Dentro de lo estimado por el IPoM y algo por encima de los anticipado por economistas del sector privado, el informe de cuentas nacionales dado a conocer ayer por el Banco Central arrojó un PIB de 2,2% para el tercer trimestre del año, lo que consolida un guarismo idéntico para el 2015 como un todo.
Desde el punto de vista de la prognosis, se podría decir que hasta ahí no hay noticia, o al menos nada que sorprenda. Con todo, y en una aproximación cualitativa a los registros contables y cuantitativos del instituto emisor, sí que se podría decir que hay noticia, pero una ingrata.
En efecto, la serie histórica consignada en el informe del Banco Central para los últimos siete trimestres muestra un realidad nada de halagüeña en materia de crecimiento, con datos para cada uno de dichos períodos que se mueven entre un mínimo de 1% y un máximo de 2,7%, lejos no sólo de los niveles muy superiores a que estábamos acostumbrados, sino que también persistentemente por debajo de las ya recortadas estimaciones de crecimiento potencial de la economía.
Lo que tratamos de subrayar es que más que la última imagen en una serie estadística o que ésta coincida o incluso supere lo estimado por las autoridades económicas, lo que se debe relevar en materia económica, lamentablemente como una mala noticia, es la pérdida de la capacidad de crecer al ritmo requerido para seguir resolviendo los cuellos de botella y lastres que aún hipotecan al país en materia de capital social, infraestructura e indicadores sociales. Chile, sus dirigentes y autoridades, deben tomar conciencia de lo delicado que es acostumbrarse a que esta suerte de nueva mediocridad sea una nueva normalidad.
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