subsidios de cesantía, 10% más que las oscuras estimaciones de los economistas. Abandonando su perenne optimismo, las autoridades en Beijing describieron el panorama para el empleo chino como “sombrío”.
Y la industria automotriz siguió actuando como símbolo poderoso de la desaceleración industrial global, con la infructuosa petición de ayuda de los Tres Grandes de Detroit al Congreso de EE.UU. Pero hasta sus rivales japoneses acusaron el golpe de la desaceleración. Honda anunció un nuevo recorte de la producción y aumentó los permisos pagados de sus trabajadores.
Al menos el petróleo está más barato, aunque eso tiene más que ver con la amenaza de un desplome de la demanda que con un mejor equilibrio del mercado. Y encima de todo, para coronar una semana de amenazas a la economía mundial, hay piratas capturando grandes barcos en el Océano Índico. Ciertamente son días oscuros.
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