Después de una larga serie de idas y venidas, la Reserva Federal finalmente ha comenzado enviar señales más inequívocas de que su reunión del 16 de diciembre será la ocasión elegida para anunciar la primera alza de tasas de interés desde mediados de 2006. La turbulencia que sacudió a China a mediados de año y que llevó al banco central de EEUU a postergar la decisión en diciembre, se ha estabilizado.
El momento ha sido largamente anticipado y temido. El comienzo del fin de la era de la política monetaria ultra expansiva ha provocado masivos movimientos en los flujos de capital a nivel mundial, que han tenido efectos dramáticos sobre las economías emergentes. Aunque persiste la incertidumbre, muchos expertos aseguran que la mayor parte del ajuste ya se hizo y que el alza de tasas en diciembre ha sido incorporada a precios.
Por eso, si la Fed vuelve a vacilar, el efecto sería contraproducente, prolongando el nerviosismo y levantando dudas sobre los motivos que llevan a la entidad a esperar.
Y lo más importante, la Fed sabe que le espera un largo ciclo de normalización por delante, y mientras más demore, más difícil será lograr el despegue pausado y paulatino que pretende lograr.
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