El precio del cobre sigue tocando niveles mínimos, impensados hace algunos meses, y peor que eso, por debajo de los costos promedio de producción de nuestra industria, Codelco incluido. Lo complejo es que aunque podría recuperarse en forma moderada en algunos meses más, dependiendo de lo que ocurra con China y la política monetaria en Estados Unidos, todo indica que tenemos por delante varios años de márgenes muy reducidos en la que ha sido nuestra principal fuente de divisas. Y no sólo eso, ha sido también una fuente muy generosa de financiamiento fiscal, que se habría agotado.
Estamos viviendo entonces los efectos de la llamada "maldición de los recursos naturales", en el sentido de que largos períodos de bonanza caída como "maná del cielo", como el que Chile vivió entre 2004 y 2012, de alguna forma hacen olvidar que la productividad es una condición necesaria para crecer en forma sostenida. La campaña presidencial pasada se basó en la falsa noción de que con el nivel de desarrollo alcanzado la prioridad debía ser la redistribución, ya que el crecimiento estaba garantizado.
El precio del cobre nos está devolviendo a la realidad de un PIB per cápita que con este tipo de cambio volverá a niveles inferiores a US$ 13.000, alejando la posibilidad de llegar a ser un país de ingreso alto. Lo que corresponde entonces, por el bien del país, es hacer un cambio bastante radical de la agenda de reformas, evitando todas aquellas que pueden dañar la productividad aún más, y volviendo a centrar las políticas públicas en el crecimiento económico, único camino viable para mejorar el bienestar de la población en forma permanente.
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